viernes, 3 de julio de 2015

¿ELECCIONES A LA VISTA?

El avance de la edad, que no perdona, y la ingesta de líquidos provocada por el sofoco de la ola de calor,  me hizo  levantarme de noche a  aliviar la vejiga. Interrumpir un sueño para dar respuesta a necesidades físicas irrefrenables calma el cuerpo pero solivianta al espíritu. Pasar de la inconsciencia a la activación sensorial plena necesita, al menos en mi caso, un tránsito gradual que me permita, poco a poco, recobrar la lucidez  Es el tránsito de tener el cerebro licuado a su solidificación.

Tras la necesaria micción liberadora, y activados todos los sensores corporales, comencé a notar una cierta sensación de calor y bochorno. No era para menos. Pese a tener  todas las ventanas de la casa abiertas la temperatura era excepcional. Así que, como cualquier homínido sofocado, decidí echar un buen trago de agua fresca para saciar  y atemperar mi calentura.

A tientas, sin gafas –a oscuras no son necesarias-, me dirigí hasta la cocina, abrí la puerta de la nevera y, de la botella,  propiné dos largos tragos de líquido elemento. Que sensación más agradable de frescor. Parecí despertar totalmente. Y, en esa estimulación, recobré la curiosidad. ¿Que hora será? .

Sin pensarlo dos veces pulsé el interruptor e hízose la luz. Las tres y cuarto de la madrugada. Allí estaba yo. En paños menores  mirando cuan miope las manecillas del reloj.
Entonces ocurrió. Por una de las ventanas abiertas de la estancia, entró un ovni.
En el momento no supe identificarlo pero por su tamaño parecía un dron. El ruido que producía alimentaba esa tesis. Tras dos vueltas para reconocer el terreno,  el objeto volador se instaló en el tubo de la fluorescente. Sin tiempo a reaccionar, por la misma ventana, entró un segundo bicho. Más pequeño que el anterior, pero igualmente espeluznante. ¿Me invadían?. No. Eran insectos. Polillas nocturnas. Una de ellas, la madre de todas las polillas.

Inicialmente pretendí darles caza en el aire pero mi “agilidad” fue sorteada una y otra vez. La segunda tentativa  quiso tranquilizar a los animales para posibilitar que se posicionaran en lugares accesibles donde atizarles. Pero las polillas no son tontas. Buscaban el foco de la luz, lejos de una guantada. Cabía apagar la lámpara. ¿Para qué?. ¿Para que se durmieran?. ¿Para que desaparecieran y , más tarde irrumpieran en el espacio aéreo cuando estuviera presente el resto del personal de la casa y tuviéramos una escena  de caos?.. Ni hablar. Aguardé. Dejé que el sudor  fluyera y me armé de paciencia. Y de un trapo de cocina. Los golpes no servían. Así que utilicé la tela como red. Lanzamientos aquí y allá. La mariposa más liviana fue la primera en caer. No acabé con su vida. La tomé por una de las alas  y la defenestré. Sí, la tiré por la ventana cerrándola después para que no tuviera la tentación de regresar. Quedaba la caza mayor.

Casi pierdo la paciencia pero un golpe de suerte hizo que el trapo impactara en la fluorescente. El bicho se movió. Sin saber cómo, acerté con un manotazo al vuelo y la polilla cayó al suelo. Llegaba su fin. La pisé sin compasión.
La refriega se saldó  con un insecto cadáver. Marcas de polvo despedido por el animal  en el embaldosado. Un tubo de la iluminación parpadeante – para mayor tortura- y  un sofoco de gota gorda que me llevó a la ducha.
Nada expliqué del incidente a la mañana siguiente. Que había dormido mal por el calor y nada más.  “Claro –me replicaron al instante-. Si dejamos las ventanas cerradas impidiendo que haya corriente, claro que hace calor”. Asentí. No tenía otro remedio.  Sólo  pronuncié una cita que se entendió como un desvarío. “Sí, sí. Abre las ventanas y prepárate. Que cuando menos lo esperas, salta la liebre”.

Quien dice conocer a Mariano Rajoy afirma que el presidente español no es hombre dado a sobresaltos. Ni a sorpresas.  Dicen de él que su única estrategia es esperar. Esperar que el tiempo pase y que los problemas, o se pudran, o se olviden por la trascendencia mayor de otros nuevos.

Su quietud ha quedado de manifiesto en numerosas ocasiones. Hemos visto como el presidente español no ha movido ficha ante el proceso catalán. Y pese a que  el riesgo de fractura ha llegado a inquietar a todo el mundo, no ha cedido ni un milímetro en su tesis de que “la legalidad está para cumplirse” en referencia a la imposibilidad constitucional de un referéndum sobre el futuro  de Catalunya.

Rajoy y su inmovilismo ha quebrado la paciencia del más paciente. El Lehendakari Urkullu reclamó durante  años en el desierto de la Moncloa, un entendimiento sobre diversas materias pendientes. Una de ellas la pacificación. Ni el lehendakari, ni Euskadi estaban en la agenda  de Rajoy.  “Laissez faire, laissez passer. Le monde va de lui même” (dejad hacer, dejad pasar que el mundo funciona por sí mismo).

Ni la inquietante irrupción de nuevas formaciones políticas, alimentadas por la frustración de la sociedad española ante la crisis y la corrupción,  ha provocado en el presidente español una reacción que haga despertar cambio alguno de su política  y  estrategia.

Solo el batacazo electoral de mayo, y, sobre todo, la pérdida de ámbitos de poder tradicionales del PP (capitales y comunidades autónomas) deslizó la sospecha de que, al fin, Rajoy se movería. Fueron los ámbitos internos de su partido quienes sacudieron la necesidad de cambios. Y Rajoy titubeó. Haciendo gala de su galleguidad dijo aquello de cambios no, luego sí, más tarde “se verá” y finalmente  “sí pero no”.

Cuando todo el mundo esperaba una “crisis de gobierno”, Rajoy alteró su equipo en Génova. Pero solo parcialmente pues los relevos exclusivamente afectaron a  su infantería electoral. Y en el Gobierno, la cacareada “crisis” se solventó con la salida nocturna de Wert por la puerta de atrás, anunciada mediante comunicado de prensa  y motivada estrictamente por razones personales.  Una vez más, agua de borrajas. Rajoy el previsible.
Sin embargo, en las últimas semanas,  en los ámbitos políticos, se ha instalado la idea de que el presidente español, rompiendo su  reputación, prepara una “emboscada” y se apresta a adelantar las elecciones generales para el próximo mes de septiembre.

Dos han sido los rumores-fuente que han alimentado el supuesto. Por un lado, que convocados unos comicios legislativos no se podrían celebrar legalmente más elecciones  hasta un plazo ulterior de dos meses (abortando la consulta plebiscitaria catalana pactada entre Mas y Junqueras) y , por otro,  que el Gobierno español  habría dado orden de no disolver  las Juntas electorales provinciales, constituidas tras los comicios municipales y autonómicos, con lo que  estos organismos mantendrían sus funciones en previsión de una nueva cita con las urnas en el plazo de 90 días.

Analizadas ambas premisas, podemos hablar de “leyendas urbanas”. La prohibición legal de coincidencia  de elecciones sólo es aplicable al concepto de referéndum y a ámbitos territoriales idénticos. Es decir  que lo que no podría hacerse es convocar elecciones generales  y municipales a la vez o que se emplazara el mismo día unos comicios legislativos y un referéndum.

Lo del mantenimiento de las juntas electorales también es un libelo. Según la ley en vigor, las juntas electorales “provinciales” tienen un plazo  de cien días de vigencia desde que se votara en los comicios para las que fueron constituidas. Luego,  las que se fraguaron  para las consultas locales todavía tienen recorrido.

Cosa distinta a lo anterior es que Rajoy y sus asesores, ante la coyuntura económica y política, pretendan, en una jugada táctica, retar a Artur Mas a mantener su fecha de elecciones, en coincidencia con unas elecciones generales. Un desafío que, seguramente, llevaría al president de la Generalitat a modificar sus previsiones y aplazar la consulta catalana. Una decisión que Rajoy podría “vender” a su electorado como una victoria frente a la amenaza independentista.

Sea como fuere, todos los partidos políticos – el PNV también-  han adelantado sus perspectivas  internas de elaboración de listas y candidaturas.  No vaya a ser que la “libre” salte cuando menos se lo esperen. Y Rajoy aparezca  de repente  y nos diga “sorpresa, sorpresa”. La rebaja en diversos tramos del IRPF anunciada el pasado jueves, la posible habilitación de agosto en las Cortes para la aprobación del presupuesto y la rotunda declaración de Rajoy a que no adelantará los comicios hace pensar que la legislatura se prolongará hasta el final. O no.


Veremos –antes del 2 de agosto- si Tancredo se baja de la peana y hace un movimiento. Ver para creer. Por si acaso, todos preparados. Hasta en esto, será previsible. 

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