Nadie puede hacer que el desconsuelo que sienten Kontxi y su marido Aitor desaparezca. Desde hace seis años, este matrimonio ya próximo a la cincuentena, acoge entre sus hijos Aritz y Eñaut, a una jovencita llamada Anna que cada verano llega del Este para pasar dos meses de “vacaciones” en Euskadi con una familia a la que ya considera propia. Ane -ha euskaldunizado hasta su nombre en un proceso de adaptación meteórico- llegó a través de las asociaciones de acogida de los niños de Chernóbil, y lo hizo con el temor de toda criatura que abandona su hogar (por precario que este esa) para conocer y convivir con otra gente desconocida. No conocía el idioma, pero a las tres semanas no necesitaba casi ayuda para expresarse. Sus miedos fueron desapareciendo y hasta su aspecto mejoró notablemente con unos kilos ganados. Cada vez que Ane se convertía de nuevo en Anna, con su retorno al hogar, en Ucrania, nuestro matrimonio vasco lloraba su marcha en el aeropuerto de Loiu, si bien su esperanza era la de reencontrarse nuevamente con ella el próximo verano. Ane les había ganado el corazón, y viceversa, según les consta por las notificaciones mantenidas con la familia biológica de la joven, tremendamente agradecida por el cariño mostrado desde Euskadi.
A Kontxi y a Aitor nadie les puede consolar hoy. Nada saben de Ane y de su familia ucrania. Han intentado ponerse en contacto con ellos repetidamente pero ha sido imposible y temen que algo malo les haya ocurrido ya que viven en los alrededores de Kiev, donde una interminable hilera de tanques, blindados y carros de combate bielorrusos, rusos y chechenos asedia a la capital de Ucrania, sometida a una brutal ofensiva destructiva.
Que nadie hable a Kontxi y Aitor de que hay que evitar la confrontación y fortalecer “las vías diplomáticas”. Por mucho que quien lo diga haya sido vicepresidente, como Pablo Iglesias quien , en contraposición a la resistencia popular -esa que tanto alabó en el pasado- ha afirmado que “hay que poner todos los huevos en la cesta de la negociación”. Como si las víctimas ucranianas no estuvieran poniendo los huevos y mucho más en el foco de esta agresión criminal e injustificable.
Resulta un insulto a la inteligencia escuchar determinadas cosas de gentes que han demostrado tener muy pocos escrúpulos éticos. Me enervan las explicaciones de quienes , presentándose como pacifistas, aseguran que la solución a la guerra de Putin contra Ucrania pasa por la desmilitarización de ese país, por su desarme. Que hay que dejar de pegar tiros y negociar un escenario de paz. Eso es tanto como pensar que el conflicto lo inició el gobierno legítimo de Kiev, que fueron los ucranianos quienes comenzaron los ataques. Y nada de eso tiene que ver con la realidad. ¿Desmilitarizar? Por supuesto. Que Putin detenga su ejército y lo retire del terreno. Lo contrario, lo señaló acertadamente Aitor Esteban el pasado miércoles en el Congreso; “Si Rusia deja de combatir no habrá guerra pero si Ucrania deja de combatir no habrá más Ucrania”. O lo que es lo mismo, ríndanse si no quiere morir.
Especialmente censurable me resulta el posicionamiento de la denominada izquierda independentista vasca. No por la abstención de su eurodiputado, Pernando Barrena, a la resolución para avanzar en la “concesión a Ucrania del estatus de candidato a la UE” tras la emotiva intervención por videoconferencia del presidente Zelenski en la eurocámara.
Mi perplejidad es por el desparpajo con el que el partido heredero del MLNV se ha situado contra la decisión de todos los países democráticos occidentales de nutrir de armamento al gobierno ucraniano para su autodefensa frente ala invasión rusa. No a las armas de quienes durante cuarenta años han justificado su utilización ofensiva contra una sociedad convertida en su víctima. Y aún hoy no han reconocido el error de aquella “guerra”.
“Somos la nación del Gernika -señaló en un mensaje Analdo Otegi- somos la nación del NO a la OTAN, somos partidarios de la paz y la autodeterminación de los pueblos, estamos en contra del ataque militar contra Ucrania y estamos a favor de la soluciones diplomáticas”. Consignas mercadotecnia que olvidan la historia, el bloqueo marítimo de los “países neutrales” que dejaron las manos libres a Franco para con el apoyo del “eje” machacar a Euskadi y a la República en 1936.
Hipocresía de bienqueda , de quien demoniza la seguridad de occidente mientras la mayoría de los países de nuestro entorno reclaman su amparo y protección frente a quien supone un amenaza a su estabilidad e independencia, amagando al mundo con una guerra total y destructiva.
Personalmente no me atrevería jamás a portar un arma y mucho menos a utilizarla. Por eso respaldo todo tipo de sanciones internacionales que obliguen a Putin a detener su agresión. Pero, al mismo tiempo, tampoco sería capaz de pedir a nadie que se quedara de brazos cruzados y se sometiera inerme frente a una agresión tan grave como la que se está produciendo en el límite de nuestro ámbito europeo.
Me permito citar nuevamente a Aitor Esteban para concluir este alegato. Planteada la lucha entre la democracia y el totalitarismo; entre el mundo libre y las autocracias; entre los derechos humanos y la fuerza; entre la voluntad de la ciudadanía para decidir su futuro y la imposición de regímenes por la fuerza, el PNV estará siempre del lado de lo primero. Del lado de la democracia, el mundo libre, los derechos humanos y la voluntad de la ciudadanía para decidir su futuro. Y la agresión de Rusia a Ucrania, su amenaza al mundo libre , va de todo esto. No de política mojigata.
Espero con toda mi alma que la brutalidad cese. Que Anna y cuantas personas como ella sufren el terror de una intervención militar abominable, se pongan a salvo, y que la justicia humana, democrática e internacional, acabe con los responsables de este genocidio que también nos vincula a todos.
En estos momentos de tensión, siempre hay posiciones indefendibles que desnudan a quien la protagoniza. Ayer, viernes, llegaba hasta mis manos la revista “Alda” que edita mi sindicato. En esta edición aparece como artículo de fondo un texto titulado “Los halcones están de vuelta” . Lo firma el “Director del Departamento de Ciencias Políticas y de la Administración de la UPV-EHU, Asier Blas Mendoza.
Su contenido me ha provocado vergüenza ajena.
El “director de Ciencias políticas y de la Administración” de la UPV-EHU comienza su desafortunado escrito señalando que “es impresionante la desinformación y propaganda a la que estamos asistiendo al supuesto peligro de invasión rusa de toda Ucrania.” “ Las pruebas -continúa el director departamental universitario- son inexistentes pero esto tampoco es una novedad. Estados Unidos y Reino Unido nos tienen acostumbrados a estas campañas mediáticas como la de las armas de destrucción masiva en Irak”.
Lo cierto es que el artículo en su totalidad parece una alucinación. Llega a decir que “Kiev puede tener la tentación de recuperar los territorios rebeldes mediante una operación a gran escala…ante esta posibilidad la concentración de tropas rusas cerca de la frontera ucraniana busca disuadir a Ucrania de caer en la tentación de Nagorno Karabaj”.
Es decir que quien estaría preparando una guerra sería Ucrania y que Rusia simplemente concentraba tropas preventivamente.
El artículo es una auténtica desconfiguración de la realidad. (Recordar que 141 de los 193 países miembros de las Naciones Unidas aprobaron el pasado día 2 una resolución de condena por la invasión rusa. Votaron en contra cinco; Rusia, Bielorrusia, Siria, Corea del Norte y Eritrea y 35 se abstuvieron)
Para mayor abundamiento del alucinante planteamiento el origen del conflicto, a juicio del firmante se halla en la “voluntad expansiva de la OTAN” y en el interés del presidente Biden por atenuar la división y polarización sociopolítica en la que está inmerso el país (EEUU)”. Todo ello, unido al “ fortalecimiento del dólar”, antídoto de la inflación y deuda creciente , o del aumento “del negocio de la venta de armas”. No sigo porque me enciendo. ¡En manos de quienes está la formación académica de nuestros hijos e hijas! ¿Los directores departamentales de la Universidad pueden dimitir o ser cesados?
Este sábado, Andoni no podrá leerme, como solía decirme a menudo. Uriarte, ese infatigable enredador de la margen izquierda, defensor de todo lo defendible se nos ha ido. Donde se encuentre, no estará mano sobre mano. Ya habrá encontrado algo que hacer. Le vamos a echar de menos.
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