sábado, 22 de septiembre de 2018

BOMBAS “INTELIGENTES” Y REALIDAD DE PANFLETO


Si lo hubiera dicho Gila me habría “partido la caja”. Como cuando  escenificaba aquel monólogo  telefónico en el que preguntaba por el enemigo y le interpelaba a qué hora iba a atacar.  O en aquel otro en el que parodiaba una reclamación del ejército  a un ingeniero ya que de los seis últimos cañones  que les habían llegado, dos  no tenían agujero y “los estamos disparando con la bala por fuera. O sea, al mismo tiempo que uno aprieta el gatillo, otro corre con la bala. Claro, pero se cansa y la suelta. No sabemos dónde porque nunca vuelven”. Humor absurdo  y desternillante.
Pero no fue el genial cómico  quien se refirió a las bombas  que el gobierno español había vendido a Arabia Saudí. Primero fue Josep Borrell quien desautorizó a la titular de Defensa  que se había negado a remitir  los artefactos al régimen de Riad. Pero la guinda la puso la portavoz del gabinete Sánchez, Isabel Celaá. Con su aplomo habitual y sin titubeo alguno, afirmó que las armas  dispensadas a la monarquía absoluta arábiga "son láser de alta precisión y si son de alta precisión no se van a equivocar matando yemenís".
“Bombas inteligentes” –oxímoron al canto- . Artefactos explosivos para no matar ¿Sólo para asustar?
Si no supiéramos del drama  humanitario que desde hace años se viene provocando en aquella parte del mundo  las palabras de la portavoz socialista podrían resultar  hasta pintorescas o graciosas.  Pero no. La señora Celaá, cuya soberbia los vascos ya conocíamos tras su paso por el Gobierno de Patxi López, se pasó de frenada y de sobrada.  Lejos de reconocer la difícil decisión  asumida por el ejecutivo español que en el dilema de la ética y la responsabilidad de estado había optado por esta última, Celaá  pretendió inventarse una versión ridícula e inapropiada. Como si la gente fuera tonta de baba.
Luego le tocó a su presidente Sánchez aclarar las razones reales  que cimentaban la decisión de  remitir a Arabia Saudí los cuatrocientas artefactos. Se trataba de un contrato  cerrado por el anterior gobierno y su ruptura unilateral  podía haber tenido para el Estado español graves consecuencias  económicas, políticas y diplomáticas.  Sí, una mierda  monumental.
En política – y creo que en todas las facetas humanas- es mucho más sencillo reconocer un error, explicar dónde se falló y su posterior enmienda que parchear la pifia maquillándola  para intentar que pase inadvertida. Entre asumir un fallo o hacer el ridículo  negándolo, siempre es mejor admitir el desatino que perder la dignidad  diciendo tonterías. Como lo hizo la ministra Celaá.  
Como muy bien diría Mikel Mancisidor –un vasco en el Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de Naciones Unidas- en la disyuntiva  existente entre “el ‘buenismo’ inútil y el cinismo práctico”, el gobierno español ha tenido que enmendarse, dejando a un lado las buenas intenciones  para plegarse a los límites de la realidad. “Las buenas intenciones –dice nuestro hombre en la ONU-, son válidas cuando se está en la oposición y no se tienen responsabilidades. Las segundas, las exigencias de la realidad, se reconocen cuando uno llega al poder y afronta sus complejidades”.
El fondo de la cuestión de la venta de armas a Arabia Saudí es mucho más denso que este dilema y atinar en su adecuada respuesta  debería  tener en cuenta  elementos sustanciales como los derechos humanos, la diplomacia y el respeto a los compromisos internacionales. Todo ello, contando con una planificación adecuada de las políticas industriales y  de las prioridades de la acción exterior, objetivos  mucho más sólidos  que el dar respuesta a  una polémica  de tertulia o evitar el impacto de un titular periodístico crítico.
Del “ruido” generado alrededor de los contratos armamentísticos del Gobierno español con Arabia Saudí, ha habido un altavoz que ha chirriado más de la cuenta. Se ha tratado de la posición  que al respecto ha mantenido “Podemos”. Su alcalde de Cádiz, Jose María González “Kichi”, no tuvo dudas a la hora de  pedir a la Moncloa  que no pusiera en riesgo  las relaciones con los sauditas  y blindara los contratos firmados con aquel país para construir cinco corbetas  en los astilleros públicos de Navantia.  El alcalde  de Podemos, líder de los “anticapitalistas” morados reconoció sin tapujos que "el contrato  me parece necesario. Significa trabajo y nosotros somos constructores de barco, lo hemos hecho desde a época de los fenicios. En Arabia Saudí los derechos humanos no son respetados y estoy en contra de eso, pero mientras, ¿qué comemos? Hoy en día soy alcalde de esta ciudad y la responsabilidad es mirar por el interés de sus vecinos y la construcción de los barcos no va a acabar con la guerra en Yemen. Si no los hacemos nosotros, los harán otros. Quién me iba a decir que iba a defender un contrato de Navantia con Arabia Saudí, pero hay que ver la situación real de las familias de Cádiz".
Lejos de ser criticado por los suyos, “Kichi”  fue respaldado en las declaraciones públicas realizadas por Pablo Echenique y por el propio Pablo Iglesias. Y es que  la “responsabilidad” de gobernar tiene esas cosas, y cuando hay que elegir entre “paz y pan”, la paz no quita el hambre. ¿Cuándo aprenderemos los “burgueses” tales enseñanzas?
Hay que ver  las vueltas que da la vida. Hace unos meses, los compañeros del gaditano “Kichi”, los anticapitalistas del Podemos vasco organizaron un show  de primera magnitud  respaldando a un bombero vizcaino amigo que se había negado a participar en el operativo de carga de un contenedor con armamento dirigido a Arabia Saudí  en el puerto de Bilbao alegando objeción de conciencia. En aquel caso, en el que las infraestructuras portuarias  no eran sino el punto de salida de un material legalmente contratado y los bomberos forales  actuaban según el protocolo de  custodia de materiales peligrosos,  los activistas de los “Círculos”  no tuvieron empacho en denostar a quienes, según ellos, cooperaban con el asesinato de yemeníes. Reproches al por mayor,  a la autoridad portuaria, a las administraciones vascas, a sus dirigentes… Populismo de garrafón que muchos medios de comunicación “compraron” como de auténtica destilería.
 Ahora, la teoría de la doble moral impone cerrar filas con los propios. Es, sin duda, una de las características más reconocible de la “nueva política”. Desacreditar a los demás  evitando la autocrítica.
Exactamente eso hizo el  secretario de comunicación de “Ahal dugu-Podemos” Endika Larrea que en rueda de prensa celebrada el pasado martes solicitó la comparecencia parlamentaria del consejero Erkoreka de cara a explicar “la falta de diligencia en perseguir la corrupción que afecta a cargos del PNV”. Para el dirigente de Podemos, “algo huele muy mal” por el “hedor” de las “redes clientelares vinculadas al PNV”  que, a su juicio, están haciendo “un grave daño a Euskadi”.  Con ese mantra  de vincular a los jeltzales a la corrupción “Podemos” desarrollará su inmediata campaña electoral.
Pero acto seguido a sus rotundas afirmaciones y cuestionado en dicha comparecencia por la imputación judicial de tres junteros guipuzcoanos de “Podemos” por una supuesta “coacción” a una compañera, Larrea, sin ánimo clientelar, ni de complicidad o de falta de diligencia,  se limitó a decir que aún era pronto para pronunciarse ya que estaban recabando información al respecto. Ni olor, ni hedor, ni peste. Ni vergüenza.
El histrionismo de “Podemos”, su afán por dogmatizarlo todo, su falta de introducir matices en las situaciones les hace perder la credibilidad en su discurso. Otro ejemplo; Lander Martínez en la evaluación del discurso del lehendakari Urkullu en el pleno de política general.
“Urkullu vive "de espaldas a la realidad social" y  su tono "monocorde y gris"  es el "fiel reflejo de la apatía del Gobierno Vasco para ofrecer las soluciones que se necesitan para la Euskadi real". "Hemos visto al lehendakari vender humo". “Ante el país de piruletas, caramelos y gominolas que nos quiere vender el lehendakari, aquí está la izquierda vasca para aportar soluciones” ¿Realidad? ¿Soluciones?
Realidad de panfleto, de arenga o de consigna. “Podemos” ha renunciado a ser influyente, a participar en el cambio social.  Es más cómoda la protesta profesional, cambiar el mundo viendo la televisión. Comiendo chuches y jugando  a conquistar los cielos de Matrix. Nadie les espera ya. Ni en el presupuesto, ni en la modernización de la RGI, ni en el impulso de los planes de empleo, ni  en la actualización del autogobierno. Su política es de campanario. De nada más. Gila les dedicaría un monólogo


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