sábado, 5 de mayo de 2018

UNA EXTRAÑA SENSACIÓN

Hay días en los que llego a percibir  que algo extraño ocurre. La mayoría de las veces son percepciones, sensaciones  no soportadas por evidencias constatables. Es como si el subconsciente  te advirtiera de algo que puede ocurrir  y que te hace mantener en guardia.
Normalmente para cuando  pongo el segundo pie en el suelo, tras levantarme de la cama,  ya siento  que “algo” va a pasar. En el momento, no adivino si lo que está por venir será bueno o malo. Pero la incertidumbre, para un tauro como yo, amante de lo previsible y de la tranquilidad, siempre causa incomodidad y ciertas dosis de malestar.
Aquel día, hace ya un tiempo, fue uno de ellos.  Algo me perturbaba. No sabía qué. Pero tenía una sensación rara. Como si me hubiera equivocado  de agenda, de tarea, de rutina. Me notaba fuera de contexto.
La aprehensión se acrecentó cuando, en la primera reunión  de trabajo de la jornada, me presentaron al director de un medio periodístico que pretendía compartir impresiones y puntos de vista. Ya en el saludo sentí el escalofrío  de  estrechar la mano de alguien que la extendía como si ésta estuviera muerta. Sin fuerza. Sin vigor. Y pensé; “un blandiblú”.  El individuo, que parecía escuchar su propio discurso, no callaba.  Su rostro, como el de un perro verde, tenía un mal gesto. Me hablaba. Pero sus ojos no me miraban a la cara. Era como si el cuello se le hubiera roto y la cabeza, ladeada,  no tuviera sujeción.  De esta guisa tuve la extraña sensación  de que  mientras el jefe de la redacción del periódico en cuestión  articulaba su discurso, me estuviera mirando a los genitales. Vamos  que hablaba como si me tocara los huevos. En cierta manera así era ya que lo que decía  me parecía  una idiotez. Pero, aquel tío impertinente de aspecto de ameba no era el único en mirarme raro. Hasta los compañeros de fatigas  parecían  observarme de abajo-arriba y, en algún momento me dirigieron un gesto que no supe interpretar.  Aquella situación comenzó a ponerme nervioso y con la excitación, impertinente.
He señalado antes que los tauro somos gente tranquila, mansa, previsible.  Que aguantamos y aguantamos…hasta que embestimos. Y cuando lo hacemos –al menos yo- me llevo por delante  lo que haya. Como una explosión termonuclear.
El “colega-director”, que venía a “conocernos mejor” seguía con su perorata. Engreído y maleducado, su mirada continuaba distraída. Hasta que se me fundieron los plomos y le interrumpí.  “Eso que has dicho es una gilipollez”. Así lo pensaba y aunque la prudencia  aconsejaba  reservarme la opinión,  lo que llamo “efecto sintrom”, o lo que es lo mismo, un ataque de sinceridad desinhibida,  me incitó a  no hacerlo. Mi respuesta cortó la conversación como un cuchillo caliente la mantequilla.  Tanta mirada desviada había terminado por  hincharme las partes que creía observadas. Se acabó el encuentro. Educadamente, mis compañeros me despidieron  y continuaron  con la cháchara en otra parte. Ero lo más prudente. Yo estaba ofuscado. Cabreado como un mono.  Sin pensar en la consecuencia de mi impertinencia.
Cuando me sosegué, estuve tentado de presentar excusas al invitado –que seguía en la casa-, pero no lo hice. Terco hasta el final. Tauro auténtico. Al cabo de un buen rato y olvidado el incidente, el desasosiego no explicable, continuaba.
¿Cuál era la causa de aquella desazón? La sonrisa contenida de una compañera disipó mis prejuicios. “ji, ji. Tienes la bragueta abierta”.
Efectivamente. La cremallera del pantalón estaba bajada y por su apertura asomaba un pliegue de la camisa. Toda la mañana con la jaula abierta.  Jornada de exhibición. “Pájaro muerto” –sonreí como un imbécil-. “¿Pájaro muerto?”. Patético.
No sé si Albert Rivera tuvo la misma sensación  la pasada semana. Él, campeón de campeones, había ganado por la mano a Montoro anunciando el acuerdo presupuestario entre Ciudadanos y el PP. Acuerdo según el cual, los populares habían “cedido” a todas sus peticiones. Su partido, esa organización envuelta en una bandera  y protagonistas de casting, había vuelto a ganar en su particular “operación triunfo”. Tenía la “sartén por el mango”. Estaba eufórico. Las encuestas le sonreían.  Los periodistas le adulaban. Y nadie se acordaba ya  de aquella acusación (cierta creo yo) de haber nacido como invento de los poderosos magnates de Ibex-35. Era el “Macron español”. La gran “esperanza blanca”  que dosificaba  su apoyo al PP como  inversión segura de  que su pausada  descomposición le beneficiaba de cara al futuro. La prueba, el incesante goteo de cuadros que los populares perdían en Aragón, en Andalucía, en la Comunidad Valenciana y que terminaban recalando en las filas del partido naranja.
La victoria era cuestión de tiempo. E invertir en ello era prolongar la agonía de Rajoy. Tiempo para, como en la liga de las estrellas, fichar  cabezas de lista como si de futbolistas se tratara. Manuel Vals, Vargas Llosa…Chequera, fama y celebrities. Un “de luxe” monotemático: “España, España, España”.  Y al socaire de la crisis catalana, leña a los nacionalistas.  Así emergió “Ciudadanos”  y aquel chico, Alberto Carlos Rivera Díaz, waterpolista, maestro en oratoria y asesor jurídico de la Caixa. Su irrupción en política la hizo en pelota picada. Márketing  al servicio de un proyecto anti nacionalista.  "Superar la obsesión identitaria que ahoga el dinamismo de la sociedad catalana", corregir las "distorsiones engendradas por el nacionalismo" y rechazar la "imposición" del catalán como lengua "única" del sistema de enseñanza.
El fenómeno unionista cuajó en Catalunya y los padrinos de aquella operación decidieron trasladarla al conjunto del Estado. Tenían cuentas que saldar con Rajoy y la mejor manera de  cobrarlas era enfrentarle a un “alter ego” más guapo, moderno, más locuaz y de discurso más duro. Cuña joven de la misma madera.
Rivera cumplió el guion y las expectativas.  En su última apuesta fijó  su foco en el PNV. Los “egoístas” vascos del “cuponazo”. Sabía que  dar leña al PNV  le rentaba en simpatía de voto en España. Al mismo tiempo incomodaba a los nacionalistas de cara a un hipotético apoyo a Rajoy. Miel sobre hojuelas.  Así que orquestó el doble bulo de que el PNV reclamaba romper la caja única de la seguridad social y que, igualmente,  pretendía obtener beneficios penitenciarios para los presos de ETA.
A nadie se le escapa que el PNV sigue reclamando el cumplimiento íntegro del Estatuto de Gernika en lo relacionado con la transferencia de la gestión de la seguridad social y que apoyará e impulsará la desaparición de la excepcionalidad penitenciaria. Pero ambas cuestiones no estaban incluidas en el orden del día  de la decisión  jeltzale a los presupuestos.
A  Rivera, esto le daba igual. Ufano y engreído, como el King-kong que golpeaba el pecho con sus puños, amenazó a Rajoy con no votar las cuentas si cedía ante los insolidarios nacionalistas.  Henchido de soberbia –como la mayoría de sus tuits- Albert no supo “leer”  lo que realmente pasaba.
Aitor Esteban le despertó de su sueño. Los “insolidarios” nacionalistas habían arrancado de Rajoy el compromiso –para 2018 y 2019- de incrementar las pensiones  según el IPC. Llevar el factor de sostenibilidad hasta el 2023 –donde estaba antes de la última reforma unilateral-  y aumentar la base reguladora de la pensión de viudedad hasta el 60%. El PNV no solo había oído las reivindicaciones justas de los pensionistas sino que las había escuchado y requerido al presidente español para que las aprobara. Rajoy lo hizo y el PNV  permitió el primer pase del trámite parlamentario. Cinco “diputadillos” de 350, los “insolidarios” “sectarios” y “privilegiados” nacionalistas, habían conseguido con su “influencia decisiva” que todos –todos- los pensionistas del Estado (8,7 millones) vieran incrementadas sus jubilaciones en base al IPC, dando cauce a la principal reivindicación de las asociaciones movilizadas estas pasadas semanas.
A Albert Rivera se le “mudó la color”. Percibió entonces  que no tenía la bragueta abierta sino que esta vez su desnudez era integral. Se había quedado con las “vergüenzas” al aire.  ¿Pájaro muerto? No. Simplemente desplumado.
El clamoroso ridículo ha alimentado su “sed de venganza”. No admitirá ninguna concesión más de Rajoy al PNV. Tumbará los presupuestos al menor indicio de compensación. Así lo ha asegurado. ¡Cómo son los “patriotas”  españoles de nuevo cuño! La ira le ciega. Habla en serio. De ahí la necesidad de la prudencia. Y de la inteligencia. Gu, gurera! Ya habrá tiempo, una vez más, de poner a cada cual en su sitio.  Arranque de corcel jerezano… parada de burro manchego. Con la bragueta abierta. O en pelota picada.



1 comentario:

  1. Las reivindicaciones de los PENSIONISTAS en ORIGEN (en las que he participado y participo), la petición consistía, en: Fuera el 0,25% y que las actualizaciones anuales, si hicieran, sobre el I.P.C.
    Ahora conseguido por el EAJ-PNV, la subida de las PENSIONES al I.P.C., se esgrimen otras reivindicaciones de los que no han movido, ni un dedo, para "salir en la foto", como son Podemos y Eh Bildu....

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