sábado, 25 de marzo de 2023

ALGO HUELE A PODRIDO...

Creo que se ha dedicado demasiado tiempo y espacio a la patochada parlamentaria que VOX, la extrema derecha  escindida del PP, diseñó para entretener y ofuscar  a la opinión pública a modo de moción de censura. Sí, el esperpento parlamentario ha tenido un seguimiento sobredimensionado,  pero, a pesar de que se conocía de antemano su desenlace, yo tampoco me he resistido en fijar  por un momento  el foco de atención para tratar de desentrañar todo lo que alrededor de esa maniobra  surrealista ha acontecido.

 

 

 Los “trumpistas”  de Abascal, una vez más,  habían seguido el catón de la estrategia  populista del ideólogo extremista Steve Bannon. Utilizando los resortes que la democracia les brindaba urdieron una trama para debilitar a la propia democracia so pretexto de un momento excepcional  que invitaba a la movilización social  contra la legitimidad  gubernamental en el Estado español.

 

Era la segunda ocasión en la que utilizaban  la figura de la “moción de censura” para acrecentar  el desapego social  con la acción política  y para, con la utilización de la mentira y el descrédito, incentivar la inestabilidad.  

 

Que la censura no  fuera “constructiva”, les importaba una higa. Que de antemano supieran  que no podía prospera , les resultaba indiferente.  La cuestión fundamental, para ellos,  era socavar  la convivencia, crispar  a la opinión pública y profundizar aún más las trincheras entre  las formaciones políticas.   Un río revuelto en el que los pescadores de camisa negra pretendían sacar pingües rendimientos  a su alternativa totalitaria.

 

Para ello habían conseguido cautivar el voraz ego de un nonagenario ex comunista, ex suarista, ex venerable  catedrático…hoy devenido en emérito vanidoso llamado Ramón Tamames.

 

Todos fuimos testigos del lamentable espectáculo  que la coyuntura política española deparó  los pasados martes y miércoles en la Carrera de san Jerónimo.  Todos pudimos ver  como los supuestos “censurados” aprovechaban  la coyuntura para sacar pecho de coalición progresista  más allá de sus diferencias  expresadas en semanas anteriores. Y  fruto de esa operación de envilecimiento democrático protagonizado por la derecha extrema, no cortocircuitado por la “derechita cobarde”, Sánchez utilizó de parte el episodio para proyectar su liderazgo reformista, apadrinando a Yolanda Díaz como socia solidaria  de cara al calendario próximo.

 

Todos comprobamos como la moción de censura, trampa saducea  urdida contra Núñez Feijóo,  provocó la voluntaria “inmersión” pública del PP, desaparecido a propósito en la trama-sainete que daba el banderazo de salida a una campaña electoral sin escrúpulos en la que más allá de la elección de los gobiernos locales, autonómicos o forales, se pretende  convertir en una carrera primaria  donde  mejor situar su sigla  a las puertas de la Moncloa.

 

El triste espectáculo de  esta pasada semana  dejó en evidencia muchas cosas. El fracaso estrepitoso, una vez más,  de Leónidas Abascal y sus espartanos correosos y testosterónicos. Incapaces  de presentar un mensaje más allá del odio. Incapaces tan siquiera de presentar una alternativa, una propuesta, más allá  de los consabidos  mantras  de una ultraderecha vociferante.

 

Dejó patente igualmente la penosa  agonía de un desnortado narciso, cegado por la vanidad y la soberbia del impotente, de la deriva  de un profesor devenido en tertuliano de barra de bar.

Vimos,  también, discursos brillantes  y dignos, como los de Aitor Esteban –una vez más ejemplar  en el fondo y en las formas- o Gabriel Rufián a quien la moderación y el sosiego le hacen mejorar.

 

Fuimos testigos de  intervenciones  aún peores  que las de los neofranquistas.  Discursos tan absurdos y montaraces como el de la portavoz del partido zombi, Inés Arrimadas.  Presenciamos, igualmente, alocuciones mediocres, previsibles y de consigna. Automatismos  que desvelan la política líquida  en  la que  el parlamentarismo ha convertido  la coyuntura, las redes y las estrategias cortoplacistas de titular y tuit. Y también asistimos a  reivindicaciones puestas en escena fuera de contexto, como la protagonizada por  la portavoz de JxCat, Miriam  Nogueras, empeñada en denunciar la extraordinaria gravedad del caso “Pegasus” (gravedad cierta) sin caer en la cuenta de que la materia  reservada en el orden del día eclipsaría cualquier otra pretensión que se escapase del foco establecido.

 

Pero más allá de las lecturas  evidentes que  del esperpento parlamentario se han hecho, hubo un pequeño detalle en el transcurso del debate que quizá pasó desapercibido entre tanto disparate encadenado. Fue la intervención de la portavoz confederal de Unidas Podemos, Lucía Muñoz.  La interviniente de los morados, que en la imagen televisiva parecía un clon de Ione Belarra,  mantuvo un discurso patético. Patético por resultar intrascendente en relación al protagonismo de la extrema derecha. Y  fuera de contexto al dirigir su crítica y su acento a los socialistas, socios gubernamentales y objetivo central de la moción de censura. 

 

La discípula de Pablo Iglesias, al contrario que en la primera sesión  Yolanda Díaz que compartió  los “logros” de su acción de gobierno,  reclamó valentía  y determinación a sus “compañeros” de ejecutivo  para aprobar nuevas leyes ideológicas como las de familia, servicios sociales o vivienda, repitiendo , una vez más, el sempiterno eslogan de  argumentario  de reforzar el consentimiento en la normativa de “solo sí es sí” evitando volver “ al código penal de la manada”. Impresentable alegato pronunciado en el inadecuado momento en el que la derecha extrema pretendía abrir grietas en la estabilidad  gubernamental.

 

Estas exigencias  sonaron a un disparo en el propio pie de los proclamantes y puso en evidencia   la desubicación de Podemos, su estela menguante y la pérdida  de influencia  y referencia en su particular lucha con Yolanda Díaz por el liderazgo del espacio  partidista  a la izquierda de los socialistas. Un síntoma más  de la pérdida del norte y de la visión panorámica de futuro  que nos hace ver  que el porvenir de los morados  a partir del próximo mes de mayo  va a resultar tremendamente complicado.

 

Y, chim-pun!!  el show se acabó, aunque la resaca  que generara en algunos todavía dura, como al propio Tamames que tras mostrar su desagrado por la duración del evento y las cuantiosas críticas recibidas por sus señorías,  ahora se  afana por vender encuadernado el texto  compendiado de su alocución y es que fue al Congreso a presentar su libro.

 

Pasado el bochorno, ahora todos se afanan en calentar motores para los comicios de mayo. Sánchez  se  investirá de Carlomagno para reinar temporalmente en Europa a partir del segundo semestre del año. Yolanda Díaz, despejada su margarita e ignorando olímpicamente a Podemos en su proyecto  sumatorio, se apresta a  contemplar  desde la barrera el naufragio de los morados, a la espera de poder recoger  en la costa parte de los restos  del hundimiento de la flota morada. Que como la “armada invencible” se irá a pique por sus propios  errores.

Núñez Feijóo confía en tener un voto más que los socialistas en el cómputo global del Estado,. Si no lo hace , su porvenir en el PP peligra. Y dependerá  del resultado  que obtenga Isabel Ayuso  para que ésta  le dispute o no su mandato en Génova. 

 

Por lo demás,  recordaba el exhorto que Horacio  manifestaba a su buen amigo Hamlet , enojado por la coyuntura que percibía a su alrededor ; “algo huele a podrido en Dinamarca”.  Atentos todos porque algo empieza a oler mal, muy mal en la casa del Duque de Ahumada.

Diversas informaciones  aún no  proyectadas en los medios de comunicación apuntan a una posible grave crisis de corrupción en la Guardia Civil. La imputación  de un teniente general  (el máximo rango militar  solo superado por el rey) por posibles delitos de corrupción  en la adjudicación de  obras en una decena de cuarteles  de la “benemérita”, la detención de un general en la reserva (ex responsable  de la misión española en el Sahel) o la denuncia de nuevos casos  de irregularidades …apuntan al afloramiento de una grave crisis en uno de los pilares  de mayor poder en el Estado (se ha llegado a decir que en ocasiones la Guardia Civil actúa por propio impulso, sin el control del poder político o judicial).  Los indicios  aparecidos obligan a una investigación profunda  para conocer, atajar y depurar las responsabilidades que hubiera en los casos que se conozcan. Una investigación  que cuenta con la reticencia del propio cuerpo armado y por el Ministerio de Interior pero que el Gobierno español deberá acometer  con urgencia y transparencia.

 

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