Ya en el año 100 antes de Cristo, el poeta romano Juvenal dejó dicha en su “Sátira X” la expresión “pan y circo” que retrataba la voluntad de la clase dirigente de ganarse la voluntad de las clases sociales populares regalando comida y espectáculos llamativos gratuitos. Fue la decadencia de un sistema corrupto que gobernó adormeciendo la conciencia popular.
Hoy, por suerte, no llegamos a tanto, pero el “pan y circo” (“panem et circenses”) sigue teniendo su influencia y sus efectos.
He de confesar, para que nadie se llame a engaños, que a mí también me gusta el fútbol. Que disfruto de un buen partido. Pero eso no significa que soporte la sobreexposición balompédica. Mejor dicho, el desbordamiento por saturación del casposo patrioterismo que se construye en el marco de una competición deportiva como el actual campeonato mundial de fútbol que se desarrolla en Rusia.
Es verdad que “la roja” me la trae floja. Pero me manifestaría de igual manera si el catetismo panfletario observado en torno a la marca “Eppaña” se hiciera alrededor de la “verde”, el color de la selección vasca. Mi selección. Espero que nadie cometa el mismo error porque las verdades absolutas siempre esconden intolerancia y fanatismo.
Lo empalagoso me supera. Lo acrítico me enerva y los dogmas incontestables me excitan. Me ponen. Me ponen de muy mala gaita.
Además, el espectáculo en general comienza a rayar lo esperpéntico. Queda muy poco de deporte y mucho de negocio. Los valores prácticamente no existen y se impone lo superficial. Hubo un tiempo en el que los futbolistas competían entre sí para ver quien tenía el coche más exclusivo o quien portaba las botas más llamativas. Colores chillones, fosforescentes corrían sobre el césped. Más tarde, en la medida que las marcas de calzado fueron estandarizando los diseños, los jugadores han abierto su exhibición exclusiva a otros ámbitos; el corte de pelo y los tatuajes.
Paco, mi peluquero, tiene que estar disfrutando del espectáculo y del escaparate televisivo del momento. No hay equipo de relumbrón en este mundial futbolero sin cabelleras singulares. Unos, como un divo brasileiro, utilizan tintes ridículos para coronar una testuz desaliñada. Otros se afanan en combinar degradados por capas capilares haciendo dibujos, a veces, imposibles. Hemos visto igualmente cabezas rapadas, crestas, moños a modo de “choronguitos” en la base del cráneo, peinados engominados, rayas sobremarcadas, melenas. Pelambreras insólitas. Solo un equipo, Alemania, parece no disponer de estilistas creativos. Digo esto porque me ha parecido que sus cabellos son equiparables a los de la gente de la calle. Vamos, de lo más normal. ¡Ay Alemania, también en el fútbol ejemplo de sentido común!
Por no hablar de los tatuajes. No hay astro del balón que no haga ostentación de sus dibujos corporales. Antes, eso de los tatuajes era cosa de gente ruda. De marinos, legionarios, ex convictos. Un ancla, un corazón, “amor de madre”…Ahora, más que deportistas algunos parecen guerreros maoríes. Brazos, piernas, cogotes, manos. El cuerpo humano como mural. Son como graffitis vivos.
En esta competición de excentricidades hay una vertiente que especialmente me ofusca. La rivalidad por ver quien defrauda más al fisco y es que resulta obsceno conocer las cifras multimillonarias que los profesionales del balón se engrosan por ejercer sus habilidades de patear el cuero. Y lo que es peor, lo olvidadizos que resultan a la hora de pagar sus impuestos. Se les condena -hasta con cárcel- por la elusión fiscal cometida y nadie dice nada. Son delincuentes consentidos. Gladiadores encumbrados hasta el ridículo. Pan y circo.
Lo que más me ha llamado la atención de lo visto hasta ahora en el mundial futbolero –además del papanatismo de unos y otros- han sido las nuevas funciones asumidas por los árbitros. En uno de los primeros encuentros televisados el colegiado se salió del campo. Y pregunté, ¿dónde ha ido el árbitro?. “Al bar” –me dijo un pasivo telespectador. “¿Al bar? –Pensé para mi- ¿Pero no está prohibido beber en el campo?. “¡Al VAR!” “Con “V” de video assistant referee, pedazo de vurro”.
Lo que son las nuevas tecnologías. Rearbitrar con la certeza de las pruebas comprobables. El único problema es el intervalo de tiempo transcurrido entre una jugada y su sanción. Pobres iranis. Más de dos minutos festejando en tumulto el supuesto gol del empate contra España para que, a la postre, el árbitro lo termine anulando por mano y fuera de juego. A este paso terminaremos por ver cómo un equipo tiene que volver del vestuario para con el champú en la cabeza volver a ejecutar un penalti cometido en la última jugada.
Estoy seguro de que mientras discutamos de la virtualidad del “ojo de Halcón” –que aquí se llama de otra manera-, de los insultos de los argentinos a sus pupilos o de las exageraciones de los comentaristas que entonan el “a por ellos”, la olla a presión de la política española baja en intensidad.
A Pedro Sánchez le ha venido de perlas el mundial porque, a pesar de estar en la primera fila, el foco mediático le ha dejado, por el momento, libertad de movimientos para poder complementar sus primeras acciones en un calendario comprometido. Europa, crisis humanitaria, Catalunya, política penitenciaria, reformas pendientes comprometidas, financiación autonómica…son las tareas inminentes que aguardan al nuevo inquilino de la Moncloa. Y todo ello con la amenaza de una oposición “a degüello” y con las exigencias de “aliados” como Susana Díaz que ya le han advertido que serán exigentes en sus reivindicaciones, “que serán las mismas que se pedían al ejecutivo anterior de Mariano Rajoy”. La presidenta andaluza en su pertinaz confrontación con Pedro Sánchez ha matizado, como seña de distanciamiento, que el “PSOE-A no es franquicia de nadie”, amenazando ya con disolver el parlamento andaluz y convocar elecciones anticipadas si desde la Moncloa no se atienden sus peticiones.
Al descabezado Partido Popular también le ha sentado positivamente la distracción futbolística. El PP necesita tiempo para reorganizarse, para encontrar un nuevo liderazgo sin que la división interna cause mucho ruido. Rajoy, al final, se ha ido como un señor. Dejando un proceso democrático de sustitución. Sin interferencias ni cooptaciones. Además, su reincorporación a la vida “civil” ha sido un gesto de normalidad. Una actitud reseñable en contraposición a lo que algunos llaman “puertas giratorias”. Veremos cuanto tiempo aguanta ese pretendido sosiego que, de momento, protagoniza el PP. Las espadas están en todo lo alto y por eso aún no hay ruido. Porque no han chocado todavía.
Quienes no encuentran ni sitio ni momento, y mucho menos tranquilidad, son los Ciudadanos de Rivera. Para esos, todo lo que no sea estridencia, confrontación o combate, está de más. Marrullería política permanente. Su objetivo se redobla; acabar con los nacionalistas. Para ello han pedido modificar la ley electoral convirtiendo al Estado español en circunscripción única en la que pedirían un mínimo del 3% de los votos para tener representación en las Cortes. O lo que es lo mismo, borrar del mapa a nacionalistas vascos y catalanes. Pero esa inquina necesitaría de algo más que un simple cambio en la ley electoral. Precisaría de una modificación constitucional (la Carta Magna española determina a la “provincia” como circunscripción electoral Art. 68).
A los “naranjitos”, tan patriotas ellos y defensores de la Constitución, parece habérseles pasado por alto tal previsión. De lo que no han olvidado –y sigue su obsesión- es del Concierto Económico vasco y el Cupo. Han vuelto a presentar una iniciativa parlamentaria en el Congreso “para la reforma del Concierto Vasco y la transparencia del cálculo del Cupo Vasco para el quinquenio 2017-2021”. Probablemente se debatirá en veinte días y volveremos a escuchar los mismos argumentos trasnochados de Rivera y los suyos. Será como aguantar a Manolo y su bombo una vez más repitiendo el estribillo de “¡yo soy eppañol, eppañol, eppañol!”. ¡Socorro! Que empiece ya el Tour de Francia.
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