sábado, 10 de septiembre de 2016

¡VAYA BANDA!

Vaya banda. Idoia Mendia y los suyos han editado un video en el que tratan de identificar el discurso de los partidos abertzales como un “raca-raca”  repetitivo.  A mí no se me hace tanto. Más me parece que los socialistas vascos, y concretamente su secretaria general, solamente tienen oídos para escuchar lo que quieren. Será un problema de “sonotone”. 

Lo que no tiene un pase – y a eso e refería con lo de “banda”- es la cansina cantinela que unos y otros vienen repitiendo en relación a la vinculación de las elecciones vascas con el proceso de investidura español.

Me duelen los oídos de tanta estupidez. Dicen, desde una ignorancia que quita el hipo, que el PNV, tras las elecciones autonómicas, puede necesitar de los votos del PP para proclamar lehendakari a Urkullu. Y, que en esa tesitura, los nacionalistas  se replantearían su negativa a Rajoy a cambio de los votos del PP vasco. 

Tal hipótesis la repite todo quisque. Desde el tertuliano más osado al portavoz parlamentario con menor rigor.  De tanto decirlo, se ha convertido como una leyenda urbana. De esas que plasmada un día en un periódico se convierte en verdad incontestable. Algo así como los 2.500 millones de euros de fraude fiscal que, según el catedrático Zubiri, se dan en Euskadi tras un proceso de alquimia matemática.

Sea como fuere, y porque aquí nadie parece contrastar la veracidad de las informaciones,  (si se supiera cuanto y dónde está el fraude, los inspectores fiscales no dudarían en atacarlo), las ocurrencias terminan convirtiéndose en dogmas incontestables.  Eso es lo que ocurre en el caso de la elección parlamentaria del lehendakari y su vinculación con la investidura española.

Todos los legos opinadores que han abonado tal tesis dan por hecho que los procesos parlamentarios de elección de España y Euskadi son iguales. Que la posibilidad de un bloqueo –más votos en contra que a favor de un candidato- es idéntica. Y nadie de la larga lista de  quienes conforman la “opinión publicada” se ha tomado la molestia de leer –digo leer, no estudiar- qué dice la normativa vasca al respecto.  El reglamento del Parlamento Vasco en su artículo 165  determina los requisitos necesarios y el mecanismo para elegir a la figura del lehendakari. Así, tras la convocatoria del pleno, “los grupos políticos con representación parlamentaria presentarán ante la Mesa del Parlamento, a través del respectivo grupo parlamentario, sus propuestas de candidato o candidata con una antelación mínima de 72 horas respecto al inicio de la sesión plenaria”.  

Cumplido ese trámite, los candidatos-as presentados expondrán su programa. Finalizado el debate y establecido el horario de reanudación de la sesión, se procederá a la votación. Para resultar elegido/a el-la lehendakari, se requiere en primera vuelta mayoría absoluta. “Si ninguno de los candidatos o candidatas alcanzara la mayoría absoluta, se repetirá la votación en el plazo de 24 horas y será elegido o elegida lehendakari el que de entre ellos obtenga el mayor número de votos”.  Las votaciones serán nominales y los parlamentarios deberán responder “con el nombre de uno de los candidatos, o bien declararán que se abstienen”. Luego no hay “síes” y “noes”.  No hay votos “a favor” y “en contra” como existe en el Congreso. No hay, por lo tanto, opción al bloqueo. 

Esa es la realidad. La verdad monda y lironda en lenguaje cervantino. 

Quien de entre los tertulianos han conocido este extremo no han podido  sino quedarse con la boca abierta, engullendo amargamente el dogma instalado. Quien ha pretendido seguir viviendo en la ignorancia ha preferido seguir fabulando, sin más sentido que el propio engaño. 
En lugar de plantearse que el procedimiento vasco se copiase y llevase a una reforma exprés de su sacrosanta Constitución, para desatascar el tapón de investidura, formado –no lo olvidemos- por la irresponsabilidad de su clase política, prefieren vivir y propagar la idea de la “vinculación” de elecciones. Un “quid pro quo” inexistente e imposible. Allá ellos. 

Como los lectores habrán observado, ha empezado la campaña electoral. El preludio, afortunadamente, ha sido breve y escaso. La gente está a otras cosas. A lo que importa. La vuelta al cole, la reposición de la despensa, el síndrome post-vacacional…el trabajo. Los que llevan meses dando un espectáculo bochornoso siguen a lo suyo. Ahora será Euskadi su plataforma escénica. 

Rivera vendrá seis veces en quince días. Sánchez ya vino a Donostia, en la previa de las regatas. Pero volverá. Iglesias hará de telepredicador en Barakaldo. Y Rajoy, ¡ay Mariano!. No se sabe. Si acudirá una o dos veces. Como buen gallego, maneja la incógnita como nadie. 

Los primeros “espadas” del vodevil madrileño dejarán su huella. Y junto a ellos, toda una pléyade de palmeros que tratarán de incidir en el electorado no para gobernar en Euskadi sino con el ansiado deseo de mejorar sus posiciones en la carrera a la Moncloa. No me parece mal que vengan. Al contrario. Espero que prodiguen sus actos en esta tierra de “indómitos vascones”.

No soy muy amigo de creer  los datos que auguran las encuestas. Creo, y que me perdonen los sociólogos, todas tienen puntos opacos. Pero de los conocidos estos días, me quedo con sensaciones. Y para no pecar de quien barre para casa, voy a resaltar  una  conclusión reflejada en el estudio del CIS. 

De los tres mil vascos encuestados, el 59% considera que la situación general del País Vasco es “buena” o “muy buena”. Otro 33% la considera regular. Y solamente un 7,5% valora la situación de Euskadi como “mala” o “muy mala”.

Hecha la misma pregunta en relación a España, las tornas cambian. Quienes ven la coyuntura en positivo solo suman el 3,7% de los interpelados. La ven “regular” el 31,2%. Y creen que es “mala” o “muy mala” casi el 65%. 

Conclusión; Euskadi no es un oasis. Es, simplemente,  diferente y quienes aquí vivimos sentimos esa distinción de manera positiva. 

A tenor de esa tendencia, mucho van a tener que afanarse los paracaidistas de los partidos estatales  para  hacer cambiar de opinión a los electores de Euskadi. Su modelo, su ejemplo, su España, está penalizada en el imaginario colectivo de este país. Y defenderlo, sacar pecho o ponerlo como referente no hará sino condenar a sus franquicias electorales vascas al borde de la irrelevancia política.

Segunda consideración; Desde Euskadi, los denominados “emergentes” – “alternativa fresca” que ha acuñado Pili Zabala-, cuestionan la sensación de “buen balance” que de la situación general  de Euskadi hace la mayoría sociológica hoy encuestada. Negar la evidencia –el contraste a favor de Euskadi respecto a España- es un signo de inmadurez. Insistir en ello, un insulto a la inteligencia. 

Los “morados” atacan el “conformismo” del partido gobernante en Euskadi, acusan al Parlamento y al Gobierno vasco de “no haber estado a la altura de la sociedad vasca”   y se aprestan buscar un espacio electoral de contestación social ante la “dejadez” del PNV.  Sus propuestas hasta ahora escuchadas no van más allá de la consigna o el titular.  Más ayudas sociales, menos desigualdades, lucha contra el fraude (con policía específica).  Generalidades  que caben en los 140 caracteres de un tuit. 

Algo más tendrán que avalar si su intención es “desalojar al PNV de Ajuria Enea”. Su solvencia está en juego.  Simpatía es una cosa. Confianza, otra muy distinta.  Sobre todo cuando se es incapaz de cumplir lo prometido.

Nagua Alba, había anunciado la firme decisión de “Podemos Euskadi” de formar un grupo parlamentario propio en el Congreso de los diputados. Querían ser una voz de Euskadi en Madrid. Ni grupo, ni grupúsculo, ni voz.  Durante la investidura de Rajoy, hablaron las confluencias. “En común Podem”,  las “mareas” y “Compromis”. Alba y los suyos, se sumergieron  tras Iglesias.  

Ahora quieren volver a la superficie. Han preguntado al gobierno de Rajoy sobre Hiriko, la lonja de Pasaia, las licencias del fraking o las obras del TAV (no preguntan sobre el cumplimiento de los trabajos sino sobre  la necesidad de un proceso participativo). Creen que con estas preguntas incomodarán al PNV y erosionarán su imagen. ¡Toma campaña!.

Creíamos que pronto olvidaríamos la política-espectáculo de Maneiro. Nos equivocamos. A este paso, Podemos, puede convertir la próxima legislatura parlamentaria en un circo con tres pistas.  Esperemos que el electorado lo descubra antes de votar.

Lo dicho, ¡vaya banda!. 

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