Es como una persecución en toda regla. Allá donde vas, te
encuentras con la oferta. Y la tentación.
Lotería de Navidad. De la asociación tal o cual. Del club de fútbol, la
asociación ciclista, del remo o de la peña de Pobeña. Son cinco euritos de nada. Cuatro y medio de
participación y medio de la “voluntad”. Como si la voluntad tuviese un precio
tasado.
Desde hace un tiempo
te sientes acosado. Tratas de evitarlos pero, en cuanto te
descuidas, quien menos esperas te saca
un talonario y sacude tu conciencia. Y la cartera. “Es...para el viaje de
estudios de la niña”. Jodé con la
niña y sus amigos que se van de fin de
curso a Corfú. “Van allí, no por turismo, sino para conocer la última isla en
la que paró Ulises antes de llegar a Itaca”. Ya, y el “Arraultzaldion Fútbol club” espera
construir un nuevo estadio ante su inminente entrada en Champions.
Es, la “ilusión” de la lotería. Esa
tentación que te corroe y que te empuja a abrir la cartera. “No compres si no
quieres, que a más nos tocará” te golpea en la conciencia quien te ofrece un papelito numerado. Entonces,
piensas en Manu, el infeliz hombre del anuncio de este año a quien,
extrañamente, su mujer incita a bajar al
bar. Se me saltan las lágrimas solo de
pensarlo. ¡Una mujer que pide a su marido que vaya a la taberna!. No me extraña
que el anuncio haya tenido tanto éxito.
Vivimos pendientes de un sorteo, de la fortuna, que unos
niños vestidos de horteras canten el número apropiado. El tuyo. Pero la chispa de la esperanza dura más bien
poco. Y menos ahora que prácticamente
puedes consultar los resultados on-line en las publicaciones digitales.
Si no es el gordo –te dices para tus adentros-, que me toque
una aproximación. O una pedrea. Y, lo que generalmente te toca es una pedrada.
La pedrada del agujero pecuniario que te ha dejado tanto billete fraccionado. Alguna vez te reconforta un “dinero atrás”. Ya, en el de una papelina con tres números en los que jugabas dos euros
en cada uno. Miserias a cobrar en la
sucursal bancaria del quinto pino o en la sede social de la agrupación benéfica
expendedora del billete.
Además, con qué cara
te presentas en la sede de la ONG, defensora de niños malnutridos, para
reclamarles el “dinero atrás”. “Hola
buenas, venía a cobrar los dos euros que me han tocado de la lotería”. Hay que
ser “mataniños” para hacer eso.
Vivir pendiente del azar no tiene futuro. Y pese a ello,
sigo comprando lotería. A sabiendas de que la experiencia me dice que jamás he sido afortunado en el juego. Ni en
las tómbolas, ni en las rifas. En mi juventud, jugaba dos duros en el sorteo de
un jamón que la directiva de mi equipo –el Basconia- rifaba en el descanso de
los partidos disputados en Basozelai. Mi tira de números ni se aproximaba a los
premiados. Ni de lejos.
Con el tiempo comprendí la razón. Era el destino o
que cada quince días se sorteara el
mismo jamón. La misma pata de pernil partido tras partido.
Suele decirse que la esperanza es lo último que se
pierde. Así que si la fortuna no me
sonríe y mis números se quedan en los bombos diré lo que suele acostumbrar en afirmar mi madre; me ha tocado salud.
Lo del sorteo puede ponerse de moda también en la política. En el
Estado toca designar a representantes en un nuevo organismo; el Consejo de la
Transparencia y Buen gobierno. Según está reglamentado, corresponde al Congreso
y al Senado determinar, de entre sus miembros a un representante por Cámara. El
Partido Socialista de Pedro Sánchez, harto de ser acusado por la opinión publicada
de “repartirse” los nombramientos de Estado con el PP, ha decidido renunciar a su facultad de elegir
directamente y ha propuesto arbitrar el método de nominación por un
procedimiento muy utilizado años atrás. Un sistema que, viniendo a casa, ya utilizaban las Juntas generales en la
época foral. Se trata de la “insaculación”.
Sí, el término suena como mal –“insaculación precoz”-.
No, no significa que “te dan por el
saco”, pero algo con el costal tiene que ver. Se trata de introducir unos
nombres determinados en un talego –saca,
urna- y aleatoriamente sacarlos a modo de lotería. El PSOE propone que todos los grupos del Congreso
y del Senado aporten sus candidatos y que la fortuna determine quienes son los
que finalmente resultan elegidos.
No veo yo al PP
aceptando el formato de designación “insaculado”. “Plon, plon, plon. En un café rifaron un
gato, al que le toque el número cuatro...” El PP es más de “dedazo” que otra
cosa y aunque la transparencia y el buen gobierno aconsejen imparcialidad en
sus auditores, no veo yo a Rajoy cediendo su capacidad “mayoritaria” de
elección.
Ese afán de pretender controlar todo lo público como si
fuera patrimonio del partido mayoritario, es el que, en buena
medida, alimenta el descrédito a la política. El último sociómetro del CIS eleva “la
corrupción y el fraude” a la segunda posición de las preocupaciones de la
ciudadanía española, alcanzando al 63,8% de los encuestados. El paro y la
crisis, como no podía ser de otra manera, se sitúan como primera inquietud de
la población del Estado. Le sigue, el desasosiego ya mencionado de la
corrupción y, en tercera posición “los/as políticos/as en general” con un 23,3%
de quejas. Algo inaudito en una
democracia occidental.
En Euskadi, por el contrario, - según datos aportados ayer
mismo- la corrupción es la octava causa
de inquietud ciudadana –el 8% de los encuestados-, lo cual demuestra que también en esto somos diferentes. Sin
bajar la guardia ni minimizando el
efecto pernicioso de comportamientos
antisociales que, cuando existan deben ser combatidos con
rotundidad y cuya prevención debe venir de la mano de la transparencia y
el establecimiento de códigos de conducta insoslayables.
Para romper la tendencia de desafecto no queda más remedio
que moverse, aunque sea
“insaculando”. De lo contrario,
España seguirá batiendo récords en
negativo.
Hablando de récords,
Maroto lleva camino de plusmarquista. Lo de la tortilla va a terminar
siendo de Guinness. Pero de ridículo.
El pasado mes de agosto, el máximo edil gasteiztarra se puso
el delantal para posar ante el desafío, presuntamente conseguido, de elaborar
la tortilla de patata más grande del mundo. El evento, recogido por decenas de
medios de comunicación del planeta, se enmarcaba en el programa diseñado por el
ayuntamiento de cara a promocionar a Vitoria-Gasteiz como capital gastronómica 2014.
La tortilla de Maroto |
La hazaña culinaria popular concitó multitud de impactos
publicitarios, que el propio Maroto supo rentabilizar. Pero, ¡ay ama!. Ni el
récord fue tal, ni nadie lo autentificó, ni
Vitoria-Gasteiz pasará por ello
al libro Guinness. Además, las 9.000 raciones de la mencionada tortilla
costaron a las arcas municipales 45.000 euros (5 euros por pincho que ya está
bien).
Maroto, pasadas las fotos del momento y conocido el fracaso
de la “gesta culinaria” ha pretendido dar la vuelta a la tortilla arremetiendo contra el afamado cocinero que guisó la “omeleta”, la
agencia verificadora del récord, la
organización de la “capitalidad
gastronómica” y todo lo que ha pasado por delante. Ya se sabe, el éxito tiene
muchos padres pero los fracasos siempre son huérfanos.
La historia de este fiasco no es sino un episodio más en la
gestión-espectáculo que Maroto ha promovido en la ciudad en los últimos tiempos
y que tiene en el título de “capitalidad gastronómica” –franquicia por la que
se pagó 125.000 euros- su último
despropósito.
A escasos días de que
Vitoria- Gasteiz ceda ese testigo
honorífico a Cáceres, quedan por cumplir varias estipulaciones del contrato
firmado entre la capital alavesa y la organización del certamen. Por la ciudad
no ha pasado el afamado programa de televisión “Master Chef”, ni se ha celebrado el congreso gastronómico
pendiente, ni la selección de cocineros que se anunció, ni tampoco se ha llevado
a cabo la comprometida cena solidaria con el Banco de Alimentos.
Según ya denunció en octubre el grupo municipal del PNV en
Gasteiz, la “capitalidad gastronómica” de Maroto ya
le había costado a la ciudad el doble de lo previsto por el Partido Popular,
contabilizándose facturas por importe superior a los 600.000 euros.
El PP ni se inmuta por el déficit acumulado.
¿Esperarán que les toque la lotería?. A Carlos Fabra le tocó 9 veces en 12
años. Y, si no es así, apelarán a
Personalmente me gusta mucho jugar la loteria.
ResponderEliminarY sobretodo prefiero jugar El gordo de la primitiva, no he ganado mucho, pero es emocionante.