viernes, 21 de marzo de 2014

PATRIOTA BILBAINO

En mi devoción, Iñaki Azkuna no sería un santo. Y no lo será tampoco en un obituario, cuando  las elegías se transforman en loas. Iñaki Azkuna  fue muchas cosas a la vez. Un gran carácter, un inmejorable comunicador,  un librepensador, una persona honesta, un trabajador nato, y, por qué no decirlo, un provocador. A veces, un tocapelotas. De esos  que te hacen ver que junto a las ideas propias hay otras, igual de legítimas, igual de válidas, que reclaman contraste. Aunque su exposición pública incomode y provoque escozor.

Iñaki, en ocasiones, era como una sacudida de ortigas en la pantorrilla. El contrapunto irritante capaz de provocar dolor, y al mismo tiempo, estimular el riego sanguíneo generador de vitalidad.

Su personalidad parecía forjada en aquel renacimiento cultural  del Bilbao de comienzos de siglo XX.  Con Jesús de Sarria, Aurelio Arteta, Ramiro de Maeztu, Alejandro de la Sota, etc. Heterodoxo, lúcido, vehemente, crítico. Directo. Sin aspavientos.
Nadie podrá decir que  fuera ambiguo. Por eso, sus declaraciones estuvieron envueltas, muchas veces, en la polémica. En la confrontación dialéctica de quien cree vivamente en sus ideas. Siempre las expresó libremente, aunque en ocasiones chirriaran con discursos oficiales. Era su manera de ser. Inconformista. A veces altanero, pero profundamente demócrata y respetuoso con los demás.

Su voz supo convertirse en  la expresión del padre comunitario que muchos escucharon como quienes atendían  los consejos del propio cabeza de familia. Algunos desde la simpatía, y desde el cariño. Otros desde la indiferencia o el desprecio. Pero siempre atentos  a sus palabras. Las palabras del mentor que removía conciencias.

Desde que llegó del Gobierno vasco, Iñaki respiraba por Bilbao, por sus barrios, por su gente, por ese “botxo” al que, con inteligencia fue sacando de las penumbras  hasta convertirlo en un rincón amable y cosmopolita. Conjugando modernidad, cultura, servicios, arte, calidad de vida. Ese lugar “estupendo” del que se sentiría orgulloso Blas de Otero o el mismísimo Miguel Unamuno.

Hubo quienes llegaron  a cuestionar su abertzalismo. Pero ¿qué es ser abertzale?. Patriota es amar profundamente al solar al que tu vida se ha arraigado. Y las raíces de Iñaki estaban aquí, en la tierra que cultivó, amó  y abonó.  Azkuna era un patriota bilbaino. Un “rojo” devenido en liberal, en nacionalista vasco. “Sui generis”, pero nacionalista vasco al fin y a la postre.

La última vez que me encontré con él, rendíamos memoria a las víctimas del terrorismo. A todas las víctimas de la injusticia. Me vio llegar. Hacía tiempo que no habíamos coincidido y desde lejos me recibió.  Como era su costumbre, a viva voz. “Firmes que llega el ¨aparato¨”. Nos saludamos cariñosamente. Le abracé y no encontré más que un armazón de huesos que protestaban ante tan efusivo encuentro. Luego se interesó por mí. Y yo por él. “No te he visto en los últimos meses –me dijo con sorna-“. “Pues soy fácil de ver alcalde. ¿No será que has estado muy ocupado últimamente?” (había pasado una larga estancia en el hospital). “Será eso –me dijo- pero ya he vuelto para daros guerra”.

Terminado el acto protocolario nos despedimos hasta pronto (volvimos a coincidir en un par de apariciones públicas posteriores),   y tras mis pasos volví a escucharle como decía  a quienes deseaban oírle; “al aparato siempre hay que obedecerle. Yo siempre lo he hecho, ja, ja. El orden en un partido es fundamental. De lo contrario, esto es el acabose. Venga, vamos a tomar un txakoli, que empieza a refrescar y va a llover”.

Y se fue, con su genio y su figura. Ayudado por el lazarillo Porto y por los discípulos  municipales. A sabiendas de que el camino era ya  todo cuesta abajo. Soportando rumores y maledicencias que le hacían muerto en vida, con la  frívola querencia humana del cotilleo inútil, del rumor insoportable  que alimentan los ociosos interconectados ávidos de morbo.   

Se ha ido tras recorrer un largo camino de sufrimiento. Un sendero lleno de dificultades y de obstáculos que fue franqueando gracias a su ímpetu. Y a su espíritu indomable que  jamás se dio por vencido. Como médico, sabía que la ciencia anunciaba su final. Frente a este principio luchó con su fe. En esa agonía  unamuniana  de pugna  permanente entre racionalidad y creencia. Sereno e íntegro hasta el final.

Hoy, ese combate ha llegado a su fin. Iñaki Azkuna, el liberal más significado del PNV,  el mejor alcalde del mundo, el patriota bilbaino, ha concluido su mandato en esta vida. Por fin, ha descansado en paz.

A orillas de la ría, resuenan las palabras de “San Manuel Bueno, mártir”:
-¡Mira, el agua está rezando la letanía y ahora dice: ¡anua caeli, ora pro nobis, puerta del cielo, ruega por nosotros!
Y cayeron temblando de sus pestañas a la yerba del suelo dos huideras lágrimas en que también, como en rocío, se bañó temblorosa la lumbre de la luna llena”.

Su luz se apagó llegada la primavera. Pero su reflejo nos queda en la ciudad. En esta villa  bilbaina que necesitó de un médico para curarla.
Iñaki Azkuna, goian bego.

1 comentario:

  1. Otoitz bat eta gero arte Iñaki. Político de garra y contundente, nunca dejo indiferente a nadie. Una memoria brutal, con una ocasión que estuvieras con el permanecías en su recuerdo tu y el tema que hubieras tratado con el. Nos queda mucho que aprender, mas txapela y menos gorra madrileña.....

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