sábado, 1 de diciembre de 2018

TIEMPOS LÍQUIDOS

Nos llevamos las manos a la cabeza  y rasgamos las vestiduras al contemplar  las estadísticas  sobre el consumo de alcohol de la juventud vasca. Hacemos que no damos crédito y repartimos moralina  como si fuera caridad. Culpamos de ello a los padres, a la falta de valores, a la sociedad consumista y a muchas cosas más. Somos especialistas en buscar culpables.

Nos escandalizamos con el botellón, con las escenas de las bolsas  de licor que salen de extranjis de los supermercados. Con una cultura del ocio vinculada al alcohol.  Y sentimos lástima de una “generación perdida”. Todo es verdad y es, también, mentira. Verdad porque el problema de los consumos es grave. 

Pero, al mismo tiempo, es mentira  el axioma de que hoy se bebe mucho más que ayer. Que la juventud actual tiene hábitos menos saludables  que los de nuestra generación. Es injusto generalizar el problema y ridículo echar mano de las explicaciones acientíficas que somos capaces de  inventar para explicar su contexto.
No es cierto.

En mi juventud bebí tanto o más que cualquier joven de hoy. Lo hacíamos casi todos  los que compartíamos amistad, cuadrilla, activismo o juegos. Era una parte consustancial de la forma en la que las personas nos relacionábamos socialmente. La comunidad se construía en los txokos y en los bares.  En mis tiempos, no había botellones  ni “quedadas” pero cualquier  actividad lúdica, asociativa, pasaba por el trago.  Si subías  al monte un fin de semana  y pernoctabas en un refugio,  había que llevar un garrafón. Si las mañanas del domingo te citabas para  jugar a pala en el frontón,  tras el deporte le seguía una maratón de potes  que continuaba al atardecer tras el almuerzo y la partida de cartas. 

Eran otros tiempos y los hábitos eran muy diferentes. En las casas se comía y cenaba con vino –hasta los más jóvenes- .  Vino “peleón” con gaseosa.  Se celebraban las visitas a amama con chupitos de anís y galletas y, en la España rural  se merendaba  con una buena loncha de pan de hogaza  untada en vino y azúcar.

Visto con la perspectiva del tiempo transcurrido  avergüenza haber sido partícipe de tan insana y peligrosa. No fuimos capaces de  asimilar las graves consecuencias  que el alcohol provocaba. Vidas, familias, convivencias,  destrozadas. Tampoco vimos los riesgos evidentes  de mezclar bebida y conducción. Cuan insensatos fuimos  las veces que nos pusimos al volante tras una juerga o una comida bien regada.  Una amenaza para nosotros mismos y, lo que es peor, para los demás. 

Afortunadamente, el tiempo nos ha hecho cambiar  y aquellos excesos pasaron  al baúl de los recuerdos  donde el subconsciente  se encarga de seleccionar solamente las evocaciones  positivas o en mi caso las cómicas. Anécdotas que en ningún caso “blanquean” la responsabilidad de tanta inmadurez.

De aquellos “tiempos líquidos”  recuerdo la clarividencia de mi madre.  Las madres siempre tienen un sexto sentido capaz  de adivinar  el estado  de normalidad o no de sus vástagos.

Nosotros vivíamos en un cuarto piso sin ascensor, con largos tramos de escalera  de acceso. Los fines de semana, los amigos nos citábamos en rondas de “txikitos”.  Vino blanco a la mañana y tinto a la tarde. Como si diferencíasemos el día de la noche.  A la hora de la retirada vespertina, el nivel “freático”  comenzaba a rebosar por desbordamiento  y articular, en aquel estado,  una frase  coherente costaba  una enormidad. Así que cuando yo llegaba al  portal  de casa  y para no alertar a los padres de que mis pies eran redondos, me proponía  editar un discurso nítido y  clarificador. Una frase que repetiría  en todo el trayecto de peldaños y rellanos. “Gabon. No tengo ganas de cenar. Estoy cansado. Me voy a la cama”.  Asertos cortos y directos para evitar la confusión. Así, subía el primer piso. “Gabon. No tengo ganas…”. Accedía al segundo, al tercero  y al cuarto.  Me lo sabía de memoria. Con un poco de fortuna abría la puerta y enseguida aparecía Mari Tere. Yo le miraba y le decía; “Gafon, no dengo …” No me daba tiempo a más. “Dónde has estado paciendo? –me recriminaba-  ¡Venga, a la cama!”. Eso mismo era lo que yo quería decir. Clarividencia la suya. 

El sociólogo polaco Zygmunt Bauman  fue quien a finales del pasado siglo acuñó la definición de “modernidad líquida” para identificar a la sociedad que se nos venía encima. Una sociedad en la que todos los valores son  flexibles, volubles e inestables.  Y eso es así porque los acontecimientos, novedades o noticias  que nos llegan a nuestras vidas  duran como mucho un día. La política española, según el concepto de Bauman ha alcanzado la máxima modernidad de la posmodernidad. 

Sería difícil encontrar unos tiempos políticos menos sólidos que los actuales. Las declaraciones públicas se quedan viejas en horas.  Los presupuestos se pactan pero no se presentan. Lo  que hoy es fundamental mañana se abandona.  Todos son intenciones, nada compromiso. Lo importante no es el mensaje. Es el medio y su alcance.  Lo verdaderamente trascendente es ocupar el “prime time” de televisiones y radios.  Ser “influencer”  en redes sociales, “trending  topic” entre los tuiteros. Y en ese magma líquido, las ocurrencias, las noticias falsas,  el revisionismo histórico, los rumores sin confirmación, terminan por apoderarse de todo. Ya no hay certidumbre, ni posibilidad de acuerdo serio. Ni gobernabilidad ni nada.  Solo queda la confrontación y las urnas. 

Nadie duda ya de que habrá adelanto electoral en España.  La cuestión será saber cuando Sánchez hará uso del botón “nuclear” para dar por finalizada la legislatura.  Pasando mañana y a tenor de los resultados que se obtengan en los comicios andaluces estaremos más próximos en desvelar la incógnita de la ecuación. Susana Díaz pretendía separar estos comicios para que el diapasón de los mensajes  sonara exclusivamente con “acento andaluz”. Pero la política “líquida” ha podido con ella y con su estrategia convirtiendo el sur español en un banco de pruebas de lo que nos espera  en unos comicios generales , de tal modo que en Andalucía, además de saber quien ostentará mayor confianza del electorado de aquel pueblo, estos comicios van a dejar una segunda lectura; hasta dónde llegará la representación de Vox y cómo de fraccionada queda la derecha conservadora..

Hay quien opina que  los ultras de Abascal  restarán a populares y ciudadanos  por igual. A Casado, por pura competencia y por los restos,  pueden hacerle perder hasta  8 escaños, uno por provincia. Susana Díaz, pese a ser la cabeza de serie,  tampoco parece “salirse”  en la votación. Al contrario, puede  perder espacio en un mapa terriblemente cuarteado y dividido. Un nuevo dibujo político de difícil gobernabilidad en el que no se descarta nada. Ni tan siquiera la baza de una repetición electoral a modo plebiscito  tras un endiablado cuadro de posibles pactos postelectorales y la negativa de los “anticapitalistas” de apoyar al “susanismo”..

Pedro Sánchez sabe que su tiempo se acaba. Su equipo, que en un primer momento le rentó popularidad, le hace perder credibilidad a borbotones. Lo último de Borrell no tiene un pase y si no fuera por lo transitorio del momento, el canciller de exteriores estaría ya en su casa. 
La alternativa de  del “superdomingo de mayo” que tanto gusta al aparatero Ábalos parece descartarse. No porque moleste a las baronías socialistas.  Sánchez se ríe de ellas. Se cree crecido y piensa que sus notables estarían cautivados con la coincidencia  electoral  debido al “tirón  personal del presidente”.  El inquilino de la Moncloa, como otros anteriores, está encantado de haberse conocido.  Pero lo del “superdomingo” tiene muchos inconvenientes. El primero y fundamental  que poner cinco urnas en los colegios  para votar con otras tantas papeletas diferentes podría ser un caos   organizativo.  Y una apuesta política demasiado arriesgada. Como jugar a la ruleta  el todo o la nada. 

Por eso cobra fuerza la opción de que las elecciones generales se adelanten a marzo. De ser así, Sánchez tendría programa –el que no ha podido llevar a cabo por falta de apoyos en estos meses- mientras que el resto, en crisis de reposicionamiento tras le embate andaluz  estarían más ocupado en hallar su propio espacio que en otra cosa. A codazos si fuera menester. Y diciendo barbaridades.

No hay duda. Huele a anticipo electoral y en esa convicción, partidos como el PNV,  acostumbrados a la “política sólida”,  deberán estar muy atentos a los próximos movimientos. De momento los jeltzales deberán activar  su mecanismo de elección de candidaturas. Su procedimiento asambleario exige tiempo y este parece haberse acabado de repente, 

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