Cuanto
más vieja se hace una persona, más previsora
se vuelve. Por lo menos, es lo
que a mí me pasa.
Mientras
era joven (alguna vez lo fui), todo lo
dejaba para el último minuto. Estudiar, tomar decisiones, cumplir con las
obligaciones, etc. Siempre al filo de lo imposible. Mi comportamiento era un
tanto ácrata. Exprimiendo a tope la ley del mínimo esfuerzo. Pero el sinsabor
del arreón final y la experiencia acumulada durante los años han hecho variar mi
conducta hacia cánones de mayor
estructura y previsión. No porque me haya convertido en un ser
sistemático, sino porque me resulta más cómodo abordar lo previsible como
contingencia programada que no tener que
ajustar el comportamiento a cualquier “efecto mariposa”.
Por eso
hay elementos cuyos efectos prefiero tener controlados para
no correr riesgos. Quienes ya sumamos calendarios –no excesivos pero bastantes-
y a los mismos hemos incorporado achaques, nos vemos obligados, por razones de
salud, a cronificar –siempre bajo mandato médico- dietas farmacológicas. En la
mía, hay una sustancia que debo ingerir a las mañanas y cuyas secuelas debo
tener muy en cuenta pues pueden repercutirme de una manera acusada. Se trata de
un diurético que combate la acumulación de líquidos de cara a edemas e insuficiencias cardíacas.
Sus
efectos son automáticos. Y es necesario asumirlos. O sufrirás las
consecuencias. A partir de su ingesta, en tres cuartos de hora aproximadamente, comienzas a orinar. A mear torrencialmente.
Como miccionan las vacas. A chorro. ¿Cuál es el problema? Que si tomas la dosis
antes de iniciar un desplazamiento,
corres el riesgo de que, si surge un contratiempo, el apretón te pille a medio
camino.
En mi
caso, si el diurético entra en mi organismo en el café del desayuno e
inmediatamente me dirijo en coche a la oficina, cabe la hipótesis de que un
embotellamiento no previsto o unos semáforos sincronizados en tu contra, te
lleven a orinarte todo. No es la primera
vez, ni será la última, que me he visto obligado a salir apresuradamente del
vehículo para evacuar al borde de la
carretera. Lo reconozco. Es una guarrada, pero imponderable. Aunque creas que la
crisis se ha superado no debes confiarte demasiado porque las apreturas se
repetirán posteriormente y en varias ocasiones.
Así que
para prevenir aguas menores y males
mayores, he sistematizado que la pildorita en cuestión, viaje conmigo en un
pastillero hasta el final de mi primer tránsito. Y ya establecido y estacionado
en lugar seguro, absorber el medicamento para poder mearme de risa.
Desconozco
cuantas personalidades de las que asistieron la pasada semana al acto de Cambo tienen recetado el “seguril” de marras. Pero, según
me cuentan algunos de los que allí estuvieron, hubo un problema de falta de “contingencia”
que estuvo a punto de descalabrar el guion y el desarrollo del evento.
Hay que
tener en cuenta que quienes se desplazaron hasta la localidad labortana
tuvieron que madrugar para llegar hasta las inmediaciones del palacio
Arnaga con puntualidad. Eso generó en
muchos de los invitados, una vigilia urinaria que se fue acumulando hasta que las vejigas no dieron más de sí. Y en ese
momento se produjo el caos. Los organizadores de la “cumbre” solo habían
previsto habilitar un baño en la preciosa casona . Una “toilette” vintage que debería ser compartida por la
totalidad de los “vips” presentes en aquella escenificación. Un único excusado
para ellas y ellos. Insuficiente a todas luces.
Junto a
la puerta del retrete se agolpaban meones y meonas de toda consideración. A
algunos, su necesidad se delataba por el “baile san vito” que protagonizaban.
Otros miraban incesantemente al reloj al
comprobar que aquella fila no se movía. El doctor Spectorovsky, visiblemente
alterado pidió pasar por una “urgencia”.
Y Gerry Adams pretendió hacerse el
despistado colándose de turno. Pero allí todo el mundo tenía el mismo apuro. Así que fue invitado a incorporarse al final de la hilera.
Más de
uno pensó en salir al exterior de la estancia y evacuar en un muro o en uno de los setos del delicado
jardín. Pero en la calle había decenas de periodistas que, seguramente, darían
cuenta de la posible escena. Así que, como el personal pudo, aguantó hasta la
extenuación, y el acto comenzó con una tardanza considerable.
Centrados
en la “desmovilización”, en la “disolución” o en el “final del ciclo”, los
organizadores de aquella jornada se olvidaron de la máxima latina de “primum
vivere deinde philosophare”. Las urgencias de los vivos fueron dejadas en segundo
plano ante la necesidad de algunos por
revestir con pompa y boato un funeral
largamente oficiado y superado. Se
acabó, y es lo mejor que podemos decir. Ahora, en consonancia con el “adiós”, solo falta
que disueltos unos, les acompañen
en la liquidación los
chuiringuitos, entidades, asociaciones, grupos de “expertos”, foros y redes que
crecieron y se desarrollaron en simbiosis con los hoy ya extintos.
Quien
no estuvo en Arnaga, ni en Cambo les Bains, ni en Laburdi, pero parece que
revienta por orinarse encima del PNV es el parlamentario popular Borja Semper.
¡Jesús, María y José! ¡Qué cosas dijo el
pasado miércoles en el Parlamento Vasco tras la reunión de la ponencia de
autogobierno!.
El
representante popular por Gipuzkoa señaló que las aportaciones realizadas por
el PNV al preámbulo del futuro “Estatus” eran las “más radicales” que los
jeltzales habían presentado en los últimos años. “Esto es el Estatuto de Kanbo”
–señaló Semper- . “El estatuto de los que allí estuvieron y recoge la hoja de
ruta marcada por ETA”.
No calificaría yo de “radicales” los conceptos planteados
por los nacionalistas a la discusión del preámbulo. Y mucho menos “novedosos”.
Son, las mismas definiciones que durante
todo este tiempo, el PNV ha planteado. Identificar al Pueblo Vasco-Euskal
Herria como un “pueblo con identidad
propia” asentado “geográficamente sobre siete territorios” en dos Estados
europeos y en tres ámbitos institucionales diferenciados. ¿Es eso radical?
¿Novedoso?.
Afirmar que el Pueblo
Vasco es Nación porque “cumple con todos los parámetros establecidos en el
derecho comparado” y porque además “así lo reconoce e identifica una mayoría de
su ciudadanía”, ¿eso es escandaloso? Decir que en virtud de los derechos históricos el Pueblo
Vasco puede configurar “un modelo de relación con el Estado, bilateral, de
respeto y reconocimientos mutuos, de
carácter confederal”. ¿Es eso un sacrilegio?.
Todos esos conceptos
ya estaban en las aportaciones anteriores del PNV a la ponencia de
autogobierno. Luego ¿a qué viene ahora tanto aspaviento? Y lo digo no sólo
mirando al PP de Semper, sino también a los socialistas de Mendia, que empiezan
a escenificar su incomodidad con
cualquier avance en el autogobierno.
Por no hablar de la trifulca que la derecha montaraz navarra
está organizando, acompañada por los
medios de comunicación afines, en relación
a una supuesta amenaza de integración territorial. ¿Integración?
¿Absorción? ¿Dónde está reflejado? Pura inventiva manipuladora.
Visto lo visto, todos
estos que denuncian la radicalidad del PNV, serían incapaces, hoy por hoy, de
aprobar la redacción del actual Estatuto de Gernika. Porque
los mismos conceptos, expresados de forma diferente, aparecen en los
artículos 1 y 2 y en la Disposición Adicional de la Ley orgánica ratificada en
referéndum. O lo que es lo mismo, tras un ejercicio positivo de decisión por
parte de la ciudadanía vasca.
Quienes también parecen “sorprendidos” por la propuesta
nacionalista son los responsables de “Vocento”, y en especial quienes editan su cabecera de referencia; “El
Correo”. Hay que ver que sobreactuación han llevado a cabo para destacar el “peligro” de la radicalidad nacionalista.
Se han sucedido titulares de portada e
informaciones de parte buscando acentuar una supuesta ruptura del consenso en clave de autogobierno. Y, por si esto no fuera suficiente en el “debe” del PNV, también ha sido
llamativo el intento de este medio de comunicación por resucitar en público
unas supuestas disensiones internas
vinculadas a la estrategia a seguir por
los jeltzales en los presupuestos generales del Estado. ¡Ay el “doble alma de “El
Correo”! Un día bendice al PNV por su
responsabilidad en la gobernabilidad, y al día siguiente le sacude por extremo. Yo lo llamaría el “péndulo periodístico”,
Toda esta acción hiperventilada de unos y otros difícilmente
sorprende. Todo era y es predecible, y como tal superable. La cuestión es la contingencia.
Estar preparados.
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