No recuerdo yo que Donato se quejara nunca de lumbago. Y eso
que la mayoría de su actividad laboral la dedicó a “tirar de caja”. Es decir,
trasladar pesos de un lado a otro en la
gestión de un autónomo distribuidor de una conocida bebida. No sé exactamente
lo que pesaban aquellas jaulas, primero de madera, luego de plástico, en las
que se expendían, de manera individual dosis de aperitivos que aún sobreviven.
Nunca supe cuantos kilogramos
transportaba en cada mano pero cuando en contadas ocasiones me tocó distribuir
aquel producto, como modestísima aportación al sustento familiar, no me
parecieron livianas aquellas cargas. Creo que mis hermanos, o alguno de ellos,
pueden dar fe de ello mejor que yo.
Lo verdaderamente inaudito es recordar que mi progenitor
jamás se quejó de las consecuencias físicas lumbares de su trabajo. Caja arriba, caja abajo. Con
escaleras o sin ellas. Del camión a la
lonja. De la lonja a la furgoneta y de ahí a los establecimientos. Algún
día contaré mi experiencia con los
tugurios que parecían modernos y almacenaban sus acopios en sótanos inmundos.
Pero esa no es la cuestión de hoy.
Lo que hoy me motiva es un doloroso malestar que padezco en
la cintura, una molestia incómoda que condiciona cualquier movimiento, incluso
mental. Pero nada del otro mundo. Donato, mi padre, sonreiría y con esa sorna
que le caracterizaba me diría; “Eso es de una hernia. Y en tu caso una hernia
de riscal”.
Seguramente tendría razón y es que, de generación en generación,
tengo la impresión que, hemos perdido capacidad de sacrificio. Vamos, que nos
hemos reblandecido, acomodado. De ahí lo del Riscal. Una bodega magnífica.
Donato, que nos dejó ya hace unos años, se sentiría hoy un ciudadano indignado. La experiencia que él
y los suyos vivieron en tiempos complicados, le habrían llevado a exasperarse
con tanta artificialidad e impostura de
quienes nos quejamos de todo y por todo. Y su encabronamiento con la situación general tendría un diagnóstico en clave de ironía.
“Lo que nos pasa –diría- es que hemos tenido un desprendimiento de rutina”. Si
, que no somos capaces de ver la realidad con ojos ciertos. Que preferimos la fábula,
la mentira y la estupidez al sentido común.
Donato no entendería cómo un par de imbéciles se podrían
subir a un tanque y desde el carro de combate grabar ufanos amenazas a representantes públicos. Como si
gozaran de una impunidad propia del régimen pasado. Y sin que nadie del
ministerio de Defensa rindiera cuentas. ¿Para qué contrariarse?. La ministra Cospedal,
en traje de campaña en Tarragona ya ha
dicho que las Fuerzas Armadas están
preparadas para responder ante cualquier ataque a la democracia”, para
“actuar en cualquier momento, cuando se les requiera y como se les requiera”.
Donato, por mi castellano que fuese su origen, no entendería
que hubiera gente en la cárcel por plantearse
la separación de Catalunya de España pacíficamente, por poner urnas y promover
que la gente expresara su libre voluntad y que, por el contrario, decenas de
gandules y maleantes, expoliadores de
recursos públicos y chupópteros de toda
clase, disfrutaran del amparo garantista de un sistema rígido para unos y laxo
para otros.
No comprendería que en una campaña electoral, por
extraordinaria que fuese, se atacara a un candidato mencionando “esfínteres dilatados”. Quien utilizara tal
ocurrencia como muestra de su homofobia
tal vez desconocía que en el cuerpo humano hay más cincuenta esfínteres
distintos. Pero ninguno de ellos tiene relación con la cortedad mental que
determinados neandertales escasamente evolucionados vienen demostrando en la
sociedad de nuestros días.
Porque esta subespecie, que algunos consideraban
extinguida se manifiesta cada vez más y
con mayor número de ejemplares. Por no hablar de “manadas” o agrupaciones de primates en cuyo córtex
cerebral no hay nada más que inteligencia genital.
Donato, mi aita, no entendería que el odio humano llevara a
nadie a golpear hasta la muerte a una persona por llevar unos tirantes con la
bandera rojigualda. ¿Golpear hasta la muerte?. Un mundo de bestias. Bueno, por
no comprender, renegaría hasta de los
hombres con tirantes. Los asociaba con
Fraga, y aquel no era para él un buen ejemplo.
El lumbago está forzando mis perspectiva hasta , quizá
hacerla sesgada. Tomaré un anti inflamatorio porque necesito que se me
deshinchen las narices de contemplar articulistas y opinadores de medio pelo
tergiversando la realidad política catalana. Tomando partido indisimuladamente
por unos a los que jalean en una segunda secuencia del “a por ellos” , mientras
se demoniza a otros. Y todo ello sin tener en consideración que será la
ciudadanía la que la próxima semana emitirá su veredicto de voluntades .
Veremos entonces si la catalana es una sociedad “madura” –si
ganan los españolistas- o si, por el contrario se fractura a la sociedad –si
los independentistas resultan mayoritarios-. Me temo que los votos no servirán
para callar la boca de tanto cretino de parte que dice informar y lo que hace
objetivamente es alterar la realidad. Desprendimiento de rutina.
Lo que estoy convencido es que sea cual fuere el veredicto
que los catalanes expresen en las urnas el próximo día 21 el problema de encaje o convivencia política
de aquella nación en el Estado español no se habrá acabado. Algunos pensaban
que con el 155 y con las elecciones la
cuestión estaba resuelta. Que la ley y el orden
se restablecerían y que las demandas nacionales de los catalanes se disolverían como un
azucarillo en el agua. Detrás de esa ingenuidad solo puede haber la corta
visión de los supremacistas. De quienes solo entienden sus razones, no las de los demás.
No creo equivocarme al pensar que aún en una participación histórica del
electorado, el mapa político catalán varíe sustancialmente al que hemos
conocido hasta ahora. Y si eso es así, ¿que harán quienes han promovido la
intervención política e institucional en Catalunya?. ¿Seguirán anclados al
inmovilismo del 155 o se verán obligados
a reconocer la existencia de un problema no resuelto?. ¿Cabe, en caso de no
mayorías notables, y ante vetos cruzados, que se repitan nuevamente las
elecciones?. ¿Hasta cuando? ¿Hasta que ganen los “buenos”?.
Algunos tienen la cintura peor que yo. Aunque lo mío , creo,
es pasajero. Es más, he comenzado a
notar una cierta recuperación. Serán las buenas noticias que llegan a Euskadi
como píldoras de positivismo. Las 13 nominaciones a los “Goya” de “Handia”, la primera película en euskera
en liderar la cinematografía contemporánea han sido como una bocanada de
oxígeno. Como las vitaminas que esta sociedad vasca necesita para reforzar su
autoestima y disfrutar de la oportunidad de estabilidad y progreso que
disfrutamos.
Porque estabilidad y certidumbre también hemos ganado con la
aprobación de los presupuestos en las
instituciones vascas. Un clima de sosiego y de armonía que debe servirnos para
hacer realidad nuestros objetivos de crecimiento económico, de empleo, de
actividad, de innovación.
Buena noticia, aunque limitada, ha sido también el
reconocimiento del daño causado por parte de activistas de ETA juzgados en
París por el asesinato del brigadier jefe Nérin. “Lamentamos sinceramente aquella muerte y
queremos mostrar nuestro pésame a sus familiares. Lo hacemos con
todo respeto, pues sabemos que no existen palabras que apacigüen ese
dolor". Esas palabras
pronunciadas esta pasada semana en París
, suponen un gesto inédito en la
historia de ETA. Un gesto que esperamos
se repita ante los centenares de víctimas
causadas por una actividad y una organización violenta que debe, de una
vez y para siempre, desaparecer de
nuestras vidas.
Y, en el mismo ámbito
de las noticias positivas que hemos
conocido estos días, se encuentra una más privada y de menor alcance general.
Se trata del reconocimiento hecho por los periodistas parlamentarios de Aitor
Esteban –mejor orador-, Jokin Bildarratz –senador del año- y Mikel Legarda
–diputado más trabajador-. Como diría el borbón, me llena de orgullo y
satisfacción tener como representantes parlamentarios a este magnífico grupo
humano que lejos de casa, en campo contrario,
desempeñan soberbiamente su
función de defender los intereses de Euskadi.
Eskerrik asko a ellos y a quienes con ellos conforman la familia del PNV
en Madrid.
Me he venido arriba. Y la cintura ya parece no molestar. Con
tanta visión en positivo es como si me hubiera dado un ataque de salud. Salud y
libertad. Que el momento no me haga
perder el sentido de la realidad.
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