sábado, 6 de agosto de 2016

CENTRARSE EN EUSKADI



Desde que, a finales de la semana pasada, el lehendakari Urkullu anunciara la fecha en la que se celebrarán las elecciones autonómicas, la política vasca ha entrado en una fase cuesta abajo en la que todo se precipita. 
Que los comicios se lleven al 25 de septiembre no supone en sí un adelanto de las previsiones. Téngase en cuenta que hace cuatro años las urnas abrieron el 21 de octubre y que , además, a estas alturas, el Parlamento vasco había cerrado su periodo de sesiones sin posibilidad alguna de que , pasado agosto, pudiera aprobar iniciativa legislativa alguna. Por lo tanto, la convocatoria electoral entraba en el calendario previsible. Pero, por si esta razón no fuera suficiente para entender el momento determinado por el lehendakari, nos encontrábamos con el impresentable panorama estatal en el que la inestabilidad y el descrédito han prolongado su acción contaminante, dejándonos un mes de agosto en barbecho y con el riesgo cierto de retomar septiembre con el mismo bloqueo e interinidad gubernamental.

Este, por sí mismo, era motivo suficiente para distanciar o aislar  en su ámbito  natural a unas elecciones vascas donde la ciudadanía debe mirarse hacia adentro buscando la inmediatez  de la consulta y de sus consecuencias.

Huir de la contaminación  tóxica de la irresponsabilidad política de las formaciones estatales era un objetivo asumido por muchos. Hasta Núñez Feijóo, presidente de la Xunta,  ha decidido sumarse a la apuesta de Urkullu y hacer coincidir las elecciones gallegas con las vascas, lejos del escándalo que se cuece y se alimenta en el Estado.

Salirse de la influencia del gallinero madrileño no será fácil. En primer lugar porque el nivel de cabreo, de desafección  y de crítica del electorado –vasco también- es muy grande. Las elecciones vascas serán la tercera ocasión en un año en el que la ciudadanía pase por las urnas y aunque , en esta ocasión, la cita era obligada, la sensación común de quien vaya a votar tendrá un punto de mala uva (nada que decir si en el Estado siguen por los actuales derroteros y el bloqueo  lleve nuevamente, por tercera vez, a los colegios electorales).

Esta primera sensación debe tener un punto de sosiego si  las formaciones vascas, las directamente aludidas para competir electoralmente en septiembre,  hacen que  el tránsito estival se desarrolle con  cierta normalidad. Es decir que no se pretenda una sobreactuación o una crispación  del ambiente fuera del sentido común. La inmediatez de la cita electoral obliga  a todas las formaciones, a reagruparse y reorganizarse para presentar una estrategia, un programa, y una alternativa.

Si algo tiene de bueno la fecha del 25 de septiembre es que la mayoría de la ciudadanía vasca se verá privada de la precampaña. Prácticamente no habrá  prolegómenos electorales  y serán los quince días oficiales  de libre disputa por el voto los que, a modo de esprint nos lleve al último domingo de septiembre.
He hablado de “sosiego” y de “normalidad” previa a la campaña. Pero ya están aquí los primeros indicios, alimentados no sabría decir por quien, que apuntan a todo lo contrario, a buscar la excepcionalidad desde el primer día.

Dos son los elementos que despuntan en tal sentido. En primer lugar, la activación de una campaña que pretende la invalidación como candidato del cabeza de lista de la Izquierda Abertzale; Arnaldo Otegi. Esta era una dinámica esperada. Esperada, extemporánea e inútil. Esperada porque desde amplios sectores  del Estado se pedía desde hace tiempo la inhabilitación efectiva de Otegi como candidato, a tenor de determinada interpretación legal tras  su anterior condena judicial. Fuera de lugar porque, amén de la jurisprudencia existente en el caso del ex parlamentario Iker Casanovas, en el nuevo tiempo político que vive Euskadi la supresión de los derechos civiles de representación de una persona supone una excepción incompatible con el estado democrático.  Además, perseverar en tal inhabilitación, incorporará a la campaña electoral una dosis de incertidumbre, de inseguridad jurídica y de victimismo político que influirá en la opinión pública. Lo vivido en el pasado con las ilegalizaciones y todos somos conscientes de la repercusión pública que aquella desgraciada controversia  tuvo.

Otegi tiene derecho a ser candidato. A presentar sus propuestas, su programa y sus iniciativas. Es más, quienes somos adversarios políticos de su proyecto electoral, reclamamos que Arnaldo Otegi esté presenta en los comicios. Que contraste abiertamente, con normalidad democrática, para que sea la ciudadanía la que libremente le exprese su adhesión o desapego. Que no haya excusa para la clarificación o el sufragio popular y que sea  la ciudadanía vasca la que le quite o dé su confianza. Tanto a él como a la organización política legal a la que representa.  

El segundo caso en el que  se observan preocupantes indicios de sobreactuación es en  la indisimulada presión mediática dirigida a la recién elegida candidata de Podemos a la lehendakaritza; Pili Zabala.

Saltar al escenario político ex novo tiene sus riesgos y en cierta medida es lógico el interés de los medios de comunicación por conocer en profundidad el perfil y las ideas de la nueva aspirante. Pero lo razonable tiene un límite.  Pili Zabala –para ella todos mis respetos- es candidata de Podemos porque así lo han determinado sus bases. No por ser víctima –que lo es-. Y mucho menos por la apelación a la “cal viva” como ha señalado desafortunadamente algún periodista  indigno.

 A ella, a Zabala, le asiste el derecho a hablar o a guardar silencio. Y si prefiere no pronunciarse sobre la independencia de Euskadi, el abertzalismo de sus ideas o cualquier otra cuestión , está en su legítimo derecho. Lo requiera “El Mundo”, la cadena “SER” o cualquier otro medio de comunicación.  Hoy, Zabala representa a una formación política que, se quiera o no, cuenta con un notable respaldo popular en Euskadi, y se merece el respeto democrático de todos.

Vista con perspectiva la presión ejercida contra esta candidata parece como si, de partida, se pretendiera someterla a un encasillamiento premeditado que la identifique con esos estereotipos  con los que  determinados opinadores simplifican la realidad política vasca. Convertirla  en un fetiche más no es propio de la sociedad vasca y sí de  la cultura política de estercolero que se prodiga en la “capital del reino”. Así que, es exigible un poco de respeto. 

Pili Zabala y Arnaldo Otegi, cada cual en su proyecto, deben poder presentar sus credenciales libremente a la ciudadanía vasca. Libres de presiones y sin que contra ellos se forme premeditadamente estados de opinión que coarten sus palabras o sus silencios.

Las elecciones vascas deben ser lo que siempre fueron, un escaparate transparente de ideas y de proyectos.  No un campo embarrado en el que competir con descalificaciones estériles. Porque si lo importante es buscar la adhesión y el respaldo del electorado, también resulta fundamental no derribar puentes ni cerrar puertas que permitan, pasado el momento de votar,  tejer afinidades que conciten acuerdos amplios en beneficio de la ciudadanía.

Si los partidos políticos vascos se hubieran comportado como lo están haciendo los españoles en su ámbito, Euskadi no habría tendido un gobierno desde el año 1986, fecha en la que comenzaron los pactos entre diferentes que han perdurado hasta nuestros días.

Preservar esa singularidad de diálogo, de acuerdo, es responsabilidad de todos. De los nuevos y de los antiguos. A todos, una vez más, bienvenidos  al contraste democrático. Un contraste soberano en el que el nacionalismo aspira a reeditar liderazgo mientras que otros vienen con la legítima aspiración de desalojarlo del  Gobierno vasco. Unos son nuevos en el intento y otros lo ansían desde hace años, sin éxito.

Que cada cual  presente su aval y su compromiso. En igualdad de oportunidades.
El PNV no abonará esta deriva. Su propuesta  será reconocible e intentará centrar la atención del electorado en Euskadi. El vigor de su experiencia, la eficacia  de quien ha navegado en aguas agitadas y siempre ha conducido la embarcación a puerto, le hacen fiable. Pero quien le espere anclado en el rédito pasado se equivoca. El PNV, como Ulises en su viaje a Ítaca, sabe que para llegar lejos hay que mirar adelante y huir de los cantos de sirena.

El ruido de alrededor no debe despistarnos ni confundirnos. Es hora de centrarse exclusivamente en Euskadi. Miremos a Euskadi.

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