Pensaba
yo que la Izquierda Abertzale había aprendido del pasado que la estrategia de
emponzoñar al adversario no les resultaba rentable. Pero me equivoqué una vez
más.
Creía que cuando “tendían la mano” al PNV para colaboraciones
futuras lo hacían convencidos de que el
tiempo de las descalificaciones había pasado. Que eso de “construir” país
conjuntamente comenzaba por tejer vínculos de confianza y de respeto mutuos. Estaba persuadido de que
Otegi y compañía habían asimilado que las campañas indiscriminadas de denuncia pública, de asimilar a la militancia
del PNV con la corrupción o los
chanchullos, lejos de no haber mermado
la imagen pública de los jeltzales les
había mantenido unidos. Y que además,
tales ataques injuriosos y nocivos para la convivencia habían provocado
un sentimiento de enemistad y
distanciamiento entre las bases
nacionalistas y la Izquierda Abertzale.
Sí, yo
en mi inocencia, creí que todo esto se había superado. Pero no. En la medida que nos acercamos a la fecha de
las próximas elecciones municipales, forales y europeas, la formación EH Bildu
retoma los pasos de la estrategia llevada a cabo hace exactamente cuatro años;
acoso, denuncia y difamación contra el
PNV.
No
tenemos para olvidar las gravísimas
acusaciones vertidas hace cuatro años contra personas que la justicia exoneró de cualquier tacha pero que cargaron
con amargura con la difamación pública gratuita de portavoces significados de EH Bildu. Alcaldes y concejales,
cargos institucionales o simples
militantes acusados de todo tipo de tropelías; desde el cohecho al tráfico de
influencias, pasando por el nepotismo, la malversación de caudales o la falsificación documental. Víctimas de unas
mentiras que pretendían derribar el mito de que el PNV era sinónimo de “buena
gestión”. Había que acabar con ese principio. Horadar la buena imagen del PNV.
Mellar su credibilidad ante la ciudadanía. Sin escatimar calificativos.
Pese a
lo pertinaz de sus embates, no consiguieron su objetivo. Al contrario. El
electorado vasco revalidó su confianza con los nacionalistas y les hizo ostentar la mayor representación
institucional de los últimos tiempos.
Mientras, la Izquierda Abertzale
se atascaba. Comenzaba a perder fuelle por su “izquierda” y daba
síntomas evidentes de agotamiento.
Decían
que Otegi, - el “Obama blanco”- tras su salida de la cárcel, sería el
catalizador que les “resucitaría”. Y
aquí estamos. En un punto de partida similar. Sin resurrección ni catarsis. Sin
renovación y, probablemente, también sin futuro.
Han
vuelto a las andadas. Ahora es el Tren de Alta Velocidad, la incineradora, y,
cómo no, la OPE de Osakidetza.
Tenemos
a un bombero parlamentario prodigado en denunciar las “mentiras” de la
consejera Tapia en relación al tren de alta velocidad. Lo del TAV es como lo de
las basuras de Gipuzkoa, un fetiche al que se aferran inconscientemente, haciendo de su oposición
una especie de seudo-religión
aparentemente ecologista que nadie entiende. Porque se hay un medio de
transporte limpio, sostenible y con futuro, ese es el ferrocarril.
Mira
que somos contradictorios; todo el mundo
protesta para que la alta velocidad ferroviaria llegue a sus territorios,
mientras que aquí la gente se moviliza
por todo lo contrario.
A veces
me dan ganas de emprender una iniciativa que lleve a que los detractores de
esta infraestructura se
identifiquen y firmen un compromiso por
el cual renuncien vitaliciamente a su utilización personal una vez el tren
entre en servicio. Sería lo lógico y
coherente. Pero, por la misma regla de tres, habría que haber hecho lo mismo en
la autovía de Leizaran u otros muchos
proyectos que contaron con su cerril
oposición, aunque ahora se beneficien de ellos.
Otero,
que así se llama el parlamentario de EH Bildu,
no tiene empacho en hablar de “despilfarro”, de “daño irreparable al
entorno” y anuncia propagar sus denuncias al conjunto de los municipios a
través de mociones en las instituciones. Se anuncia, por lo tanto, “epidemia”
de protestas.
En paralelo, en Bizkaia, la izquierda
patriótica, de la mano de la juntera Onintze Oleaga ha retomado la presión
contra determinados ayuntamientos. “EH Bildu lleva mucho tiempo
advirtiendo de que el modelo de gestión de algunos miembros de este partido
(PNV) es contrario a los intereses de la
ciudadanía y en algunos casos también delictivo. Y cada vez hay más ejemplos:
Bakio, Karrantza, Barrika, Alonsotegi, Berriz, Erandio...”
Es como si la corneta
hubiera marcado el tiempo de combate
y, los más meritorios han arreciado en tromba, para cumplimentar el
mandato.
En el Parlamento Vasco, una especialista en este tipo de
desafíos, Larraitz Ugarte, pactó en su
día con “Podemos” y el PP (para eso no hay complejos) la constitución de una
comisión de investigación en relación a
los comedores escolares. La ex portavoz de Martin Garitano se reservó la
presidencia de tal instrumento y, aunque desde la Autoridad Vasca de la
Competencia ya se exoneró al Gobierno vasco de responsabilidad en las presuntas
irregularidades observadas en las empresas de catering, veremos
las “sui generis” conclusiones que promoverá al cierre de la
investigación.
En relación a la OPE de Osakidetza, la actitud de EH Bildu no
tiene más explicación que la frivolidad.
Sin aguardar el resultado de las pesquisas judiciales en marcha,
sin atender a ninguna de las consideraciones presentadas por el consejero
Darpón en una modélica, larga y transparente comparecencia parlamentaria, y
pese al compromiso previo de este grupo de trabajar conjuntamente en la
búsqueda opciones de mejora en las convocatorias públicas de empleo, con inusitada rapidez el grupo de coordina Urruzuno presentaba en el registro de la cámara de
Gasteiz la petición de creación de una comisión de investigación.
Como si de una competición se tratara y para adelantarse a lo
que pudiera hacer Elkarrekin Podemos,
“comisión de investigación” al canto. Tribunales revolucionarios para saciar la
sed de castigo “que se merece el PNV”.
Más madera.
Les falta un paso más; pedir la dimisión del consejero. (Eso ya
lo ha hecho un emergente sindicalista que parece meritar a sustituir a Txiki).
¿Con qué pruebas? ¿Con qué certezas? ¿Con qué contraste?
No será ésta la última iniciativa en este proceso de
confrontación abierto. Veremos cómo surgen
denuncias de “escándalos” que al amparo
de la publicidad pretenden incendiar los
prolegómenos de las próximas elecciones.
Vista toda esta ofensiva contra los nacionalistas, ¿dónde
queda aquella pomposa declaración de
Arnaldo Otegi que hablaba de “acuerdo
histórico” con el PNV? ¿Dónde queda la bienintencionada afirmación de que la
sintonía con los jeltzales en materia de autogobierno “es un buen precedente para que nuevos
acuerdos sean posibles en el futuro, poniendo siempre los intereses de la gente
por encima de los intereses de cada una de las formaciones políticas”? ¿Dónde
queda la palabra de Arnaldo Otegi? ¿Dónde su compromiso de “no dejar pasar esta
ventana de oportunidad”? ¿Cómo fiarnos de las intenciones de quienes buscan tu
destrucción y utilizan cualquier pretexto para
lograrlo?
Me temo que el “buen rollo”, si es que alguna vez ha existido,
se ha acabado.
Para quienes creemos que algún día debe llegar el momento de que las formaciones
abertzales de este país colaboren entre
sí, la posición de EH Bildu es desmotivadora.
Una asignatura pendiente.
La denominada “Izquierda independentista” sigue sin madurar en
política. No entiende otra forma de competencia entre distintos que
el aplastamiento. No sabe dialogar. Sólo hacer valer sus opiniones. Aunque
sea a martillazos. No han aprendido
nada. Tuvieron la opción de gobernar, porque la ciudadanía así lo determinó y
su soberbia revolucionaria les condijo
nuevamente a la oposición.
De seguir por los actuales derroteros, allí van a seguir muchos
años. Porque aunque pretenden
–legítimamente- liderar el país, son incapaces de ofrecer nada en positivo. Ni tan siquiera confianza.
Una pena. Un fracaso.
Mientras tanto, al PNV le toca seguir adelante. 123 años ya de contraste diario con la realidad vasca.
Aguantando “carros y carretas”.
Arnaldo; Eso sí que es “histórico”.
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