En los momentos en los que los problemas agobian y la
tensión asedia los pensamientos yo suelo ejercer una terapia de escape que
descomprime mis meninges. Trato de volcar mi imaginación a plácidos recuerdos.
Es mi forma de liberar dopamina y restablecer así una sensación de calma y
tranquilidad.
Mi última “evasión” me llevó a las jornadas estivales de mi
juventud, cuando con mis hermanos y un grupo de amigos nos dedicábamos a pescar
cangrejos en el río Abejón. Había que tener en cuenta que, por aquel entonces,
las familias de aquellos pueblos castellanos
gozaban de unos ingresos económicos muy limitados, así que
cualquier aporte extraordinario a la
cartera de la casa era un tesoro. Y los
cangrejos se vendían muy bien a los veraneantes y a los restaurantes, por lo
que su pesca no estaba exenta de disputas por ver quien se hacía con los tramos de río y las pozas más
productivas. Así que, el primer objetivo
de una jornada fluvial era madrugar y echar los reteles -diez en un tramo
máximo de cien metros- en una buena zona . No importaba que las nasas no
llevaran carnada. Lo fundamental era hacerse con el espacio. Luego ya se
colocaría el cebo -la asadura de cordero
mayormente- en los reteles y se
comenzaría la pesca como tal.
El cauce del riachuelo -afluente del Arlanza- solía tener una
numerosa presencia de pescadores. Los
había ocasionales y también los habituales. Familias enteras, personajes singulares
y jóvenes ávidos de actividad. Entre el molino de Santiago y la Dehesa,
pasando por los “paredones”, Juan Pedraza o el puente de madera encontraríamos,
casi siempre, a los “sanjurjos”, a la señora Vero o a Maribel y su marido –“el
chino”-. Luego estábamos nosotros, media docena de “muchachos” que entre
levantada y levantada de reteles jugábamos a las cartas y nos bebíamos
clandestinamente una botella de cerveza “el león” sustitutiva del burbujeante “jariguay”.
La pesca solía ser, a ratos, tediosa, pero siempre te
sorprendía la aparición de un “patón” de grandes pinzas o de un cangrejo
“colorado”, también llamado por los lugareños “trompeta”. Había que tener cuidado con el tamaño de las
piezas capturadas. Mínimo, ocho centímetros y si algún cangrejo no llegaba al
tallaje había que devolverlo al río, aunque nuestro espíritu furtivo nos
llevaba a guardarlo en un “talego” diferente que escondíamos entre ortigas, en
prevención de que llegara el guarda y exigiera
revisar permisos y ejemplares obtenidos.
La mayor actividad llegaba al caer la tarde, momento en el
que la adrenalina se disparaba. Bien porque el número de cangrejos en los
reteles aumentaba o porque la visibilidad resultaba escasa y había que moverse
y actuar casi por intuición. Ya de noche, sin más luz que la que la dinamo de
la bicicleta generaba, volvíamos a casa. Los días de suerte, con unas docenas
de cangrejos a cuestas. Los menos afortunados, con la placidez de haber
disfrutado de una jornada maravillosa.
De aquellas experiencias han pasado muchos años. Además,
estaba convencido de que los cangrejos de aquel río se habían extinguido tras
la introducción de especies invasoras con el “cangrejo rojo de las marismas”
o el americano o “señal” que ahora
coloniza todas las cuencas peninsulares.
“Ya no hay cangrejos autóctonos” -pensé justificando mi melancolía
pesquera-. Es cierto. No los hay ni los ha habido nunca. Acabo de enterarme que esos crustáceos que
atrapaba en los reteles, esos que yo consideraba que eran los “autóctonos”, los “originarios” y los “auténticos” eran, en
realidad cangrejos “italianos”. Ni más ni menos que italianos. Mamma mía! ¿Será
por eso que combinaban tan bien con una buena salsa de tomate o pomodoro?.
Pues sí. He vivido en la ignorancia.
El cangrejo de agua dulce llegó a Castilla en el siglo XVI
para satisfacer los deseos de Felipe II. El monarca había emprendido el
ajardinamiento de los sitios reales y para poblar los estanques organizó una
compleja importación de cangrejos de río y especies exóticas de peces,
elementos exclusivos que nadie más tenía en la península.
En 1565 los estanques de la Casa de Campo y Aranjuez
contaban ya con lucios y carpas traídas desde Baiona. Los cangrejos de río no
llegaron hasta 1588, cuando el gran duque toscano envió un cargamento de varios
toneles con crustáceos a cargo de un
hombre que sabía mantenerlos vivos durante meses. Así que el cangrejo
“autóctono” era en realidad italiano -“Austropotamobius fulcisianus”-
A este animal le llevó tiempo dejar de ser una exclusividad
real para mezclarse con el pueblo llano y ocupar media península. En el siglo
XVII los había en Valladolid, a principios del XIX en diferentes lugares de la
meseta norte y la cuenca del Ebro, llegó al Guadiana y a Andalucía antes de
1850 y a Cataluña ya en el siglo XX.
El régimen de Franco inició a finales de los años 40 del
siglo pasado la promoción de la pesca deportiva, centrada en salmónidos,
grandes depredadores introducidos (lucio y lubina negra), carpa y cangrejo de
río. Se liberaron cangrejos en numerosos lugares, se fomentó y se reguló su
pesca y se estableció un lucrativo mercado que provocó la llegada de otras
variedades llegadas de América. Y con
ellas el cangrejo italiano-autóctono colapsó.
Hay que ver, nuestros más plácidos recuerdos sustentados en
el engaño. Hasta los cangrejos eran impostores.
Quien parece tener las cosas claras y sin miedo a la distopía es el portavoz parlamentario de
EH Bildu, Pello Otxandiano. Sus declaraciones desprenden un grado notable de
autosuficiencia y eso le ofrece , a
priori, credibilidad. Otra cosa es que luego, sus palabras se contrasten. Él ha
sido quien refiriéndose a los desafíos de futuro ha dicho que en tiempos de la
Inteligencia Artificial “no tiene mucho
sentido que este país tenga tres haciendas, tanto desde el punto de vista de la
eficiencia de la gestión pública como de la racionalidad de los recursos
públicos”.
Muy clarificadora su tesis “centralista” en relación al
sistema institucional existente en
Euskadi. Un modelo sobre el que la
Izquierda Abertzale siempre había pasado de puntillas pero que, al parecer, ahora
comienza a posicionarse. Por cierto, Otxandiano olvidó que en este país no hay tres
haciendas sino cuatro. Y es que Navarra también tiene la suya propia.
El ideólogo de SORTU,
ahora portavoz de EH Bildu, criticó las
políticas económicas de la coalición gobernante en Euskadi, a la que acusó de
“autocomplacencia” desacreditándola con el apelativo de “política placebo” y
señaló con total desconocimiento que “no
puede ser que haya tres
fiscalidades diferentes en un territorio de dos millones de personas" .
Desconocimiento sí, porque no
es cierto que en los territorios forales
haya tres políticas fiscales distintas. Ni tampoco que la reforma en curso
incida en las diferencias. Hay una única política tributaria en la Comunidad
Autónoma Vasca. Una y armonizada.
Pero el discurso lo soporta todo. Como afirmar que la
revisión fiscal aprobada entre el PNV y el PSE, insiste en “los errores”
cometidos en 2008, tiene similitudes con el “modelo madrileño”, merma la
recaudación y plantea “tapar los agujeros” de políticas públicas “fallidas”.
Estamos en lo de siempre. Que la realidad no estropee un
bonito discurso y mucho menos un titular. Para EH Bildu el texto presentado por
PNV y PSE no implica progresividad y merma la capacidad recaudatoria de las administraciones.
Otxandiano vuelve a tener un lapsus, y es que la principal merma recaudatoria de
la reforma presentada obedece a la protección de las rentas más bajas, a las
que se les exime de tributar hasta los 19.000 euros de ingreso (esa medida
supone el 80% del impacto económico). Lo que no dice Otxandiano es que con solo dos de las medidas propuestas
por su grupo para incorporar a esta revisión – la “monetización” de las
deducciones por vivienda y descendientes y la traslación de la tarifa general de Navarra al conjunto de
los tres territorios de la CAV- el impacto negativo en la recaudación de la
Comunidad Autónoma sería de 450 millones de euros. 450 millones menos de
ingreso cotejados con datos reales, con contribuyentes afectados, con obligados
tributarios con cara y ojos. No con estimaciones, ni con informes de coyuntura,
estudios o conjeturas medias. Datos reales.
Otxandiano y EH Bildu podrán seguir imbuidos en su ensoñación, creyendo sus propias fantasías y vendiéndonos en cuento de la buena pipa. Quizá así su dopamina les haga más felices. Pero de esta manera seguirán demostrando que aún no están maduros para gobernar. Auténticos sí pero tan farsantes como siempre.
"Autenticos si pero farsantes como siempre" ¿en qué quedamos? ¿Autenticos o farsantes?
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