Cerramos el calendario del
año 2024 con dos noticias de impacto para el nacionalismo vasco. La primera de
ellas fue, en virtud de la ley de memoria democrática, la restitución de la
sede parisina de la Avenida Marceu a su legítimo propietario; el Partido
Nacionalista Vasco.
El palacete situado en las
inmediaciones de la céntrica Place de l´Étoile, donde se ubica el Arco del
Triunfo, fue adquirida por militantes nacionalistas con fondos económicos
propios recabados por donativos de vascos americanos en septiembre de 1937 -el
Gobierno de Euskadi no se constituyó hasta el 7 de octubre- y, posteriormente,
el inmueble fue cedido como sede
provisional del ejecutivo en el exilio presidido por Jose Antonio Agirre. Con
la invasión alemana de París, el local fue ocupado por la Gestapo y
posteriormente entregado a las autoridades franquistas. Tras la liberación de
París por los aliados, los franquistas abandonaron la edificación que volvió a
ser habitada por la delegación vasca pero, en 1951, siendo François Mitterrand
ministro de interior, el gobierno francés atendió las reivindicaciones de las
autoridades franquistas sobre el
inmueble siendo nuevamente expulsados
del mismo los nacionalistas vascos. Desde al año 2009, el palacete de Avenue
Marceu ha estado ocupado por el Instituto Cervantes, siendo recurrente la
reivindicación del PNV por recuperar el local injustamente incautado. Tras 74
años de expolio y continuadas negociaciones con diversos gobiernos españoles,
el Boletín Oficial del Estado publicaba en el día de Nochebuena, el acuerdo del
Consejo de Ministros español restituyendo la propiedad de la histórica
edificación a su legítimo propietario; el Partido Nacionalista Vasco.
La decisión adoptada por el
Gobierno central tiene como base legal la Ley de Memoria Democrática y contempla
que el Instituto Cervantes seguirá ocupando el inmueble temporalmente -hasta el
2030-, teniendo que abonar al PNV por su usufructo de cinco años una renta “a
precio de mercado”.
El Euzkadi Buru Batzar, que
ultima los procedimientos administrativos para la inscripción registral del
inmueble, estudia organizar un evento en la capital francesa en el que
compartir con su militancia la conquista de esta tardía pero justa recuperación
de su patrimonio. Un acto en el que se tendrá presentes a las mujeres y hombres
que tras el infausto exilio soportaron con entereza añadida las consecuencias
de la expulsión de su propia casa, en una persecución política y humana difícil
de imaginar hoy. Vascos y vascas que en
condiciones extremas mantuvieron la entereza y la legitimidad de una causa que
hoy se siente resarcida con el rescate de su histórica sede parisina.
La segunda gran noticia que
nos dejó el pasado año llegó unos días más tarde, concretamente el sábado 28. No
fue una inocentada como algunos llegaron a pensar. Fue el fruto de un arduo
trabajo labrado en negociaciones y en la búsqueda de apoyos y complicidades. La
Federación Internacional de Pelota reunida en Iruña, por un escaso margen, pero
superando la necesaria mayoría cualificada de dos tercios, apoyaba el ingreso
en su seno de la federación de Euskadi. Un éxito sin precedentes en el imaginario
colectivo del país en post de alcanzar la oficialidad de nuestras
representaciones deportivas.
Este paso, el de la
integración de la selección de Euskadi, fue posible en buena parte por la
modificación de la Ley del deporte que
el Grupo Vasco en Madrid logró
introducir en octubre de 2022, reconociendo la participación directa de
federaciones deportivas autonómicas en competiciones internacionales “en el
caso de modalidades o especialidades
deportivas con arraigo histórico y social en su respectiva comunidad
autonóma o bien en el caso de que la federación autonómica hubiera formado
parte de una Federación internacional
antes de la constitución de la federación española correspondiente”.
Aquella modificación
legislativa, tildada de “poco ambiciosa” por quienes, además, no apoyaron dicho
cambio (EH Bildu se abstuvo), pudo producirse en cumplimiento del acuerdo de investidura
de la pasada legislatura firmado entre Andoni Ortuzar y Pedro Sánchez.
Dicho compromiso por “abrir cauces para
promover la representación internacional de Euskadi en el ámbito deportivo y
cultural” hará posible que los/as pelotaris vascos/as puedan vestir desde ya la
camiseta de Euskadi y desfilar bajo la ikurriña en competiciones
internacionales oficiales. Un primer paso,
pero importante, que abrirá puertas al clamor de la ciudadanía para que Euskadi
pueda estar representada oficialmente en todas las modalidades deportivas internacionales.
Este hecho, la oficialidad
de la selección vasca de pelota, refleja el acierto de la acción política
pragmática. La política de lo posible frente el dogmatismo demagógico del “todo
o nada”. La diferencia entre hacer y decir y la puesta en evidencia a quienes
son especialistas en predicar, pero que, a la hora de la verdad, nunca “dan
trigo”.
El año terminó bien. Con
frutos cosechados tras largo trabajo. Y con la esperanza de que, por fin, el autogobierno
actual (con las transferencias pendientes) se vaya cumpliendo y el futuro pueda
abordarse con diálogo y consenso. Aunque el ruido madrileño y la inestabilidad
política en el Estado mediaticen la ventana de oportunidad que pueda existir.
Las perspectivas del nuevo
ejercicio al que nos enfrentamos no tienen el mismo color del luminoso final de
calendario.
En el mundo, todos los
indicios apuntan mal. En Venezuela,
ayer, Nicolás Maduro, con el apoyo de los militares, se investía nuevamente
como presidente, violentando el resultado electoral conocido (contrastado
transparentemente por las actas de escrutinio presentadas por la oposición) que
ofrecía una rotunda victoria del candidato Edmundo González. Corrupción, fraude
electoral, abuso de poder, represión…sustentan a un país, otrora desarrollado
gracias a sus recursos naturales, y hoy empobrecido por la acción directa de
tiranía chavista que, entre otras cosas, ha provocado la salida de Venezuela de
más de 7,7 millones de personas, según datos de ACNUR.
Por cierto, tendrá que
explicar EH Bildu que hacía su representante internacional, Igor Zulaika, en la
toma de posesión de Maduro. EH Bildu junto a los aliados naturales de Maduro
(Rusia,China, Irán, Cuba, Nicaragua, Corea del Norte, Bielorrusia, Turquía o
Catar).
Otra toma de posesión, esta
vez el día 20 del mes corriente, nos inquieta más. Será en el mismo Capitolio
que sugirió a sus seguidores asaltar hace ahora cuatro años donde Donald Trump
tomará posesión como 47 presidente de los Estados Unidos. Su retorno a la Casa
Blanca augura generar un movimiento tectónico en la geoestrategia mundial. Un
terremoto cuyas consecuencias las notaremos en todas partes. También aquí en
Euskadi.
Aun conociendo la locuacidad
del personaje, las palabras previas a su juramento como mandatario del país más
poderoso del mundo asustan. Amenazas a Canadá, a Groenlandia, a Panamá.
Bravuconadas tal vez pero que indican su interés expansionista por controlar
tanto el acceso al Ártico como al canal transoceánico centroamericano. Y eso
sin contar la incertidumbre añadida en los dramáticos conflictos armados
abiertos donde cabe el riesgo de revictimizar aún más a las víctimas. Trump ha anunciado que “acabará” con la guerra
de Ucrania. Pero lo hará derrotando a los ucranianos. Y, también ha amenazado
en convertir Gaza en un infierno -que en parte ya lo es gracias a su fiel
aliado Netanyahu. Además, probablemente Siria se fragmentará. Turquía masacrará
a los kurdos. Y todo eso ocurrirá mientras Europa languidece sin liderazgo
envuelta en una crisis sin precedentes. Con Francia y Alemania al borde del
caos y con el auge imparable de la extrema derecha -ya en el gobierno de
Austria- que se expande por todo el continente.
Y como guinda del pastel, la
cada vez más notable influencia de magnates multimillonarios como Elon Musk,
auténtico ministro plenipotenciario de Trump cuya interferencia en la política
interna de países como el Reino Unido, Alemania o Italia impone. Una interferencia
sin límites ni filtros movida por el propio interés económico del extravagante multimillonario.
2025 se presenta, según mi percepción, con un
panorama tenebroso. Con la amenaza cierta de las democracias occidentales -también
la nuestra- de ser asaltadas por movimientos autoritarios revestidos de
populismo. Con una vuelta atrás en las libertades y en la convivencia y con un
nuevo horizonte europeo y mundial dominado por una plutocracia dueña del poder
económico, la tecnología y la comunicación.
Asusta sí. Tocará resistir.
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