viernes, 24 de julio de 2015

TODO SEGUIDO, COMO EL PASODOBLE

No salimos de una y entramos en otra. Como el pasodoble. Todo seguido. Y este ritmo de elecciones, de confrontación ideológica, comienza a resultar agotador. Tal vez por ello, algunos comienzan a evidenciar síntomas de fatiga y ahogo.  No es para menos.

El centro de atención se posiciona en el Estado.  La alternativa al bipartidismo, las nuevas tendencias, la reformulación constitucional, el modelo de Estado. Todo en una coctelera que va a levantar pasiones y que nos va a afectar, querámoslo o no a todos. También a los vascos.

Aunque todo el mundo hable de ello, seguimos sin saber cuando serán las elecciones. Ni en el Estado ni en Catalunya. La incógnita se despejará en la primera semana de agosto. Ahí se encuentra el plazo legal para que Artur Mas  cumpla con su compromiso de disolver el Parlament y convocar a los catalanes a unos comicios de carácter plebiscitario el 27 de septiembre. Rajoy puede estar tentado en hacer coincidir las elecciones españolas en dicha fecha.. Una duda metafísica  que pronto quedará aclarada.

Quienes decían que la efervescencia secesionista de Catalunya se había desinflado han vuelto a errar en sus vaticinios. La irrupción de “Podemos”, la fuerza  de los movimientos populares –Ada Colau-, la contraposición del paradigma social al nacional, o la disensión de una parte del bloque soberanista, no ha terminado por desvanecer la amenaza de ruptura catalana.

En cuanto Artur Mas y Oriol Junqueras han pactado una lista unitaria, con la integración de la Asamblea Nacional de Catalunya y  la fundación Ómnium, todas luces de alarma han vuelto a encenderse en la política estatal.  Y eso que el bloque que impulsó el derecho a decidir se ha visto debilitado por el distanciamiento de  ICV –ahora en coalición con “Podemos”-, de las Cup (desorientada en el actual escenario) o de Unió –desagregada de su federación con Convergencia- . La lista “Junts pel sí” (juntos por el sí) es un desafío para el Estado porque en su plataforma vuelve a cobrar vida el espíritu de la consulta oficiosa del  pasado 9-N.

Nadie se atreve a cifrar los apoyos que unos y otros tendrán. El bloque españolista sólo cuenta con la pujanza de “Ciudadanos” –que no tendrá a Rivera como candidato-, con un PP en horas bajas y un socialismo sin perfil  ni relevancia. De ahí que la polarización  del voto pase a los ejes independentista-Podemos. Tal polarización  de  paradigmas (nacional-social)  ha provocado los primeros movimientos tácticos. Convergencia y Esquerra han actuado con inteligencia, situando como cabeza de lista de su propuesta a Raül Romeva, un ex eurodiputado ecosocialista proveniente de Iniciativa Per Catalunya Verds. Toda una apuesta  que pretende que el bloque nacionalista  no pierda apoyos por la izquierda frente a alternativa en construcción de “Sí que es Pot” (sí que podemos) patrocinada por ICV,  Izquierda Unida y Alternativa y la “Podemos” de Pablo Iglesias.

El resultado se presenta incierto, lo que no quita para que en el Estado hayan vuelto a sonar los tambores de emergencia con pronunciamientos tan llamativos como los del rey  español en Bilbao, donde  apeló a los responsables públicos a cumplir con sus deberes de legalidad, la amenaza de suspensión de la autonomía  justificada por el Ministro de justicia  o la extravagante declaración del locuaz presidente cántabro (Revilla) que advertía a los catalanes con dejarles sin agua si pretendían independizarse  recordando que “el pantano del Ebro está aquí”. Estupideces a un lado, la cuestión catalana ha vuelto a la primera página de la política estatal y eso demuestra  que el problema sigue abierto de par en par.

¿Y en España qué?. Pues que nadie sabe quien gobernará tras las elecciones generales. Una segunda conclusión; que el anunciado fin del bipartidismo tampoco llegará. Habrá dos formaciones  mayoritarias. Una de derechas; el PP. Y otra de izquierdas; previsiblemente el PSOE. En ese esquema  coincidirán  varias luchas que acaparen la atención. La lucha por el cambio (PP vs PSOE o Podemos) y la pugna por el liderazgo de la izquierda .

El PP es consciente de que ganará las elecciones. Pero desconoce con qué margen. Cree que el resultado será ajustado.  Sus análisis hablan de entre 120 y 130 diputados. Ciudadanos  le aprieta liderazgo. Pero no ahoga. La formación de Rivera cuenta a su favor con la ausencia de desgaste. El ser una formación “nueva” con imagen de modernidad. Pero tal rostro contrasta con su falta de experiencia y con la sensación general de que sólo sabe moverse en el plano teórico, sin pisar tierra.
El PP, que conoce tales circunstancias, tiene ya “monitorizado” al partido de Rivera, al que le sigue los pasos  permanentemente para vaciar de contenido sus propuestas, copiándolas sin disimulo si hiciera falta.
“Ciudadanos” parte además con un hándicap importante; le ley electoral y el reparto de escaños por ella establecida que penaliza severamente a las formaciones no mayoritarias.
Sea como fuere, los analistas políticos asignan a Ciudadanos una fuerza  que oscila entre los 20 y 30 nuevos diputados. Su suma con el PP no sería suficiente para alcanzar la mayoría absoluta (176 escaños).

El PSOE también lo tiene claro. Sabe que va a perder. Y su obsesión es tener un diputado más que “Podemos”. Eso le permitiría “liderar” una opción de gobierno de cambio. Pero para ello debería contar no sólo con el apoyo de la formación de los círculos sino, además, con el resto de la izquierda fragmentada, con los vascos y con los catalanes.

Se trata de una hipótesis difícil de contemplar, habida cuenta de la prevención, cuando no temor, de Pedro Sánchez a verse reflejado  al lado de lo que Rajoy ya ha determinado como “fuerzas radicales”. 

“Podemos”, pese a quienes aventuran su fracaso, tendrá un papel relevante en los próximos comicios generales. Ni la convulsión interna provocada por el férreo “centralismo democrático”  va a impedir su protagonismo en campaña. Su principal adversario será la articulación de listas de “convergencia” emulando las alternativas de Colau o Carmena. Propuestas que, de prosperar, harían mucho daño a los seguidores de Iglesias y que convertiría a toda la izquierda  en un universo satelital  sin planeta masa de referencia.

Todas esas peleas –cambio/certidumbre; izquierda/derecha; izquierda/ qué izquierda- van a influir notablemente en la campaña, en su polarización y en el agrupamiento de los electores. También en Euskadi.

Quien peor lo tiene para afianzar su perfil es la izquierda abertzale. Tras  la factura de mayo (que alguien va a terminar pagando) las cosas no están claras en EH Bildu. La certeza de que “Podemos”  es en estos comicios el principal rival que competirá por pescar votos en sus propios caladeros, ha llevado a algunos a proponer la ausencia voluntaria de la Izquierda abertzale en estas elecciones. Al fin y al cabo, dicen, son “elecciones españolas”. Pero desaparecer de escena por temor a un fracaso es demasiado fuerte. Para evitar tal escarnio, han salido a su rescate los “colectivos intelectuales de siempre”.  “Mecenas” que desde la transición hasta ahora han participado en todas las fiestas políticas sin pagar jamás una factura. Ahora, según los “eruditos” de la revolución,  lo que toca es articular una plataforma de izquierda que aglutine, si es posible, a todo el voto radical en una especie de Frente Popular. ¡Viva la casta y la nomenklatura!.  

¿Y el PNV?. El PNV confía en que el “recuerdo de voto” permanezca en buena parte de su electorado. Sabe que el momento político puede ser trascendente, aunque todos los signos que desde el Estado y sus partidos referentes se viene prodigando, no auguran nada bueno. La afirmación –en Bilbao nada más y nada menos- de Felipe VI de que “lo que nos une es España” evidencia que se sigue sin entender la realidad nacional de Euskadi y Catalunya. Mal presagio ante un problema enquistado que si España no aborda adecuadamente terminará por reventar. Y no es una advertencia. Es la constatación de que la unidad que impone subordinación no es modelo de convivencia. La convivencia impuesta solo es garantía de fracaso y, en su último extremo, de ruptura.


Defender el reconocimiento de cada cual y, desde esa base, alcanzar un acuerdo de igual a igual, será la baza por la que el PNV se presentará a este nuevo tiempo  que se presenta próximo. Difícil empresa para tanta convulsión. Y para tanta confrontación banderiza.   Pero como diría Einstein, “Entre las dificultades se esconde la oportunidad”.  Para encontrarla habrá que estar. Con la fuerza y la decisión que los votos permitan. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario