“Ja soc
aquí, que diría Tarradellas. Desde la
tercera semana de mayo hasta ahora no he sido capaz de escribir una sola línea.
Diría que he estado de viaje. Una marcha involuntaria que me llevó muy lejos.
Hasta los alrededores del “otro barrio”. Me dijeron que una bacteria llamada
legionella me provocó una neumonía y ésta un “distress respiratorio”.
Afortunadamente, poco recuerdo de dicho viaje. Ni de la respiración asistida, la
diálisis o del resto de tratamientos. La
sedación me transportó entre paréntesis.
Con recuerdos entrecortados que no distinguen realidad o ficción. Veintiocho
días de cuidados intensivos. Inmóvil. Como abducido en una nave extraterrestre
cuyo emblema podía contemplar en el
techo. Con tubos por aquí y por allá que me enganchaban a unas máquinas. Y con la permanente atención de un personal
sanitario excepcional al que le debo, en
buena parte, que mi periplo tuviera camino de vuelta.
De
aquella experiencia empiezo a ser consciente ahora cuando en mi inconsciente
reaparecen imágenes inconexas de un
trance comprometido. Más allá del apoyo de la familia, que siempre estuvo allí
y cuyo apoyo en el momento quizá no fui capaz de ponderar, tuve una extraña
sensación de soledad. Sensación incierta ya que, recuperada la normalidad, debo
reconocer las numerosísimas muestras de
cariño y cercanía que para conmigo he tenido. Pero, en aquel mundo en el que
entraba y salía de la sedación, en aquel
modo de aislamiento, en aquella incapacidad para manifestarme, moverme o
expresar los pensamientos más sencillos, en ocasiones la aparente soledad me torturaba y deprimía.
Malos sueños. Pesadillas que se truncaron un buen día. No sé exactamente cual.
Tampoco si fue por la mañana o por la tarde –la desorientación en el tiempo era
frustrante-. Pero en una de las visitas restringidas me
anunciaron la llegada de un amigo. Era el lehendakari. Procuré estar despierto
y forzar una respuesta, aunque fuera en
lenguaje no verbal. Le vi aparecer en la
puerta del box. Y allí ataviarse con la bata, los guantes, la mascarilla y el resto de elementos exigidos para los
encuentros (tras la neumonía y la legionella “capturé” una resistente bacteria que obligaba a mi incomunicación). Recuerdo mi emoción. No estaba sólo. También mi familia política había estado a mi
lado en todo momento. Desde el primer día, cuando las informaciones
facultativas resultaron más críticas.
Algunos me habían visto en las
restringidas ocasiones que se permitía la presencia de visitas. Otros muchos, dando
prioridad al entorno íntimo, se quedaron en la sala de espera de aquella Unidad
de Cuidados Intensivos. La angustia del aislamiento fue, como la enfermedad en
sí, fue remitiendo y de la depresión pasaba a la euforia sin término medio.
Creía en una recuperación rápida. Milagrosa. Bastó un intento, una
tentativa de salir de la cama para
descubrir la realidad. Necesitaría de paciencia. Mucha paciencia y trabajo para
volver a ser el de antes.
De la
UCI a la hospitalización. Veinte días
más para superar las secuelas pendientes de la enfermedad. Y para observar los
estragos provocados por tanto tiempo encamado. Sin fuerzas, sin capacidad
motora en piernas y brazos. Aprender a respirar, a hablar, a comer, a ponerme
en pie. Diez segundos erguido era todo
un éxito. Dar los primeros pasos con un andador, una odisea.
“Me
cagüen la p… nación española” protesté
airadamente ante la petición del fisioterapeuta para que me esforzara en
levantarme del sofá. Josu, que así se llama
el mocetón que motivaba mi ego
para que me moviera, me recriminó por la frase. “Aquí no hay protestas que
valgan. Eso que has dicho lo escribes en uno de tus artículos si tienes pelotas.
Aquí, menos “mecagüen” y más brío ”. Dicho y hecho. Aquí está.
Perseverancia,
paciencia y tenacidad en la
recuperación. Fácil de decir. Difícil de asumir, sobre todo cuando los avances
no se observan de un día para otro y la moral se ve minada por la impotencia.
Terminada
la hospitalización, mi viaje me llevó a un centro socio-sanitario en el que
trabajar la rehabilitación. Era, sin duda, el “inquilino” más joven del
acogedor complejo residencial. En él
comprobé que la voluntad mueve montañas. Octogenarios y nonagenarias con
múltiples problemas y achaques subían y
bajaban escaleras primorosamente. Mientras tanto yo apenas conseguía alzarme
apoyado en una espaldera. Un día y otro. Otro más de sudor y trabajo hasta casi desfallecer.
Recuperando músculo y sensaciones. Tesón
y vocación de sacrificio para, cuanto antes, volver a casa. Jamás me había
entregado tanto al ejercicio físico. Y como acicate contaba con el aplauso y el
ánimo de los “compañeros” de gimnasio. Un grupo excepcional de longevas almas
capaces de sonreír al golpeo de la vida. Agurtzane, la hija del ex alcalde
nacionalista de Bermeo, nos cantaba para que nuestro espíritu se mantuviera alegre, y para que Joseba, el
revoltoso de Azkorri, hiciera de improvisado director de orquesta en lo alto de
la rampa. Maitena que añoraba volver a su casa de Ea, daba pedales sin parar.
Merche caminaba por las “paralelas” con
gesto de dolor. Juan hablaba del Athletic. Juanjo me hablaba de Galdakao y me descubrió la amistad que Margari, su compañera, tuvo
desde niña con mi madre. En aquellas circunstancias, ambas volvieron a
encontrarse. Como una confluencia mágica. Maite peleaba con el maldito cáncer y
Pilar, con sus canas y su educación desprendía
positivismo y templanza. Y qué decir de Nicolás. Fuimos “vecinos” en la
UCI. Nuestras familias se veían a diario. Nosotros, pese a estar en el mismo local, sólo nos conocimos en el centro socio-sanitario. Vecinos
y residentes en Getxo como dirían
en el antiguo “1,2,3 responda otra vez”. Historias de superación, de lucha
vital. De supervivencia. Y al mismo tiempo,
relatos de calamidad, desgracia y vidas golpeadas.
Tardé
un mes en salir de allí. Me había propuesto marchar en cuanto recobrara parte
de mi autonomía. En cuanto pude moverme
con dos muletas abandoné el centro.
Regresé a casa a mediados de agosto. Tenía que reiniciar mi vida. Seguir donde
la dejé en mayo y tirar para adelante.
Me ha costado ponerme al día. Per, ya está. Ya he vuelto.
Mi
viaje ha terminado. Felizmente estoy de regreso. Lo he contado porque tuve una
sugerencia facultativa de que exteriorizara mi experiencia. Que me ayudaría en
el retorno a la normalidad. Y aunque me sonroja
un tanto airear mis penalidades,
esta explicación también me ha servido para justificar mi prolongada
ausencia en las páginas de opinión. Paso
por alto muchas sensaciones y matices. Impresiones y hasta sueños recurrentes
que han puesto a prueba mi capacidad de
resistencia. Me quedo con lo positivo. Relativizar la realidad. Quedarse con lo
importante. Desdramatizar todo aquello que resulte aleatorio. Y buscar sentido
a las cosas. Sin desfallecer. Con paciencia.
He
vuelto. Reabro el blog . El ordenador está ya encendido.
Un abrazo enorme Koldo.....
ResponderEliminarYo también he pasado unos días "malos", pero ya estamos otra vez; en marcha.
Koldo, se dice Amatxu, no madre. Zorionak alikateeeeee.
ResponderEliminarOngi etorri berriz.
ResponderEliminar..desde el MURO EKHUM nuestro APOYO y felicitación.. zorionak Koldo..! (valioso Artículo)
ResponderEliminarKoldo, te he echado de menos sobre todo ante los últimos acontecimientos. Me alegro infinitamente por ti y los tuyos.
ResponderEliminarMe imagino que el process te habrá tenido entretenido.
Tu valoración se hace esperar!!!
El otro día me vino a la mente las jornada de política internacional, que como EGI, realizamos en Alderdi Etxea, hacia el año 84-85.
No se me olvida el planteamiento Europeísta que el partido esgrimía, del cual era participe, exponente y conocedor del camino que debíamos seguir como Euskadi.
El otro día Aitor Esteban se lo recordaba a el derechon de Alberto Rivera.
Como cojones,con perdón, tiene este artista el valor de hablar de Europa a partidos que desde la Democracia Cristiana Europea trabajaron por lo que hoy se conoce como Europa. Te acuerdas de aquellas pegatinas en la que esgrimíamos la estrella numero 13 en la Europa de los 12.
Babean hablando de Europa y desconocen la historia. Como van a entender a Naciones como la nuestra sin darse un paseo por la historia.
Como decía Anguita "España cabe en una caja de zapatos" y tiene razón. Solo existe Himno y Bandera "bastante fea por cierto".
Koldo Ongi etorri!!