En la relación con el gobierno de Sánchez, cada partido político que optó por prestar su confianza en la investidura actúa desde su particular estrategia y decisión. Y aunque Núñez Feijóo y sus mariachis del PP se obstinen en darse golpes en el pecho cada vez que una disonancia surge en el bloque de apoyo gubernamental, la coincidencia con la oposición es simple coyuntura o coincidencia. Nada más. Lo ha dicho Junts, por boca de Jordi Turull , que pensar en un apoyo a una hipotética moción de censura liderada por el PP es, para ellos, una ficción. Y lo mismo ocurre en el caso del PNV, que si se ha distanciado de la política del PSOE ha sido por simple coherencia ideológica y no por acercamiento a los populares. Acercamiento imposible e impracticable. Basta ver la forma que tiene el PP de “hacer amigos” para comprender que el PNV está a años luz de distancia de los “genoveses”. Acusar a los nacionalistas vascos, como lo hizo recientemente Borja Semper, de sumisión, con un “silencio atronador”, de la “corrupción socialista”, o proponer en el Senado una iniciativa para que el impuesto a la banca no pueda ser concertado con el País Vasco y con Navarra, no son precisamente gestos de acercamiento para con el PNV.
sábado, 14 de diciembre de 2024
A REMANGARSE TOCA
Por mucho que el escanciador de soflamas Manuel Tellado escenifique la “sintonía” entre el PP y los nacionalistas vascos y catalanes, supuesto que únicamente aprecian los medios de comunicación alineados con la derecha española, tal hecho no es sino el “cuento de la buena pipa” o la ficción que algunos quisieran fuera la realidad. Un ardid más utilizado por los populares en su particular campaña de desinformación. Fabulación que, por cierto, algunos activistas de la “gauche divine” aceptan y utilizan como arma arrojadiza en sus iniciativas de “agitprop” contra los nacionalistas.
Lo dicho anteriormente, que cada partido gestiona sus diferencias con el gobierno de Sánchez desde su particular perspectiva.
Los catalanes de Junts, cuya estrategia resulta, en ocasiones, difícil de interpretar, desconfían por sistema, de la fiabilidad de la voluntad de los socialistas. Tienen razones para ello, sobre todo cuando habiendo pactado una ley de amnistía, su ejecución se está obviando por el papel obstruccionista jugado por una parte de la judicatura. Además, los antiguos convergentes, comienzan a perder la paciencia en cuanto a los compromisos adquiridos en diversas materias que la representación de la Moncloa sigue aún sin cumplir.
Es por eso por lo que, en los pasados días, Puigdemont y los suyos han vuelto a dar una llamada de atención a la minoría gobernante en el Estado anunciado la presentación de una iniciativa legislativa en las Cortes reclamando de Sánchez la presentación de una cuestión de confianza.
Tal medida, que ha sido interpretado por muchos como una amenaza de retirada de apoyo, es, hoy por hoy, un aldabonazo informativo, una medida efectista de situar el foco mediático sobre su formación política. Decimos “efectista” porque el anuncio resulta inicialmente impactante, pero nada efectivo. ¿Por qué? Porque Junts lo ha hecho a sabiendas de que reglamentariamente tiene agotado su “cupo” en el Congreso para registrar y plantear una iniciativa legislativa de esta naturaleza. Lo tendrá a primeros de año que viene y una vez calificada y admitida a trámite por la mesa la Proposición no de Ley se podrá sustanciar, como pronto, el mes de marzo.
Lo que ha pretendido Junts ha sido encender una luz de alarma –que todo el mundo ha visto- con tiempo suficiente para que sus consecuencias puedan evitarse a través de la negociación o la reconducción de los problemas ahora detectados. Además, legalmente, la presentación de las cuestiones de confianza compete exclusivamente al gobierno, por lo que, por mucho mandato parlamentario se suscite –y una PNL tiene escasa obligatoriedad- siempre estará en manos de Sánchez invocar o no tal figura de control.
Cuestión diferente es el desbarajuste y las discrepancias surgidas en torno a la tributación de las empresas energéticas.
Los socialistas saben que la actual normativa está sustentada con “pinzas”. Con un soporte de legalidad cuestionable y con un consenso político reducido. El reto que el ejecutivo pretendía era transformar un “gravamen” temporal en un impuesto permanente. Y ahí es donde han surgido las diferencias. Junts había anunciado desde un principio que no apoyará tal tránsito (ni la prórroga de la situación anterior).
En sentido contrario, los aliados a la izquierda del PSOE –fundamentalmente Podemos- reivindicaban la aprobación de un nuevo impuesto y, en su caso, la prórroga del gravamen. Los morados andan jugando con el PSOE como gato y el ratón. Buscan, por un lado, segar la hierba debajo de los pies de “Sumar” para retorcer el brazo de Yolanda Díaz y, por otro, recuperar su liderazgo en esa “izquierda” cada vez más menguante. Para eso trabajan junto a Izquierda Unida detrás del telón. E igualmente plantean un pulso a los socialistas para que sus exiguos votos en el Congreso sean valorados como “il faut”.
La ministra de Hacienda, que busca como sea mantener la mayoría parlamentaria para aprobar unos presupuestos que lleve a Sánchez al final de la legislatura, y que no quiere que Podemos se desmarque, se había comprometido, por sí y ante sí, a alcanzar un acuerdo en relación con la pretendida tributación de las energéticas. Accedía, más por necesidad que por virtud, al ultimátum de Podemos de aprobar antes de fin de año un acuerdo en esta materia, al que, como casi siempre, se habían sumado Bildu, ERC, Sumar y el BNG.
Pero esta opción, dejaba fuera de la ecuación, por decisión propia, a los nacionalistas de Junts y el PNV.
Los nacionalistas del PNV habían anunciado con suficiente antelación que, en su caso, solo estarían dispuestos a apoyar la transformación del gravamen en un impuesto si éste era concertado con las comunidades de Euskadi y de Navarra, garantizando a ambas, en virtud del Concierto-Convenio Económico, la capacidad normativa en dichos territorios.
Buscar otro acuerdo –la prórroga del gravamen- era para ellos una chapuza que no respaldarían en ningún caso. Quien quiso escuchar tal advertencia lo pudo hacer en las repetidas ocasiones que Aitor Esteban la hizo pública. En sede parlamentaria y ante los periodistas.
Pese a ello, gobierno español y sus “satélites” mantuvieron su agenda de paripé, anunciando un acuerdo –la prórroga del gravamen- que no prosperará por la reiterada negativa de Junts y del PNV, partido al que Ione Belarra tuvo el atrevimiento de llamar “cachorritos del REPSOL”.
La exministra y portavoz de los morados debiera medir más sus palabras y haría bien en no comportarse de la misma manera que quienes en el otro extremo ideológico se posicionan con el mismo desprecio para con quien ejerce la libertad de pensamiento en un sistema democrático. Su irresponsable posición política actual de priorizar lo estético por encima del consenso hacen de Podemos el mejor aliado que podía encontrar Núñez Feijóo para horadar la estabilidad de una fórmula de gobierno que si cae será, en buena parte por su actitud sectaria y cainita.
Pedro Sánchez y los socialistas deben ponerse las pilas ya si pretenden mantener el respaldo parlamentario que les ha traído hasta aquí. Deberán abandonar, de una vez para siempre, esa técnica de negociar in extremis, y siempre en la dinámica de optar por “susto o muerte”. Deberán escuchar más a sus “socios” y cerrar con tiempo compromisos que no susciten contradicciones internas. Asumir que los decretos o los proyectos multisectoriales terminarán por dividir más que por hacer confluir los apoyos.
Quizá la afirmación de “mover el culo” no sea la más apropiada, pero la actitud de diálogo y colaboración debe cambiar. El PNV tiene un compromiso adquirido en la investidura que no dudará en cumplir y en ello sigue abierto para articular nuevos acuerdos que afiancen la estabilidad del ejecutivo. No pierdan más el tiempo con medidas estériles de postureo ideológico y póngase a ello. A remangarse toca.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario