Resulta inexplicable pero en mi memoria encuentro recuerdos inverosímiles. Imágenes que no sé si sirven para algo pero que quedaron forjadas en mi cerebro como si una cuña las hubiera introducido para siempre. Son residuos del aprendizaje que quedan ahí tras una sensación imborrable de curiosidad. Tatuajes fijados en la “masa gris” sin sentido o validez alguna.
Entre ellos tengo unas citas literarias extraídas del primer libro de latín que me obligaron a empollar durante mi educación adolescente. Locuciones que, repetidas como un papagayo, sirven para dar el pego de aparentar ser un “tío leído”, si bien, al día de hoy sea incapaz de determinar en dichas frases donde estaba el nominativo, el verbo, el ablativo o el genitivo del aserto.
En mi defensa diré que las “lenguas muertas” me resultaron simpáticas pero, sin más. Una excusa para huir de las matemáticas y de las ciencias.
Más fuerte, y con más carácter, recuerdo el interés de un fraile marista, para que en mi joven formación cultivara el idioma francés. Todos los días nos ponía audios “para hacer el oído”. Fruto de aquel adoctrinamiento supe de Moustaki y su inolvidable canción de “Le Métèque”. Y para familiarizarnos con la gramática, con la ortografía, se nos impuso la lectura. No cualquier lectura. García Márquez en “gabacho”. “Cent années de solitude” ni más ni menos. De todo aquello me quedó grabado en el cerebelo el inicio de su primer capítulo. “Macondo était alors un hameau de vingt chaumières…” Patético.
Nunca dominé la lengua francesa pero de aquellas vivencias me quedaron estas pinceladas de “cultura basura” sin ninguna utilidad.
La cultura, la filosofía, las ideas nada tienen que ver con las memorizaciones o con los automatismos. Hay que abrir la mente y dejar que Gabriel García Márquez incorpore sus historias, sus personajes, su ficción de “Cien años de soledad” para sentir de verdad la potencialidad del raciocinio humano.
Recomiendo vivamente que quien no lo haya leído lo haga. Es, quizá, la obra cumbre de la literatura clasificada como “Realismo mágico”, un género en el que se combina la veracidad objetiva con acciones y narraciones fantásticas que son relatadas como hechos ciertos induciendo al lector a creerlos verosímiles. Ficción y realidad se conjugan de tal modo que resulta difícil interpretar qué es verdad y qué mentira.
Después de que el conjunto de las instituciones del país se reunieran el pasado jueves en el Consejo Vasco de Finanzas para determinar el cierre recaudatorio del año en curso y establecieran los niveles de ingreso -vía tributos- para el año que viene, llegará el momento de que la Euskadi institucional presente sus presupuestos.
Las Cuentas Públicas son el elemento menos “mágico” de cuantos puedan existir en la gestión pública. La política y su desarrollo siempre posibilita iniciativas “creativas” o cuando menos “imaginativas”. Sin embargo la gestión de los dineros de todos obliga a las instituciones a hacer un ejercicio estricto de transparencia objetiva. A la hora de determinar en qué gastar o invertir lo que por vía de impuestos se ha conseguido, los gobiernos tienen la obligación de presentar una foto fija lo más fiel posible a la realidad conocida y comprobada. Es decir que para cada acción a acometer deben contemplar su coste económico y valorar si se está en condiciones de asumir dicho importe o no. Es como la economía familiar pero en otra escala. Hay que plantearse “esto cuanto cuesta” y si “se puede pagar o no”.
Las necesidades sociales son mayores que las posibilidades de acometerlas. Aunque la situación sea de bonanza, siempre habrá pretensiones inalcanzables. Ahí es cuando las Administraciones se ven obligadas a priorizar ámbitos y a optar por acometer lo que consideren más importante o necesario con los dineros que disponen. A eso, se le llama gobernar.
El presupuesto es la principal herramienta con la que cuenta la acción política. Sin él, los proyectos solo son ideas intangibles, literatura. Por eso la necesidad de la aprobación de las cuentas resulta importante, y cobra especial relevancia en aquellos sistemas democráticos en los que quien ostenta la responsabilidad de gobierno no cuenta con la mayoría suficiente para poderlos validar.
En esa situación se encuentra el Gobierno de la Comunidad Autónoma Vasca. El ejecutivo que preside el lehendakari Urkullu necesita del apoyo de una tercera fuerza política para sacar adelante sus previsiones económicas. En los dos últimos años solventó esa carencia de mayoría mediante un acuerdo con el Partido Popular. Sin embargo, en este ejercicio, la posibilidad de un consenso se hace más complicada. El PP, enrabietado por la moción de censura que le sacó de la Moncloa no parece estar dispuesto a reeditar un acuerdo con los nacionalistas vascos. Además, desde la victoria interna de Casado, su presidente en Euskadi, Alfonso Alonso, se encuentra solo y difícilmente podría imponer su criterio, en el supuesto de que decidiera volver a la senda del entendimiento con el PNV.
En tal sentido, sus diferencias en materia de autogobierno, les sirven de excusa perfecta para escenificar un distanciamiento global.
La segunda opción que se presenta al gobierno de nacionalistas y socialistas es la de Elkarrekin-Podemos. Más que una opción es un espejismo.
La formación que lidera Lander Martinez ha presentado públicamente su “tabla reivindicativa”. Quince puntos de incidencia presupuestaria y de ámbito general. Pretensiones insospechadas como el rescate de la Naval de Sestao (¿es posible o no? ¿Cuánto costaría si fuera viable?) ; La elaboración de un “macroplan de empleo” evaluado en 150 millones de euros; retirada del proyecto de modificación de la RGI; reversión de las modificaciones fiscales aprobadas por las Juntas Generales; 30 millones de euros más para la red educativa; gratuidad del estudio del euskera hasta el nivel EGA (sin evaluar); plan de choque contra la escalada de precios de viviendas de alquiler (sin cuantificar), etc.
Una primera cuantificación económica hecha por el ejecutivo de Gasteiz cifra en mil quinientos millones de euros el coste suplementario de la propuesta “morada”. Una alternativa que no admitirá "rebajas y cambalaches" y que no se conformará con el cambio de "unas migajas".
Ahí queda eso. Los “Círculos” vascos siguen siendo “espíritus libres”. Su mundo no es terrenal. Van más allá del “realismo mágico”, de Macondo y de Aureliano Buendia. Pasan del “realismo” directamente a lo “fantástico”, a la inventiva, despreciando la certidumbre. Me río yo cuando hablan de “la gente de la calle”. De las “clases populares” ¡Pobre gente! Han convertido la política en un juego de rol. En populismo e irresponsable demagogia. Justo al contrario del aggiornamento producido por el mismo partido en el Estado donde Pablo Iglesias y los suyos, atemperando su dogmatismo ideológico, han hecho un ejercicio práctico de realismo y responsabilidad pactando un proyecto de presupuesto con el gobierno de Pedro Sánchez. Errejón llamaría a esta fase de diálogo y consenso “competencia virtuosa”. Algo que sus acólitos de Euskadi desconocen o les importa una higa.
En esta coyuntura vasca falta por conocerse la propuesta negociadora de EH Bildu. Más allá del anuncio de Otegi de brindar dos abstenciones para la aprobación de las cuentas, habrá que analizar las contrapartidas que plantean para hacer viable el presupuesto. De lo trascendido públicamente se observan novedades. Ya no se condiciona el apoyo gubernamental a la ruptura de la coalición. Algo es algo. Y se ha dejado entrever que pese a defender un complemento de pensiones mínimas hasta los 1080 euros, EH Bildu apostará no por el “todo o nada” sino por acciones progresivas de acercamiento a ese objetivo. Habrá que conocer exactamente cuales son sus estimaciones reales y qué pretenden cuando hablan de combatir la brecha salarial o impulsar el empleo de calidad para los jóvenes. La música suena bien pero falta la letra para poder dictaminar si la voluntad de aproximación es verdadera o simplemente –como ha ocurrido en el pasado- se trata de un ardid para buscar contradicciones y fijar posiciones de cara a un rédito electoral. La semana que viene sabremos más e intuiremos si Euskadi se aproxima a un nuevo acuerdo presupuestario o, por el contrario, nadie desea retratarse con la realidad, lo que tampoco sería un drama ya que con una posible prórroga de las cuentas el Gobierno de Urkullu tendría mimbres suficientes para seguir desarrollando una política económica rigurosa y efectiva. Toca esperar.
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