Vuelta la burra al trigo. Cuando se muerde una
polémica no hay quien la suelte. Aunque los argumentos resulten peregrinos.
Siguen las declaraciones sin sentido alrededor del Concierto
Económico-Cupo. Es como el fetiche contra el que descargar todas las iras del
españolismo más casposo y sin argumentos. El régimen económico especial que históricamente ha vinculado a las comunidades
vascas y navarra con el Estado parece, a tenor de los pronunciamientos
escuchados estos días , la causa de todos los males que afectan a la España
invertebrada, un complejo autonómico fallido cuyos responsables públicos son
incapaces de reconocer sus dolencias y la
artificialidad de su proyecto. Y en su falta de recursos y financiación, en
lugar de recabar responsabilidad fiscal
abusan del agravio y de la acusación de insolidaridad. Aunque lo que
afirmen en su defensa del mensaje de “Euskadi nos roba” resulte falso, patético
y hasta ridículo.
No puedo entender cómo toda una presidenta de una
comunidad autónoma como Susana Díaz permita exhibir su ignorancia al pedir que
se rebajara el cupo pues entendía que era el Estado quien pagaba a la Comunidad
Vasca y no a la inversa. Pero esa
incompetencia , lejos de ser corregida, se aumentaba al vincular Concierto
Económico con la Caja Única de la Seguridad Social. Vergüenza me daría tener un mandatario o
mandataria con un nivel de conocimiento tan lamentable.
Pero la presidenta andaluza no ha sido la única que ha dejado al aire su analfabetismo
político. También Cristina Cifuentes se ha sumado a la confusión al pedir que
la Comunidad Vasca debería aportar al
fondo de solidaridad interterritorial. Como si hasta ahora no lo hiciera . No
es explicable tanta ignorancia, tanto desconocimiento, salvo por la mala fe, la
intencionalidad de manipular o de enfrentar a los vascos en general como una
comunidad egoísta , privilegiada y huraña. Y eso desde el centro madrileño
donde el dumping fiscal se practica de forma implacable.
Que las comunidades autónomas españolas tienen un
problema de financiación nadie lo duda. Lo que no es de recibo es que se
argumente que detrás de esa deficiencia está el concierto económico vasco o el
convenio navarro.
¿Por qué Cifuentes o Díaz no dirigen sus quejas
contra el Gobierno del Estado que es, en realidad quien está sobrefinanciado en
relación a las competencias propias que desarrolla? ¿Por qué no pedirle a
Montoro que racionalice el presupuesto general en virtud de los compromisos que
cada cual tiene? ¿Por qué no exigir al gabinete de Mariano Rajoy que
redistribuya la capacidad de déficit en lugar de que sea la Administración
central la que se guarde para sí la mayor parte de este diferencial?.
Pero si impresentable resulta la inconsistencia de
los planteamientos realizados por Díaz o Cifuentes, más indignantes son las
consideraciones hechas por Jose Antonio Zarzalejos. En un artículo publicado en
”El Confidencial” nos reserva la siguiente perla:
“ La razón de la pacífica asunción del cupo –algo
bien distinto al Concierto como tal– consistía en que el País Vasco se
encontraba en una situación de grave inestabilidad y dramático azote del
terrorismo. Los nacionalistas vascos han venido propugnando la interesada idea
–luego se ha visto que falsa– de que los terroristas etarras serían receptivos
a las "medidas políticas" que engrosaran el autogobierno vasco.
Siempre fue una falacia: unos sacudían el árbol y otros recogían las nueces.
"El cupo –sentenciaba Zarzalejos- es
objetivamente insolidario y el PP lo ha aprobado ahora (estaba pendiente desde
2006) pudiendo haberlo hecho en la X legislatura. Lo ha negociado (no calculado)
ahora porque necesita al PNV para aprobar los Presupuestos. Es poco digno que
un miembro eminente del PP se pronuncie en esos términos cuando sabe a ciencia
y conciencia de qué manera el nacionalismo vasco ha abusado de su prevalencia
política en el escenario del terrorismo de ETA ".
Una vez más
desde el nacionalismo español más recalcitrante se vuelve a vincular
Concierto-Cupo con terrorismo, con una concesión graciable de los gobiernos de
turno para “contentar” a los nacionalistas vascos, echando por tierra el
principio de los derechos históricos y su reconocimiento constitucional. Así,
con planteamientos tan supremacistas, olvidémonos de reformas
constitucionales positivas o de
encontrar nuevos puntos de encuentro político e institucional.
Es más fácil zumbar al Concierto, al Cupo, sin
entender nada ni atendiendo al principio de realidad o de responsabilidad.
El lehendakari Iñigo Urkullu se permitió indicar en
un artículo periodístico que quienes reclaman igualdad de tratamiento en la
financiación autonómica harían bien en
reclamar un sistema de corresponsabilidad fiscal o tributaria similar a la que
se da con el Concierto-Convenio. Que cada cual asumiera el riesgo unilateral de
recaudar sus impuestos y que hiciera frente a sus necesidades de inversión
pública dependiendo del comportamiento de sus propios recursos. La respuesta fue unánime. El modelo del
riesgo unilateral no cabía en la cabeza
de los líderes autonómicos que salieron en tromba para desmentir al
lehendakari.
Quizá tengan razón quienes dicen que el modelo
concertado es incompatible con las autonomías no históricas. Para establecer un
sistema de responsabilidad fiscal hay que, en primer lugar, tener una base
contribuyente acostumbrada a responder ante el fisco. En segundo lugar, una
administración eficaz en la gestión de las obligaciones tributarias, y en
tercer término, unos poderes públicos comprometidos con el rigor y el
compromiso de no gastar lo que no se tiene.
No creo que estas características puedan ser
asimilables a algunas de las comunidades españolas, acostumbradas atávicamente
a recibir fondos y a ser perceptoras de la solidaridad estatal. Sé que este
comentario será interpretado por algunos como injusto pero basta echar un
vistazo a las balanzas fiscales territoriales para percibir quienes generan riqueza como fruto de su
actividad económica y quienes viven atascadas
en un cuerpo social necesitado de la ayuda externa. Por eso sería
bueno que cuando alguien alce su voz
para exigir un tratamiento de financiación ecuánime y justo presente, al mismo tiempo, su
propio esfuerzo fiscal.
Lo digo desde Euskadi , una comunidad que jamás ha recibido un euro del Estado.
Euskadi, un país que no llega al 4,6% de la
población del Estado y su economía
representa el 6,1% del conjunto y que paga el 6,24% en concepto de cupo.
¿Discriminación?. El Gobierno de la Rioja
anunciaba días atrás que recurrirá la
modificación fiscal que la mayoría
política vasca ha pactado de cara a los próximos ejercicios. Según el gobierno riojano, si los territorios
vascos llevan a sus norma fiscales una rebaja del tipo nominal del impuesto de
sociedades por debajo del existente en el Estado, pleitearán para suspender tal
reforma. Lo harán, según ellos, para garantizar la igualdad de oportunidades de
las empresas. Para evitar la discriminación.
Nada ha dicho el gobierno riojano cuando las
empresas vascas han tributado – y lo
siguen haciendo- tres puntos por encima del impuesto de sociedades del Estado.
Ahí la “discriminación” o la “igualdad de oportunidades” no importaba. Más agravio, más protesta, más
acusaciones cruzadas.
Se habla nuevamente de oídas. Sin conocer en
profundidad las medidas que se aprobarán en las Juntas Generales. Y esa
demagogia no es exclusiva de administraciones ajenas. Aquí, en Euskadi también
se critica a bulto. Se recalca la bajada del tipo nominal en el impuesto de
sociedades –del 28 al 24% en dos años- pero nada se dice del incremento
paralelo del tipo real de tributación que subirá del 13 al 17% en dos
ejercicios. Nada se apunta de la limitación de las compensaciones negativas, de
la limitación de las deducciones, de la vinculación de ayudas a la creación de
empleo de calidad (fijos con , cuando menos, el 1,7% del salario mínimo como
remuneración).
Es más sencillo decir que se “regalan” beneficios
fiscales a las empresas que revisar las
“tripas”de la futura tributación. Porque si se analizaran rigurosamente las
medidas que se van a aprobar podría observarse que la presión fiscal se
recrudece y que ello reportará una mayor
recaudación para el sostenimiento de los
servicios públicos.
Estamos ya acostumbrados a remar a contracorriente. Aunque la realidad
indique que el paro disminuye , siempre
habrá quien no quiera ver ni aceptar la mejoría del mercado laboral.
Sí, es mucho más fácil demonizar, criticar sin
sentido, reprochar inconscientemente. Vamos, permitir que la burra vuelva al trigo.
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