sábado, 2 de junio de 2018

PALABRA DEL PNV


El PNV no habla “a humo de pajas”. Había afirmado que el levantamiento de las consecuencias de la aplicación del artículo 155 en Catalunya era “inminente”, que era cuestión “de horas, días o semanas”. Que la intervención del autogobierno catalán tenía “fecha de caducidad”. Así ha sido.
Teníamos razones, más allá del voluntarismo, del deseo o de la adivinación, para afirmar tal hecho. Y, lo que era más importante, solventar una limitación que nosotros mismos nos habíamos impuesto de cara a negociar un acuerdo en relación a los presupuestos generales del Estado.
Así que asumimos una de las decisiones más trascendentes  que en los últimos tiempos ha tenido adoptar el nacionalismo vasco.  Dos encrucijadas políticas relevantes en tan sólo quince días para poner a prueba la responsabilidad y la capacidad de análisis, prospectiva y acierto  de las estrategias políticas. Sin perder el norte.
El boletín oficial publicaba ayer viernes el nombramiento de los nuevos consellers del Govern catalá. Tras una fase de reivindicación legitimista, trufada de carga simbólica, el president Torra formulaba un nuevo ejecutivo “exento” de procedimientos  judiciales. Era el paso necesario para establecer un gobierno efectivo para Catalunya. Una nueva Generalitat que quedará en manos legítimas en el preciso momento que tal  ejecutivo tome posesión. Automáticamente. Sin necesidad de acto administrativo alguno la aplicación del artículo 155 quedará desactivada.
El PNV conocía que esto ocurriría así. No en vano, sus gestiones y relaciones con las formaciones políticas catalanas le otorgaban una capacidad de información e interlocución de primera magnitud.  Lo desveló el portavoz en el Congreso, Aitor Esteban quien reconoció  que los jeltzales conocían anticipadamente los nombres de los nuevos consellers propuestos por el president Torra. En Sabin Etxea estaban al corriente de ello, aunque por responsabilidad –una vez más- no hicieron uso de tal información para justificar  su posición de respaldar los presupuestos del Estado.
Me alegro profundamente que el 155 y sus nefastas consecuencias,  atentatorias contra la voluntad mayoritaria de la ciudadanía catalana, desaparezcan. Jamás nadie debiera haber echado mano de  una excepcionalidad tan perniciosa e injusta.
Dicho esto, debo volver la cabeza, hacia quienes  sin ningún escrúpulo se dedicaron a insultar al PNV, acusándole infamemente de “incumplir la palabra de vasco”.  Esos, que se les llena la boca hablando de Catalunya y no tienen allí más amistad que a los anti sistema de las CUP, deberían, por vergüenza propia, medir sus declaraciones. Porque una organización que solo vive de la ofensa nada positivo aporta a la sociedad que dice representar. Solo desacuerdo, confrontación, y, en el peor de los casos, odio.
La segunda ocasión que se ha puesto en duda la palabra del PNV ha sido como consecuencia de la moción de censura presentada y ganada por Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy. En este caso fue el portavoz de los populares españoles, Rafael Hernando quien afirmó sentirse equivocado al confiar en la palabra del PNV.
Es entendible el malestar del PP al contemplar cómo una mayoría de la representación parlamentaria  forzaba, democráticamente, su salida del gobierno de España. Pero el PP  debería mirarse a sí mismo para entender lo que les estaba pasando, en lugar de  reprochar a los demás por paso a la oposición.
Y es que, entre la aprobación de los presupuestos en la Cámara baja, y la moción de censura ganada por Pedro Sánchez ayer, aconteció un hecho relevante. Trascendente diría yo. La sentencia de la Audiencia Nacional en relación al caso Gürtel. La severidad de las penas dictadas y la contundencia en los argumentos esgrimidos por la sala en lo que considera “hechos probados” actuó como una explosión nuclear en el ámbito político. 
Ciertamente, los presuntos delitos cometidos, la trama irregular, los comportamientos ilícitos y poco éticos juzgados en este procedimiento eran, básicamente conocidos a través de la información pública. Pero lo que la sentencia evidenciaba, sin ningún género de dudas, era la existencia de un “auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional” del cual “se benefició” el Partido Popular. De igual manera, la sentencia ahora  proclamada  daba por confirmado –en numerosas citas- la existencia de una “caja B” en el Partido Popular.  Tal consideración comportaba una consecuencia más; la pérdida de credibilidad del presidente español, Mariano Rajoy, quien  en declaración como testigo del caso había negado la existencia de dicha “financiación extracontable” (en palabras de Bárcenas).
La sentencia fue la gota que hizo rebasar el vaso. Y lejos de la autocrítica, de la asunción de responsabilidades  o la búsqueda de medidas que repararan el daño causado a la actividad política, el Partido Popular se enrocó  en posiciones numantinas exculpatorias. Como si el “asunto” fuera un tema menor “del pasado”.
El auto judicial tuvo, además una primera consecuencia política; el partido de Rivera, principal aliado del PP en el sostenimiento del gobierno español, rompía sus compromisos de estabilidad con Rajoy y dejaba a éste a la intemperie.
Quebrados los límites de la ética y fraccionados los pilares de la estabilidad, llegó la iniciativa política de Pedro Sánchez.
Sin duda, la propuesta de una moción de censura fue, inicialmente, una improvisación. Como el juego de rol promovido por un asesor de comunicación fan de “house of cards”. Una estrategia a fin de recobrar protagonismo y notoriedad ante el declive en el que el secretario socialista se encontraba. 
Su moción fue registrada en el Congreso sin el conocimiento de los propios, y con la sorpresa de los ajenos de enterarse de la misma  por los medios de comunicación. Precipitada, inmadura y oportunistamente. Pero, pese a ello, y por esas características de la actividad humana que hacen imposible encontrar una razón racional a hechos excepcionales, la moción de censura  llegó en el momento y en las circunstancias únicas para que pudiera prosperar.
No porque Sánchez y el PSOE  contaran con la aprobación y apoyo de una mayoría de la Cámara, sino porque esa mayoría si existía para hacer caer al PP  provocando una regeneración institucional.
Dos eran las posibilidades reales de que la propuesta prosperase; o el apoyo a la misma de Ciudadanos y Podemos o ,  si el partido naranja no sumaba,  la confluencia del resto del arco parlamentario.
Rivera, tan “patriota” de discurso y nada de hecho, se desmarcó por intereses propios; elecciones ya y nada más. Así que fue la otra alternativa la complicada  composición que hiciera prosperar la moción.  No por fe o por apoyo a Sánchez, sino para certificar el final de un gobierno, de un partido, sentenciado por la corrupción.
A esta amalgama necesaria  de partidos se le bautizó despectivamente como “Gobierno Frankestein”. Podemos, mareas, compromis, catalanes de Esquerra y pdcat…todos era necesarios. E imprescindibles, nuevamente, los cinco parlamentarios del PNV. Esos que Zarzalejos calificó de “bucaneros”. Los medios de comunicación trasladaron toda su presión a los jeltzales. “El futuro de España, en las manos del PNV”.
Había que, nuevamente, interpretar qué era lo mejor para Euskadi. Cual de las decisiones nos reclamaría la ciudadanía vasca. Dónde situar nuestra capacidad de influencia. Por responsabilidad, apenas una semana antes habíamos optado por la estabilidad institucional con los presupuestos. Ahora tocaba optar por la regeneración ética y democrática. Por abrir un nuevo tiempo de respeto institucional y por seguir apostando por el diálogo como fórmula de entendimiento en Catalunya. No había más opción. Gabinete “Frankestein” o “Gobierno zombi” (un gobierno de muertos vivientes  capaz de infectar a cualquiera que se le aproxime). El PP no supo interpretar que su gobierno estaba ya muerto.
Jamás los nacionalistas vascos hemos pretendido gobernar España. Nuestro país es éste, Euskadi. Es nuestra única casa, nuestra única patria. Y con ella tenemos comprometida nuestra palabra. En su cumplimiento, decididos el pasado jueves y el EBB determinó que el PNV respaldaría la moción de censura.
Ahora a Pedro Sánchez le corresponde  la laboriosa tarea de ganarse las confianzas suficientes que le permitan, aunque sea temporalmente, gobernar y abrir un nuevo tiempo. No lo va a tener fácil. Hasta el diario “El País” editorializa bajo el titular de “El gobierno inviable”. Con amigos así…Pero, eso vendrá más adelante.  Ahora, un respiro,  y a seguir con los nuestro. Con Euskadi. 

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