Ya me
parecía a mí. Mucho tenía que cambiar la “izquierda transformadora” para que
sus representantes parlamentarios apoyasen las medidas extraordinarias que el Gobierno vasco
presentará ante la cámara de Gasteiz
tras la triple alianza opositora
–EH Bildu, PP y Podemos- contra los presupuestos.
Se
trataba de decisiones de “sentido común”
(subida salarial de los trabajadores públicos, incremento en las ayudas de la renta de garantía de
ingresos y adecuación económica a los conciertos educativos). Medidas que deberían estar al margen del debate político
por estar fundamentadas en el “bien común”.
Decisiones de gestión que
debieran aplicarse cuanto antes para evitar perjuicios generales, lo que
implicaría ser tramitados en el Parlamento mediante procedimientos específicos. Medidas extraordinarias para soluciones incontestables.
Pero lo
del “sentido común”, la “responsabilidad” o la garantía de no mercadear políticamente con las “cosas de comer” no me
cuadraba con la posición que
tradicionalmente ha mantenido en el ámbito institucional EH Bildu. Sus declaraciones previas de que “no pondrían obstáculos” para la
aprobación de medidas extraordinarias como la subida salarial de los
funcionarios, acaban de ser enterradas por su coordinador parlamentario, Unai
Urruzuno, quien ha advertido que su formación votará en contra de cualquier
intento de agrupar estas disposiciones
en un único proyecto de ley y de ser tramitado mediante el procedimiento de
“lectura única”. Para EH Bildu,
presentarlo así en la cámara legislativa sería “una trampa” que tendría como respuesta su voto negativo.
Parecido
recorrido ha tenido Elkarrekin Podemos.
Lander Martínez, una vez más sobreactuando, ha anunciado que
ellos no están para dar cobertura
a las propuestas del gobierno. Es más, innovando en análisis político ha
llegado a la conclusión de que la caída
de los presupuestos fue una decisión intencionada del gabinete
de Urkullu. La conspiración
pasaba por pactar con el PP –con quien “el PNV comparte modelo social”- y eso
sólo era posible en un proyecto de ley extraordinario como el que en días se
presentará ante el Parlamento. De
psicoanalista.
De EH
Bildu siempre cabía esperar un gesto diferente, pero creo que seguirán perdidos en su rotonda particular de la que no encuentran salida. En este caso,
harán lo de siempre; hablarán del “acuerdo”, de la suma de fuerzas abertzales y de “sincronizar nuestros relojes
y estrategias” y, a la hora de mojarse de verdad, se negarán a todo. Su gestión política real desautoriza
una y otra vez las expresiones de buena voluntad que prodiga Arnaldo Otegi. Sus palabras las atropellan sus propios hechos
y no olvidemos que un comercial, por bueno que sea, no conseguirá vender nunca un mal producto.
La
“izquierda patriótica” no está para la “política de las cosas”. Se desenvuelve
mejor en las “cosas de la política”. Como diría la chavalería, “mucho lirili y
poco lerele”.
La
elocuencia de esta superficialidad la pudimos constatar el pasado miércoles en una sesión plenaria de
las Juntas Generales de Bizkaia. Si las organizaciones política de este país no
tuvieran materia suficiente de la que ocuparse, EH Bildu llevó hasta
Gernika uno de esos debates estériles que sólo
interesa a la recalcitrante
derecha política y mediática.
En un
derroche de inteligencia y de oportunidad, la representación política de la
Izquierda Abertzale solicitó que el
parlamento foral retirara a Felipe VI
“el título de Señor de Vizcaya que el rey de España ostenta”.
Resulta
inaudito que cumplida casi una quinta parte del siglo XXI, EH Bildu todavía no
sepa dónde vive. Que desconozca que no existe “señorío” sino “Territorio
Histórico” con la denominación
ortográfica de “Bizkaia”, según se
aprobó en la norma foral 12-1986 de signos de identidad.
Es llamativo igualmente que sin “señorío” alguien pudiera reservarse el apelativo de “señor”, más allá de un
anacronismo nobiliario inútil. Reseñar en tal sentido, que la Corona española acaparó para sí más de
2.500 títulos aristocráticos y,
pese al boato o la estupidez cortesana del caso, a nadie se le ha ocurrido, por ejemplo, pedir la supresión del tratamiento vinculado a los condados de Habsburgo, al de Flandes, o del Tirol.
Pero,
hay algo más lamentable. En su iniciativa, EH Bildu olvidaba que en nuestra historia, el vínculo
“señorial” venía amparado al concepto de
pacto. Es decir que el parlamento –las Juntas Generales- sólo reconocían como “señor” de Bizkaia a quien
previamente hubiera jurado respetar y defender los fueros, es decir el sistema
jurídico-político de organización institucional que los vizcaínos y vizcaínas se habían
dotado para sí mismos. Era una condición básica; respeto al “statu quo” versus reconocimiento institucional. Un ejercicio de
soberanía compartida que hoy, como ayer,
vuelve a estar de actualidad.
Dicho
esto, sin fueros, sin juramento, sin señorío, sin que las propias Juntas
Generales hubieran nombrado nada al rey español, ¿a qué venía el debate?
A simple postureo una vez más. A complejo y a esa hilarante vocación de
la izquierda radical por medir el abertzalismo de cada cual.
Ni que
decir tiene que, en el río revuelto, los
pescadores se pusieron las botas. Hasta
un juntero expulsado del PP y que
ahora engrosa el grupo mixto se puso la
corbata . Y quiso dar, con toque
jesuítico, su especial lección de
revisionismo histórico señalando que atávicamente existía una vinculación
tradicional de las monarquías españolas con el régimen foral. Según él, los
reyes eran “señores” por derecho propio y no por acuerdo entre partes. Este rasgo de españolidad
de rancio abolengo, como no podía ser de otra manera, fue reflejado
vehementemente en la cabecera de
Vocento y alguno de sus articulistas de
cabecera se sacó de la manga la interpretación de que el rechazo a la propuesta
de EH Bildu consagraba el
beneplácito de las Juntas Generales a que el “Rey Felipe VI pueda seguir ostentando
del título de `Señor de Vizcaya´”.
¡Cuanta
torpeza derrochada! ¡Cuanta incompetencia!
En fin, retórica y esterilidad en
un debate inútil. Llo único cierto es
que los vizcaínos –los vascos- no tenemos
ni “señor” ni “señora”. Tenemos instrumentos legales y voluntad
democrática para gestionar nuestro destino.
En
esa doble vía de encuentro –legalidad y democracia- hallamos, por fin, un principio de compromiso
para abordar satisfactoriamente el cumplimiento del Estatuto de autonomía de
Gernika. La ministra de Política Territorial y Función Pública, Meritxell Batet remitía el pasado lunes al Gobierno
vasco una propuesta de calendario para abordar el proceso de transferencias
pendientes a la Comunidad Autónoma Vasca.
La propuesta que no contenía entre sus previsiones lo que para el ejecutivo de coalición PNV-PSE
resulta un traspaso “prioritario” –el régimen económico de la Seguridad Social-
tenía un doble valor en positivo. Inicialmente, porque por primera vez un
gobierno español reconocía el
incumplimiento estatutario con la existencia de una treintena de
competencias aún no transferidas. Y en segundo término,
porque se emplazada en fechas un marco
de diálogo y acuerdo que finalizaría en
enero de 2020.
Entre
las materias pendientes de transferir se encuentra el sistema penitenciario
cuyos trabajos de desbloqueo están previstos acometer a partir de julio del
presente ejercicio.
A
partir de ahora queda la tarea de
remangarse y trabajar eficazmente para cumplir las previsiones. Política sólida
y contundente frente a la vaporosa interpretación de quienes viven en un postureo permanente.
Por
cierto, hablando de quienes hacen
política con la “pólvora del rey”, un sucedido de días pasados. Hasta la ejecutiva
del PNV se ha dirigido la comisión de un
sindicato que reclama, legítimamente, la transferencia de la competencia
penitenciaria. Lo curioso de nuestro
caso es que cuando se entrevistaron en Sabin Etxea, los
sindicalistas comenzaron por “exigir”
del PNV la negociación con el Gobierno
de Sánchez del traspaso de dicha
materia. La moneda de presión en la
“exigencia” eran los cinco votos de los diputados nacionalistas, tan necesarios
para Sánchez y su estabilidad. “¿Qué queréis, que negociemos el
presupuesto a cambio de la política
penitenciaria?” –les cuestionamos abiertamente-. “Si es así –cerramos nuestro
argumento- decidlo públicamente, pedid que el PNV negocie el presupuesto con
Sánchez y nosotros obraremos en consecuencia”. Me temo que ante la opinión
pública dirán todo lo contrario. Mucho
lirili y poco lerele.
No hay comentarios:
Publicar un comentario