sábado, 19 de diciembre de 2020

ESPAÑA CAÑÍ

 Vuelve la “España cañí”.  Esa que no nos recuerda tiempos de la “Escopeta nacional” . Por un lado “militronchos”  enardecidos agitando sus sables  en amenaza  de “pronunciamiento” a la hora del café con leche. En el almuerzo, jueces entogados  impartiendo doctrina “por Dios y por España”. Y todo ello  con un “Emérito”, regularizando  sus  bribonadas al fisco ante su deseo , como el Almendro –el turrón, no el colectivo-de volver a casa por Navidad.

Comenzamos la semana con los ecos cuarteleros de casi un centenar de  militares en la reserva  que remitían una carta a Felipe VI en la que  señalaban que  España vivía una situación de “deterioro”, en la que la “cohesión nacional” corría graves riesgos, “tanto en su vertiente política como económica y social”.  Los firmantes de la misiva, que no era sino  la consecuencia de una serie de movimientos  en las redes sociales de mandos  jubilados de las Fuerzas Armadas, culpaban al Gobierno “social-comunista, apoyado por filoetarras e independentistas”, de amenazar “con la descomposición de la Unidad Nacional”

El escrito, enviado a la Zarzuela, venía precedido de  diversas filtraciones periodísticas de un  grupo de chat  en el cual  alguno de sus participantes hablaba de “fusilar a 26 millones de españoles”, lamentándose  que un “pronunciamiento” como el de julio de 1936  no pudiera  llevarse a cabo.  El promotor de la carta remitida al rey  Felipe fue el general de división retirado Francisco Fernández Sánchez, destituido en 2006 como comandante general de Melilla tras resistirse a descolgar un retrato de Francisco Franco de la sala de honor del cuartel de los Regulares y poner reparos a sancionar como falta grave una carta de un capitán de la Legión a un periódico de Melilla en la que amagaba con “plantarse con su compañía en el Ministerio de Defensa”.

El pasado mes de febrero, el jefe de los servicios secretos del Ejército alemán (MAD) anunció  haber detectado a unos 550 soldados con conexiones con la ultraderecha en las tropas de la República Federal. Ante ese hecho, el Grupo Vasco (PNV) preguntó oficialmente al gobierno español  si tenía "sospechas" de que pudiera producirse en su ejército una situación similar,  y , en su caso,  si había realizado alguna investigación para aclarar ese extremo. La respuesta  del Ministerio de Defensa entonces   fue negar la mayor pues "los miembros de las Fuerzas Armadas trabajan por y para España y tienen un compromiso total y pleno con los valores constitucionales".

Pasados unos meses, nos encontramos con las cartas  remitidas al jefe del Estado y la publicación en medios de comunicación de informaciones  vinculadas a la actividad de ex mandos castrenses. Por ello, el PNV volvía a interpelar al gobierno de Pedro Sánchez  sobre la implicación de efectivos de las fuerzas armadas en este tipo de iniciativas conspirativas.  "¿Puede el Gobierno afirmar con rotundidad que estas actuaciones no se han producido entre miembros del Ejército en activo? ¿Va a realizar el Gobierno alguna investigación al respecto? ¿Considera que este episodio abre una sospecha o un indicio suficiente para realizar una investigación similar a la realizada por los servicios de inteligencia alemanes en sus tropas? ¿No considera el Gobierno que ensalzar la dictadura franquista y amenazar con fusilar a 26 millones de personas contradice los valores constitucionales?" El diputado por Gipuzkoa, Joseba Agirretxea  intentó, por activa y por pasiva, que la ministra Margarita Robles  aclarase la situación  pero fue imposible. “Son cosas del pasado” se limitó a  señalar con tono ofendido la ministra, cuya  desabrida reacción parlamentaria bien pudiera haber sido aplaudida  por el mismísimo Ortega Smith. 

La permanente amenaza involucionista en la estructura militar española  ha sido soterrada durante años, habiendo  emergido recientemente tras el auge de la ultraderecha. VOX  ha nutrido sus listas electorales con cuadros  relevantes de militares retirados, algunos de los cuales obtuvieron  su acta como diputados en el Congreso acompañando a Abascal, Espinosa de los Monteros o Macarena Olona, quien se refirió  al colectivo firmante de la carta enviada al rey como “nuestra gente”. 

Por desgracia, el franquismo sociológico sigue instalado en los cuadros militares del Estado. La carrera profesional  no atrae a personal vocacional de perfil demócrata y progresista que renuncia a su  formación  por  el microclima  que se respira en las academias y en los centros  corporativos. Un ambiente  viciado  por el pasado  y que mantiene  buena parte de los valores  castrenses pre democráticos. De ahí que, aunque resulte anacrónico,  no sea difícil encontrar –pese a que el gobierno español lo niegue- vínculos  entre  personal de las fuerzas armadas y planteamientos “nostálgicos” o abiertamente  antidemocráticos. Bien haría en ofuscarse Margarita Robles  con quienes permiten que esa situación  permanezca en los cuarteles y no con quien le solicite información e investigación  para depurar estas tramas. 

Otro de los poderes en los que la “transición”  no ha terminado de practicarse y  que demuestra, cada vez con más estridencia su desfase con los tiempos y el entorno en el que vivimos es la judicatura.  Hay posiciones adoptadas desde la administración de justicia que sobresaltan  por incompatibilidad manifiesta con el derecho europeo. O con el sentido común.

Que el Tribunal Supremo español decida repetir el procedimiento  por el denominado caso “Bateragune”, tras la sentencia anulatoria   del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo de 2018 por falta de un juicio justo,  resulta un esperpento que retrata la más aviesa intención  de una justicia politizada  cuyo protagonismo  bastardo va más allá de la aplicación del derecho o de la interpretación de la legalidad vigente. 

No resulta baladí  que en los últimos años  la intervención  de determinados ámbitos judiciales –cuya renovación se encuentra bloqueada por la derecha española-haya condicionado, interferido  y dificultado la libre actuación política bien de partidos políticos o de instituciones. Hoy urge más que nunca que la Administración de Justicia española acometa una profunda renovación de sus estructuras, funcionamiento y criterios de selección para equiparar sus actuaciones a los estándares procesales europeos en defensa de los Derechos Humanos.

El ridículo del caso “Bateragune”  -cuya condena cumplieron íntegramente  los sentenciados- es uno más en el que las más altas instancias europeas reconvinieron  al Reino de España por la vulneración del derecho de las y los acusados a un juicio justo y por su falta de imparcialidad. 

Pese a ello, para mayor bochorno,  la sala segunda del Supremo, presidida por el “justiciero” Marchena, vuelve a determinar  la repetición del juicio so pretexto de que la acusación no ha decaído y que , por lo tanto debe juzgarse. ¿Tendrá esto algo que ver con el hecho de que el Gobierno “social-comunista” ha aprobado os presupuestos  con el apoyo de los “independentistas y  los filoetarras”?. 

El “casticismo”  de la estampa  que  se presenta ante nuestros ojos va más allá.  Las autoridades togadas del Tribunal Constitucional  acaban de sentenciar que  incitar a quemar la enseña rojigualda (no al hecho material sino a su invitación a hacerlo)   no está amparado por el derecho fundamental a la libertad de expresión y  constituye un delito de “ultraje” a la bandera.  El fallo  recientemente conocido tampoco tiene en consideración otra sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que ya en 2018 sancionó a España por haber condenado a dos militantes  independentistas catalanes  por quemar fotos del rey. Según la corte europea “quemar fotos del Rey no constituye un delito, sino una forma de libertad de expresión política”. 

El Tribunal Constitucional español  ha despreciado la jurisprudencia comunitaria  ratificando una sentencia  de la Audiencia provincial de A Coruña contra un sindicalista  que en un acto de protesta  laboral en unas instalaciones militares pronunció la frase “hay que prenderle fuego a la puta bandera”.  La verbalización se quedó en eso, en palabras, pero el delegado sindical fue condenado en primera instancia  por el juzgado de lo penal de Ferrol, sentencia que fue ratificada por  la Audiencia provincial, y ahora ha sido  avalada por el Tribunal Constitucional.  Kafkiano. 

En los Estados Unidos, la Corte Suprema  ha proclamado que quemar una bandera estadounidense  está  protegido por la Primera Enmienda que garantiza la libertad de expresión  (caso Texas contra Johnson).

Pero España no es Norteamérica. Ni se le parece. “Spain is different!”. España  cañí. 


https://elpais.com/espana/2020-12-17/el-chat-de-los-exmandos-militares-la-forma-de-parar-esto-es-un-nuevo-alzamiento.html


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