sábado, 24 de abril de 2021

EL DEDO Y LA LUNA



Quien pensara que con la celebración de las elecciones madrileñas sea acabar la efervescencia política en el Estado se equivocaba. El tablero táctico desplegado en el mapa peninsular tiene vocación de continuidad y su durabilidad amenaza con extenderse en el tiempo hasta que a Pedro Sánchez  y a sus escasos asesores áulicos les venga bien convocar elecciones generales.


Lo de Madrid -la disolución de su asamblea y la convocatoria de comicios- no se lo esperaban. Ingenuidad la suya después de la torpe maniobra de Murcia. Pero, una vez que Díaz Ayuso tiró por la calle del medio, atropellando a propios y extraños, Sánchez y los suyos aprovecharon la ocasión para ajustar su propia programación.


La intervención directa del inquilino de la Moncloa en la campaña madrileña ha sorprendido inicialmente pues su implicación personalísima en el mano a mano contra Ayuso ha podido ser interpretado como un menosprecio a su propio candidato, el “soso” profesor Gabilondo, cuya templanza y tranquilidad ha sido eclipsada, cuando no ninguneada, por la actitud provocativa de su propio secretario general.


Pero la irrupción de Sánchez en campaña como elefante en cacharrería  tenía un doble objetivo. Y, probablemente un daño “colateral” asumido; Ángel Gabilondo. 


La  meta perseguida por Pedro Sánchez   era, por un lado, movilizar al votante de izquierda (aunque esto beneficiase fundamentalmente a “Más Madrid”) y, al mismo tiempo,  con la polarización provocada por su mensaje de ejercer  el “voto útil”, distinguiendo la disyuntiva  de “la libertad o la foto de Colón”, Sánchez conseguía, inteligentemente, condenar a Pablo Iglesias  a la irrelevancia. La jugada ha resultado arriesgada. Con esa apuesta, tal vez el PSOE no gane, pero, probablemente, tampoco  el PP conseguirá la pretendida mayoría absoluta. 


Sin embargo, el perdedor  del episodio tendrá nombre y apellidos; Pablo Iglesias Turrión. Y con él, su partido, “Podemos”, que junto a Ciudadanos podrán pasar a la irrelevancia política. Será curioso asistir al hecho de que quienes hace apenas dos años se iban a comer el mundo  se vean en peligro de extinción. Simplemente por ingesta democrática. Morir de éxito resucitando el bipartidismo. Ese es movimiento  táctico de Sánchez.  Sacrificar un peón para dejar sin movimientos a la competencia. Jaque mate.  



De conseguir el debilitamiento de las “opciones bisagras”, Sánchez tendrá  las manos libres a partir del 5 de mayo para establecer  un nuevo cuaderno de bitácora a su carrera política, una singladura  en la que pretende reforzar  sus líneas defensivas  para poder lanzarse a unas nuevas elecciones donde confía  salir revitalizado. 


Tendrá enfrente a un Partido Popular quizá más fuerte –por la desaparición de los “naranjas”-  pero con el liderazgo de Casado en entredicho. Y con la hipótesis de un reagrupamiento de toda la derecha -incluida la extrema- en una única opción, lo que  allanaría la próxima confrontación electoral al duelo deseado por cualquier  “spin doctor”;  rojos contra azules. 


Para poder maniobrar en tal sentido, Pedro Sánchez necesitará tener las manos libres en su doble ámbito de  control; en el gobierno y en el partido. El  inquilino de la Moncloa no dudará en tomar las decisiones que considere, por arriesgadas que puedan parecer, para que nadie entre sus filas cuestione su política, su estrategia o la línea que él considere que más le beneficia.


Así, es probable que tras  las elecciones del día 4 de mayo,  y como antesala al  Congreso federal que se desarrollará pasado el verano, Pedro Sánchez reajuste su gobierno. Un nuevo gabinete en el que no sabemos si continuará Podemos o Yolanda Díaz. Pero en el que desaparecerán, según cuentan en los entornos socialista, ministros y ministras como Isabel Celaá, Reyes Montero  o, quizá,  la propia Carmen Calvo.  El “resistente” pretendería  establecer una organización férrea en torno a su liderazgo.  En su experiencia pasada, Sánchez sufrió el dolor de la desavenencia y la crítica interna y, como poso de aquella vivencia, se aprestará para no pasar por el mismo calvario. De ahí que, quienes le conocen, esperan de él una “venganza”  sórdida para con quienes, en su momento, se atrevieron a plantarle cara. 


En esa tesis, inmediatamente surge el nombre de Susana Díaz, la ex presidenta andaluza, cuyo relevo parece ya buscado por enviados sanchistas a la comunidad  del sur. Junto a ella, se procedería a “ajustar” también  la lista de “barones”  que en momentos puntuales suelen actuar como “versos sueltos” en una organización que Sánchez pretende , ahora, tener afinada y alineada en torno a su figura. 


Los “relevos” banderizos se prodigarían en todas partes. Tras el congreso extraordinario llegarán los cambios territoriales y ahí puede que no se libre de la quema ni la mismísima Idoia Mendia. Mendia había proclamado hace unos meses su intención de volverse a presentar a la secretaría general de los socialistas vascos. Pero la rotundidad de su afirmación, a tenor de lo que en privado  señalan los suyos,  ha perdido consistencia en los últimos tiempos. 


El socialismo vasco también vive tiempos de incertidumbre. Si Celaá cayese del equipo de Moncloa, cabría una “vacante” a ocupar por un representante de la “cuota” socialista vasca. Y en ese supuesto, las fuentes propagadoras de rumores apuntan el nombre de un alto cargo del gabinete Urkullu  como candidato  mejor situado  para el “ascenso”.


En lo que se refiere a los cuadros internos, nadie en el PSE -conociendo medianamente a Pedro Sánchez- se atreve a asegurar  al ciento por cien  que Idoia Mendia repita al frente del partido en el País Vasco. Algunos apuntan al secretario eibarrés Eneko Andueza como candidato con proyección futura. Sin embargo, Andueza, que contaría con el respaldo del sólido “aparato” guipuzcoano,  no gozaría de una especial protección por parte del “todopoderoso” Pedro Sánchez.


Si  el apoyo de Moncloa se hace imprescindible  para la dirección territorial  socialista solo  hay un nombre que suena con fuerza en Euskadi.  Se trata el de Denis Itxaso, elegido personalmente por Pedro Sánchez para presentar en el Congreso federal de octubre  la ponencia que articule la futura política autonómica de los socialistas españoles. 


El actual Delegado gubernamental en Vitoria no es un militante con  una adscripción orgánica reconocida si bien su principal complicidad interna se sitúa junto a Odón Elorza. Como él, el actual inquilino de “Los Olivos”  ha demostrado una extraordinaria versatilidad comunicativa, siendo la visibilidad pública una de sus singulares características como responsable institucional manejando el marketing político con la agilidad de un bailoteo en “tik-tok”. Ejemplo de esto último son  sus constantes pronunciamientos políticos  desde la actual atalaya  de delegado gubernativo. 

Declaraciones y juicios especialmente críticos para con el PNV y su política de reproche al gobierno de Sánchez por el incumplimiento de los compromisos adquiridos. 


En todo caso, el nivel de atrevimiento de Itxaso, que en más de una ocasión ha enrarecido la relación entre socios  de coalición en Euskadi  y de apoyo “preferente” en Madrid, hace que la hipótesis de su candidatura pueda ser contemplada  con ciertas dosis de verosimilitud. 


Pero más allá de la anécdota, nuestra mirada no debe fijarse en el dedo sino en la luna que apunta.  La inestabilidad política en la que el escenario madrileño ha causado no es circunstancial ni coyuntural. Obedece a un contexto más amplio  que desembocará en unas nuevas elecciones generales. Unas votaciones que, como muy tarde, se celebrarán la próxima primavera.  Y es que los protagonistas que actúan en el Estado  siguen pensando  que la actividad política se reduce a ganar poder  y a restar influencia a los adversarios. Para ello, la mejor herramienta disponible es la de convocar elecciones. Para ganarlas y que los demás pierdan.  Ese es el triste panorama al que nos deberemos enfrentar. 


Entre medio, la pandemia, la crisis económica, el desempleo, los problemas territoriales no resueltos y la falta de horizontes seguros y firmes. El olvidado bien común. Y el imperio de la incertidumbre. 


Por desgracia, tras el 4 de mayo vendrá el 5. Nada nuevo pasará. El 9 caducará el “Estado de alarma”. Y sin presiones  electorales inmediatas quizá Sánchez  se desdiga  de su amenaza temeraria de no renovar el paraguas jurídico  que soporta las medidas  restrictivas que mitigan el contagio de la enfermedad. Pero eso será, otro movimiento más en el tablero. Otra ficha que cambie de posición. Otro regate en corto. Nada más. 


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