Desde que el pasado fin de semana se conociera que la actual
dirección de Kutxabank había denunciado ante la Fiscalía el resultado de una investigación
interna respecto de una presunta irregularidad detectada en su contratación
externa, las acusaciones de todo tipo dirigidas contra el PNV se han sucedido
en el panorama político, sindical y mediático vasco. Ha sido como un ataque en
tromba contra el principal partido del país y sus representantes
institucionales.
Ha sido la demostración más evidente de que hay muchos
agentes, dentro y fuera de Euskadi, con un afán indisimulado de pillar al PNV
en un renuncio e incorporar sus siglas al estigma de la corrupción política de
la que, hasta el momento, se ha demostrado indemne.
No ha habido tertulia, ni opinador (también en EiTB), ni
partido político, sindicato o periodista que no haya pretendido vincular al PNV
en un caso cuya trascendencia, origen y responsabilidad aún se desconoce. Por
acción o por omisión. Por sospecha y simplemente porque sí, porque así tocaba,
se ha vinculado al PNV con una “irregularidad” que la propia entidad –Kutxabank–
auditó, puso en conocimiento de los órganos reguladores de las entidades
financieras y, finalmente, llevó a la Fiscalía. Sin denuncias ni acusaciones, aunque
todo haya sido reinterpretado al gusto de la conveniencia.
Que Kutxabank estaba en la diana de la Izquierda Abertzale
y de determinados sindicatos no era ningún secreto. La supuesta “privatización”
de la entidad, la negativa al proceso de conversión de las antiguas cajas de
ahorro en fundaciones bancarias, obligado por la nueva normativa aplicable en
el Estado y por las exigencias del Banco Central Europeo como organismo
regulador de las entidades financieras, habían motivado mil y un discursos
catastrofistas y propagadores de sospechas injustificadas. Una dura campaña de
descrédito que había pinchado en hueso. Bien por el músculo evidenciado por
Kutxabank en las pruebas de “estrés test” realizadas por el BCE y que la
situaban a la cabeza de las entidades financieras del Estado, bien por la
decidida acción de la mayoría política para continuar, a través del acuerdo,
con los procesos de transformación requeridos por la legislación vigente.
El episodio conocido la semana pasada ha reflotado la
campaña de acoso de meses anteriores. ELA, siempre tan contundente en sus
apreciaciones, hablaba de “pagos sin justificación, compraventa de bienes a
precios inflados, condiciones privilegiadas para conceder créditos hasta llegar
a la condonación de los mismos” a “partidos, sindicatos o fundaciones”. Para LAB,
el caso era el “caldo de cultivo” de “irregularidades y clientelismos”. Hasier
Arraiz mencionaba el “oscurantismo” del banco para abonar “acuerdos espurios”.
Otros, como Dani Maeztu, se referían abiertamente a “compra de voluntades”,
“pactos de favor” o “puertas giratorias”. Lindezas tabernarias sustentadas en
la libertad de expresión o en el aforamiento parlamentario.
A las acusaciones sin pruebas, a la extensión irresponsable
de la tacha, al “calumnia que algo queda” de estos portavoces –amplificadas
luego por algunas tertulias televisivas– ya estábamos acostumbrados. Lo que no
cabía esperar era que al coro de denunciantes se sumara la presidenta del PP
vasco, Arantza Quiroga. Desaparecida en combate –interno se supone– durante una
temporada, la presidenta del PP vasco tuvo el descaro de vincular el contrato
objeto de investigación con “los acuerdos de país del PNV y el PSE”. Como si la
estabilidad institucional se hubiese amasado en el intercambio de prebendas
inconfesables.
Su insolencia, lejos de corregirse, se agudizó dos días más
tarde. En lugar de informarse, puertas adentro de su propio partido respecto a
la historia en cuestión, anunció que presentaría una interpelación
parlamentaria al Lehendakari Urkullu para que éste dé explicaciones ante la
Cámara legislativa sobre lo ocurrido en la entidad financiera. “Cada vez –afirmó
Quiroga– entiendo menos qué ha pasado en este caso. No es creíble que el
Gobierno Vasco no estuviera al tanto de lo ocurría en el banco”.
Tal vez Quiroga tenga razón y el Gobierno Vasco conociera lo
que ocurría. Pero no este gobierno sino el anterior. El presidido por Patxi
López y apoyado por el PP de Quiroga. El diario de cabecera de ‘Vocento’ hizo
pública, el pasado jueves, una historia de lo que pudo acontecer en relación al
contrato ahora investigado. En el relato se hace referencia a un acuerdo tácito
entre partidos e instituciones para garantizar el futuro de los “servidores
públicos” que hubieran desempeñado responsabilidades en materia de seguridad. Según
las mencionadas informaciones periodísticas, fueron estos “compromisos no
escritos” los que llevaron al PP y al PSE a buscar una salida a Mikel Cabieces tras la
victoria electoral de los populares y el recambio de la figura del Delegado del
Gobierno español en Euskadi.
Dicha versión indica que Cabieces renunció, por motivos
personales, a ocupar una plaza en el extranjero, siguiendo los pasos de sus
predecesores Enrique Villar y Paulino Luesma. De ahí que dirigentes del PP y
del PSE se afanaran en encontrarle una salida aquí mismo. Según relata el
periódico en cuestión, fue primero un “alto dirigente del PP” quien
intercediera ante Mario Fernández, presidente de BBK y luego de Kutxabank. Más
tarde, lo haría un representante del PSE. Ante la imposibilidad de incorporar
nominalmente al ex alcalde portugalujo en la estructura de la entidad
financiera y de sus empresas participadas, se buscó –según lo publicado– una
alternativa. Cabieces, abogado laboralista de profesión, asesoraría al banco
desde el exterior. El instrumento para hacerlo posible fue, según se desprende
de las informaciones aparecidas en prensa, el incremento de una “iguala”
histórica que un bufete bilbaino mantenía con Kutxabank.
Esta ampliación de contrato que, según las informaciones
periodísticas publicadas, fue aprobada por el entonces presidente de la
entidad, Mario Fernández, se sustentaba en el hecho objetivo de que “el
complejo proceso de fusión con Vital y Kutxa, que se sumaba a la reciente
incorporación de CajaSur”, configuraba “un escenario de intenso trabajo en la
vertiente laboral”.
Casi tres años después de dicha ampliación de contrato, y en
el límite de que éste finalizara, tras el relevo en la dirección de Kutxabank,
según se ha sabido estos días, los responsables del área de auditoría interna
del banco pusieron en conocimiento del nuevo presidente la existencia de la adenda. Para establecer
su trascendencia, Villalabeitia ordenó hacer una investigación, lo que
implicaría su notificación al Banco de España y posteriormente al BCE, quien ordenó
poner el caso en conocimiento de la justicia, como así se hizo. Lo que sigue
después, es conocido. La Fiscalía abrió una investigación, desencadenándose, en
paralelo, una dura controversia de tintes políticos interesados y obscenos.
Si las “irregularidades” detectadas suponen un quebranto de
la legalidad lo deberán decidir los ámbitos judiciales, no quienes, a coro, han
juzgado y condenado ya, pisoteando la presunción de inocencia de respetables
personas que, a lo largo de su dilatada trayectoria profesional y política, han
acreditado sobradamente valores de honestidad y de rigor en sus
comportamientos.
¿Y qué tiene que ver el PNV en todo esto? Nada. Ni conoció el
origen del asunto, ni participó en su decisión, ni tampoco en su afloramiento
último. Huelga decir, aunque alguno no se lo crea, que el PNV no gobierna
Kutxabank. Ni ahora ni antes. Que la entidad financiera se ha gestionado
siempre por los profesionales representados en los órganos directivos. Siempre.
Y aunque el mito de que “sabinetxea” lo supervisa todo, lo cierto es que jamás
el PNV ha dirigido o teledirigido la entidad financiera. Así debe ser y así es.
Resulta curioso que los éxitos de la entidad –primera en solvencia del Estado–
sean atribuibles a la profesionalidad independiente de sus gestores, que lo
son, mientras que se impute al PNV todo lo negativo (si es que lo hay).
La sobriedad y solvencia de Kutxabank está fuera de toda
duda. Lo ha estado siempre. Porque sus dirigentes, los de hoy y los de ayer,
son y han sido impecables. Y han sabido comprometerse con su país. Tanto desde un punto de vista profesional como
ético. Ojalá todas las organizaciones pudieran decir lo mismo. En esta vida, no
vale todo para ganar un puñado de votos. Sembrar la duda de que la acción
política vasca se sustenta en el reparto clientelar de beneficios espurios es
ruin y falso. Y lo es aún más si quien abona esa tesis forma parte de la
representación política del país. Al final, a quien escupe al cielo, le termina
por caer la saliva encima.
¿Acaso no es la misma norma no escrita que le permitió a JUan Mari Atutxa recibir un pago "periódico", que aún hoy permanece, por parte de Iberdrola? O también la contratación, por llamarle algo del JOseba GarcÍa Bengoetxea por parte de Iberdrola? ¿O del exjefe de prensa de Txabi Balza por parte de la Spri? ¿O del exjefe de prensa de Ares por parte del EVE, con el PNV al mando? ¿Es que estabas mirando para otro lado cuando esto sucedía Koldo? ¿O simplemente que sólo te enteras de lo que quieres?
ResponderEliminarMira por donde, no te has parado a pensar que pueden ser buenos profesionales. No interesa. De todos modos las cabezas calenturientas no son buenas compañeras. El PNV es "siempre" el culpable de todo mal. Abrir los ojos y ver un poco mas allá, como estábamos, como estamos y como vamos a estar si se deja trabajar a la gente tranquila. Por cierto que halla profesionales vascos, del PNV o no, en empresas de calibre, a mi como vasco, me enorgullece.
ResponderEliminarEfectivamente Javier Balza a Iberdorla. Su jefe de prensa Javier Portuondo a la Spri, gobernada por los socialistas, A la mujer de Javier Balza, Ares le hizo el favor de que no tuviera que bajar a la base de Erandio a trabajar, y se quedara en Vitoria. Curiosos favores españoles. Para los abertzales no suele haber esos favores. Solo para los transversales del PNV. Algo les deberían a los socialistas a los españoles o a ambos.
ResponderEliminarPero es también rigurosamente cierto que hay una normalidad en que personas de responsabilidad en lo público pasen a lo privado en razón de sus conocimientos, y su valía profesional. Lo contrario sería como decir que los que saben trabajar mucho y bien no pueden trabajar en empresas o instituciones en razón de unas ideas políticas. Lo que sí tiene que controlar el PNV es cómo son esos tránsitos, si son proporcionales, si son naturales y si pueden ser consecuencia de chanchullos, favores, traiciones,,,,,Una manera de pasar la prueba del algodón de si tu cargo te fue fiel, no?
ResponderEliminarGarbitania zero zabor o la contratación a dedo y sin la titulación requerida. .. eso sí que es grave....
ResponderEliminarGarbitania zero zabor o la contratación a dedo y sin la titulación requerida. .. eso sí que es grave....
ResponderEliminarqué es la GArbitania?
ResponderEliminarLa empresa de autocolocación y redistribuidora de fondos públicos de Bildu. Ellos dicen que gestionan porquería... lo que en el fondo no deja de ser verdad.
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