A pesar de que desde antiguo se pensara que el cosmos, el
universo, actuaba de manera ordenada, que todo funcionaba como un reloj, los
científicos han demostrado, al menos han teorizado que no. Que en todo proceso
dinámico, pequeñas variaciones en su base inicial pueden generar profundos
cambios.
La teoría del caos no siempre lleva implícita una alteración al
desorden de la
naturaleza. Un buen ejemplo de esto lo constituye el tirar
una piedra a un río. Una vez realizada ésta acción, el cauce del río no se ve
interrumpido. Si el río fuese un sistema ordenado, en el que cada partícula
tuviera una trayectoria fija, entonces el lanzarle una piedra afectaría este
orden, derrumbándolo. Pero no es así. Sin embargo, en los procesos caóticos,
existe el denominado “efecto mariposa”, según el cual, una leve alteración de
las condiciones iniciales de un proceso puede provocar impredecibles
cambios. Según un proverbio chino, “el
aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”.
Esta teoría del caos está presente en todos los órdenes de la vida. También en la sociología. Y más
que nunca en este momento en la política.
Nada es más mutable que la opinión humana, que la percepción que
las personas tenemos de la realidad que siempre es subjetiva. De los estímulos
que recibimos del exterior fabricamos nuestras respuestas y ellas, predecibles
en buena parte cuando existe la quietud o la estabilidad, tienden a contrariarse
cuando se someten a la presión o a la
incertidumbre.
Los espacios políticos de nuestro entorno se vienen acosados
durante un tiempo a alteraciones notables que han alterado sensiblemente la
opinión de la
ciudadanía. Grecia , por poner un ejemplo inmediato,
constatará en las elecciones de mañana, las consecuencias de cinco años de recortes sociales, de pérdida sostenida de
calidad de vida. De escándalos y de descenso a los infiernos tras vivir durante
decenios en la ficción de una economía hinchada y entrampada.
La sociedad helena se enfrentará, por un lado a la quiebra
económica y, por otro, a la voluntad de volver a disfrutar del bienestar de
occidente. Endeudados, rescatados, sin recursos, pero con el lógico anhelo
humano de recobrar calidad de vida. Y en tal sentido, su sociedad votará. Lo
hará, según todas las predicciones, en el anhelo de una utopía difícil de
conquistar. Una utopía encarnada en la formación “Syriza” que se niega a pagar
el precio del rescate prometiendo salarios mínimos superiores a los que existen hoy en la España de Rajoy. El caos –muy
griego en su acepción etimológica-puede devenir en tragedia, o , cuando menos
en odisea.
En el Estado español, la “tormenta perfecta” también amenaza
seriamente al “orden” político establecido. Las dificultades económicas, el
paro, el descrédito, la corrupción, la mentira, han puesto en grave riesgo el
sistema bipartidista mayoritario instalado tras la transición. Las
dos principales formaciones políticas –el PP y el PSOE- se ven seriamente
amenazadas por el descontento general y
el hartazgo de una población que ha encontrado en nuevas estructuras
partidarias las herramientas de
sustitución del “establishment “. Movimientos de “indignados” de derechas e
izquierdas que perforarán como arietes el tejido político y que, en algún caso,
tendrán hasta la opción de resultar mayoritarios en futuros encuentros
electorales.
El PP se afana en acorazarse con la articulación del “voto del
miedo”. Cerrando filas con sus entornos más extremos –utilizando nuevamente ETA
y el terrorismo inexistente-. Cree que así, y con la confianza en una mejoría
de la economía, podrá evitar la derrota. Pero justo cuando su aparato electoral
–siguiendo los sabios consejos de Arriola- definía su estrategia, como las legiones romanas
practicaban la “formación tortuga”, salía de la prisión de Soto del Real, su ex
tesorero, Luis Bárcenas, convertido en bomba de fragmentación. La locuacidad con la que Bárcenas se
expresó inmediatamente después de abandonar el penal, advierte a los populares
que su “fortaleza” puede dinamitar
cualquier estrategia diseñada para huir de la quema de las graves acusaciones
que penden sobre la formación de Génova.
Que el ex tesorero tire de la manta, dependerá de que las consecuencias del caos acabe con
Mariano Rajoy y termine por descomponer
a un PP, formalmente firme pero tremendamente endeble si nuevas
denuncias de corrupción le afectan en su corazón.
Los socialistas están peor. No levantan cabeza. Pese a los
esfuerzos por regenerarse y crear un nuevo liderazgo, el gen “cainita” anidado
en su seno les está rompiendo todas las
costuras. Pedro Sánchez se ve solo.
Ferraz está vacío. Y, lo que es peor, las conspiraciones de todo tipo
que se están produciendo en el corto espacio que lleva como Secretario General,
le están poniendo a ojos de sus potenciales electores como un “ángel caído”.
Las maniobras de Susana Díaz, que en breve anunciará la disolución
del Parlamento andaluz y convocará elecciones anticipadas, tienen dos claras
intenciones. La primera, adelantarse a que “Podemos” se estructure en Andalucía
y ganar, por la mano, una nueva mayoría. Y, en segundo lugar, si esto se
produce, presentarse ante el PSOE como la única garantía de futuro para
afrontar con éxito los comicios generales. Felipe González, Zapatero, Bono, y
las baronías socialistas parecen
determinados a jugárselo el todo por el todo. Aunque en este impulso, soterrado
pero conocido, afeen a su secretario general recién elegido.
El nuevo liderazgo de Susana Díaz, es una hipótesis que cobra
fuerza. Pero, si el PP tiene a Bárcenas,
este experimento también tiene su amenaza. Se llama Mercedes Alaya, la
juez sevillana que instruye el sumario de las supuestas irregularidades de los
EREs de Andalucía.
Una imputación de última hora –para trasladar el sumario al
Tribunal Superior de Justicia de Andalucía- de Susana Díaz haría añicos a la
presidenta autonómica. Y por reacción, a todo el PSOE.
El bipartidismo en España parece quebrarse y puede romperse por el
aleteo de las alas de una mariposa. El resultado de dicho caos resulta
incierto, Lo que queda claro es que nada será igual en el futuro inmediato.
Tampoco en Euskadi.
Se han conocido diversos estudios sociológicos en las últimas
semanas que vaticinan que la “revolución” política también llegará al País
Vasco. Llegará mitigada. Euskadi no es una isla aunque mantenga más calmadas
las aguas que en otras partes.
La fragmentación representativa también encontrará acomodo. Y
habrá municipios, e incluso territorios en los que, a semejanza del Estado, las
fuerzas emergentes sorprendan. El paradigma nacionalistas/constitucionalistas
también se verá alterado. Pero no por la confrontación izquierda/derecha.
Aquí, el nuevo mapa puede tener más que ver con los conceptos
rigor-orden-estabilidad versus indignación-cabreo-alternativa. Y en ese nuevo
caos habrá quien sepa rentabilizar su tradicional sentido de la responsabilidad
en la gestión –PNV- como refugio mayoritario de una de las respuestas. En el otro ámbito del péndulo, “Podemos” arañará espacio al resto. Toda la
“izquierda” sufrirá. Desde la Izquierda Unida que creía poder asomar la cabeza hasta la Izquierda Abertzale que verá cómo los nuevos actores que entran
en el escenario le disputan y le ganan una parte de su espacio. En tierra de
nadie, en límite de fracaso histórico,
el PP. Marginalidad ganada a pulso.
Aún quedan unos meses para el test y las alas de mariposa pueden
sacudir aún más el panorama.
La teoría del caos, en política,
comienza a manifestarse. Falta por saberse si quienes llegan de nuevas
son capaces de superar sus propias contradicciones. De mantenerse inmaculados.
Y, lo que es más importante, si además de llevar piedras en los bolsillos para
golpear a los demás como consecuencia de su indignación, son capaces, además,
de hacer propuestas reales y no quiméricas.
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