lunes, 16 de octubre de 2017

EL ORDENADOR ESTÁ YA ENCENDIDO


 “Ja soc aquí, que diría Tarradellas.  Desde la tercera semana de mayo hasta ahora no he sido capaz de escribir una sola línea. Diría que he estado de viaje. Una marcha involuntaria que me llevó muy lejos. Hasta los alrededores del “otro barrio”. Me dijeron que una bacteria llamada legionella me provocó una neumonía y ésta un “distress respiratorio”. Afortunadamente, poco recuerdo de dicho viaje. Ni de la respiración asistida, la diálisis o del resto de tratamientos.  La sedación  me transportó entre paréntesis. Con recuerdos entrecortados que no distinguen realidad o ficción. Veintiocho días de cuidados intensivos. Inmóvil. Como abducido en una nave extraterrestre cuyo emblema  podía contemplar en el techo. Con tubos por aquí y por allá que me enganchaban a unas máquinas.  Y con la permanente atención de un personal sanitario  excepcional al que le debo, en buena parte, que mi periplo tuviera camino de vuelta.
De aquella experiencia empiezo a ser consciente ahora cuando en mi inconsciente reaparecen  imágenes inconexas de un trance comprometido. Más allá del apoyo de la familia, que siempre estuvo allí y cuyo apoyo en el momento quizá no fui capaz de ponderar, tuve una extraña sensación de soledad. Sensación incierta ya que, recuperada la normalidad, debo reconocer  las numerosísimas muestras de cariño y cercanía que para conmigo he tenido. Pero, en aquel mundo en el que entraba y salía de la sedación, en aquel  modo de aislamiento, en aquella incapacidad para manifestarme, moverme o expresar los pensamientos más sencillos, en ocasiones  la aparente soledad me torturaba y deprimía. Malos sueños. Pesadillas que se truncaron un buen día. No sé exactamente cual. Tampoco si fue por la mañana o por la tarde –la desorientación en el tiempo era frustrante-.  Pero  en una de las visitas restringidas me anunciaron la llegada de un amigo. Era el lehendakari. Procuré estar despierto y forzar  una respuesta, aunque fuera en lenguaje no verbal.  Le vi aparecer en la puerta del box. Y allí ataviarse con la bata, los guantes, la mascarilla  y el resto de elementos exigidos para los encuentros (tras la neumonía y la legionella “capturé” una resistente bacteria  que obligaba a mi incomunicación).  Recuerdo mi emoción. No estaba sólo.  También mi familia política había estado a mi lado en todo momento. Desde el primer día, cuando las informaciones facultativas  resultaron más críticas. Algunos me habían  visto en las restringidas ocasiones que se permitía la presencia de visitas. Otros muchos, dando prioridad al entorno íntimo, se quedaron en la sala de espera de aquella Unidad de Cuidados Intensivos. La angustia del aislamiento fue, como la enfermedad en sí, fue remitiendo y de la depresión pasaba a la euforia sin término medio. Creía en una recuperación rápida. Milagrosa. Bastó un intento, una tentativa  de salir de la cama para descubrir la realidad. Necesitaría de paciencia. Mucha paciencia y trabajo para volver a ser el de antes.  
De la UCI a  la hospitalización. Veinte días más para superar las secuelas pendientes de la enfermedad. Y para observar los estragos provocados por tanto tiempo encamado. Sin fuerzas, sin capacidad motora en piernas y brazos. Aprender a respirar, a hablar, a comer, a ponerme en pie. Diez segundos erguido  era todo un éxito. Dar los primeros pasos con un andador, una odisea.
“Me cagüen la p… nación española” protesté  airadamente ante la petición del fisioterapeuta para que me esforzara en levantarme del sofá. Josu, que así se llama  el mocetón  que motivaba mi ego para que me moviera, me recriminó por la frase. “Aquí no hay protestas que valgan. Eso que has dicho lo escribes en uno de tus artículos si tienes pelotas. Aquí, menos “mecagüen” y más brío ”. Dicho y hecho. Aquí está.  
Perseverancia, paciencia y tenacidad  en la recuperación. Fácil de decir. Difícil de asumir, sobre todo cuando los avances no se observan de un día para otro y la moral se ve minada por la impotencia.
Terminada la hospitalización, mi viaje me llevó a un centro socio-sanitario en el que trabajar la rehabilitación. Era, sin duda, el “inquilino” más joven del acogedor  complejo residencial. En él comprobé que la voluntad mueve montañas. Octogenarios y nonagenarias con múltiples problemas y achaques  subían y bajaban escaleras primorosamente. Mientras tanto yo apenas conseguía alzarme apoyado en una espaldera. Un día y otro. Otro más  de sudor y trabajo hasta casi desfallecer. Recuperando músculo y sensaciones.  Tesón y vocación de sacrificio para, cuanto antes, volver a casa. Jamás me había entregado tanto al ejercicio físico. Y como acicate contaba con el aplauso y el ánimo de los “compañeros” de gimnasio. Un grupo excepcional de longevas almas capaces de sonreír al golpeo de la vida. Agurtzane, la hija del ex alcalde nacionalista de Bermeo, nos cantaba para que nuestro espíritu  se mantuviera alegre, y para que Joseba, el revoltoso de Azkorri, hiciera de improvisado director de orquesta en lo alto de la rampa. Maitena que añoraba volver a su casa de Ea, daba pedales sin parar. Merche caminaba por las “paralelas”  con gesto de dolor. Juan hablaba del Athletic. Juanjo  me hablaba de Galdakao y me descubrió  la amistad que Margari, su compañera, tuvo desde niña con mi madre. En aquellas circunstancias, ambas volvieron a encontrarse. Como una confluencia mágica. Maite peleaba con el maldito cáncer y Pilar, con sus canas y su educación desprendía  positivismo y templanza. Y qué decir de Nicolás. Fuimos “vecinos” en la UCI. Nuestras familias se veían a diario. Nosotros, pese a estar  en el mismo local,  sólo nos conocimos en el centro socio-sanitario.  Vecinos  y residentes en Getxo  como dirían en el antiguo “1,2,3 responda otra vez”. Historias de superación, de lucha vital. De supervivencia. Y al mismo tiempo,  relatos de calamidad, desgracia y vidas golpeadas.
Tardé un mes en salir de allí. Me había propuesto marchar en cuanto recobrara parte de mi autonomía. En cuanto  pude moverme con dos muletas  abandoné el centro. Regresé a casa a mediados de agosto. Tenía que reiniciar mi vida. Seguir donde la dejé en mayo y tirar para adelante.  Me ha costado ponerme al día. Per, ya está. Ya he vuelto.
Mi viaje ha terminado. Felizmente estoy de regreso. Lo he contado porque tuve una sugerencia facultativa de que exteriorizara mi experiencia. Que me ayudaría en el retorno a la normalidad. Y aunque me sonroja  un tanto  airear mis penalidades, esta explicación también me ha servido para justificar mi prolongada ausencia  en las páginas de opinión. Paso por alto muchas sensaciones y matices. Impresiones y hasta sueños recurrentes que han puesto a prueba  mi capacidad de resistencia. Me quedo con lo positivo. Relativizar la realidad. Quedarse con lo importante. Desdramatizar todo aquello que resulte aleatorio. Y buscar sentido a las cosas. Sin desfallecer. Con paciencia.
He vuelto. Reabro el blog . El ordenador está ya encendido.

5 comentarios:

  1. Un abrazo enorme Koldo.....
    Yo también he pasado unos días "malos", pero ya estamos otra vez; en marcha.

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  2. Koldo, se dice Amatxu, no madre. Zorionak alikateeeeee.

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  3. ..desde el MURO EKHUM nuestro APOYO y felicitación.. zorionak Koldo..! (valioso Artículo)

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  4. Koldo, te he echado de menos sobre todo ante los últimos acontecimientos. Me alegro infinitamente por ti y los tuyos.
    Me imagino que el process te habrá tenido entretenido.
    Tu valoración se hace esperar!!!
    El otro día me vino a la mente las jornada de política internacional, que como EGI, realizamos en Alderdi Etxea, hacia el año 84-85.
    No se me olvida el planteamiento Europeísta que el partido esgrimía, del cual era participe, exponente y conocedor del camino que debíamos seguir como Euskadi.
    El otro día Aitor Esteban se lo recordaba a el derechon de Alberto Rivera.
    Como cojones,con perdón, tiene este artista el valor de hablar de Europa a partidos que desde la Democracia Cristiana Europea trabajaron por lo que hoy se conoce como Europa. Te acuerdas de aquellas pegatinas en la que esgrimíamos la estrella numero 13 en la Europa de los 12.
    Babean hablando de Europa y desconocen la historia. Como van a entender a Naciones como la nuestra sin darse un paseo por la historia.
    Como decía Anguita "España cabe en una caja de zapatos" y tiene razón. Solo existe Himno y Bandera "bastante fea por cierto".
    Koldo Ongi etorri!!


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