Vayamos a la casuística concreta. ¿Qué ocurre?. Pues que desaparecen sin dejar rastro. En el tránsito que va de la cesta de la ropa sucia a la lavadora y de ésta al montón de planchado y al cajón de la mesilla (su albergue natural), los condenados se esfuman. Se desvanecen como por efecto de magia. Son los calcetines. Una vez usados, se vierten con el resto de la ropa en un cestaño. De allí se envían a la lavadora para su rehabilitación higiénica. Y, a continuación, como si en mi domicilio entrara David Copperfield, se ejercita un halo de ocultismo.
No es que aparezcan en otro lado como si no encontraran el camino de vuelta al cajón de origen. Lisa y llanamente, los calcetines dejan de existir. Bien es cierto que, en ocasiones, se da la circunstancia de que la pérdida no es total, que las prendas vuelven físicamente a la realidad material. Pero, en ese viaje de vuelta, algo ocurre pues les hace reincorporarse de manera desparejada. En mi caso, éste es un fenómeno difícil de advertir ya que todas las medias que utilizo son de color negro y darse cuenta de que las dos unidades que componen el par son de origen diferente resulta complicado. Pero sí, muchas veces, un calcetín nada tiene que ver con el otro. Bien porque resulte más nuevo, más usado, más flexible o porque el color ha perdido vivacidad. ¿Qué demonios ocurre en ese corto espacio que va del cesto de la ropa sucia a la lavadora y de ésta a la cómoda?. ¿Los calcetines tienen vida propia?.
Estoy muy intrigado. Los calcetines desaparecen y, por mucho que me obstine en reponer pares nuevos, el retorno siempre resulta deficitario. Así que me he propuesto iniciar una pesquisa que analice pormenorizadamente los sitios por los que estas prendas deambulan en el proceso de limpieza. ¿El cesto tendrá un doble fondo en el que los calcetines sucios se esconden?. ¿Se habrá convertido la lavadora en un electrodoméstico fagocitador de prendas?. O quizá, ¿la marca textil que utilizo ha creado calcetines biodegradables que se desintegran para provocar un incremento en el consumo de nuevas piezas?. ¿Cómo es posible de que de tres pares –seis piezas- solo encuentre tres y cada cual sea de un padre y una madre? ¿Acaso mis pies son disolventes?
No encuentro respuestas y eso me tiene alterado. ¿Qué puede ser lo siguiente? ¿Qué la ropa interior cobre vida propia? ¿Bragas y calzoncillos en universos paralelos entremezclándose en un cuadro de libertinaje?. Sería la caraba.
No es cuestión baladí. Ni una ensoñación. Son problemas reales a los que debo encontrar una solución. ¿Dónde había escuchado yo esta cita?.
Previsiblemente, el próximo jueves, el Parlamento Vasco investirá a Iñigo Urkullu como nuevo lehendakari de Euskadi. Habrán pasado sesenta días desde que los vascos de la Comunidad Autónoma fuimos a las urnas y votamos libremente. Sesenta días sin ruido. De tránsito normal. Sin escenificaciones alucinantes de unos y otros compitiendo por teatrillos de pasatiempo e impostura.
Algunos –PP y Elkarrekin Podemos- se ha quejado del “secretismo” con el que se han llevado los trámites que conducirán al establecimiento del nuevo gobierno vasco. Han estado meses y meses tocando el arpa en Madrid, con repetición electoral incluida, y aquí se quejan de que no haya habido ni ruido ni aspaviento. Y, además, todo apunta a que, en el final de trayecto que queda, de aquí al jueves, se certificará un acuerdo de amplia base que dé estabilidad al futuro gobierno. Sin estridencias, sin espectáculo y, además, efectivo. Ya lo decíamos; Euskadi es diferente. Y que lo siga siendo.
Urkullu volverá a ser lehendakari. Su pretensión es mirar al futuro. Dar pasos adelante que posibiliten que el conjunto de la sociedad vasca aproveche el tiempo y tenga una oportunidad para mejorar. No va a ser sencillo. Sobre todo si en el camino nos encontramos con quienes añoran el pasado y encaminan sus acciones para obstaculizar el éxito de ese nuevo tiempo.
Lo que alguien pretende hacer en relación con los sucesos de Altsasu –agresión a dos jóvenes parejas (guardias civiles y acompañantes) en ambiente tabernario y noctámbulo- no tiene un pase.
Desconozco los pormenores del brutal ataque. Injustificable, condenable y sancionable. Pero de ahí a interrumpir una investigación judicial natural, trasladarla a la Audiencia Nacional y pervertir el procedimiento en un sumario de terrorismo, con encarcelamientos preventivos y la amenaza de un nuevo proceso judicial en el que todo se asimile a ETA, es una sinrazón delirante. Y, lo que es peor, una provocación a la normalidad democrática.
Todo empieza a resultar inaudito en este caso. Los desmentidos a las primeras prácticas testificales, la recalificación de los presuntos delitos –pasando del “odio” al “terrorismo”- Todo es, o parece ser, una exageración fabricada. ¿Cómo entender que se dicte auto de prisión provisional para una persona, bajo el riesgo de fuga si el acusado se presentó voluntariamente a declarar ante el juzgado acompañado de su letrado?. ¿Cómo argumentar que el movimiento “ospa hemendik” o “alde hemendik” reivindicativo de la salida de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado de Euskadi está incardinado en la estrategia terrorista de ETA?. ¿Cómo buscar un vínculo entre los ahora detenidos y la “Alternativa KAS”, si los cinco puntos de dicha proclama se explicitaron hace ya cuarenta años?.
Yo mismo he defendido, y defiendo, sin que nunca haya simpatizado con ETA y sus satélites, sin que haya agredido a nadie ni expresado voluntad de odio contra nadie, la salida de Euskadi de la Guardia Civil y la Policía Nacional. ¿Somos acaso sospechosos se connivencia con ETA quienes pretendemos una adecuación policial a los ámbitos marcados por el Estatuto de autonomía y las instituciones vascas?. ¿Somos criminales quienes, en puro ejercicio democrático expresamos un deseo de adecuación policial al marco legal una vez concluida la excepcionalidad del terrorismo?
¡Júzguense los hechos como se deben!. ¡Penalícense, si es el caso y las pruebas lo demuestran, los presuntos delitos observados en una actividad de fuerza!, Pero que no se retuerza el procedimiento para hacernos volver al pasado. Para volver a la excepcionalidad, a los macrojuicios, a la agitación, al conflicto.
Tengo la impresión de que quienes dicen representar un relato de “vencedores y vencidos” son incapaces de darse cuenta de que la violencia y ETA ya fueron derrotadas. Son incapaces de encontrar un nuevo tiempo de convivencia al margen de la confrontación y del “ardor guerrero” del pasado. Por eso necesitan resucitar a un “enemigo” que seguir combatiendo. Un “enemigo” al que seguir venciendo cada día, aunque para ello arruinen las expectativas de cambio que esta sociedad está empezando a cimentar. Paradojas de la vida. Ganadores que no saben que lo son y perdedores que cada día que pasa demuestran su mayor debilidad.
Acompañaría a desbaratar esta estrategia maléfica de retrotraer la convivencia a la pesadilla del pasado, la certificación plausible de que ETA se acabó. Ayudaría, y mucho, un desarme total, rápido y verificado. Y también, la manifestación de un rechazo sin paliativos a las agresiones injustificables, o a los actos descerebrados de violencia cometidos en el campus universitario por quienes tienen incorporado el matonismo a su forma de vida. No caben las excusas ni la cortedad de miras porque cualquier titubeo será aprovechado por los nostálgicos del ayer para reactivar el conflicto, aunque sea de manera artificial y grosera.
Este país no está para eso. Necesita certidumbres y pasos adelante. Abrir nuevas puertas y escenarios de normalidad y convivencia. Algunos se obstinan en imposibilitar tal oportunidad. Otros, con sus dudas y su falta de claridad, consciente o inconscientemente, les hacen el juego. Llegó el tiempo de no seguir buscando donde se perdieron los calcetines, aunque el ejercicio resulte entretenido y complicado. Es momento ya de ponerse los zapatos y empezar a caminar.
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