lunes, 4 de marzo de 2013

LA IGUALDAD DEL MINISTRO DEVOTO

Volvemos al tajo. Y lo primero que me encuentro son las declaraciones del ministro español de Interior, Jorge Fernández Díaz, en un foro vaticano. ¿Querrá entrar en el cónclave el devoto popular?. El ministro de la porra se fue hasta la embajada española en la Santa Sede para participar en un foro denominado “Religión y Espacio Público”. Y allí, al olor del incienso, dio rienda suelta a lo que piensa de verdad montando un escándalo de órdago a la grande.


Escándalo previsible. Lo dicho por Fernández Díaz tiene una parte de certeza; que los matrimonios de igual sexo no garanticen la continuidad de la especie humana es algo, hoy por hoy, fácil de aceptar, en tanto en cuanto la ciencia no consiga superar el hecho empírico de que para que la reproducción sea factible se necesita la participación de los sexos femenino y masculino.

Ahora bien, decir que el matrimonio entre personas del mismo sexo “no debe tener la misma protección por parte de los poderes públicos que el matrimonio natural” resulta una provocación que atenta directamente contra el derecho de igualdad entre las personas. Dicho esto por un dirigente institucional, aunque sea en sus tiempo libre, es una temeridad.

Los poderes públicos y sus representantes deben estar, siempre, al servicio de la ciudadanía y en el respeto escrupuloso de su libertad e igualdad.

Que el ministro de Interior arremeta contra la libre orientación sexual de las personas y que lo justifique bajo el pretexto de no garantizar la continuidad de la especie humana, merece cuando menos, una reprobación.
Puesto a reflexionar, Fernández Díaz, podía haber analizado el carácter “democrático” de la Iglesia Católica en la que cualquier bautizado puede acceder al trono de San pedro sin necesidad de ser cardenal, obispo o fraile. Cualquier bautizado puede ser Papa. Bueno, cualquiera no. Cualquiera que no sea mujer. La mujer es a la Iglesia un cero a la izquierda. Sin derechos. Sin igualdad...Y Fernández Díaz parece no haberse dado cuenta.

Y en lo relativo a la “continuidad de la especie” sí que los curas aportan mucho a la misma. Algunos sí, aunque ocultamente.

Me viene a la cabeza un viejo chiste en el cual una pareja buscaba incesantemente la fertilidad y la descendencia sin fortuna. En una de éstas, una amiga de la mujer le confesó que conocía a una chica que se había quedado embarazada por designio divino, un monasterio y unas monjitas de clausura que le hicieron rezar un “Ave María”.

Con toda la fe del mundo aquel jóven matrimonio acudió al convento esperanzados por el milagro. Les atendió amablemente la Madre Superiora. “Mire Madre –dijo el marido-, venimos aquí como creyentes. Una amiga nos ha dicho que una conocida quedó aquí embarazada gracias a un “Ave María”.

La monja, con sorna y con verdad les contestó. “No fue un Ave María. Fue un Padre Nuestro”.

¿Un Padre Nuestro?, replicó sorprendido el matrimonio.

.-Sí, un Padre Nuestro , pero ya no está con nosotras. Se marchó a las misiones el mes pasado.

Ay, señor Ministro. Sus creencias cuentan con todos mis respetos pero no las mezcle con la “res pública”. Y si no lo puede hacer, apártese del cargo pues representa a todos. Incluidos a quienes no comparten su credo y tanto desprecia.


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