sábado, 5 de octubre de 2019

OBSESIONES

Pensarán que estoy trastornado, que empiezo a tener  lagunas mentales. Tal vez.  Hasta yo creo, en ocasiones que mi cerebro sigue licuado, el estado en que se transforma mientras duermo. Hay días que no acierto a recordar los nombres comunes de las cosas corrientes. Parezco lelo. Sé  lo que quiero decir,  a qué me refiero. Incluso sería capaz de dar todo tipo de características físicas  de cómo es y para qué sirve. Pero el sustantivo concreto no termina de salir. Y, por el contrario, me obsesiono con  acepciones incomprensibles que desconozco de dónde aparecen en mi cabeza, pero que se repiten  en mi imaginario como una obsesión. Por ejemplo, “Erythropus”. ¿De dónde he sacado el “palabro”?. Ni idea. Lo único que sé es que corresponde a la denominación de una especie de hongo comestible –un boletus-  que por lo general no suelo ni recolectar ni, por lo demás  comer. Otro concepto inusual  que me asalta es el de “sinécdoque”  o, en un plano más común, el término “palangana”. Por no hablar de los nombres propios  que se me vienen a la cabeza de repente – Epigmenio, Domitila, Errupin, Sisebuto…- lejos de los apelativos  tradicionales.  Ya sé que me lo debo hacer mirar y que parece una rareza demente pero mi subconsciente funciona así. Es como cuando no hay manera de quitarte  de encima esa sintonía o canción que tarareas una y otra vez sin solución de continuidad.   

Cuento esto para poner en contexto  un sucedido que para nada es una alucinación, aunque lo parezca. Llevo ya  unas cuantas madrugadas  que logro escuchar  un sonido  fácilmente reconocible pero de difícil encaje en una gran localidad como la que me acoge habitualmente.  Entre la vejiga, que ya no aguanta lo de antes, el calor del “veranillo de San Miguel”, el zumbido de algún mosquito kamikaze   y mis obsesiones de cerebro líquido, suelo tener momentos insomnes. Y es justo  en esas circunstancias, de noche cerrada, cuando percibo un grito animal característico.

 ¡Un rebuzno! Sí, el sonido de un burro expresándose abiertamente y espaciado en tres  llamadas. “io,io,io”. ¿Un burro en el centro de Getxo?.  Parece insólito, pero no  lo he soñado. Hasta en tres noches diferentes he identificado  el griterío del animal. Ni cerca ni lejos. A distancia media, pero nítidamente. Un rebuzno de los de toda la vida. ¿Quién puede tener un pollino en un núcleo urbano  como el de Algorta?   Lo desconozco  pero la “voz” que he escuchado en repetidas ocasiones  ha sido la de un asno. Un borrico de cuatro patas porque si hubiera sido de dos,  mi extrañeza  no sería tal, habida cuenta  la proliferación de este tipo de especímenes en nuestras calles. 

A todos los que he preguntado en mi entorno  sobre el sonido nocturno no han oído nada. “¿Un burro”? “¿Qué hierba fumas?” – preguntó un Erythropus con patas-. Perdonen la sinécdoque, pero  la ironía me sentó  como si me atizaran con una palangana. 

Cosas más raras que un astotxu rebuznando  en el centro de una ciudad ya se han visto.  Sin ir más lejos,  en el mismo municipio.  Un fin de semana de hace un tiempo, un conocido personaje  (estilista para más señas) se paseaba, riendas en mano, en calesa. Tirado por un corcel negro, el carruaje  circulaba por las calles,  -tracatrán, tracatrán- entre un bizkaibus, una furgoneta, bicicletas, patinetes y vehículos que pitaban  por la lentitud del paso.  Un cuadro muy estético e igualmente insólito. Una  “fina estampa”, más propia de un bolero cantado por Maria Dolores Pradera que del día a día de una populosa urbe donde la gente deambula haciendo sus compras o atendiendo a sus deberes. 

Pensarán que me “patina el embrague”. No lo creo –qué voy a decir yo-. A todos nos pasa. Cada cual carga con sus obsesiones, sus rarezas o prejuicios. Pero dicha mochila no debe impedir interpretar la realidad con amplitud de miras, con perspectiva de “gran angular” frente a la mirada  reducida del microscopio.

Si fuésemos capaces de otear el horizonte con un enfoque amplio veríamos  la llegada de una tormenta económica. Algunos la llaman “desaceleración”, otros, retraimiento del crecimiento o recesión (dos  trimestres continuados  en saldo negativo). Crisis en definitiva. Los síntomas de tal fenómeno comienzan a observarse.  El empleo  ha dejado de crecer a los niveles de meses pasados, la producción industrial se ha ralentizado, los bancos centrales incentivan la inversión pública  en busca de consumo, etc. Las amenazas  resultan evidentes; la guerra comercial EEUU-China, el Brexit de final de mes o el polvorín de oriente próximo y su incidencia en el precio del petróleo. Inseguridad, desconfianza, incertidumbre  azotan en una tormenta que no será tan dura como la crisis anterior, pero que a buen seguro  afectará a nuestro bienestar. Al de todos. También al de los vascos.

El panorama obligaría  a los poderes públicos a preparar planes de contingencia para  hacer frente a las circunstancias adversas  que se aproximan.  En lugar de eso, en el Estado español con un gobierno en funciones solo se habla de elecciones.

El escenario de contienda electoral no ayuda a buscar aproximaciones entre adversarios. Todo lo contrario. Es como un acelerante  de la crispación y el desencuentro. Reproches, acusaciones, descalificaciones y butades.  Rebuznos en muchos casos, matutinos, vespertinos y hasta nocturnos. 
Nada que no hayamos visto ya en el bochornoso periodo de sesiones finiquitado. 

Se pudiera pensar que ante la coyuntura que se avecina y viniendo de la interinidad institucional de la que vivimos, los mensajes  que los partidos políticos trasladarían a la ciudadanía incidirían en la búsqueda de la templanza  y la seguridad económica. Pues no. Tendremos una campaña  electoral  rancia, de testosterona patriotera. 

Un debate público  que va a tener en Catalunya uno de los ejes vertebradores. Pero el “tema” catalán no  centrará la campaña para resolver el problema político  que en él subyace, sino para  alardear ante el votante peninsular quien  es más “español”, quien  representa mejor la “firmeza Constitucional”. Quien  “la tiene más larga” a la hora  de frenar a los “separatistas”.  Campaña no para plantear diálogo sino para  hablar del “155”, de la “ley de seguridad nacional”, y si me apuran, del Estado de excepción o de sitio. 

Catalunya para identificar al independentismo con la violencia, para arropar a la sentencia que viene en relación al “procés”. Un fallo que llegará, previsiblemente, a mediados de mes, y que se adivina “duro” en los años de castigo, aunque  no avale la tesis de la rebelión o la sedición, principales argumentos  de quienes no tienen empacho en seguir incendiando el sobresaltado escenario catalán. 

Catalunya por activa, por pasiva y por perifrástica. Pero no para bien, sino como consigna de tensión.

Los socialistas pretenden convertir a Pedro Sánchez en Luis XIV. Él es el Estado. Su  mensaje de campaña  se resume en el lema “Ahora gobierno. Ahora España”. ¿Ahora? A buenas horas mangas verdes. Sus conspicuos analistas , una vez  cargadas las tintas  contra la “extrema izquierda” de Pablo Iglesias y creyendo  debilitada su potencialidad con la salida a escena de Errejón, quieren ampliar  su discurso a la caza y captura  del voto “rojigualdo”. Pescar en las aguas de caladeros  que hasta ahora representaban otros  como Rivera o el propio Casado.  Los “gurús” de la Moncloa  son atrevidos. Ya no buscan el sufragio “progresista”  sino persiguen  el voto “institucional”. De ahí el “Ahora España” que es tanto como decir  lo que el himno de la Guardia Civil explicita; “Viva España, viva el Rey, viva el orden y la Ley”.

La “genialidad” publicitaria socialista ha encontrado en VOX un competidor. Al “Ahora España”, los ultras de Abascal  han respondido son otro eslogan; “España siempre”.
Los populares  de Casado  no van a ser menos  en su pretensión  de convertir los comicios en una competición  de españolidad. Su primer eslogan, “Ellos o nosotros”, lo dice todo. Declinado unos días más tarde se ha presentado como “¿Izquierda o derecha?”. Y la respuesta que  sugieren también es conocida; “España”. 

¿Y de Rivera qué?. Fuera de juego una vez más, de él  se puede esperar  cualquier cosa con tal de  buscar notoriedad o un titular periodístico.  

Con este panorama  no es de extrañar  que en Euskadi, el PNV trate de  distanciarse de la actual dinámica volviendo a presentar la “agenda vasca”. Euskadi es diferente. En diálogo, en gobierno,  y lo debe ser, también en voto.  Mientras tanto, preparémonos para asistir a un chaparrón de obsesiones. ¿No las oyen? ¡io-io-io!

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