Ya queda menos para lo inevitable. El rey de los
españoles recibirá en la Zarzuela a los
portavoces de las formaciones políticas entre el lunes y el martes para
constatar que éstas han sido incapaces de ponerse de acuerdo en el intento de
elegir a un candidato capaz de superar la prueba de la investidura. El
Borbón no es Houdini y no sorprenderá a nadie sacando a
última hora un conejo de la
chistera. Me temo que su actitud sea la de “pasapalabra”
dejando correr los plazos establecidos en el automatismo que haga disolver las
cámaras y convoque una nueva cita electoral a finales de junio.
Lamentable bochorno que demuestra la incapacidad de una representación política que solo ha sabido mirarse al ombligo, que ha
despreciado el bien común por el interés particular de cada cual.
Ahora llegará el turno de los reproches en un infantil juego
que evidencia la minoría de edad de una democracia a la que le falta la cultura
del acuerdo. Y que deberá tener consecuencias.
Pablo Iglesias, en 'Magazine Fashion & Arts' | La Vanguard |
Los socialistas cerraron la puerta de un acuerdo en su propia casa de Ferraz. Ensimismados en
su “juego de tronos” particular, limitaron el margen de maniobra de Pedro
Sánchez hasta maniatarlo y condenarlo al
fracaso en opción voluntarista de
ofrecerse como alternativa a Rajoy. Las intrigas internas de barones y
sultanas abortaron cualquier tentativa de buscar mayorías que hicieran de su candidatura una opción
real. Nada que hacer con los nacionalistas –dijeron de partida-, porque con la
unidad de España no se juega. Nada que
hacer con los “podemitas” porque las aventuras populistas pretenden acabar con el socialismo. Y con
tanto veto dejaron a Sánchez , como a
Gary Cooper, sólo ante el peligro. Clamando por un “cambio” cuya única garantía de acuerdo era su cara bonita.
Pedro Sánchez ha cometido dos errores de trazo grueso. Primero, no plantar
cara a quienes desde dentro le cortaron
las alas y le dijeron “ahora vuela si puedes”. Su debilidad bienintencionada de
no tensionar a su partido le dejó sin más margen que el emocional; el de
implorar un apoyo como acto de fe. Su “golpe de efecto” de acudir a las
bases para cortocircuitar a los “notables” se quedó corto ya que lo que
de verdad debía haber plebiscitado era que le dejaran las manos libres para fraguar una alianza que sumara y que garantizara un éxito. Un
gesto de autoridad que no tuvo y de lo que se lamentará en lo sucesivo.
Su segundo error fue atarse a Ciudadanos como Ulises al
mástil de su nave. Fue como el cierre anticipado de un capítulo que impedíría
cualquier desenlace posterior. El fin anticipado del cuento.
Pero el PSOE no es el único
responsable del fiasco cometido.
El partido de Pablo Iglesias ha demostrado que su voluntad real de cambio
político está, en prevalencia, por detrás de su voracidad particular. Su
interés principal es crecer y sumar.
Morder terreno al electorado de “izquierda” hasta convertirse en su referente
en España. Restar apoyo representativo al socialismo con un planteamiento
repleto de tacticismo. Sin más contenido
que la búsqueda de la ganancia propia. El discurso del derecho a decidir, del
respeto a la plurinacionalidad del Estado o de la suma de voluntades
reformistas es un camelo. Un ardid discursivo que se ha visto desmentido en la
práctica interna de “Podemos”,
incumpliendo sus compromisos de respeto territorial de sus confluencias
( Compromis o Mareas) o desalojando del
núcleo central de poder a cuantos críticos hayan puesto en cuestión las decisiones de su grupo dirigente.
Lo mismo puede decirse de las apelaciones a un gobierno de coalición sustentado en su “generosidad”
de “renuncias” propias que nunca lo
fueron. Anzuelos, señuelos, trampas, en una comunicación política trabajada y eficaz.
Iglesias y el partido que controla es una máquina trituradora
de todo lo que no le resulta productivo. Todo lo que no sea ganar poder no
sirve. Así debe entenderse el renovado interés de pactar ahora con la Izquierda Unida de
Garzón. Tras el desprecio de meses precedentes, Iglesias y los suyos se han dado cuenta que la suma de los
votantes de Garzón le permitirá el “sorpasso” electoral al PSOE. Otro
acercamiento táctico en busca de resultados prácticos. Garzón, recuerda: “timeo danaos et dona ferentes”.
Pero Iglesias tiene un enemigo que no debe despreciar. El propio
Iglesias. Su narcisismo, la arrogancia que le pierde. Una soberbia que desborda
cuando actúa al natural y que pone de
relevancia su carácter sectario. Nadie que se cree poseedor de la verdad
absoluta , que se cree único defensor del interés público, que se siente
inmaculado frente al resto, frente a la “casta”, merece una oportunidad para
dirigir nada. Ni una comunidad de vecinos y mucho menos un país.
¿Y de la derecha qué?. Que muy bien, gracias. Su gestión en los últimos años, su utilización del rodillo de la mayoría
absoluta despreciando cualquier diálogo, les ha dejado sin amigos. No es de
extrañar. Se han ganado a pulso la soledad y la voluntad mayoritaria de verles
en la oposición, purgando sus excesos. Desde el 20-D no han sido capaces de concitar ninguna simpatía. Así que Rajoy haya decidido
seguir con su dinámica de sestear, como si nada pasara. Nada pasa con el
déficit, que se desboca, nada pasa con Catalunya, que sigue su senda de
desconexión, nada ocurre con la crisis del acero, ni con la corrupción, ni con
la amenaza del “Brexit” que atemoriza a
Europa con una nueva depresión.
La soledad del PP solo podía
descongelarse con una renovación
de su proyecto y de sus dirigentes. De ahí que desde ese universo
conservador de de las derechas se inventara Ciudadanos. Como “akuiu” que
provocara una catársis interna capaz de remover las aguas del partido de
Génova. Pero el PP, hoy por hoy es Rajoy y aunque de puertas para adentro se escuchen voces críticas, sólo el inquilino en funciones de la
Moncloa domina la estructura. Los
demás le rinden pleitesía. Y así será, a menos de que el 26 de junio –cosa poco
probable- pierda posición en el tablero.
Rivera y Ciudadanos es, lo he dicho, un invento. Tiene obsolescencia programada. O un mando a distancia
que le activa y que también podrá apagarlo. En Génova así lo entienden. Por eso
lo aborrecen y lo desprecian. Aunque el
diseño, el estilismo de esta supuesta derecha moderna, cuyo contenido real
nadie conoce, encandile a algunos. Su
última propuesta, in extremis, de proponer un “independiente”, un “tecnócrata”
al frente del gobierno español resulta
impagable. Un “elefante blanco”, como el
Armada del 23-F pero sin uniforme.
La “ocurrencia”
también tiene su fondo; poner nervioso al PP y a su presidente. Decirle,
por lo bajini, que es prescindible y que vaya pensando en marcharse. Los
poderes ocultos que manejan a Rivera, no van a parar.
Intereses privados por encima del bien común. Eso es lo que
nos ha condenado a tener que volver a
las urnas el próximo 26 de junio. Un
arbitraje democrático, ante la ineptitud e incapacidad de los actores
principales que costará a las arcas del Estado más de 130 millones de euros. A
pagar a escote. Espero que la ciudadanía pase factura del dispendio.
Hace unos meses –el pasado año- cuando se hacían vaticinios respecto a lo que
ocurriría en las elecciones generales de diciembre, manifesté privadamente mi
percepción que la atomización electoral
y la falta de cultura negociadora en España podría conducir a un desacuerdo
que obligara a la repetición electoral. No es un farol y tengo testigos de
ello.
Hoy, visto lo visto y tras encender la bola de cristal creo que
tras el 26 de junio gobernará el PP. No sé si con Rajoy o sin él. Los socialistas perderán aún más y cosecharán el peor resultado electoral de su
historia. Se desangrarán en luchas fratricidas tras haber permitido, por
activa o por pasiva, que siguiera
mandando la derecha. Lo
han sugerido ya Felipe González y Susana Díaz; “PSOE
y PP no se deben obstaculizar el uno al otro en caso de que alguno de los dos
partidos manifieste que no está en posición de formar Gobierno.”
Podemos verá colmadas sus
aspiraciones. Iglesias, desmelenado, a lomos del caballo “Othar”, como el
equino de Atila, al fin será jefe. Jefe de la oposición. Tras de
él la hierba de la izquierda difícilmente volverá a crecer. Ciudadanos se
integrará en el paisaje. Sobran las
alforjas para tan corto viaje.
¿Y en Euskadi?. Una vez más,
a resistir.
No retiremos aún los sacos terreros. Viene una
nueva ofensiva. En analógico y TDT.
Que la contaminación política
no nos afecte. O que el contagio sea mínimo.
Demostremos, una vez más, que Euskadi es diferente.
Tan literario como acertado
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