“Ante
Dios humildemente, en pie sobre tierra vasca…”. Hace ochenta años , bajo el
árbol de Gernika se escuchó por primera vez esta cita. La pronunció Jose
Antonio Agirre, el primer lehendakari de Euskadi. El país vivía momentos
excepcionales. Trágicos. De supervivencia. Asediados por las tropas
rebeldes, amenazados por el fascismo, se
constituía el primer Gobierno vasco.
Hoy,
ochenta años después, somos incapaces de imaginar la gravedad y la
trascendencia del momento. Un país en
guerra, con la población civil amenazada por los horrores de la acción militar.
Sin medios materiales para hacer frente aquella agresión. Con el miedo metido
en el cuerpo, una generación de mujeres y hombres dio un paso adelante y, por
encima de ideologías, de diferencias y hasta de credos , se ponía al frente de
una sociedad que necesitaba un liderazgo firme que la representara.
Nacionalistas, republicanos, socialistas, anarquistas y comunistas, juntos en
un gobierno de concentración nacional frente al terror.
Las
bombas pudieron más que el ejercicio compartido de libertad que supuso aquel
gobierno. Y la historia condujo a este país a la humillación, al castigo y a la
represión. Pero no al sometimiento. Lo
había advertido Agirre cuando al límite de sus fuerzas, en Turtzios,
empujado al exilio por el avance de las tropas franquistas dijera
aquello de ”El territorio habrá sido
conquistado; el alma del Pueblo Vasco, no; no lo será jamás”.
En la Euskadi
de hoy, en el siglo XXI, hay muchos vascos y vascas que desconocen este pasado.
Creen que la libertad y el progreso que hoy disfrutamos es fruto de conquistas sociales de una democracia que siempre existió. Y no.
La Euskadi de hoy es consecuencia del sacrificio y la entrega de generaciones
como la de Agirre que antepuso el bien común a su seguridad y bienestar
personal. Generaciones que lo dieron
todo para que este país pudiera seguir viviendo y soñando con un futuro
pletórico.
Vi el
pasado jueves el documental emitido por ETB, “En busca de Agirre”. Y me
emocioné como hacía tiempo no lo hacía. Confío en que muchos más lo visionaran.
Para albergar en sus corazones en tributo de agradecimiento que esta sociedad
en su conjunto debe a quienes hace ochenta años “juraron cumplir lealmente su
mandato”.
Hoy, en
unas circunstancias completamente diferentes, Euskadi asiste a los prolegómenos
de la constitución de un nuevo Gobierno vasco. Nacido en democracia y de la
democracia.
El
Partido Nacionalista Vasco, como fuerza
política mayoritaria, ha desplegado durante los pasados días un diálogo identificativo de posiciones con todos los
partidos presentes en el nuevo arco parlamentario. La ronda de contactos ha
concluido con la expresión voluntaria de dos formaciones –las que se encuentran
en los extremos de un imaginario plano político- de desarrollar labores de
oposición. Con Elkarrekin Podemos y el
Partido Popular fuera de cualquier ecuación de acción de gobierno, el PNV ha
decidido intensificar su interlocución
con EH Bildu y el Partido Socialista de Euskadi. Por primera vez en la historia
reciente, la gobernabilidad y los
acuerdos de país se abren a dos opciones
(además del PNV se entiende). Y esa novedad nos revela que la normalidad
democrática se va imponiendo en Euskadi.
El PNV
ha presentado a todas las formaciones políticas un decálogo de ejes a compartir
en la próxima legislatura. Objetivos que van desde la reactivación económica y
el empleo hasta el autogobierno, pasando por el acuerdo educativo, el euskera,
la sanidad o la paz y la convivencia.
Del grado de sintonía que se observe de esta propuesta programática
dependerá la fórmula de gobernabilidad
que la nueva legislatura configure. Sin apriorismos ni vetos. Lo importante es
para qué gobernar y no cómo ni con quien se gobierna.
El PNV
dijo, la misma noche del recuento electoral, que no perdería un minuto para
poner en marcha las nuevas instituciones. Tal intención está siendo cumplida. Sin prisa ni ansiedad,
pero con pulso firme. La semana entrante se procederá a la acreditación de los
nuevos parlamentarios, y el reloj de la nueva legislatura comenzará su marcha
efectiva. Las conversaciones entre el
PNV y los otros dos actores –EH Bildu y PSE- entrarán en un segundo estadio.
Sin tanto foco público y con más dedicación interna. Y, para finales del
próximo mes, según una primera intención, Euskadi pudiera estar en disposición
de tener un nuevo gobierno. Gobierno y
liderazgo a pie de calle. Siguiendo el testigo de aquel primer ejecutivo vasco
cuyo ochenta aniversario acabamos de conmemorar.
Pili
Zabala no será “lehendakari”. Pero le han nombrado presidenta. El Consejo
Ciudadano de Euskadi, máximo órgano de “Podemos” en la Comunidad Vasca, así lo
ha decidido. Solo falta la aprobación de Ezker Anitza-IU y Equo , las otras dos
formaciones que confluyeron en las listas electorales de “Elkarrekin-Podemos”
para hacer efectiva la designación dentro del grupo parlamentario a constituir
en la próxima legislatura de la Cámara de Gasteiz. Presidenta del grupo
parlamentario. No será su portavoz, la cabeza visible de la formación en la
nueva singladura legislativa. Esa función está reservada a Lander Martínez, el
joven emergente que comparte triunvirato
en la formación morada junto a Nagua Alba y Eduardo Maura.
Tras
los fichajes fallidos de Garbiñe Biurrun y otras alternativas no explicitadas
públicamente, “Podemos” encontró en Pili Zabala
a la candidata independiente que
intentara atraer a una parte del electorado
desencantado por la “vieja política”. Un liderazgo distinto que ayudara a “refrescar” la imagen partidaria,
tan desgastada en determinados ámbitos y que abriera las expectativas
electorales de “Podemos” a amplios
“caladeros” de votos.
Pili
Zabala asumió su candidatura con entusiasmo. Más allá de su bisoñez política
que , en sí misma, era un hándicap y ,
al mismo tiempo, una oportunidad, tuvo un protagonismo y una dedicación en
campaña digna de elogio. No era fácil irrumpir desde la nada y
enfrentarse al escaparate público frente a adversarios de dilatada trayectoria
política como Urkullu, Otegi, Mendia y Alonso. Sin embargo, con errores y
aciertos, Pili Zabala consiguió abrirse un hueco y darse a conocer.
Los
resultados electorales de “Elkarrekin-Podemos”, pese a la satisfacción manifestada
por sus dirigentes, no cubrieron las expectativas. No olvidemos que el punto de
partida que ellos mismos se pusieron fue
el “desalojo del PNV” del liderazgo del país y el saldo de su propuesta fue la
tercera posición en el ranking electoral
definitivo (a más de 241.000 votos de diferencia de los jeltzales). Poca
responsabilidad puede achacarse a Pili Zabala en el resultado final obtenido. No fue ella quien guionizó la campaña, quien dirigió la estrategia. Ni tan siquiera quien
determinó los mensajes básicos. Fueron otros los que cegados por los éxitos
precedentes –elecciones generales-
determinaron qué hacer, cómo hacerlo e, incluso, decidieron el perfil de su
candidatura.
Pasada
la resaca de los carteles, las soflamas, los debates y las apariciones públicas, cerrada la batalla por la captación de
adhesiones y sufragadas éstas, llega ahora el momento de ejercitar la acción
política. La hora de la verdad. Y en esa cita, Pili Zabala no termina de
encajar en el esquema de “Podemos”. La “frescura” no tiene sitio y se necesitan
protagonistas con más escamas, con más
perfil ideológico. Es el momento en el que la “nueva política” abandona la
utopía y se convierte en “vieja”,
adoptando decisiones “prácticas” como la designación de un portavoz reconocible
y de pedigrí genuinamente orgánico.
Ya lo
dijeron sin rubor cuando vetaron a Mikel Arana en sus listas. Su perfil no se
ajustaba al que “Podemos” pretendía.
Ahora, con Pili Zabala, más de lo mismo. Su “liderazgo” valía para una
campaña. No para cuatro años de gestión política parlamentaria.
Después
de haber exprimido al máximo su imagen, de haberle dado un protagonismo
superior en una estrategia de estética
política a Pili Zabala le han pretendido dar un premio de consolación; será la
presidenta del grupo parlamentario. Una presidenta sin voz. Sin funciones
definidas ni concretas. El partido de la “gente” vuelve a quitarse el disfraz quedando como lo que es, una organización de
élites en la que unos pocos, muy ideologizados, lo controlan y deciden todo. Modernos en la formas pero
viejunos en el fondo. Líderes del
artificio.
¿Qué hubiera pasado si el Gobierno Vasco del 36 se hubiera sumado, aceptado, permitido, asumido (elíjase el verbo que se prefiera) el golpe militar amparado en la defensa del catolicismo?
ResponderEliminarSe hubiera renunciado al estatuto, se habría mantenido el concierto y... ¿y qué más? tal vez nada más. Unos cientos de comunistas fusilados y ya.
¿ha hecho el PNV alguna vez esa autocrítica?
Me gusta tu blog.
otro basauritarra de los primeros 60s