viernes, 12 de diciembre de 2014

AUSENCIAS DESAFORTUNADAS Y PRESENCIAS INDESEABLES

Cuarenta y una personas directamente golpeadas por la violencia –ejercida por procedencias distintas- recibieron el reconocimiento público del Gobierno vasco el pasado miércoles. Cuarenta y una personas con su historial respectivo de sufrimiento y de daño injusto padecido. Víctimas de todo tipo de crueldades. Cuarenta y una experiencias de dolor, de padecimiento. La una con la otra, juntas en un mismo escenario que, como elemento simbólico, representaba el mapa global de  de la secuela destructiva de la vulneración de derechos humanos que este país ha soportado en los últimos decenios. Cuarenta y un testimonios de la herida provocada por la brutalidad de la fuerza inhumana.

Para una mayoría, la foto de los galardonados en el certamen René Cassin de los derechos humanos, representaba la esperanza en el inicio de un nuevo tiempo de convivencia de la sociedad vasca. Sin desdeñar la causa del encuentro, ni las historias particulares  que, pese a ellas, elevó a cada una de las personas allí presentes a ser protagonistas del acto.

Unas fueron heridas cruelmente por la violencia terrorista de ETA. De sus diferentes fracciones  o de los Comandos Autónomos. Otras, padecieron en carne propia la brutal agresión del “contraterrorismo” amparado por los aparatos del Estado. Y también compartieron estrado  quienes sufrieron los desmanes  y el abuso por actuaciones policiales incompatibles con el estado de derecho. Violencia, violencias siempre injustas. Reprobables, condenables, irreparables.

Paro más allá de la procedencia de su dolor, aquellas cuarenta y una personas, que no tuvieron inconveniente en exhibir juntas su experiencia, posaron ante la sociedad vasca como reivindicación firme de que  jamás se repita en Euskadi su tortura. Que nos merecemos una oportunidad para editar un espacio de respeto a convivir  desde la diferencia de cada cual. Sin temor. Iguales en derechos, y en deberes. Libres de la amenaza de cualquier articulación de fuerza que coarte los derechos de las personas.

Hay momentos en el devenir de las sociedades en los que una instantánea, un gesto, una coincidencia, merece ser interpretado con mayor atención que muchos de los acontecimientos que se califican de “históricos”. La foto de los premiados en la edición de este año de los premios René Cassin de derechos humanos, contiene esa categoría de excepcional.

Por eso no puedo entender que una fuerza política como el Partido Popular, a la que se le supone un papel relevante en la conformación de una nueva  convivencia en paz, estuviera ausente en dicho momento. No hay argumento posible que lo explique, y mucho menos  la ridícula  justificación de incompatibilidad de agenda.
He escuchado en Onda Vasca a la portavoz del PP vasco, Laura Garrido, tratar de argumentar su no asistencia. Encuentro entendible que la portavoz popular se viera sobresaltada ante la falta de argumentos para  explicar la ausencia de sus representantes en el acto de reconocimiento a las víctimas, pero, desconocer  el porqué no debe conducir al error de enmendar la tacha  con una razón todavía menos justificable.

Lo dicho por Laura Garrido a este respecto  no tiene un pase. Vamos, que es de vergüenza ajena. ¿Cómo justificar su ausencia porque "no se puede equiparar a todas las víctimas"?.  ¿Cómo se puede decir sin sonrojarse que “no se puede caer en la ceremonia de la confusión y equiparar a todas las víctimas porque, sin duda, no contribuye a un relato real de lo ocurrido"?

¿Acaso la portavoz popular quiso decir que el sufrimiento de unos fue peor que el de otros? ¿Es que hay violencias  condenables y otras no tanto?. ¿A qué relato “real” se refiere la portavoz del PP?. ¿A la memoria selectiva?. ¿A esa que dota con recursos económicos y reconocimiento a las fundaciones amigas y niega el mínimo apoyo a sacar de las cunetas y dar sepultura justa y digna  a quienes fueron asesinados  impunemente tras la sublevación fascista?.

El PP no sólo estuvo ausente del acto institucional de reconocimiento a las víctimas de la violencia. Lleva fuera del escenario de la política de conciliación en este país demasiado tiempo. Ausente –por voluntad propia- de la ponencia de paz y convivencia. Ausente de cualquier diálogo constructivo que afiance la paz. Ausente de una visión crítica del pasado. Ausente  del contraste, del necesario ejercicio de entender la “verdad” de los demás, no sólo la propia. Y, si esa “soledad” voluntariamente buscada fuera poco, en lo que respecta a Euskadi, el PP sigue huérfana de liderazgo.

Los populares van a ser los últimos en proclamar su candidatos municipales y forales –salvo De Andrés y Maroto, sólo se conoce quienes no encabezarán listas-. Quizá siempre haya sido así y la tardanza en las nominaciones obedezca a que “necesitan la bendición” interna de Génova.  Pero, dirigismos o dedazos aparte, en los últimos años  no habíamos notado esa sensación de vértigo que hoy  trasciende en la formación de Arantza Quiroga. Es, como la premonición de un cataclismo en ciernes. Y, en esa zozobra, en la que se cometen errores de bulto tan notables como el relatado  de las víctimas, cuando las voces autorizadas enmudecen, irrumpen actores inesperados. Meritorios ventajistas que actúan con desparpajo para dejar su impronta personal. Así, libres de marca en el terreno interno, se denuncia a la fiscalía al adversario político. O se busca estérilmente la controversia y la tensión.  Sin más motivo que medrar o por situarse en posiciones visibles de cara a futuras nominaciones.

Cuando la ausencia de liderazgo –como en el momento actual- se hace nítida, es cuando los francotiradores cobran protagonismo. Y su acción, lejos de ayudar a poner orden, no hace sino enfangar aún más el terreno político en el que se mueve el PP vasco que, si nadie de dentro lo remedia, les llevará a un sonado descalabro en Euskadi en los próximos comicios municipales y forales. Una marginalidad que se la está ganando a pulso.

Quienes no están ausentes,  y debían haber abandonado la escena hace tiempo, son los que añoran los tiempos de capucha y algarada.
La pasada semana, un grupo de nostálgicos de la “borroka”,  decidió “inaugurar” la nueva sede que el PNV ha abierto en la localidad vizcaina de Galdakao.  La “ekintza” no fue más allá de la pintada  y del embadurnamiento de la fachada del local.  Con bandera española en ristre – la misma enseña que por imperativo legal ondean en las instituciones que gobiernan-  un grupo de activistas disfrazados advirtieron a los jeltzales que era tiempo de elegir; “autonomia edo independentzia”.

La indeseable “gesta” fue grabada en video y subida a las redes sociales  como prueba evidente de la inadaptación social que aún vive  una parte –espero que mínima- de la llamada izquierda abertzale. Atacar sedes, dañar su patrimonio, sabotear su imagen no cuadra  ni con la democracia ni con el respeto al derecho básico de la pluralidad. Además, para expresar unas ideas políticas es más efectivo utilizar los canales tradicionales que violentando  la propiedad ajena. El ejemplo más evidente son las declaraciones que el portavoz parlamentario de EH Bildu hizo en el diario Deia  -9 de diciembre de 2014- . “El PNV debe optar por la soberanía vasca o anclarse en actitudes estatutarias”. Sin necesidad de pintura, de disfraz ni de bandera española. Urruzuno dijo lo mismo que quienes sabotearon el batzoki de Galdakao. Pero a él nadie le puede ni debe  reprochar nada.

Afortunadamente para todos, irrupciones como las protagonizadas por los cafres de Galdakao, son cada vez más esporádicas y puntuales. Confiemos en que pronto desaparezcan para siempre. Como dijera en su tiempo un dirigente sindical, “sobran y estorban”. A la sociedad vasca en general y, sobre todo, a una Izquierda Abertzale a la que reconocemos sus esfuerzos por normalizar su actividad política a través de cauces exclusivamente pacíficos y democráticos.


En un tiempo nuevo como el que construimos, los ausentes deben volver a escena y recobrar protagonismo. Y quienes, en ocasiones  nos soliviantan con su presencia encapuchada, deben hacer ya  mutis y abandonar el escenario. 

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