viernes, 23 de enero de 2015

LA TEORÍA DEL CAOS

A pesar de que desde antiguo se pensara que el cosmos, el universo, actuaba de manera ordenada, que todo funcionaba como un reloj, los científicos han demostrado, al menos han teorizado que no. Que en todo proceso dinámico, pequeñas variaciones en su base inicial pueden generar profundos cambios.

La teoría del caos no siempre lleva implícita una alteración al desorden de la naturaleza. Un buen ejemplo de esto lo constituye el tirar una piedra a un río. Una vez realizada ésta acción, el cauce del río no se ve interrumpido. Si el río fuese un sistema ordenado, en el que cada partícula tuviera una trayectoria fija, entonces el lanzarle una piedra afectaría este orden, derrumbándolo. Pero no es así. Sin embargo, en los procesos caóticos, existe el denominado “efecto mariposa”, según el cual, una leve alteración de las condiciones iniciales de un proceso puede provocar impredecibles cambios.  Según un proverbio chino, “el aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo”.

Esta teoría del caos está presente en todos los órdenes de la vida. También en la sociología. Y más que nunca en este momento en la política.
Nada es más mutable que la opinión humana, que la percepción que las personas tenemos de la realidad que siempre es subjetiva. De los estímulos que recibimos del exterior fabricamos nuestras respuestas y ellas, predecibles en buena parte cuando existe la quietud o la estabilidad, tienden a contrariarse cuando se someten a la presión  o a la incertidumbre.

Los espacios políticos de nuestro entorno se vienen acosados durante un tiempo a alteraciones notables que han alterado sensiblemente la opinión de la ciudadanía. Grecia, por poner un ejemplo inmediato, constatará en las elecciones de mañana, las consecuencias de cinco años de  recortes sociales, de pérdida sostenida de calidad de vida. De escándalos y de descenso a los infiernos tras vivir durante decenios en la ficción de una economía hinchada y entrampada.

La sociedad helena se enfrentará, por un lado a la quiebra económica y, por otro, a la voluntad de volver a disfrutar del bienestar de occidente. Endeudados, rescatados, sin recursos, pero con el lógico anhelo humano de recobrar calidad de vida. Y en tal sentido, su sociedad votará. Lo hará, según todas las predicciones, en el anhelo de una utopía difícil de conquistar. Una utopía encarnada en la formación “Syriza” que se niega a pagar el precio del rescate prometiendo salarios mínimos superiores a los que existen  hoy en la España de Rajoy. El caos –muy griego en su acepción etimológica-puede devenir en tragedia, o , cuando menos en odisea.

En el Estado español, la “tormenta perfecta” también amenaza seriamente al “orden” político establecido. Las dificultades económicas, el paro, el descrédito, la corrupción, la mentira, han puesto en grave riesgo el sistema bipartidista mayoritario instalado tras la transición. Las dos principales formaciones políticas –el PP y el PSOE- se ven seriamente amenazadas por el descontento  general y el hartazgo de una población que ha encontrado en nuevas estructuras partidarias las herramientas  de sustitución del “establishment “. Movimientos de “indignados” de derechas e izquierdas que perforarán como arietes el tejido político y que, en algún caso, tendrán hasta la opción de resultar mayoritarios en futuros encuentros electorales.

El PP se afana en acorazarse con la articulación del “voto del miedo”. Cerrando filas con sus entornos más extremos –utilizando nuevamente ETA y el terrorismo inexistente-. Cree que así, y con la confianza en una mejoría de la economía, podrá evitar la derrota. Pero justo cuando su aparato electoral –siguiendo los sabios consejos de Arriola- definía  su estrategia, como las legiones romanas practicaban la “formación tortuga”, salía de la prisión de Soto del Real, su ex tesorero, Luis Bárcenas, convertido en bomba de fragmentación.  La locuacidad con la que Bárcenas se expresó inmediatamente después de abandonar el penal, advierte a los populares que su “fortaleza”  puede dinamitar cualquier estrategia diseñada para huir de la quema de las graves acusaciones que penden sobre la formación de Génova.

Que el ex tesorero tire de la manta, dependerá  de que las consecuencias del caos acabe con Mariano Rajoy y termine por descomponer  a un PP, formalmente firme pero tremendamente endeble si nuevas denuncias de corrupción le afectan en su corazón.
Los socialistas están peor. No levantan cabeza. Pese a los esfuerzos por regenerarse y crear un nuevo liderazgo, el gen “cainita” anidado en su seno  les está rompiendo todas las costuras. Pedro Sánchez se ve solo.  Ferraz está vacío. Y, lo que es peor, las conspiraciones de todo tipo que se están produciendo en el corto espacio que lleva como Secretario General, le están poniendo a ojos de sus potenciales electores como un “ángel caído”.

Las maniobras de Susana Díaz, que en breve anunciará la disolución del Parlamento andaluz y convocará elecciones anticipadas, tienen dos claras intenciones. La primera, adelantarse a que “Podemos” se estructure en Andalucía y ganar, por la mano, una nueva mayoría. Y, en segundo lugar, si esto se produce, presentarse ante el PSOE como la única garantía de futuro para afrontar con éxito los comicios generales. Felipe González, Zapatero, Bono, y las baronías socialistas  parecen determinados a jugárselo el todo por el todo. Aunque en este impulso, soterrado pero conocido, afeen a su secretario general recién elegido.

El nuevo liderazgo de Susana Díaz, es una hipótesis que cobra fuerza. Pero, si el PP tiene a Bárcenas,  este experimento también tiene su amenaza. Se llama Mercedes Alaya, la juez sevillana que instruye el sumario de las supuestas irregularidades de los EREs de Andalucía.
Una imputación de última hora –para trasladar el sumario al Tribunal Superior de Justicia de Andalucía- de Susana Díaz haría añicos a la presidenta autonómica. Y por reacción, a todo el PSOE.
El bipartidismo en España parece quebrarse y puede romperse por el aleteo de las alas de una mariposa. El resultado de dicho caos resulta incierto, Lo que queda claro es que nada será igual en el futuro inmediato.

Tampoco en Euskadi.

Se han conocido diversos estudios sociológicos en las últimas semanas que vaticinan que la “revolución” política también llegará al País Vasco. Llegará mitigada. Euskadi no es una isla aunque mantenga más calmadas las aguas que en otras partes.

La fragmentación representativa también encontrará acomodo. Y habrá municipios, e incluso territorios en los que, a semejanza del Estado, las fuerzas emergentes sorprendan. El paradigma nacionalistas/constitucionalistas también se verá alterado. Pero no por la confrontación izquierda/derecha.

Aquí, el nuevo mapa puede tener más que ver con los conceptos rigor-orden-estabilidad versus indignación-cabreo-alternativa. Y en ese nuevo caos habrá quien sepa rentabilizar su tradicional sentido de la responsabilidad en la gestión –PNV- como refugio mayoritario de una de las respuestas.  En el otro ámbito del péndulo,  “Podemos” arañará espacio al resto. Toda la “izquierda” sufrirá. Desde la Izquierda Unida que  creía poder asomar la cabeza hasta la Izquierda Abertzale  que verá cómo los nuevos actores que entran en el escenario le disputan y le ganan una parte de su espacio. En tierra de nadie, en límite de fracaso histórico,  el PP. Marginalidad ganada a pulso.

Aún quedan unos meses para el test y las alas de mariposa pueden sacudir aún más el panorama.
La teoría del caos, en política,  comienza a manifestarse. Falta por saberse si quienes llegan de nuevas son capaces de superar sus propias contradicciones. De mantenerse inmaculados. Y, lo que es más importante, si además de llevar piedras en los bolsillos para golpear a los demás como consecuencia de su indignación, son capaces, además, de hacer propuestas reales y no quiméricas.




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