sábado, 26 de enero de 2019

MUCHO LIRILI Y POCO LERELE


Ya me parecía a mí. Mucho tenía que cambiar la “izquierda transformadora” para que sus representantes parlamentarios apoyasen las medidas  extraordinarias que el Gobierno vasco presentará ante la cámara de Gasteiz  tras  la triple alianza opositora –EH Bildu, PP y Podemos- contra los presupuestos.
Se trataba de decisiones  de “sentido común” (subida salarial de los trabajadores públicos, incremento  en las ayudas de la renta de garantía de ingresos y adecuación económica a los conciertos educativos). Medidas que  deberían estar al margen del debate político por estar fundamentadas en el “bien común”.  Decisiones de gestión  que debieran aplicarse cuanto antes para evitar perjuicios generales, lo que implicaría  ser tramitados  en el Parlamento  mediante procedimientos  específicos. Medidas extraordinarias  para soluciones incontestables.
Pero lo del “sentido común”, la “responsabilidad” o la garantía de no mercadear  políticamente con las “cosas de comer” no me cuadraba con la posición  que tradicionalmente ha mantenido en el ámbito institucional EH Bildu.  Sus declaraciones previas  de que “no pondrían obstáculos” para la aprobación de medidas extraordinarias como la subida salarial de los funcionarios,  acaban de ser enterradas  por su coordinador parlamentario, Unai Urruzuno, quien ha advertido que su formación votará en contra de cualquier intento de agrupar  estas disposiciones en un único proyecto de ley y de ser tramitado mediante el procedimiento de “lectura única”.  Para EH Bildu, presentarlo así en la cámara legislativa sería “una trampa”  que tendría como respuesta su voto negativo.
Parecido recorrido ha tenido Elkarrekin Podemos.  Lander Martínez, una vez más sobreactuando, ha anunciado  que  ellos no están  para dar cobertura a las propuestas del gobierno. Es más, innovando en análisis político ha llegado a la conclusión de que  la caída de los presupuestos fue una decisión intencionada  del gabinete  de Urkullu.  La conspiración pasaba por pactar con el PP –con quien “el PNV comparte modelo social”- y eso sólo era posible en un proyecto de ley extraordinario como el que en días se presentará ante el Parlamento.  De psicoanalista.
De EH Bildu siempre cabía esperar un gesto diferente, pero creo que seguirán  perdidos en su rotonda particular  de la que no encuentran salida. En este caso, harán lo de siempre; hablarán del “acuerdo”, de la suma de fuerzas  abertzales y de “sincronizar nuestros relojes y estrategias” y, a la hora de mojarse de verdad,  se negarán  a todo. Su gestión política real desautoriza una y otra vez las expresiones de buena voluntad que prodiga Arnaldo Otegi.  Sus palabras las atropellan sus propios hechos y no olvidemos que un comercial, por bueno que sea, no conseguirá  vender nunca un mal producto.
La “izquierda patriótica” no está para la “política de las cosas”. Se desenvuelve mejor en las “cosas de la política”. Como diría la chavalería, “mucho lirili y poco lerele”.
La elocuencia de esta superficialidad la pudimos constatar  el pasado miércoles en una sesión plenaria de las Juntas Generales de Bizkaia. Si las organizaciones política de este país no tuvieran materia suficiente de la que ocuparse, EH Bildu llevó hasta Gernika  uno de esos debates estériles  que sólo  interesa  a la recalcitrante derecha  política y mediática.
En un derroche de inteligencia y de oportunidad, la representación política de la Izquierda Abertzale  solicitó que el parlamento foral retirara  a Felipe VI “el título de Señor de Vizcaya que el rey de España ostenta”.
Resulta inaudito que cumplida casi una quinta parte del siglo XXI, EH Bildu todavía no sepa dónde vive. Que desconozca que no existe “señorío” sino “Territorio Histórico” con  la denominación ortográfica de “Bizkaia”, según  se aprobó en la norma foral 12-1986 de signos de identidad.
Es  llamativo igualmente  que sin “señorío” alguien  pudiera reservarse  el apelativo de “señor”, más allá de un anacronismo nobiliario inútil. Reseñar en tal sentido, que  la Corona española acaparó para sí más de 2.500 títulos aristocráticos  y, pese al boato o la estupidez cortesana del caso,  a nadie se le ha ocurrido, por ejemplo,  pedir la supresión del tratamiento  vinculado a los condados de Habsburgo, al de  Flandes, o del Tirol.  
Pero, hay algo más lamentable. En su iniciativa, EH Bildu  olvidaba que en nuestra historia, el vínculo “señorial”  venía amparado al concepto de pacto. Es decir que el parlamento –las Juntas Generales- sólo  reconocían como “señor” de Bizkaia a quien previamente hubiera jurado respetar y defender los fueros, es decir  el sistema  jurídico-político de organización institucional  que los vizcaínos y vizcaínas se habían dotado para sí mismos. Era una condición básica; respeto al “statu quo” versus  reconocimiento institucional. Un ejercicio de soberanía compartida  que hoy, como ayer, vuelve a estar de actualidad. 
Dicho esto, sin fueros, sin juramento, sin señorío, sin que las propias Juntas Generales hubieran nombrado nada al rey español, ¿a qué venía el debate?  A simple postureo una vez más. A complejo y a esa hilarante vocación de la izquierda radical por medir el abertzalismo de cada cual. 
Ni que decir tiene  que, en el río revuelto, los pescadores se pusieron las botas. Hasta  un juntero expulsado del PP  y que ahora engrosa el grupo mixto  se puso la corbata .  Y quiso dar, con toque jesuítico, su especial  lección de revisionismo histórico señalando que  atávicamente existía una vinculación tradicional de las monarquías españolas con el régimen foral. Según él, los reyes eran “señores” por derecho propio y no por acuerdo entre partes.  Este rasgo de  españolidad  de rancio abolengo, como no podía ser de otra manera,  fue reflejado  vehementemente en  la cabecera de Vocento y alguno de sus  articulistas de cabecera se sacó de la manga la interpretación de que el rechazo a la propuesta de  EH Bildu consagraba el beneplácito  de las Juntas Generales  a que el “Rey Felipe VI pueda seguir ostentando del título de `Señor de Vizcaya´”.
¡Cuanta torpeza derrochada! ¡Cuanta incompetencia!  En fin, retórica y esterilidad  en un  debate inútil. Llo único cierto es que los vizcaínos –los vascos-  no tenemos ni “señor” ni  “señora”.  Tenemos instrumentos legales y voluntad democrática para gestionar nuestro destino.
En esa doble vía de encuentro –legalidad y democracia-  hallamos, por fin, un principio de compromiso para abordar satisfactoriamente el cumplimiento del Estatuto de autonomía de Gernika. La ministra de Política Territorial y Función Pública, Meritxell  Batet remitía el pasado lunes al Gobierno vasco una propuesta de calendario para abordar el proceso de transferencias pendientes a la Comunidad Autónoma Vasca.  La propuesta que no contenía entre sus previsiones  lo que para el ejecutivo de coalición PNV-PSE resulta un traspaso “prioritario” –el régimen económico de la Seguridad Social- tenía un doble valor en positivo. Inicialmente, porque por primera vez un gobierno español reconocía  el incumplimiento estatutario con la existencia de una treintena de competencias  aún  no transferidas. Y en segundo término, porque  se emplazada en fechas un marco de diálogo y acuerdo que finalizaría en  enero de 2020.
Entre las materias pendientes de transferir se encuentra el sistema penitenciario cuyos trabajos de desbloqueo están previstos acometer a partir de julio del presente ejercicio.
A partir de ahora  queda la tarea de remangarse y trabajar eficazmente para cumplir las previsiones. Política sólida y contundente frente a la vaporosa interpretación  de quienes viven en un postureo permanente.
Por cierto, hablando de quienes  hacen política con la “pólvora del rey”, un sucedido de días pasados. Hasta la ejecutiva del PNV  se ha dirigido la comisión de un sindicato que reclama, legítimamente, la transferencia de la competencia penitenciaria.  Lo curioso de nuestro caso es que  cuando  se entrevistaron en Sabin Etxea, los sindicalistas  comenzaron por “exigir” del PNV la negociación  con el Gobierno de Sánchez  del traspaso de dicha materia.  La moneda de presión en la “exigencia” eran los cinco votos de los diputados nacionalistas, tan necesarios para Sánchez y su estabilidad. “¿Qué queréis, que negociemos el presupuesto  a cambio de la política penitenciaria?” –les cuestionamos abiertamente-. “Si es así –cerramos nuestro argumento- decidlo públicamente, pedid que el PNV negocie el presupuesto con Sánchez y nosotros obraremos en consecuencia”. Me temo que ante la opinión pública  dirán todo lo contrario. Mucho lirili y poco lerele.  

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