viernes, 6 de septiembre de 2013

VUELTA AL TRABAJO CON EL HORIZONTE DESPEJADO

Tengo la percepción de que en verano, y especialmente en época vacacional, ocurren hechos singulares, que durante el resto del año, bien pasan desapercibidos o no acontecen. Por lo menos a mí. Y no hablo de las estrellas fugaces o lágrimas de San Lorenzo que, año tras año generan múltiples dolencias de torticolis. No, es algo más extraño.
Podré ejemplos. Tengo la sensación de que en verano, los pájaros cagan más de lo normal. Y, además, lo hacen con una puntería inaudita. Dejas el coche estacionado en una sombra, al remanso de la chicharrera, y zas, cuando vuelves a retirarlo, te encuentras con dos o tres salpicaduras de guano de difícil limpieza. Es como si estuvieran esperando a que aparcaras el vehículo para evacuar encima. Un tiro al blanco corrosivo. Una especie de venganza alada contra los humanos por parte de las aves.


Tormenta sobre el campanario

Tampoco encuentro explicación a la vocación suicida de los insectos. El parabrisas se convierte en un imán en el que estampan sus cuerpos bichos de toda condición, desde tábanos a mosquitos, pasando por saltamontes y moscas cojoneras variadas. Por no hablar del tierno atardecer convertido, a la luz de un foco, en un holocausto de invertebrados. No me extraña que con tanto cadáver en ciernes como carroña, una araña se haya instalado en el retrovisor derecho y no la haga desaparecer de allí por mucho que elimine, una y otra vez, su pegajosa tela tejida alrededor. Total, que entre aves y bichos voladores, la biodiversidad del estío te deja el coche como una guarrería andante.

Eso, aunque costoso, suele tener remedio. Agua, jabón y a frotar.
Lo que es más difícil de paliar son las consecuencias provocadas por los sobresaltos de todo tipo que interrumpen súbitamente el sosiego que pretendías disfrutar.
Las vacaciones están hechas para descansar. Para el amuermamiento del cuerpo y del espíritu. Para otro ritmo de actividad (más bien pasividad).

Así, te propones dormir más horas de las habituales. Sin prisas ni ocupaciones. Pero hete aquí que a las ocho y media de la mañana, y a diario –salvo los domingos- repiquetean las campanas de la iglesia como si el fuego se adueñara del entorno. Y no. No hay incendio. Durante más de medio minuto el “tilin-tolón” llama a misa a la media docena de beatas que acostumbran a visitar al cura. Siendo la feligresía tan exigua, podrían citar una a una a las creyentes sin meter tanto ruido. O, en su caso, almohadillar las campanas. Pero ahí no acaba todo. Si recuperas el sueño, media hora después, las campanas vuelven a sonar. Una, dos y tres veces. Como el ultimátum que indica a las rezagadas que el orate no espera más.

Superado el instante, crees que la paz del Señor se ha hecho entre nosotros. Y , tampoco. Un claxon sicodélico suena debajo de tu ventana. A continuación un sonido más estridente aún. Un megáfono. “¡El colchonero lanero...compro viejos colchones de lana y los cambio por nuevos!”. “¡Señora, los mejores colchones y los más modernos para su descanso!. ¡Duerma bien en su nuevo colchón! .

El colchonero llega los lunes. El viernes, el butanero. Qué sonido tan característico el generado tras golpear bombona con bombona para despertar al vecindario y anunciar que el combustible gaseoso embotellado nos aguarda. Entrañable de veras.

Los domingos no hay campanas madrugadoras pero su impacto se suple con los mozos juerguistas que tras la verbena de un pueblo de los alrededores se acercan a la panadería a desayunar. Y, a dar voces que apenas se oyen porque con la discoteca ambulante en la que vienen sólo se percibe el “chunta-chunta” o, en el peor de los casos, los últimos éxitos de “Camela”. (A estos mamones no pájaro que les cague encima).

Alguien pensará que exagero un poco. Me quedo corto. El espacio de la siesta daría para otra entrega. Baste decir que, tan pronto pretendía buscar la posición horizontal para iniciar el “desnuque” vespertino, llegaban motorizados en camiones los “Melones de Villaconejos”, los “ajos de Corella” o los “melocotones de Calanda”. Por no hablar de la vecina sorda que ponía para toda la barriada el “Sálvame” de Kiko Matamoros o Mila Ximénez.

La culpa de todo la tiene la globalización que maliciosamente se ha empeñado en convertir en una jungla los escasos remansos de paz que nos quedaban. Pese a todo, mi ociosidad vacacional ha salido victoriosa frente a los efectos perversos de un mes de agosto que alguno auguraba climatológicamente adverso, pero que, finalmente se ha comportado como debía; caluroso y seco (El “cambio climático” sigue al acecho).

La receta para vencer estas “adversidades” han sido las tradicionales. Grandes dosis de quietud (no hacer nada), y sesiones contemplativas de anestesia cervecera para no alterar la agenda de encefalograma plano.
Tal vez por eso es por lo que este año, por el momento, no he padecido lo del “síndrome postvacacional”, que debe ser algo así como un estrés traumático al percibir que, frente a la inactividad propia, el planeta se mueve, lo que puede provocar mareos y vértigos.

En verano, la actualidad política ha seguido la misma línea. La línea de la Concepción a un lado, Gibraltar al otro. Bárcenas ha actuado como gaviota cagona frente a un PP que no encuentra sombra ni parapeto bajo el que proteger unas siglas de las corrosivas deposiciones de “sus pájaros” . Ya se sabe, “cría cuervos... que cada vez tendrás más”. Y Rajoy empeñado en sestear, como un “tancredo” inmóvil que confía en no ser corneado por el novillo –cada vez más toro- de su propia incompetencia.

En Euskadi, se ha repetido el guión de la politización festiva. Un “déjà vu” cansino y agotado en el que la izquierda abertzale y el delegado gubernamental, Carlos Urquijo, con su serenata tocapelotas habitual de venta ambulante, han pretendido alborotar al vecindario. Afortunadamente, sin conseguirlo.

Quien sí está atribulada es la cúpula judicial en Euskadi. Los jueces del TSJPV se han enfadado porque el departamento de Seguridad les ha dejado sin chóferes. Perdón, sin escoltas. Y, aunque ETA no actúe y, como al resto de colectivos anteriormente amenazados se les haya redimensionado la protección, ellos, o algunos de ellos, han pedido continuar con sus ertzainas guardaespaldas. Ya se sabe, compartiendo tantas vivencias, tanto tiempo juntos, se hacen como de la familia. Y cuando faltan, se les echa de menos. Aunque en época de crisis como la actual y ante la falta objetiva de amenaza, deberían tener en cuenta los más de 300.000 euros que nos cuesta el operativo policial específico. Por dinero que no sea. Y más si es para sus señorías, que su imparcialidad les obliga a estar por encima del bien y del mal. Libres para impartir justicia. Y, también libres de críticas.

Nos queda por aguardar la llegada del “butano político”. Combustible, a modo de acuerdo, para la estabilidad institucional. Con tanto sueño y siesta interrumpida, este pasado mes ha habido ocasión para avanzar en la literatura de un pacto de país entre nacionalistas y socialistas. Un buen acuerdo para todos. Llegará en unos días y abrirá la vía para avanzar en la recuperación del bienestar perdido, y de la necesaria actividad. Habremos roto el bloqueo de meses pasados y se iniciará una nueva etapa. Con el coche limpio y el parabrisas brillante, es hora de arrancar. Las vacaciones se acabaron. Volvemos al trabajo con el horizonte despejado. Primera prueba superada.

2 comentarios:

  1. Y Koldo..los señores consejeros del Gobierno Vasco menos uno de ellos....¿que tienen escoltas o choferes tambien ??
    Hay que aplicar el rasero para todos igual.
    Eskerrik asko

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  2. Para aclarar terminos: los consejeros/as del gobierno vasco ya han visto reducida/actualizada su seguridad, lo mismo que se pretendia con la cupula judicial. Esta no ha aceptado la alternativa propuesta. ?tiene sentido que un magistrado pase sus merecidas vacaciones fuera de euskadi y le acompañe todo su operativo de seguridad con el coste economico que eso supone para todos los contribuyentes vascos? ? No sera necesario que todos, gobierno, jueces, etc acomoden su posicion de seguridad a la nueva situacion de amenaza y alerta?
    Yo creo que si

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