sábado, 27 de abril de 2019

JAMAR JAMÓN

Es difícil que en una campaña electoral tan enfangada como la que hemos asistido durante las dos últimas semanas podamos encontrar elementos que merezcan la pena, bien por novedosos, por desconocidos o porque alguien se ha estrujado las meninges para hacerlos llamativos.

Los insultos de brocha gorda, las descalificaciones de garrafón  o las imputaciones con escaso soporte de verosimilitud resultan una ordinariez, una grosería de mal gusto que debería ruborizar a quienes se postulan a estadistas y no son capaces de aprobar, tan siquiera, un master en lenguaje tabernario. 

Eso de “usted miente”, “eso es falso” o “no es verdad”… que hemos escuchado como si fuera una copla ensayada, al margen de cabrear al personal, aburren soberanamente. Después de lo de “es usted un traidor”, “un peligro público”, un “felón”, todos esperábamos  algo más creativo de los protagonistas de la campaña.  Pero no. Por lo general, la programación ha sido tediosa y proclive al dolor de cabeza. Sobre todo cuando se escucha a Inés Arrimadas, una ametralladora verbal que a tenor  de la experiencia debe respirar por branquias mientras diserta. Madre mía, no hablan tanto y tan rápido sin decir nada ni los charlatanes de mercadillo.

Las únicas apariciones  meritorias  por controvertidas han  sido las de Cayetana Álvarez de Toledo y su especial desparpajo que a nadie deja indiferente. Ni Suárez Illana, que prometía mucho después de su cita del aborto y los neandertales, ha vuelto a encumbrarse en la competición  especial del disparate acontecido.  

Ha habido algunas menciones honoríficas que es preciso subrayar, como la notable interpretación de Teodoro García Egea en un debate televisivo. Teodorín  clavó el papel de “rufián”  con golpes de efecto como el de regalar una bandera española al parlamentario de ERC,  o con su permanente petición de palabra al moderador (yo creo que pidió intervenir hasta cuando ya estaba hablando) para, displicentemente, repartir  descalificaciones a troche y moche  (comunistas, golpistas, terroristas etc). 

El murciano apuntaba maneras, pero ni mucho menos  fue el ganador del “Got Talent” de la estupidez expresada en campaña.

En las antípodas a lo que nos tiene acostumbrado  estuvo  Rufián. Irreconocible por templado frente al “cante “ de Cantó  y  el socialista Ábalos, metido en el papel de “centrista de toda la vida”  impostando su carácter de camionero cabreado  que prodiga habitualmente.

Tampoco Casado brilló  lo que de él se esperaba. El líder del PP  vivió la campaña en un charco permanente, como esos niños revoltosos que chapotean intencionadamente hasta ponerse perdidos de agua y barro al tiempo que salpican  a quienes se les acercan. Pero su letanía tuvo punto de monserga y poco o nada de novedoso.   Ni tan siquiera el hiperventilado Rivera, que se movía en los platós televisivos más que  un ratón encima de un queso, innovó en eso de la comunicación política. Y eso que lo intentó, presentando en los debates  más abalorios que un chino de rebajas. 

En Euskadi ha sorprendido el tono constructivo y con ganas de participar activamente en la política estatal de la ahora llamada “Izquierda Independentista”.  Por un lado a EH Bildu le “sobra España” pero, al mismo tiempo,  afirma que  sus votos serán “decisivos”  en la formalización del próximo gobierno. Quien les ha visto y quien les ve. Txiberta queda muy lejos. Allí presionaron para que nadie en Euskadi participara en la “transición”. Ellos  optaron por la ruptura. Lucha armada frente  acción política y quienes  optaron por la participación democrática fueron tildados de “traidores”. Cuarenta y pico años después  Otegi entierra Txiberta. Cuarenta y pico años después. Una vez más, tarde. Muy tarde.

Por cierto, Arnaldo va camino de transformarse de “comercial” a “influencer”.  Allá donde va hace un selfi o  saca un video con su móvil y lo cuelga en las redes sociales. A este paso, que tiemble el “Rubius”. Está encantado de haberse conocido. Y de que  su nombre haya circulado de boca en boca por los debates televisivos. Yo más que encantado, estaría preocupado de que todo el mundo  me pusiera a bajar de un burro pero al de Elgoibar parece que le gusta  que “hablen de él aunque sea mal”. Para gustos los colores.  Y entre ellos, EH Bildu ha apostado por el verde. Como el PNV. Hasta la cartelería, los mensajes, tienen un toque similar a la imagen del partido jeltzale. Por algo será.

Pese a todos los “esfuerzos”  por innovar, la mayoría  de la “clase política” no ha estado a la altura. A tenor de cómo comenzó la pelea en el barro, esperaba más. Algo más sagaz, más inteligente, más corrosivo que dejara huella.  Sé que muchos pensarán que me he vuelto un friki al pedir más “morbo” a la campaña. No lo creo. En esta jornada de reflexión,  en la que no sé por qué  no se autoriza reclamar el voto, merece la pena echar un vistazo a los lamentables episodios  padecidos estos días pasados para denunciar, con humor e ironía,  la zafiedad del debate (por llamarlo de alguna manera) protagonizado por quienes se dicen “líderes” políticos y están llamados a representar  a la ciudadanía. 

Recapitulo; el tono general de la campaña ha sido gris. Más bien marrón. Pero, a mi juicio, la gran aportación a la comunicación política que se ha dado en este proceso electoral ha sido una idea expresada en una corta definición  construida con efectividad e ingenio. Se trata de la afirmación utilizada por los centuriones de Abascal en relación al PP; “la derechita cobarde”. La apelación es redonda. Esférica diría yo. Despreciativa. Humillante. Sin necesidad de hipérbole. Cargada de testosterona pero sin ser malsonante. Una andanada hiriente. Perfecta entre “machos alfa”. Un sopapo sonoro y de los que deja marcados los cinco dedos en la cara  agredida. “La derechita cobarde”. Cariñosamente hijoputesco.

No es de extrañar que hasta el mismísimo padre de los populares, el omnipotente Aznar respondiera a la bofetada dialéctica como si fuera “Ok corral “. “A mí nadie me dice a la cara  lo de la derechita cobarde porque no  me aguanta la mirada”. Momentazo irrepetible. Faltó el duelo final de spaghetti western en una calle vacía mientras los arbustos rodantes  corrían empujados por el viento con la banda sonora de  Morricone de fondo.

Desconozco la autoría de tal mofa pero no creo que quien la diseñó  ande muy lejos de quien también  calificara a Mariano Rajoy como “maricomplejines”. Ambas afirmaciones tienen similares componentes y tono. Sea como fuere, el inventor de esta cita es un auténtico un rapsoda del insulto, un juglar de la maledicencia y el improperio que se merece el primer premio en el certamen que bien pudiera titularse “la mamarrachada de la campaña”. 

Los  caballeros –porque van a caballo- de la “reconquista” han estado sembrados aunque poco les haya importado  el reflejo de sus butades en los medios de comunicación. Ortega Smith y Abascal apuntan (esperemos que no disparen) maneras. Tienen bien aprendido lo de pronunciar  mensajes sencillos para que  los entienda todo el mundo. Sin artificialidad ni complicaciones.  Así, en el cierre de la campaña  volvieron a reclamar el apoyo “a la caza, a los toros, a la agricultura”, para que  “la gente viva como ha vivido siempre en los pueblos”. Una tradición  que debe recuperarse como “el comer jamón en los colegios aunque moleste a los islamistas”.  ¡Qué profundidad de pensamiento! ¡Qué sutileza en el mensaje! ¡Que viva el cerdo ibérico!

Ya lo dijo Machado que  en España "de diez cabezas, nueve embisten y una piensa. Nunca extrañéis que un bruto se descuerne luchando por la idea”.

No me consta que en España haya una demanda insatisfecha de comer jamón. Pero estoy seguro de que  el domingo a la noche, cuando se recuenten los votos, muchos se sorprenderán por el notable resultado que  seguramente obtendrá la extrema derecha.  Eso significará el éxito del radicalismo y el fracaso de la “derechita cobarde”.  De la política sólida  a la gaseosa  por sublimación. 

En  Euskadi tal fenómeno no ocurrirá  porque  aquí no necesitamos que ningún cafre  nos diga nada para comer jamón sin molestar a nadie.  Y pernil del “que brilla”.  Nos gusta de lo bueno lo mejor. Ni mentiras, ni insultos ni odio contenido. Preferimos la política sólida. La que defiende de verdad  los intereses de todos. La de aquí. La que construye. La que respeta. La que decide. A jamar jamón juntos. Y a votar por Euskadi.  

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