Quien
esté libre de falta, que tire la primera piedra. La cita exacta, atribuida al
evangelio de Juan, habla de “pecado”. Pero habida cuenta mi especial
sensibilidad para temas religiosos, me he permitido llevarla a un ámbito más seglar.
Sí,
quien esté libre de haber cometido excesos durante estos días de oprobio, que levante la mano. Seguramente hemos comido y bebido como si no
hubiera un mañana. Hemos trasnochado. Hemos abusado del azúcar, los turrones y
los “ folforones” –perdón por escribir con la boca llena-.
Nos
hemos “pasado siete pueblos” mandando mensajitos por el móvil. Felicitaciones y
horteradas de todo tipo. Hemos rebasado el límite del fingimiento, deseando “paz y amor” a
quienes en circunstancias normales ni tan siquiera saludamos.
Todos
hemos hecho algo “por encima de nuestras posibilidades”. Hasta el petimetre de turno que ni come, ni
bebe, ni fuma. Él corre y hace deporte.
Ese también se ha pasado y si no controla sus “buenos hábitos” terminará
teniendo un ataque de salud.
Las
secuelas se dejan notar. En las lorzas de michelín, en la boca pastosa tras haber acabado sin sed o en la
factura telefónica –que ya llegará-.
El
material sólido más visible de ese
cúmulo de excesos son los residuos.
Vamos, la basura que generamos.
Somos como una máquina de hacer
basura. Desperdicios que hay que
separar. Botellas y vidrio a un lado. Papel y cartón por otro. Lo orgánico,
donde siempre. Así hasta quedarse sin sitio en la cocina. Suerte
de que entre el tumulto familiar organizado en estas fechas siempre llega la
hora de la despedida de quienes no viven
en tu casa y a quienes , en un gesto de agradecimiento por participar en el
convite cargas con bolsas que llevar al contenedor más cercano. Y si no tienes esa suerte de
“voluntarios” para bajar los
desperdicios; ajo, agua y resina (a joderse, a aguantarse y a
resignarse).
Afortunadamente, esta temporada de excesos se acaba pronto. Es
pasajera. Nuestra mala conciencia nos
empujará, inminentemente, a prometer un
resarcimiento. Y así llegarán los “nuevos propósitos” para el año que comienza.
Ir a un nutricionista, al gimnasio. Dejar de fumar. De beber. Retomar
a la vida sana. Pero, en cuanto
te acuerdas del petimetre y del “ataque de salud”, abandonas las buenas promesas echándote nuevamente en
manos del caos y de los avatares del destino.
Para
pablo Casado parece que la Navidad es permanente. Está sobrado. Más que sobrado, pasado de vueltas. Todo lo
que dice –y dice mucho- es excesivo. Es
como si compitiera consigo mismo para superar todos los límites imaginables de
la radicalidad verbal. Desde que se
convirtiera en presidente del Partido Popular tras la marcha de Mariano Rajoy,
Casado ha escorado el discurso, la alternativa y hasta el cuadro humano de esta formación política
hacia una derecha dura y competidora de
posiciones extremas.
Desde
los nuevos dirigentes incorporados a
Génova se cree que tal reposicionamiento
busca el retorno a los tiempos de Azna , una “época dorada” en la que bajo el
manto del PP se refugiaban todas las formas entendibles de los conservadores españoles. Desde los
liberales, democristianos hasta los neofranquistas. El propio Aznar reconoció que durante su
mandato legó “un único partido” y “ahora
hay tres”, en referencia al PP, a Ciudadanos y a Vox.
Todo el
mundo reconocía a Pablo Casado como un “joven valor” heredado de la fundación FAES. Lo que nadie
predijo es que en la búsqueda de una
nueva derecha española, el prometedor Casado, despreciara la centralidad para
volcarse en la frontera radical. Tal estrategia
–aunque en el corto plazo le pueda servir para gobernar Andalucía- le va a ir minando apoyo social
desplazando a una parte de su electorado
hacia opciones más templadas (pudieran ser
Ciudadanos o el propio PSOE). Politólogos y analistas políticos consideran que el rumbo marcado por
Casado terminará por hacer fracasar al PP, partido al que destacados personajes
de la derecha tradicional española comienzan a considerar como alternativa fracasada. “Se echa de menos a Arriola” –cuentan- frente a los “advenedizos” hiperventilados .
Casado
no para. Es como el “Jolly Chimp”, el viejo juguete del mono con
platillos que genera un escandaloso ruido
alimentado por pilas duracell .
Anteayer estuvo en Ceuta, en la frontera con Marruecos para defender
a la Policía Nacional y a la Guardia Civil en su trabajo
contra inmigración ilegal. En su
equipo han identificado el problema
migratorio como un “granero de votos”
que explotar y no le
importará vincularlo con la delincuencia
o con el despilfarro de recursos sociales, al más puro estilo Salvini.
En su
viaje a la derecha extrema, Pablo Casado
también ha encontrado en el Procés
catalán, y en la reacción hispano
nacionalista que provoca en parte del Estado, una herramienta con la que atacar al presidente español,
Pedro Sánchez. Para ello no escatima en acusaciones, en afirmaciones gratuitas o abiertamente falsas, para
provocar y enardecer a sus más recalcitrantes seguidores.
Así, los pasados días criticaba
con dureza a Padro Sánchez por "permitir" que haya
"homenajes" a los presos del procés y por no defender a los Mossos d'Esquadra,
llegando a afirmar que "el control de mando del independentismo está
instalado en La Moncloa".
Casado,
como Trump y otros políticos líquidos,
inconsistentes y de efectos comunicativos
inmediatos, es un foco de titulares
encadenados. No soporta un discurso coherente. Simplemente repite consignas a modo de titulares. Frases cortas sin matices. “Fake news” sin contraste alguno que sirven para golpear
mientras que muchos medios de comunicación – la mayoría- se pliegan a esa técnica perdiendo todos los valores deontológicos que engendraron el periodismo verdadero.
Sin
embargo, el líder del PP ve la paja en el ojo ajeno. “Las fake news en
España –llegó a escribir Casado en su cuenta oficial de Twitter- las crean los independentistas y
populistas”. Pero él mismo era víctima
de su postverdad cuando el pasado día en Pamplona, en la presentación
de la candidatura popular al próximo
Parlamento Navarro, aseguró que la
última vez que acudió al Viejo Reyno , “cuando llegamos a la plaza mayor de
Iruñea fue como esa Varsovia en la que no podías salir de sus calles. Empezaron a llamarse, empezaron a salir de la
terrazas, empezaron a crear un auténtico tumulto a nuestro alrededor y a los
cinco minutos una jauría de energúmenos empezaron a insultarnos, a tirarnos
vasos, a coger los palos de las sombrillas para intentar pegarnos».
Afortunadamente, para descrédito del representante de Génova, unas cámaras
televisivas captaron entonces aquella secuencia. Y ni hubo linchamiento, ni vidrios volando o palos de sombrilla amenazantes. Todo
fue una mentira para justificar un
relato penoso.
Dos consideraciones
al respecto; la plaza mayor de Iruña se llama Plaza del Castillo. Y el sitio de Varsovia, con miles de víctimas
provocadas por el nazismo, merece mucho más respeto que la desconsideración
demostrada por el locuaz presidente del
PP.
Si alucinante resultan los discursos extremos que día a día
pronuncia el líder de la derecha
española, aún más grave resulta la
condescendencia, cuando no la simpatía que
tales pronunciamientos suscitan en medios de comunicación y líderes de opinión. Si se acepta cualquier mensaje sin filtros, sin crítica,
sin contraste, sin el mínimo rigor, se
será cómplice de la desnaturalización del sistema democrático. Con la tolerancia a la mentira y la falsedad se estará dando pie a totalitarismos que
justifiquen, sin base cierta, cualquier decisión que cercene la libertad, la convivencia o los
derechos humanos.
Por donde galopa Casado
no vuelve a crecer la hierba, como se decía de Othar, el caballo de Atila. Pablo Casado ha iniciado la autodestrucción del PP. Su
caída libre lo anuncian todas las encuestas.
En España sus excesos alimentan a Rivera y Abascal. En Euskadi es aún
mucho peor. Con un cuadro dirigente que parece un tercio de la Legión (Raquel
González, la secretaria vizcaína ha fichado a la “ultra” Yolanda Coucerio) los populares
pasarán de ser minoritarios a
casi extraparlamentarios. Lo veremos en
las próximas Juntas Generales de Bizkaia y Gipuzkoa. En Araba, se quebrará su fortaleza y los “versos
sueltos” de Oyarzabal y Semper han sido puestos en las cabeceras municipales
como primeros sacrificados de la nueva era. Y Alonso, en esta coyuntura,
piensa seriamente en abandonar el barco.
Lo que no pudo hacer ni la Gürtell, ni la Púnica, ni la
corrupción sistémica, lo puede hacer Casado y sus excesos. El PP se
autodestruye.
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