Exasperado
por la programación televisiva de las cadenas
tradicionales, harto de las tertulias de cotilleo en la que unos personajes chillones se
convierten en protagonistas del colorín, cansado de los debates de periodistas frikis voceadores
de consignas y falacias, y horrorizado por los horarios en los que
poder ver series o filmes entretenidos,
suelo evadirme con emisiones singulares de una programación alternativa.
Me
entretengo con producciones
inverosímiles. Con sagas de tarados
supervivientes en Alaska. Cazadores de patos o de caimanes en los pantanos.
Forjadores de cuchillos a fuego vivo.
Rastreadores de trasteros. Cocineras de fogones tradicionales.
Buscadores de oro destrozadores de ríos
y montañas, o reformadores de viviendas de cartón-pluma. Todo extravagante. Lo
sé. Pero alejado de los “de luxe”, de
los “confesionarios de GH” o las poses
inquisitoriales de Maruenda o Inda, busco evadirme de la realidad histriónica
que nos rodea.
El
último producto catódico con el que me
he enganchado es con un veterinario, el
“increíble doctor Pol”. El galeno de animales
posee una consulta en la zona
agrícola de Michigan. Por ella pasan
casos verdaderamente sorprendentes. Perros, gatos, pájaros,
mapaches, ganado de todas las clases, ratas, conejos. Animales humanizados, humanos
que parecen animales, bichos insólitamente tratados, que acuden a consulta aquejados de todo tipo de
dolencias que el equipo de
veterinarios trata con celo profesional.
Así se puede ver cómo se somete a una
oca a una radiografía, se rasura a un felino
como paso previo a una operación quirúrgica, se cose la panza de un caniche
tras la mordedura de un mastín o
se retiran las púas de un puercoespín
del hocico de un potro. “Doctor-
explicaba un granjero con un cerdo vietnamita
amarrado con correa de paseo- no sé lo que le pasa a `Clarens´ porque ya
no puede ni andar y sus ojos están cerrados casi permanentemente. ¿Está grave?”.
Pol, con un aplomo caustico contestaba sin tan siquiera auscultar al gorrín: “No me
extraña que no camine, con lo gordo que está no puede ni moverse. Y lo de no
abrir los ojos es porque la grasa de los
párpados es tal que impide pestañear”.
Pol no le aconsejó al sollozante
propietario del cochino hacer
jamones y chorizos –él es veterinario- . Solo le recomendó que comiera menos y
que paseara más (el animal, se supone).
Lógico.
Especialmente llamativas de esta serie resultan las consultas vinculadas a los
embarazos de reses estabuladas. Vacas, ovejas, o cuadrúpedos
distintos a los que el doctor Pol
y sus empleadas asisten con escenas
sumamente escatológicas. Para un
“urbanita” como yo, un programa de estas características despierta el interés y la curiosidad. Mejor
dicho, “despertaba” porque después de ver el último capítulo se me han quitado
las ganas de seguir con la serie. La causa, una llamada de urgencia que motivaba la movilización de los
profesionales de la clínica de animales.
Dos novillos habían corneado a su
propietario y el ganadero, encabronado,
pedía el auxilio del doctor Pol
para bajar los humos y la sobredosis
hormonal a los becerros. Y Pol, servicial con los clientes, cumplió con el mandato. Lo primero que hizo fue sedar a los animales y cuando estos parecían dormitar,
sacó un artilugio, similar a una cizalla y tras palpar las criadillas con las
manos frías, ¡zas¡
Un
golpe certero y los animales pasaron de
barítonos a ´”castratis” en un pis-pás.
¡Qué dolor! En vivo y en directo. No diré que se me cayeron los huevos al suelo
pero casi. Se me encogió hasta la rabadilla. Aquel hombre, hasta entonces tan
simpático, se convirtió, ante mis ojos, en un sádico sacamantecas. Pol : de
increíble a cortahuevos. El capador que más chiflaba.
Si tuviéramos que hacer un símil en relación al momento que
vivimos, diríamos que nos encontramos en tiempo de “adviento”, el período de
preparación previo al alumbramiento. En estas circunstancias, los rumores son numerosos y las hipótesis se
disparan en una noria permanente de bulos o teorías que, con más o menos
fundamento, se fabrican con una
intencionalidad no confesable. Unos, con el apremio de que el nuevo tiempo
llegue ya y se acabe la incertidumbre. Otros, para todo lo contrario. Para
horadar la legitimidad de un futuro acuerdo desprestigiando y si es posible
amilanando a sus posibles protagonistas para que abandonen su empeño.
Entre tanta información vaporosa hay un único hecho objetivo
cierto; Pedro Sánchez ha aceptado la propuesta del jefe del Estado para acceder
a la investidura y conformar gobierno. El líder socialista es ya candidato a presidente.
Tres son las alternativas que este paso cierto abre. La primera es la
configuración de un gobierno de carácter “reformista” con un acuerdo tácito
entre las formaciones que apoyaron la moción de censura que hizo caer al
ejecutivo de Rajoy.
Una segunda opción es la que, fracasada la anterior
propuesta, buscara una alianza entre
socialistas y populares a modo de “pacto de legislatura” o bien de “gran
coalición”. Tal conjetura que hoy parece lejana a tenor de los pronunciamientos
de los dirigentes de la derecha, no debe ser descartada si Sánchez no
consiguiera, a la primera, formar gobierno.
Este segundo escenario, forzado por las circunstancias,
tendría una duración corta -el tiempo que necesitaría Casado para “armar” su
estrategia electoral de acceso a la Moncloa- y sus efectos para con vascos y
catalanes serían devastadores. Y una tercera
posibilidad abierta, si todo fracasa es la repetición electoral.
Con Sánchez ya de candidato, la configuración de un gabinete
“reformista” es, al día de hoy es la opción más verosímil. Según todos los
indicios y en contraposición a experiencias pasadas, las conversaciones entre
socialistas y los morados de Unidas Podemos, avanzan por buen camino, hasta el
punto de que en los mentideros madrileños se especula con un acuerdo básico en
el diseño y distribución de un amplio gabinete que podría tener hasta la veintena de carteras
y tres vicepresidencias.
Pero el acuerdo entre socialistas y los de Iglesias no es suficiente para facilitar la investidura.
La abstención de ERC resulta vital para que la candidatura de Sánchez prospere. Y en la
búsqueda de tal compromiso avanzan las negociaciones. Los republicanos no lo
tienen fácil. La coyuntura catalana les
envuelve en un bucle del que hasta ahora no han sabido salir desaprovechando la
coyuntura que les brinda el poder
decisorio importantísimo de sus votos. El
marcaje con JxCat y las CUP, los acontecimientos que la próxima semana
pueden desencadenarse tras la vista de
la euroorden en Bruselas, el posicionamiento del Tribunal de Derechos Humanos
de Luxemburgo ante la inmunidad de Junqueras y Puigdemont y la sentencia en el juicio contra el president Torra
(autoinculpado de haber desobedecido a la Junta electoral), pueden hacer
bascular la posición inicial de ERC hacia un lado o hacia otro. Por el momento,
según lo poco que ha trascendido de los
contactos entre socialistas y republicanos,
la posibilidad de un acuerdo se va abriendo paso. Pero ese optimismo que
se respira puede cambiar en un abrir y cerrar de ojos en el efervescente
mapa que vivimos. Los de Junqueras necesitan un poco de tiempo
para despejar sus dudas. Y el PSOE se lo ha dado. Ahí se deben circunscribir las medidas anunciadas por Sánchez previas a
su paso por el Congreso (llamamiento a los presidentes autonómicos, reunión de
los negociadores con “todos” los partidos, etc).
Con todo, el puzzle debe estar completado para la primera
semana de enero. Y, después del “adviento”
y la “natividad” llegará la “epifanía”.
Si i Sánchez consigue concitar la abstención de ERC, los
votos del PNV (6) volverán a ser imprescindibles. Pero, probablemente los
nacionalistas vascos no dispongan de tiempo para establecer una negociación que haga que su posición sea favorable al
candidato socialista. Pese a ese hándicap de falta de tiempo para negociar, el PNV tiene
bien claro que la investidura y la gobernabilidad son cosas diferentes. Para
leer un libro, lo primero es abrir la tapa. Eso supondría dar una oportunidad al
cambio político. Un cambio que no vendrá del nominalismo de quien preside el consejo
de ministros. Sino de las decisiones que en ése consejo se asuman.
La coyuntura no va a ser sencilla pues hay muchos intereses y agentes volcados en desbaratar un posible
acuerdo. Dinamiteros cargados de
testoterona, como el presidente “socialista”
manchego García Page y sus insidiosas menciones a la “vaselina”. A
ellos les vendría bien un supositorio de responsabilidad. O en su
defecto, un capítulo del doctor Pol.
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