sábado, 17 de septiembre de 2016

SALIRSE DEL TIESTO

En toda contienda electoral  hay episodios que se salen del tiesto. Cuando lo que está en juego es el acercamiento de los indecisos a uno u otro voto, lo más lógico es que sea el contraste de ideas, de programas, lo que centre el esfuerzo de las formaciones políticas. Convencer para vencer en las urnas

Esta dinámica racional casi nunca tiene una plasmación  coherente en las agendas. Alguno diría que si las campañas se ceñirían a ese esquema, los partidos aburrirían al personal no logrando su atención ni su sentimiento pasional. Y al final, el ejercicio del voto es mucho más que una práctica racional. 

Es, en definitiva, pasión. Un acto de fe en el que el votante  decide a medio camino  entre lo que le dicta la cabeza y el impulso del corazón  (en ocasiones también se vota con las tripas o con los pies).

Teniendo en cuenta la experiencia de los últimos meses y el poco edificante espectáculo llevado a cabo en el ámbito del Estado español, podíamos haber esperado que la campaña vasca se hubiera contagiado de la toxicidad del entorno. Algo de ello ha habido, pero por el momento, los protagonistas vascos han conseguido aislar, relativamente, el ruido y la contaminación de los vecinos.

Cumplido ya el ecuador de la carrera hacia las urnas, cabe extraerse la conclusión de que la “contienda” discurre por cauces extraordinariamente correctos. Unos y otros exponen sus respectivas ofertas en escaparates  públicos. Sin grandes sobresaltos ni tensiones fuera de lugar. Dicho esto, sí me parece oportuno dejar constancia de varias circunstancias que se han salido del tiesto y que, sería conveniente aislar.

La primera de ellas se corresponde a los ataques que diversas sedes de los partidos políticos han sufrido por quienes se siguen obstinando en una dinámica de presión y de larvada violencia insoportable. Son núcleos irreductibles, nostálgicos de la “borroka” que no terminan de admitir  que la libertad y los derechos humanos se defienden por vías exclusivamente pacíficas y democráticas.  Afortunadamente quienes protagonizan estos actos de sabotaje son una minoría  exigua. Minoría sí, pero insoportable.

El segundo intento  de incidir en la campaña desde la acción exterior tiene que ver  con una determinada acción sindical  que bajo el paraguas de una legítima defensa de los intereses de los trabajadores ha pretendido, de un tiempo a esta parte, ejercer una presión que iba más allá del estricto ámbito laboral.  La tensión programada ha tenido y tiene como punto crítico el sector público o parapúblico. Larguísimos conflictos, soportados por el colchón de la llamada “caja de resistencia”,  se siguen manteniendo sin visos de negociación y acuerdo. Las protestas han ido creciendo en una derivada que parecía tener, en el mes de octubre, su cenit de confrontación con las instituciones vascas y su principal soporte político, el PNV.  En esta línea, y sin que haya tenido especial relevancia en la opinión pública, se han prodigado escraches contra responsables institucionales, campañas que lindaban la difamación  y , lo que es más grave, el abandono de servicios básicos que han perjudicado gravemente la calidad de vida y la atención de personas mayores  dependientes –huelga del personal de residencias en Bizkaia- .

A esta dinámica le ha faltado tiempo para  acentuar la tensión y condicionar el clima político-electoral. La convocatoria de las urnas en la última semana de septiembre (en agosto las protestas y las huelgas se fueron de vacaciones) ha restado efectividad a la estrategia, pero todavía veremos, en los escasos días de campaña que restan, signos evidentes de esta maniobra. Sin ir más lejos, el próximo martes día 20, ELA y LAB han convocado una manifestación  en Vitoria, con final en la sede de la lehendakaritza en contra del acuerdo alcanzado en la mesa del diálogo social. La movilización  puede tener su lógica, en tanto en cuanto los sindicatos mayoritarios no han participado –por voluntad propia- en el acuerdo (ni tan siquiera en su fase de negociación). Pero su convocatoria, a escasos cinco días de que los vascos acudamos a las urnas, desprende un inconfundible sesgo político. No parece que en esta ocasión lleguemos a escuchar  aquel mensaje de 2008  de “les vamos a echar”, dirigido al Gobierno vasco de Ibarretxe, pero la intención de los convocantes puede ser similar.  Habrá que ver.

En lo que a la campaña política propiamente dicha y a la responsabilidad de los partidos, he encontrado tres hechos de difícil digestión.

El primero de ellos es la estúpida campaña orquesta desde el anonimato de las redes sociales contra la candidata de Elkarrekin Podemos, Pili Zabala y su casa familiar  de Zarautz.  No es entendible que se utilice el juego sucio  y el ataque contra la intimidad de las personas para desacreditarlas en un escenario de contraste político. Cada cual tiene derecho a vivir como quiera y donde quiera si lo hace bajo el principio de honestidad y legalidad. ¿ A quien le importa cómo es la casa de fulanito o menganito  si su propiedad es fruto de una actividad honrada y legítima?. El pecado de la envidia o el curioseo de chisme y entretenimiento no han estado detrás de este episodio. Para eso ya existen “realitys” televisivos y revistas rosas.   La maledicencia propagada en las redes sociales, que ha terminado en las páginas de los periódicos y ha entrado de lleno en la actividad de campaña,  no ha sido sino un burdo intento de descrédito personal y político. Y eso es intolerable. Confío en que esta desviación maquiavélica  acabe ya y no deje poso alguno en el procesamiento intelectual que los ciudadanos deban hacer a la hora de decidir su voto. 

El segundo elemento que ha contrariado a propios y extraños ha sido la utilización del euskera como arma de batalla en la captación del voto. El PSE y su secretaria general, Idoia Mendia,  han pretendido matizar que su propuesta solo se ceñía al ámbito la función pública. Pero la sal gorda en el mensaje, los videos, los espacios publicitarios y hasta las primeras explicaciones que vinculaban la lengua vasca con la discriminación han hecho un flaco favor a la convivencia plurilingüe de los vascos.

Los derechos lingüísticos de las personas que aquí vivimos deben ser salvaguardados por la Administración  y ésta debe  ofrecer a la ciudadanía garantías y recursos  suficientes para que  cualquiera pueda expresarse, manifestarse y utilizar cualesquiera de las dos lenguas oficiales existentes en la Comunidad Autónoma.  Lo contrario sería una anomalía, un déficit democrático y una vulneración de los derechos básicos que nos asisten. 

Con la politización del uso del euskera, con su presentación pública como elemento de discriminación social, Mendia ha patinado. Pero, más allá de su error, que seguramente pagará en las urnas,  ha dañado gravemente un consenso que creíamos sólido y que, deberemos recomponer lo más rápidamente posible. 

La tercera y última salida de tiesto observada hasta ahora, resulta menor y tiene que ver con la capacidad reactiva de quienes no encuentran su discurso y buscan, mediante artimañas, hacerse un sitio utilizando los codos.  Me refiero a la insólita apropiación que la Izquierda Abertzale ha pretendido de la figura y bagaje político del lehendakari Ibarretxe.

El intento de apropiación de la figura de Ibarretxe por parte de EH Bildu, a parte de ser un gesto zafio, evidencia su incomodidad con su propia estrategia. Basta con que Ibarretxe aparezca en un acto del PNV para que el hazmerreir de la ocurrencia sea general. 

No hará falta recordar el comportamiento de la Izquierda Abertzale con el Nuevo Estatuto Político (tres  votos a favor y tres en contra) o de la Ley de Consulta  (un solo voto favorable y siete abstenciones). Tampoco habrá que recuperar los diarios de sesiones parlamentarios para releer las aceradas críticas de Otegi al entonces lehendakari.  Ni recordarle al señor Pello Urizar su negativa a reeditar la coalición entre PNV y EA con Ibarretxe a la cabeza. Una negativa que imposibilitó y rompió una lista única. 

No. No será preciso echar la vista atrás. Tenemos la memoria fresca y aún nos acordamos de cómo se comportaron entonces  los representantes de la Izquierda patriótica. Hoy, como siempre,  la Izquierda Abertzale representada por EH Bildu llega tarde. Nueve años tarde para reivindicar al Lehendakari Ibarretxe.  Esperemos que no tarde tanto tiempo en reivindicar al Lehendakari Urkullu. 

Sí. Ya sé. Urkullu no es Ibarretxe. Pero Ibarretxe sí es Urkullu.  

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