sábado, 26 de octubre de 2024

CON LAS GAFAS PUESTAS

 Según estudios científicos, el cerebro humano desarrolla alrededor de 60.000 pensamientos al día.  Y de ellos, cerca del 80% son involuntarios y negativos.

No discutiré lo que las eminencias investigadoras han llegado a identificar, pero, en mi caso, creo que esa cifra es exagerada.  En mi cabeza no entran tantas cavilaciones. Además, cuando ordeno media docena de ideas me suelo atascar. Sin ir más lejos, el pasado sábado sufrí un lapsus, de esos que solo se explican por sobresaturación mental. Al levantarme de la cama intenté poner en orden la cantidad de cosas que debería hacer para que mi día se estructurara bien y ordenadamente. Primero me asearía, la ducha, los dientes, la ropa. A continuación, tomaría un cafecito como acompañamiento a la medicación ordinaria. Luego, bajaría la basura para que el cubo de la cocina no oliera a desperdicios. Y, acto seguido, iniciaría la ronda de recados previos a comenzar a preparar el menú gastronómico de la jornada.

Todo perfectamente planificado. Así que, superada la fase de acondicionamiento, me presté a llevar a cabo el resto de las tareas estructuradas.  Recogí la bolsa de basura y ya en la calle me apresté a depositarla en el contenedor orgánico. De allí, pasé a la pescadería. No tuve dudas: merlucita y anchoas para el fin de semana.  Finalizada la compra, me dirigí a la carnicería situada justo al lado.  Pollo, queso y, tentado por su magnífica imagen, aproveché a comprar unas lentejas pardinas que parecían caviar. Y para acompañarlas en un menú de proyección semanal, un buen trozo de costilla adobada. La siguiente parada, en la farmacia. Allí el descargo de la tarjeta sanitaria en lo vinculado a recetas.  Y, como final de trayecto callejero, el acopio del pan y del periódico.  Las ideas vinculadas al exterior estaban satisfactoriamente completadas. Ahora tocaba poner en práctica las siguientes. Pero antes, había que llegar a casa. Con cuatro bolsas a cuestas, el retorno se hizo un poco gravoso. Y lo fue mucho más incómodo al intentar abrir la puerta del portal.

Lo intenté una vez, dos, tres veces, pero no acerté con la cerradura. Era extraño ya que la llave era la correcta. Sin embargo, no conseguía embocar satisfactoriamente la llave con el cerrojo. ¿Qué ocurría? Muy sencillo. Mi vista no enfocaba adecuadamente. Algo había hecho mal y me perturbaba. Miré al reflejo del cristal de la puerta y lo descubrí; había salido a la calle sin gafas. Hora y pico de aquí para allí y sin los lentes correctores de la miopía. Entre tanto pensamiento, tanta planificación y orden había dejado al margen de la ecuación la necesidad de portar las correspondientes antiparras. Con esta herramienta correctora de la visión había tenido otro sucedido hace unos meses. Y fue en sentido contrario a lo ocurrido el pasado sábado. Entonces aconteció que me coloqué las gafas anticipadamente y ni corto ni perezoso percibí que las llevaba puestas cuando el chorro de la ducha comenzó a gotear por sus cristales.

Todo esto me pasa por pensar demasiado. Muchas ideas para una cabeza limitada. La conclusión; que de tanto pensar la realidad se vuelve borrosa.

Quien ha aparecido sin gafas en estos pasados días ha sido el líder del PP, Núñez Feijóo.  Me imagino que el gallego se ha sometido a algún tipo de tratamiento médico para corregir su presbicia. Pero, a pesar de todo y de la corrección los órganos de visión, su discurso sigue siendo extremadamente desenfocado, borroso y errático.

Su forma de entender de la vida política sigue siendo irreal, falta de nitidez y con toques de impostura. Feijóo ha creído que lo mejor para su formación es acentuar la crítica al gobierno de Sánchez acusándole de corrupción continuada y de inmoralidad personal y partidista. Y el líder del PP no se ha dado cuenta de que su partido no es una buena referencia para abonar tal denuncia pues desde sus filas la depravación y el envilecimiento de la actividad pública han sido unas de sus principales características.  Hasta el punto de la investigación y condena judicial en múltiples casos.

Feijóo no tiene credibilidad en este campo aunque sus asesores  le insistan  en lo contrario y le pidan nuevas vueltas de tuerca  a un discurso que se cae por su propio peso al ocultar que la inmoralidad  que imputa al jefe de gobierno convive igualmente en su principal activo político  de la capital del Estado sin que de su boca haya salido ni el más mínimo reproche.

Otro al que también la abundancia de pensamientos  le hace patinar es al líder de los socialistas vascos. Andueza tiene la extraña habilidad de creer que fortalece su perfil descreditando a sus socios. Y centra sus ideas negativas en confrontar con sus aliados. Yerra cuando trata de exhibir firmeza denunciando las “obsesiones identitarias” de los demás, sin tan siquiera respetar sus ideas. Desvaría abiertamente al acusar al PNV de plantear un modelo de "dumping fiscal" que responde a "intereses personales o de partido" al cuestionamiento de que el actual gravamen a las empresas energéticas y a la banca adquiera un carácter permanente.

Andueza no sabe de lo que habla. Desconoce el fondo de la cuestión e ignora lo que el ministerio de Economía y Hacienda del Gobierno español está negociando con sus socios del PNV a fin de sacar adelante sus proyectos inmediatos.

En el fondo de sus palabras está el complejo. Complejo de creer que los socialistas están perdiendo la batalla de la imagen. Que necesitan recuperar su identificación de ser una “organización de izquierdas”. De ahí su vocación por lanzar mensajes que, según ellos, les reposicione aunque esa actitud les haga  mostrarse incómodos y hasta ariscos  para con el PNV transformándose en la escena pública en un compañero de viaje difícil e inestable.

En ese afán, la tentación de reconvenir a su socio gubernamental allá donde lo consideren, sin tener en cuenta las consecuencias que sus palabras de reproche puedan tener, puede dañar gravemente la convivencia y la confianza que una asociación gubernamental necesita.

Andueza, como otros dirigentes que buscan la inmediata repercusión mediática, suele pecar en formular titulares fáciles  que expresen disonancia sin detenerse un instante a evaluar el porqué de las cosas. Él necesita diferenciarse del PNV porque cree que los jeltzales minimizan su protagonismo. Y en ese sentimiento de inferioridad   rompe la cordialidad porque cree que su atrevimiento le saldrá gratis. Pero en política nada es inocuo.

El PNV no ha hablado de perdonar impuestos a nadie, ni de hacer “dumping” para buscar mejores inversiones industriales. Los nacionalistas solo han planteado que los “gravámenes” deben dejar de serlos para convertirse, en su caso, en impuestos y si es así , el Gobierno del Estado y la Comunidad Autónoma Vasca deberían  “concertarlos” posibilitando que las Juntas Generales de los Territorios Históricos tuvieran capacidad normativa plena para desarrollarlos.

Pero, frente al rigor y a la defensa del autogobierno vasco y la singularidad fiscal y tributaria, Andueza ha optado por el populismo. Un populismo que no es ni de izquierdas ni de derechas. Es un populismo irresponsable y de mecha corte. 

Envalentonado por su “gracia”, Andueza ha llegado a redoblar su ataque al PNV con un mensaje en redes sociales. “El PNV, el lehendakari y la diputada general de Gipuzkoa dicen que no se puede decir sí a todo, pero entre perdonar impuestos a las energéticas o facilitar que los menores de 12 años viajen gratis en el transporte público, yo digo que sí a lo segundo, sin ningún lugar a dudas”.

Política de brocha gorda. La gratuidad del transporte público a los menores de 12 años es una medida unilateral de la consejera de Transportes, Susana García Chueca, que por convencimiento propio y sin consenso alguno, ha decidido sacar a la arena pública como anuncio y promesa- otra vez con el populismo a vueltas. Medida legítima pero que no cuenta ni con la financiación ni el consentimiento del resto de las instituciones del país a quienes la consejera trata de imponer su criterio.

Es la teoría del “yo invito y tú pagas” que creíamos pertenecía a las formaciones extragubernamentales que podían prometer cualquier cosa a sabiendas de que no la cumplirían. Si Andueza y la consejera quieren que esa medida sea posible, a pesar del rechazo institucional del resto, lo tienen bien fácil; soportar dicha decisión con su presupuesto propio. Es decir, predicar y dar trigo. Solo así los pensamientos desordenados tendrán su tracto lógico y cabal Y si nuestra visión desenfoca, tranquilidad. Pongámonos las gafas que aun siendo incómodas, nos permitirán ver la realidad con nitidez .  

 

2 comentarios:

  1. Que te aprobechen la merluza y las anchoas, el queso y el pollo. Pero vuestros

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    1. Socios de gobierno los/os habeis elegido vosotros. Para bien o para mal

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