Como diría Sabina, hoy toca una de romanos. Allá por el año doscientos y pico antes de Cristo, existió un cónsul llamado Quinto Fabio Máximo a quien, según las crónicas, fue conocido con el apelativo de el “Contemporizador” o el “Parsimonioso” porque, al parecer, en su pugna contra los ejércitos cartagineses liderados por Aníbal, nunca perdió la calma, eludiendo la confrontación directa y combatiéndole pausada pero tenazmente en una guerra de desgaste sumamente efectiva.
Fabio que conocía la fortaleza y superioridad del ejército cartaginés evitó el cuerpo a cuerpo en la lucha y centró sus esfuerzos en escaramuzas tendentes a minar las líneas de suministros y así debilitar al potente enemigo. Tal dinámica, continuada en el tiempo, exasperó a Aníbal quien cuentan que, en una ocasión, desesperado por las tácticas dilatorias del romano, emplazó a éste a que abandonara las colinas y el bosque y se plantara a él cara a cara. Aníbal, harto del juego del ratón y el gato, envió un mensajero a Fabio con un correo retador; “si eres tan gran conocedor del arte de la guerra y tan sabio capitán como de ti se pregona, demuéstralo y baja al valle con tus hombres y pelea”. Un desafío de pura testosterona que traducido a nuestro contexto y a un ambiente mucho más tabernario podría traducirse en la incitación de “ven de una vez si tienes pelotas que te voy a romper la crisma”.
El cónsul romano contestó demostrando lo acertado de su sobrenombre. “Dices bien, pero si tú eres, como dicen, el más grande estratega, demuéstralo haciéndome bajar aunque no quiera” Es decir, “que te den pomada tío listo!”.
Cuando Aníbal cruzó los Alpes e invadió Italia, infligió sonoras derrotas a las tropas romanas gracias a su superioridad militar. Fabio Máximo, consciente de la superioridad militar de los cartagineses y del tremendo ingenio de su jefe supremo, diseñó una lucha de desgaste que tenía como objetivo atacar los puntos vulnerables de Aníbal. Es decir, las líneas de abastecimiento y el ansia de sus soldados por una campaña rápida.
Fabio interpretó que los ejércitos de Cartago estaban formados mayoritariamente por mercenarios, hábiles guerreros en la batalla campal, pero ansiosos de obtener botines de guerra en contiendas rápidas. Dichas huestes, despiadadas en la contienda directa tenían un flanco débil, pues estaban poco preparados para largos asedios o el movimiento continuado de frentes abiertos.
El estratega romano calculó que la falta de suministros y el coste de tener un ejército en el largo plazo fuera de sus fronteras haría que el tiempo corriera a favor de Roma por lo que adoptó la estrategia de convertirse en la sombra de las fuerzas invasoras, evitando continuamente la confrontación y moviéndose permanentemente en terreno montañoso a fin de evitar la superioridad de la caballería cartaginesa. Al tiempo, se exhortó a las pequeñas poblaciones del norte para que abandonaran sus aldeas y se refugiaran en zonas fortificadas,
Aquella forma de afrontar la amenaza supuso un notable éxito en el campo soldadesco pero fue, al mismo tiempo, un gran fracaso político. La supuesta “pasividad” militar resultaba “intolerable” a los ojos de las mentes senatoriales, propicias a la grandilocuencia y la épica de enfrentarse al enemigo en grandes batallas. Retórica contra práxis. Populismo fatuo frente a efectividad.
Las críticas de los “políticos” de la época –los Senadores- hicieron mella en su “opinión pública”. La “táctica Fabiana”, la utilización de la inteligencia y no la fuerza, resultaba incomprensible para un pueblo que lo único que quería era una rápida conclusión del conflicto bélico. Fabio el “contemporizador” fue depuesto de su cargo y sus enseñanzas defensivas olvidadas. Como punto y seguido a la historia, decir que, buscando el enfrentamiento total con los cartagineses, las tropas romanas se concentraron para combatir a Aníbal y éste las derrotó a modo de debacle en la batalla de Cannas. Solo la intervención de Escipión allende el Mediterráneo, en el norte de África, impidió la derrota definitiva de Roma.
2100 años después, las “técnicas fabianas” han sido utilizadas en multitud de ocasiones para hacer frente a contiendas desiguales. Desde la “guerra de los cien años”, la independencia norteamericana, la invasión napoleónica de Rusia o la descolonización de Indochina.
Sus principios básicos de utilizar la inteligencia frente a la fuerza o la asunción del “gradualismo” frente a las opciones dogmáticas no solo han tenido reflejo en los contenciosos cruentos. También en la filosofía o en la política. Una rama del movimiento obrero británico reivindicó esa táctica y la llevó al campo sindical tomando el nombre de Sociedad Fabiana, un movimiento socialista favorable a las reformas graduales que terminó por germinar en lo que más tarde se conocería como el Partido Laborista británico.
Mañana domingo Euskal Herria Bildu, la formación política heredera de la Izquierda Abertzale histórica celebrará en las instalaciones del BEC su segundo congreso tras diez años de corta singladura. El experimento organizativo que aglutinaba a diversos partidos políticos del ámbito de la “gauche” vasca ha ido reformulando su estrategia hasta confluir en una alternativa sólida en la que consolida su fuerza el músculo Sortu, en versión modernizada de clave “Bateragune”.
Su horizonte institucional pasa por tres estadios. En el Estado español, su intención es desprenderse de sus vínculos con el pasado, intentado afianzar una nueva imagen “posibilista” que le garantice relaciones y ámbito de influencia con el socialismo gobernante en cuyas manos está dar una salida satisfactoria a su principal necesidad interna (los presos).
En un segundo estadio. se encuentra su acción política en Nafarroa donde su talante colaborativo con el ejecutivo de Chivite busca recuperar un papel protagonista de fuerza alternativa al navarrismo-socialismo. Un influjo que en dos legislaturas consecutivas ha ocupado la formación Geroa Bai y que EH Bildu pretende sobrepasar en el próximo mandato.
Y en la Comunidad Autónoma Vasca su estrategia pasa por intentar arrebatar al PNV su liderazgo.
Si bien en los dos primeros ámbitos, la Izquierda independentista, ha experimentado su afán colaboracionista, en los tres territorios de la CAV, EH Bildu ha acentuado su papel de oposición más dogmática. Y no se entiende que alguien que pretende ser gobierno huya permanentemente de la responsabilidad o del compromiso constructivo.
Rechina, y de forma sonora, la posición parlamentaria de EH Bildu ante la gestión pandémica. Maddalen Iriarte ha repetido sin matices los mismos reproches hacia el gobierno de Urkullu una y otra vez. (En Navarra la complicidad en esta materia con el ejecutivo de Chivite es total)
Suyas son las repetidas acusaciones al gobierno de “improvisación”, “desastre”, “descoordinación”, “falta de diálogo” o de “incapacidad”. No han dudado en culpar a la consejera Sagardui de mentir, utilizando datos sin contrastar o abiertamente falsos. Su “todo está mal”, su utilización miserable del sufrimiento pandémico, contrasta con el hecho de que en Euskadi, al día de hoy, uno década tres vascos haya recibido ya una dosis de las vacunas y que las inoculaciones practicadas estén por encima de la media del Estado. Pero que la verdad no estropee un buen titular.
Lo más triste de todo es que en ese papel de oposición rampante, EH Bildu no ha propuesto ni media medida que llevar a la práctica en Euskadi. Nada en clave constructiva. Ni una idea para garantizar la no progresión del virus. Ni para garantizar jurídicamente el marco decisorio. Todo lo ha convertido en denuncia, reprobación o censura.
Para ser alternativa hay que mirar al país, no al adversario. Hay que proponer, no denigrar ni menoscabar por que sí.
En el mismo BEC, en el mismo recinto en el que medio centenar de militantes de EH Bildu aplaudirán la estrategia de confrontación de sus dirigentes, miles de mujeres y hombres acudirán, en orden, escalonadamente y sin crispación hasta el pabellón 6. No participarán en mitin alguno. Acudirán allí en respuesta a la llamada del Servicio Vasco de Salud, que les vacunará con las dosis que en ese momento disponga. Será un contraste paradigmático. A un lado, los que afirman que todo se hace mal, y al otro, quienes buscan soluciones organizadamente. Unos, como las tropas de Aníbal, persiguen el botín del poder con implacables campañas de descrédito y otros, aguantan el envite gestionando el día a día para preservar el bienestar común. Inteligencia frente a fuerza. Posibilistas frente a dogmáticos.
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