Uno no
está acostumbrado a los “palmeros”. Ni a los “pelotas” que revolotean en tu derredor abrasándote con eso de “me encanta lo bien que escribes”.
Quizá sea por timidez, o porque según
dicen quienes mejor me conocen, soy “un antisocial”. Lo cierto es que soy un
tanto (bastante) cascarrabias.
Como
diría mi madre, parezco “protestante”. No “luterano”. “Protestante”, que me
quejo y critico todo. Sé que es un defecto, de los muchos que tengo.
Además, no lo oculto. Lo que ocurre es que mi mordacidad la revisto de ironía, lo que en ocasiones
hace que mis comentarios sean un tanto ácidos.
Pero prefiero ser un “borde” antes que un servil adulador.
Además,
es mejor asumir una crítica, extrayendo
la parte constructiva que esta pueda tener, que no “diabetizar” tus
oídos con mensajes edulcorados.
Dicho
esto, también debo reconocer que, aunque
me incomode el ser reconocido por
lectores o seguidores de mis escritos, agradezco sinceramente las muestras de cariño que ellos me
trasladan. Nunca imaginé que tanta gente me saludara haciendo mención a mis
artículos como la que el pasado domingo se me acercó en las campas de Foronda.
Hubo hasta quien se quiso fotografiar conmigo. O quien me dio un par de besos.
Por poner un pero, diré que siendo femenino mayoritariamente el “club de fans”,
la edad de sus integrantes siempre superaba
el límite de la jubilación. Ya lo he dicho, me quejo por todo.
Con lo
que no puedo es con los “palizas” que te doran la píldora sin importarles que
estés solo o acompañado, que tengas prisa o estés ocupado. Los que te persiguen
hasta el urinario y allí se sitúan a tu
lado sin parar de darte “la brasa” mientras miran como orinas en un acoso sin escape posible. Son los
plastas basculantes contemplativos. Plastas porque
son pesados hasta la extenuación. Basculantes porque en el mingitorio se mueven de un lado a otro y contemplativos porque, además, por si fuera
poco el escarnio, giran de vez en cuando
la cabeza alargando el cuello para mirarte cómo meas.
Uno de
estos “sabios” acosadores se me acercó el pasado jueves. “Mediavilla – llamó mi
atención-. Te sigo en el blog”. Como
cuando vienen a darte palmaditas en el
lomo puse cara de simpático. Pero no. Su
intención era otra. “Eres un listo. No
das ni una” –prosiguió mientras yo, como la Pantoja, sonreía
farisaicamente (dientes, dientes)- . “Dijiste el otro día que habría elecciones
anticipadas. Que serían el 25 de noviembre, coincidiendo con las andaluzas. Y
ni elecciones andaluzas, ni generales ni ná de ná. El martes ha pasado y nadie ha convocado. Ni
se han disuelto las cortes, ni Pedro Sánchez ha dicho ni mú”. “Enterao que eres un enterao!”.
Yo
seguí encantador mientras por lo bajini me comía los higadillos. ¿Acaso no
había dicho que prefería la crítica al peloteo? Un poco de coherencia.
Es
cierto que en mi último artículo señalé la fecha del 25 de noviembre como la
opción más verosímil de cara a la celebración de los comicios autonómicos
andaluces y, en segunda derivada, con la hipotética confluencia de éstos con
unas votaciones generales. También advertí que si la disolución anticipada del
Parlamento andaluz y de las Cortes no se
llevaba a cabo el pasado martes, sería el 2 de diciembre la siguiente
opción barajada para fijar el encuentro con las urnas. Hoy apuraré algo más. Sigo pensando que habrá adelanto electoral. Lo habrá en
Andalucía, y previsiblemente, en el conjunto del Estado. ¿Cuándo? Las fechas
que se barajan son las del 2 de diciembre o el 16 de dicho mes (la semana
intermedia está anulada por puentes y fiestas).
Los
argumentos que sustentan esta
posibilidad siguen siendo los mismos que los expuestos la pasada semana. Por un
lado está el bloqueo institucional sellado entre PP y Ciudadanos a cualquier
iniciativa parlamentaria que impulse el
gobierno socialista. Por otro, el desgaste de imagen del gabinete Sánchez. Y,
en tercer lugar –aquí la novedad respecto a la pasada semana- la
constatación de que la crisis de los
partidos soberanistas catalanes imposibilitará el mantenimiento de la mayoría
parlamentaria que hizo posible la censura de Rajoy.
Sánchez
había apuntado en Nueva York que si el independentismo catalán “prioriza el conflicto en lugar de la
cooperación, la legislatura está acabada e iremos a elecciones”. El discurso
del president de la Generalitat, Joaquim Torra, conminando al ejecutivo español
a presentar una oferta pactada de referéndum de autodeterminación a modo de
ultimátum pudo ser la mecha que activara la posibilidad de un anticipo
electoral. Pero la amenaza, verdadera o fingida, no fue causa determinante en la definición de un nuevo calendario
electoral. El terremoto interno que
causaron las palabras de Torra y la evidente crisis interna que destapó sí.
La advertencia del President pilló a contrapié a propios y
extraños. Ni Esquerra Republicana ni el PDeCAT conocían de antemano el
requerimiento al Gobierno español. Rufián, tan plástico en sus declaraciones lo
escenificó perfectamente. “Los ultimátum
los carga el diablo”.
Este último episodio catalán no es baladí pues ha revelado
descarnadamente las serias diferencias
existentes –irreconciliables prácticamente- en el movimiento soberanista. ERC y PDeCAT desconfían mutuamente. Su relación histórica de confrontación se
mantiene más viva que nunca hasta el punto de que han llegado a prodigarse “divorcios” personales de dirigentes supuestamente unidos por el
procés y por la posterior represión.
En Esquerra no se
acepta que el liderazgo político llegue de Waterloo. Sus estructuras son
las de un partido histórico cuyos dirigentes se encuentran bien en la cárcel o en el
exilio y no comparten la estrategia del “cuanto peor, mejor”. Y es que el
análisis que se hace desde Bruselas –y
que comparten los fieles discípulos de Puigdemont como Miriam Nogueras- es que
“Sánchez es lo mismo que Rajoy”. Por lo tanto
“Catalunya no puede apoyar a quien también fue partícipe del 155” y si
“Sánchez cae y la crisis se impone en España, si en ese caos ganan Ciudadanos y
el PP, las bases independentistas
catalanas se incrementarán. Una nueva
mayoría republicana que Europa no tendrá
más remedio que reconocer”.
En el PDeCAT la situación es más compleja aún que en ERC porque Puigdemont, sin disponer de cargo
orgánico alguno dentro del partido es
quien pilota la estrategia. Y para
asegurarse un mayor control de los ex convergentes ha creado una nueva formación, “La Crida per
Catalunya” que se constituirá como
partido el día 12 de octubre. La “Crida” fue presentado inicialmente como un movimiento
soberanista que aglutinaría a todo el espectro independentista, desde las CUP
hasta el PDeCAT. Pero los antisistema y los republicanos ya anunciaron su
decisión de no incorporarse al mismo por lo que
su único objetivo actual es fagocitar al PDeCAT. Tal intento de
absorción está siendo contestado internamente
y de manera especial por el poder local
de la antigua Convergencia que teme perder sus derechos y su bagaje como partido político de cara a las próximas
elecciones municipales de mayo.
Todo esto ocurre en
paralelo al mandato de Joaquim Torra, un activista cultural independiente que ha llegado a la presidencia de la Generalitat
“ no para administrar una autonomía” sino “para hacer efectiva la república
catalana”. Torra no tiene vis política. Es un humilde militante soberanista a
quien la “acción de la calle” condiciona
notablemente hasta el punto de
verse muy afectado por los gritos que reclamaban su dimisión proferidos por
militantes de los CDR (Comités de Defensa de la República). Su continuidad en
la presidencia de la Generalitat es toda una incógnita ya que privadamente ha confesado que él “no está para hacer
políticas autonomistas” y que si se
impone este retroceso “dimitirá”. “Se ve
pagando su activismo en un largo exilio en la Catalunya norte”.
Por desgracia, la unidad de acción soberanista en Catalunya
está a punto de estallar y las consecuencias de esa ruptura afectarán no solo a
aquella nación hermana sino al conjunto del Estado. Pese a que Susana Díaz
había manifestado que “nos vienen mejor unas elecciones sólo con acento
andaluz”, desde Ferraz, donde Ivan Redondo se ha incorporado al comité
electoral, Ábalos cree que lo mejor para sus intereses es que
Sánchez y Díaz “sumen fuerzas” en busca de un doble beneficio electoral para el
PSOE.
Me temo que así será. Ojalá me equivoque. Tanto en lo
electoral como en lo relativo a Catalunya. Y que mi error, alguien me lo pueda
reprochar en algún momento
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