Sonrientes. Así comparecían ante los medios de comunicación
Mariano Rajoy, los secretarios generales
de los sindicatos UGT y CCOO – Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo
respectivamente- y el presidente de la patronal CEOE , Juan Rosell. Les acompañaba en la instantánea Fátima
Báñez , la ministra de Empleo y Seguridad Social.
El encuentro tenía como objetivo la firma de un nuevo
subsidio de 426 euros para parados de larga duración –un año en desempleo y sin
prestaciones-.
La noticia en sí resultaba positiva. ¿Cómo criticar un
acuerdo que posibilitara una dotación económica para quienes habían quedado a
la intemperie tras perder su empleo?. Pero, como casi siempre, la “buena nueva” que nos dejaba el Gobierno
español, tenía trampa. Al menos para los vascos concernidos en las comunidades
autónomas de Euskadi y Navarra.
Las nuevas ayudas para los desempleados de larga duración
eran incompatibles con quienes percibieran otras prestaciones sociales, como la
renta de garantía de ingresos (C.A. Vasca) o la denominada Renta
de Inclusión Social (Navarra).
La cuestión que se plantea es clara; si los parados de larga
duración deben optar entre el nuevo subsidio -426 euros- o la prestación de la
RGI –dotación mínima de 616,13 euros-,
se inclinarán lógicamente por esta última ayuda.
Lo lógico en este caso
es que el Gobierno español hubiera negociado con las comunidades
autónomas cómo gestionar esta nueva asistencia, posibilitando
complementarla por los ejecutivos
autónomos hasta el umbral de la
RGI. Pero no. Ni diálogo, ni concertación ni nada de nada. Si
los trabajadores vascos quieren acceder a una ayuda económica, que se acojan a
la que para ellos es más beneficiosa. Es decir, la Renta de Garantía de
Ingresos.
¿Dónde estriba el problema entonces?. La quiebra está en
quien paga.
Mientras que la Renta de Garantía de Ingresos y la Renta
navarra de Inclusión social, se sustentan en los presupuestos generales de
Euskadi y de la
Comunidad Foral , es decir
en los fondos recabados por los impuestos que pagamos los ciudadanos de
ambas comunidades, el nuevo subsidio acordado en Madrid obtiene sus recursos de
lo que los trabajadores aportamos a la Seguridad Social -también navarros y resto de vascos-. Es
decir que apoquinamos, sí o sí y encima
se nos excluye en el beneficio.
El Gobierno español, UGT, CCOO y CEOE invitan y nosotros
pagamos. Como para no sonreír.
Inaudito. Se penaliza
a quienes más solidarios son –los que mayor nivel de protección social
prestan/prestamos-, se les carga de los compromisos ajenos, y encima se dedica
una parte de los que aportamos a la bolsa común de la seguridad social para
reducir su déficit en otros lares. Sólo nos falta que nos acusen de ser
egoístas.
No he escuchado nada al PP vasco respecto a este atropello.
Ni tampoco a las federaciones de UGT y Comisiones Obreras de Euskadi. Ni a Confebask, también representada en la CEOE. Sólo los
“ugetistas” navarros se han desvinculado de este nuevo agravio o contrafuero.
Ahora se entiende el
porqué no quieren que los vascos gestionemos por nosotros mismos –como indica
el Estatuto de autonomía- los recursos que aportamos a la Seguridad Social.
Nos dicen que si hoy se produjera el traspaso de la gestión
nos encontraríamos con un notable
déficit neto. Y que “gracias” a la benevolencia de los españoles, los vascos
podemos disfrutar de las pensiones. Seguramente, en la actual coyuntura el desequilibrio sería cierto. Pero quienes
miran el “ahora” se olvidan de que los trabajadores vascos hemos aportando durante muchos años por encima de los retornos obtenidos. No obstante lo anterior, que nos la
transfieran, que ya buscaríamos fórmulas para hacer una seguridad social vasca
viable y sostenible. Que dejen de “perdonarnos la vida”, que cumplan la ley y
nos permitan afrontar nuestros problemas por nosotros mismos. Para nosotros, eso
es autogobierno y en su gestión, los vascos hemos demostrado con creces ser más
eficaces que quienes tienen un país endeudado a casi el 100% de su PIB y un
paro superior al 25%.
El no cumplimiento de este precepto legal –establecido en el
estatuto de autonomía de Gernika- es una de las razones que llevó al portavoz
del PNV en el Congreso a calificar a Mariano Rajoy como “insumiso”.
El presidente del Gobierno español volvió a evidenciar en su
última respuesta parlamentaria que
Euskadi sigue sin estar en su agenda. Al menos en su previsión inmediata.
Los problemas –muchos- que el lehendakari le trasladó meses
atrás, no ya en septiembre, última fecha de encuentro institucional, siguen
esperando no ya acuerdo, sino respuesta.
Y el plazo de cautela para que la tendencia de incomunicación variara finaliza
sin satisfacción.
El lehendakari Urkullu, desde la prudencia y la
responsabilidad que nos tiene acostumbrados, analizará las alternativas que se
le presentan ante un previsible portazo institucional desde la Moncloa. Lo que
resulta evidente es que, de ahora en adelante, las relaciones entre el Euskadi
y el Estado serán distintas. Cuando alguien ni tan siquiera te tiene en la agenda,
no puede esperar cortesía infinita. Aunque el asunto en juego nada tenga que ver ni con la cortesía
ni con la buena educación. El problema, no son las formas, sino la profundidad
de un desinterés por conciliar las
diferencias en problemas tales como la consolidación de la paz, los flujos
financieros entre partes, el desarrollo de los ejes de comunicación
comprometidos o la paralización de las medidas recentralizadoras auspiciadas
desde el Estado.
En suma, el desinterés por la convivencia pactada y la
unilateralidad de las decisiones políticas tendentes a la subordinación de
Euskadi a los intereses “generales”. El nuevo subsidio de desempleo para
parados de larga duración es, en esta línea, la última gota de un vaso a
rebosar.
El PNV venía advirtiendo desde hace tiempo que su paciencia
para con el PP y su gobierno en España comenzaba a desgastarse. Bien es cierto
que la mayoría absoluta con la que los populares gozan en la Carrera de San
Jerónimo hace que un grupo de cinco parlamentarios inquiete poco. Pero el PP haría bien en no desdeñar un
cambio de talante en la hasta ahora moderada templanza nacionalista. Además, la
errática posición del PP vasco,
competidor de EH Bildu en Euskadi por
tratar de judicializar y tensionar artificialmente la vida política,
poco ayuda a mantener actitudes de oposición “cordial”.
A buen seguro, el PNV no lanzará al monte a sus diputados y
senadores. Tampoco emulará la dinámica
judicializadora de los populares
vascos como herramienta de desgaste. Su labor será dejar en evidencia la
anomalía democrática de un gobierno y un partido que ignora a Euskadi y a sus
instituciones. Un partido que en Euskadi tendrá que explicar muy bien por qué
desatendió el diálogo institucional con el lehendakari. Por qué dejó a un lado el entendimiento y
alimentó la confrontación.
Olvidándose de Euskadi, Rajoy y el PP harán que Euskadi se
olvide del PP.
Sonrían, sí, que aún tienen tiempo para posar en la foto. Sonrían , antes
de que la sociedad vasca les saque del
encuadre.
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