viernes, 10 de julio de 2015

¿DE QUÉ SE RÍE TSIPRAS?

Hay gente que tiene un don. Hay quienes, por suerte o por desgracia de sus rasgos faciales o por su lenguaje corporal  encuentran con naturalidad la empatía de los demás. O, por el contrario generan un rechazo emocional  difícilmente argumentable.
Lo que de natural existe, hay quien lo trabaja. Se trata de técnicas de comunicación  que cultivan la “fotogenia” o la “telegenia”. Que la cámara  “te quiera”, que cautives a la audiencia con un solo gesto  y que, sin aguardar al mensaje que se transmita,  el espectador ya tenga una receptividad positiva de quien se presenta ante el público.

En un proceso comunicativo, el 55% de la audiencia retiene las sensaciones del lenguaje no verbal. El 38%  se fija en el tono del orador y solamente el 7% valora el contenido de lo dicho. Es decir que pese a que  todos nos consideremos muy maduros y reflexivos, la forma y no el contenido, influye sustancialmente en la construcción de nuestras percepciones cognoscitivas.

Viene este rollo a colación  de la imagen general que en torno al grave problema griego nos hemos conformado colectivamente. Transcurrida una semana desde la celebración del referéndum y a escasas horas de que expire el plazo para que se clarifique el futuro de aquel país en el entorno europeo, la gran mayoría  de la opinión pública de nuestro entorno muestra una cierta simpatía  hacia la posición griega. Tal vez  por su imagen de víctima frente a la poderosa Europa. Quizá  por la simplificación del mensaje que los medios de comunicación han trasladado en relación al contencioso. O, a lo mejor, por la simpatía y candidez de la imagen desprendida por su primer ministro Alexis Tsipras.

La imagen tiene un valor primordial en la comunicación política y los nuevos dirigentes surgidos de movimientos populares –aquí y allá- han sabido exprimir estupendamente ese valor, desatendido injustamente por quienes  representan o han representado el poder tradicional.  El porte “casual” de Tsipras,   de camisa blanca remangada y americana (Pablo Iglesias debe tener un ropero repleto de camisas grises) comenzó con Obama. Siguió con Renzi en Italia y se ha impuesto en todas partes. Pero el vestuario no lo es todo. Lo que más atrae del dirigente griego es su permanente aspecto risueño.

Ahora bien, ¿de qué se ríe Tsipras?.
Por ser justos habrá que decir que el líder de Syriza poca responsabilidad tiene en el saqueo público que ha llevado a Grecia al filo mismo del precipicio. Fueron los gobiernos predecesores de Tsipras los que condujeron al país al desastre. Sin embargo Tsipras ha tenido ya cinco meses para reconducir la situación y buscar un acuerdo con quienes  han prestado a los griegos miles de millones de euros de sus propias reservas  y lo más que ha hecho es perder el tiempo hasta que  los bancos han tenido que cerrar por falta de liquidez.

Sonríe porque su incapacidad  para alcanzar un acuerdo encontró en el regate corto de un referéndum  inservible la estratagema perfecta para eludir su responsabilidad y traspasarla al conjunto de su ciudadanía. Porque su “cuestión de dignidad nacional”, convertida en bofetada a la Unión Europea  consiguió un respaldo mayoritario. Y, además, que no es poco, el aplauso  de la extrema derecha. De “Amanecer dorado”, de sus socios “independientes” homófobos que gestionan el departamento de defensa. Y también del Frente Nacional de Marie Le Pen, de los comunistas  o del mismísimo Vladimir Putin.

La tragedia griega no puede acabar en catástrofe. Porque Europa ni los gobiernos europeos son enemigos de Grecia. Es cierto que han sido muchos los esfuerzos que la ciudadanía helena ha tenido que acometer para ajustar el pago de su deuda. Es cierto que los impuestos han subido, que el paro ronda el 30% pero dicho desempleo  procede del sector privado, no del gigantesco sector público que hace mucho tiempo que no funciona y ha devorado cantidades inmensas de recursos económicos dilapidados por el clientelismo y la corrupción. Un sector público al que las reformas y el adelgazamiento no ha llegado.

Tsipras apareció risueño en el Parlamento Europeo. Su discurso, otra vez, fue más dirigido a sus compatriotas que a la eurocámara. Pero allí el contenido del discurso  fue más tenido en cuenta que la pura imagen. Y el primer ministro griego tuvo que oír lo que no quería;  Acabar con el sistema clientelista, reducir el sector público y transformar banca pública en banca privada, abrir los mercados, liberalizar sectores, acabar con los privilegios de determinados sectores: armadores, militares, partidos políticos,  iglesia ortodoxa etc.

La voz más nítida escuchada en Estrasburgo fue la del líder de los liberales y demócratas europeos,  Guy Verhofstadt.  “Durante cinco años nos hemos encaminado como sonámbulos hacia un Grexit [salida de Grecia de la zona euro] con la ayuda y el apoyo de la extrema derecha", advirtió. “Y durante los últimos meses –apuntó al líder de Syriza- hemos corrido hacia un Grexi" con su protagonismo. No es usted ni nosotros quienes vamos a pagar la factura, son los ciudadanos griegos normales los que correrán con la factura de un Grexit. Sea usted, señor primer ministro, un verdadero revolucionario y termine con los privilegios en su país”.

Ningún estadista democrático desea someter a sus administrados al sufrimiento. Ni los mandatarios propios, ni los ajenos. No es cierto que Merkel  pretenda el desconsuelo y la angustia de los ciudadanos helenos.  Grecia necesita un nuevo rescate de fondos europeos. Pero nadie está en disposición de ofrecer más crédito si no hay una firme voluntad y un compromiso de que las autoridades de Atenas devolverán  en tiempo y forma parte de la deuda pendiente de pago. Para ello, Grecia necesita comenzar a crecer económicamente eliminando gastos  inútiles y aplicando reformas estructurales  que incentiven la iniciativa privada. Para pasar del subsidio al empleo. No es tarea fácil. Pero es la única vía. Salirse del euro supondría una catástrofe añadida. Un aislamiento y un empobrecimiento insoportable. Manejar esa hipótesis  ya no es una mueca o una impostura. Es, simplemente un suicidio. Por eso, no sé bien de qué se ríe Tsipras.

El impago griego, la petición socorrida a la solidaridad ajena sin atender los problemas  estructurales que provocan la inviabilidad de proyectos políticos, nos acerca también al horizonte vasco y al conjunto del Estado.

Desde hace tiempo venía larvándose  en el conjunto de España el discurso de que  los vascos éramos insolidarios  con las comunidades autónomas  de menor PIB que la nuestra. Que nuestros “privilegios” – el Concierto y el Convenio-  desatendían las necesidades “comunes” de un Estado igualitario.

Este ruido soterrado comienza a tener aire articulado y ya han sido varias las formaciones políticas – en su día UPyD, ahora Ciudadanos, el PP de Cifuentes y hasta algunos círculos de “Podemos”- que  han cuestionado abiertamente la legalidad del Concierto Económico.

El ministro Montoro ha matizado. El Concierto no está en riesgo.  De lo que “hay que hablar” es del Cupo.  Y vuelve la burra al trigo. Que los vascos paguen más. Que para eso son más ricos, tienen menos paro, están más saneados...
¿Por qué?. ¿Porque el sistema es injusto?. ¿Porque el Estado invierte en Euskadi por las competencias no asumidas más que el 6,24% establecido? (ja, ja). ¿Porque tenemos que contribuir a reducir el déficit que no hemos creado?.

Con todas las distancias,  uno entiende mejor a Merkel y a los alemanes cuando escucha determinados alegatos que se pronuncian en España.

Ya no es simple imagen o postureo. Cuando se oye hablar de reforma constitucional, de “federalismo igualitario” o de una nueva financiación para todos,  a los vascos nos va a tocar sacar los sacos terreros para defender lo que es nuestro. Que nadie olvide  que el Concierto Económico (el Convenio navarro) es, quizá, el último punto de soldadura  que nos mantiene en convivencia con el Estado. Los hilvanes de unas costuras frágiles que sostienen  el actual encaje institucional.

Espero que el mensaje se entienda. Aunque se tenga que explicar estilo “casual” o con uniforme de campaña.

   

1 comentario:

  1. Koldo:
    Hay que hacer público con mucha fuerza ese concepto de 'último punto de soldadura', 'hilvanes de unas costuras frágiles'.
    Perfecto!

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