viernes, 29 de noviembre de 2013

BIENINTENCIONADOS SÍ, PERO NO TONTOS

Un invidente, acompañado por su perro lazarillo, se aprestaba a atravesar una carretera en vía urbana. El adiestramiento del animal identificó el rojo del semáforo quedando ambos parados al borde de la vía. El elevado tránsito de vehículos hacía que el intervalo de paso permitido a los peatones fuera reducido, teniendo que esperar un largo rato a que la luz se volviera verde. El dócil animal aguantó firme en la acera, pero sus necesidades fisiológicas no pudieron esperar más. Así que alzó una pata y orinó. Con tan mala fortuna que manchó los zapatos del ciego. Acto seguido, éste echó mano del bolsillo de su chaqueta y sacó de la misma una galleta. Acercó la golosina al hocico del can y la movió de un lado a otro para ofrecérsela. Un peatón que había observado la escena comentó entonces; “le mea en los zapatos y, encima, ¿le premia?”. A lo que el ciego contestó de la misma; “¿premiar?. Lo que estoy haciendo es centrarlo para poder darle una buena patada en las pelotas”.

Más de media docena de páginas consecutivas dedicaba el pasado miércoles el diario “GARA” a “centrar” el escenario político del país y responsabilizar al PNV de lo que considera una involución en toda regla. Su portada era el fiel reflejo de una tesis que ya había sido sostenida tiempo atrás por sus comentaristas de cabecera; “La política vasca –titulaba el rotativo- se enquista en los 80 pese al nuevo tiempo”.

Los acuerdos con PSE y PP, el Plan de Paz, el nuevo estatus político o la Ertzaintza como obsesión, componían el embalaje de una tesis que, a modo de resumen, identificaban en su apunte editorial: “El nuevo tiempo –afirmaba el rotativo dirigido por Iñaki Soto- se basa en parte en la suma de voluntades y el PNV ha decidido unir las suyas a los partidos unionistas”.

Como contrapunto a esta “involución” a los “tiempos de Ardanza”, GARA presentaba “La hoja de ruta para una Escocia soberana y un mes clave para Catalunya”.

Una confrontación, “pactismo” vs “soberanismo”, que hace adivinar la renovada estrategia de quienes legítimamente se aprestan a establecer un nuevo pulso social y, también electoral, para derrotar al PNV. La obligación de toda formación política es ganar las elecciones, alcanzar la mayoría representativa. Es lógico, por lo tanto que la Izquierda Abertzale pretenda derrotar al PNV. E igualmente comprensible que el PNV se resista e intente distanciarse aún más en el apoyo popular respecto a EH Bildu. Es lo que toca. Que nadie se llame a engaños ni a cantos de sirenas intencionados de que “la unidad abertzale” es un objetivo compartido.

La pugna por la hegemonía política abertzale, la posibilidad del “sorpasso”, vuelve con intensidad al cuaderno de bitácora de la izquierda patriótica. De ahí, la necesidad de centrar al adversario –los jeltzales- y presentarlo ante su parroquia como el contendiente a batir. Se acabó el “buen rollito” para trascender a una fase reactiva. Así, “cuando se suponía que el fin de la actividad de ETA iba a abrir un nuevo tiempo en Euskal Herria, los indicios apuntan a que el PNV prefiere estancar su actividad en la época de colaboración con el PSE y el Pacto de Ajuria Enea. Fija un acuerdo de estabilidad presupuestaria e institucional con el PSE, en el nuevo estatus se prima el acuerdo con el unionismo, el Plan de Paz se presenta como una exigencia a la izquierda abertzale y la impunidad arropa a la Ertzaintza”.

Tal análisis, concentrado a modo de entradilla, abre la amplia apertura “informativa” de GARA. Un despliegue sin complejos, contundente y clarificador que trata de adoctrinar y de fijar posiciones ante el horizonte político que se avecina.

A juicio de los articulistas – y también de los editorialistas-, el PNV ya ha tomado posiciones. En lugar de caminar hacia la construcción nacional ha optado por garantizarse sus ámbitos de poder, cimentándose una alianza con los socialistas y un modelo de país domesticado y subordinado a sus propios intereses. Es la estrategia de siempre, de unos dirigentes acomodados a las poltronas, que desoyen las esencias de una militancia abertzale de verdad, maniatada y silenciada por el poder de Sabin Etxea.

El maniqueísmo de “burukides malos”, “militantes buenos” no es nuevo en la estrategia de la Izquierda patriótica. Antes, en sus cuadernos doctrinales, aparecía la necesidad de explicitar y magnificar las contradicciones del enemigo. Ahora, las nuevas formas de hacer política marcan distintas maneras, más sutiles de alimentar supuestos contrasentidos.

La formulación de un nuevo estatus para Euskadi, auspiciada por el PNV, es interpretada por los analistas de GARA como el elemento más sustantivo de este escenario. “A nadie se le escapa –publicaba el pasado miércoles Iñaki Iriondo- que concretar un nuevo marco de relaciones con el Estado español o con Europa, según dice preferir el PNV, obliga a tejer amplios consensos que recojan también las concepciones nacionales que albergan PSE y PP. Pero para afrontar la reforma del actual marco, en el que el unionismo no solo se encuentra comodísimo, sino que le concede toda la ventaja política, hay dos fórmulas principales. Una, apoyarse en una importante movilización social y hacerle ver al PSE y PP que la mayoría del Parlamento es la mayoría y que tendrá que jugar en ese terreno. O concederle de entrada capacidad de veto. Llamativamente, al menos en estos primeros compases, la elección del PNV es esta última. La opción jeltzale es huir de la confrontación democrática y no incomodar al unionismo”.

Resulta sorprendente que, justamente cuando el PNV ha decidido iniciar los primeros pasos de cara articular una iniciativa que busque el avance del autogobierno, desde determinados ámbitos de la Izquierda abertzale se le intente presentar no como un posible compañero de viaje sino como “el traidor” que siempre vendió el país por un plato de lentejas. Y, aunque la acusación, en su conjunto resulte grotesca y burda, el PNV deberá hacer caso a su inteligencia para abstraerse de la provocación.

Aunque llueva sobre mojado y algunas de las imputaciones hechas recientemente sobre la formación jeltzale sobrepasen el límite de la crítica política y bordeen la injuria (Pernando Barrena y su artículo"http://sortu.net/es/blogak/pernando-barrena/723-el-pnv-ese-agente-violento-en-el-conflicto El PNV, ese agente violento en el conflicto"), el nacionalismo democrático mayoritario deberá eludir reinstalarse en la dinámica del reproche. El PNV tiene motivos más que suficientes para ahondar la brecha que le separa de una organización que abandonada la estrategia político-militar trata, de un bocado de desplazarle sin miramientos en su liderazgo democrático. Pero las brechas, si de verdad queremos construir un nuevo tiempo, no pueden convertirse en trincheras.

La Izquierda Abertzale tiene todo un mundo que transitar para situarse a la misma altura democrática que el PNV. Y por mucho que pretenda correr, por mucha agitación y propaganda que utilice en su contra, por mucho que pretenda “centrar” a su objetivo para sacudirle donde más duela y ocupar su espacio, su ceguera de años, reversible de momento en visión desenfocada, le impedirá atravesar la vía por si misma sin riesgo de ser atropellada.

El PNV está siendo paciente con la Izquierda Abertzale. Paciente pero exigente. Si quieren compartir camino, de acuerdo. Pero sin atajos y respetando la marcha de cada cual. No vaya a ser que cuando tendamos la mano para, supuestamente sumar voluntades, se aproveche la ocasión y con una llave de judo, propicien nuestro derribo. Bienintencionados sí, pero no tontos.

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