No todo son malas noticias. Cuando creíamos que la sección
de buenos acontecimientos había desaparecido de los medios de comunicación, de
repente, aparecen informaciones que rompen la inercia. Y esa depresión permanente en la que vivíamos, alimentada por
una crisis generalizada, se ve alterada por un respiro que induce al optimismo.
Hace un par de semanas fueron los grupos Gestamp y Megatech,
líderes internacionales en componentes de automoción quienes anunciaron su intención de
residenciar en Amorebieta, Bizkaia, en el Centro de Inteligencia del Automóvil
(AIC) sus respetivos centros mundiales de formación tecnológica e innovación.
El pasado miércoles era la multinacional Thyssen Krupp la
que hacía pública su decisión de de constituir
en el parque tecnológico de Zamudio (Bizkaia) un nuevo centro para investigar y
desarrollar nuevas tecnologías vinculadas con el sector de la elevación, en
concreto para ascensores y escaleras mecánicas.
Y estas noticias, aparecidas en los periódicos como extraños anuncios de que más allá de la tormenta
también hay esperanza, son los primeros indicios constatables de que la
actividad económica vuelve a cobrar pulso en Euskadi.
Una cosa es que el Lehendakari anunciara el incremento en la previsión
de crecimiento en el PIB para este año y otra bien distinta que los primeros
resultados de la nueva tendencia alcista en la actividad económica se
comenzaran a vislumbrar. Previsiones y cosecha.
Los desconfiados, abonados por la impostura tradicional asociada a la
política, no se creyeron el vaticinio de Urkullu. Entendieron que todo era
propaganda. Y utilizaron los malos datos coyunturales del paro en marzo para
zurrar la badana al presidente vasco quien, por cierto, no se ha caracterizado
en toda su trayectoria pública por echar las campanas al vuelo ante el menor
indicio positivo.
Lo cierto es que parece que algo
está cambiando. No hablaremos ni de “brotes verdes” ni de otras simplezas que tanto daño han hecho a la credibilidad de
los representantes públicos. Y, si noticias como las de Gestamp o Thyseen Kroup
comienzan a prodigarse será porque algo se habrá hecho bien en este país.
Por eso creo provechoso dejar de fustigarnos con cargas de negatividad que no conducen a
ningún lado. Tampoco sería bueno el
efecto pendular de tirar la casa por la ventana
como si las dificultades hubieran
acabado. No. Ni lo uno, ni lo otro. Tan sólo un poco de sentido común y de
realismo. Ni don “óptimo”, ni don “pésimo”. Ni “Leoncio león” ni “tristón” en
versión de dibujos animados.
Las fotos hay que saber verlas con perspectiva, alejando la lente del
microscopio para poder percibir el conjunto. Eso es lo que ha hecho
recientemente el Consejo Superior de de Investigaciones Científicas (CSIC),
organismo de ámbito estatal que ha elaborado un “atlas” de la crisis económica
a través del análisis de 23 indicadores locales y territoriales.
Las conclusiones del informe resultan aplastantes. De los diez
municipios del Estado menos afectados por la crisis, ocho son vascos. Dos datos
más; el desarrollo humano para el País Vasco –esperanza de vida, escolarización
y nivel de vida-, siguiendo la metodología de la ONU, es del 0.964. De ser
posible la comparación con el resto del mundo, Euskadi estaría en tercer lugar,
detrás de Islandia y Noruega.
Segunda conclusión; la renta per cápita del País Vasco en 2014, por
paridad de poder adquisitivo, según Eurostat es de 33.500 euros, la primera de
todo el Estado. Extremadura es casi la mitad, 16.700.
Tenemos, aunque a veces no lo lleguemos a percibir, una situación de
sociedad avanzada y los principales salvavidas que nos han permitido tan
inmejorable punto de partida han sido el
mantenimiento del tejido industrial, la cohesión social y la apuesta por la
formación.
No es
una novedad que el peso del sector industrial en Euskadi supera la media
española (24% frente al 17,6% en 2013), pero la ventaja aumenta cuando se trata
de comparar la inversión pública en I+D, donde las cifras vascas son
homologables a las de Europa (1,99% cuando la media europea es del 2,02%) y
están muy por encima de la del Estado (1,24%). Eso ha permitido a las
industrias vascas entrar en mercados como Alemania, Francia, Reino Unido e
incluso en plazas emergentes como las de
Brasil, India o China. En 2011, en plena crisis, las empresas vascas lograron
el récord de exportaciones con 21.000 millones. Tal cifra se ha incrementado en
2014 hasta los 22.100 millones, el 9,3% de las exportaciones de todo el Estado
español (el peso de Euskadi en la economía estatal es del 6,2%)
.
Aunque
en ocasiones vivamos ensimismados en la pesadumbre, nuestro modelo económico se
ha convertido en un ejemplo digno de estudio en Europa. La Comisión Europea
encargó al Comité de las Regiones la elaboración de un dictamen para orientar
las políticas futuras de la Unión y este comité eligió a Euskadi, como potencia
industrial de la que sacar conclusiones para extender al conjunto de la UE.
Algunos
dirían que el resultado global es como para sacar pecho. No está nada mal pero
vivir en la autocomplacencia, conformarse en el comparativo con los demás, no
debe hacernos perder la perspectiva de que, con el empeño de todos, las buenas
noticias serían mejores.
Son
muchos los sacrificios y el empeño que ha costado edificar una sociedad como
ésta. El éxito de lo logrado es compartido. No sólo de los gobiernos de turno
que aplicaron el rigor y supieron establecer un modelo de crecimiento basado en
la economía real, en la formación, en la protección social y en el
conocimiento. También y fundamentalmente, lo es de quienes resistieron. De
quienes mantuvieron en pie a las familias con ingresos exiguos. De quienes se
empeñaron en mantener la persiana levantada agotando los ahorros propios para
sostener un proyecto, unos empleos. Es el éxito de quienes se apretaron el
cinturón, se congelaron o bajaron el salario para que el empleo sobreviviera.
El éxito de quienes confiaron en un modelo de vida sustentado en valores tales
como el trabajo, el esfuerzo, la superación.
Hay
muchos protagonistas en este país nuestro que merecen ser mencionados. Pero,
aún, queda mucho camino por recorrer. Y uno de los retos que se nos presentan
como acuciantes es dar salida laboral a miles de jóvenes preparados y formados
que necesitan una oportunidad para demostrar su valía. Que se merecen una
incorporación normalizada al mercado de trabajo. Primero para acumular
experiencia, y segundo para poder desarrollar en plenitud un proyecto de vida.
Rechina,
y de que modo, que todos los intentos institucionales para conseguir ese
objetivo hayan chocado sin razón aparente. No se entiende que existiendo
demanda de trabajo –y la hay-, un empresario comprometido con el país, no entre
en programas incentivados -y bien- por las autoridades para contratar, por un
mínimo de seis meses a jóvenes titulados --licenciatura, diplomatura, estudios
de grado, FP superior o media—procurando que estos tengan una primera
experiencia laboral vinculada a su formación.
La
“leyenda urbana” dice que muchos empresarios prefieren contratar “becarios/as” jóvenes
antes que atender a esta fórmula normalizada de contratación porque los “costes
laborales” y las “obligaciones de la empresa”
son menores. Porque es mucho más barato y la mano de obra es mucho más
maleable y polivalente. Labores indefinidas por salarios basura y estabilidad
nula.
De
ser así, y algo hay a la vista de los pobres resultados obtenidos por los
programas establecidos por la administración, me río del compromiso.
Ayer
mismo escuchaba al presidente de una asociación patronal quejarse nuevamente de
la “precariedad” en la que viven los empresarios, lo que les impide "tener
contratos fijos, buenos y con grandes sueldos, porque nuestra confianza no es
tan buena como la de antes, y lo que necesitamos es impulsar la actividad
económica y crear otro clima diferente para hacer contratos como los de
antes".
Nadie
duda de las dificultades de las empresas por salir adelante. Las empresas son
fundamentales para este país. Y, en ellas, los recursos humanos, los
trabajadores y trabajadoras son el mejor valor, la mejor materia prima para
alcanzar los objetivos de crecimiento, proyección y estabilidad. El mayor
tesoro de conocimiento y “know how de cualquier proyecto emprendedor.
Incorporar a los jóvenes a la empresa debe ser, por tanto, una decisión estratégica
y de futuro. No un cálculo barato de beneficio.
Atender
esa demanda social sería una gran noticia. Quizá una de las mejores que
esperamos ver cumplida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario