sábado, 30 de septiembre de 2023

LA DESVESTIDURA DE FEIJÓO

A Núñez Feijóo le faltaban cuatro votos en primera vuelta para  ser investido como jefe de gobierno en España. A las 137 actas  del Partido Popular se le habían sumado las 33 de VOX  y  los sufragios de  individuales de UNP y Coalición Canaria.  Era depositario de 172 respaldos cuando necesitaba  en ese primer trámite  176. 

 

El gallego sabía que le faltaban 4  “síes” para sacar adelante su candidatura. Podía repetir cuantas veces quisiera que él había ganado las elecciones, pero su “victoria” y, fundamentalmente, su ecuación sumatoria, fue, al mismo tiempo su derrota.  Aunque dijera lo contrario, y sacara pecho con aquello de que “podía haber sido presidente pero no quiso pagar el precio que algunos le exigían”.

El papel lo aguanta todo  y las palabras se las lleva el viento. Más, cuando  se ha hecho lo indecible en sentido contrario sin obtener los resultados apetecidos. 

 

Por descabellado que parezca hoy, desde Génova pusieron sus ojos  en dos alternativas;  los siete escaños representativos de Junts (catalanes) y los cinco parlamentarios del PNV.

 

Para captarlos, o cuando menos acercarlos  a su alternativa, prodigaron  iniciativas. Algunas conocidas, y otras soterradas. Entre las primeras  caben significarse los contactos, personales o telefónicos que desplegaron sus dirigentes (González Pons, Bendodo, Gamarra y el propio Núñez Feijóo).

Lo que los “genoveses”  hicieran con JxC se desconoce, pero  ha quedado constancia  de que, a pesar de lo insólito que pudiera ser  un acercamiento entre las partes,  los mensajes  “populares” hacia  los seguidores de Puigdemont y Turull, se cursaron, aunque por vías indirectas para no soliviantar  más a la “parroquia” catalana del PP, alineada con Aznar, Ayuso y los más duros del partido conservador.

 

Con los vascos, la búsqueda de apoyos  conjugó todas las formas; la orgánica (a través de  medios oficiales), la  indirecta y también la externa o pública, buscando la presión en la opinión publicada  para “mover” a los de Sabin Etxea.

 

El PNV no había ocultado su posición. Desde  que los resultados electorales se elevaron a definitivos, sus parlamentarios  no apoyarían a Núñez Feijóo.  Lo habían verbalizado en numerosas ocasiones  por portavoces tan cualificados como su presidente, Andoni Ortuzar o por su portavoz en el Congreso, Aitor Esteban. Los jeltzales no respaldarían  a un candidato del PP sustentado  por la extrema derecha y con un discurso tan regresivo en materia  territorial, de derechos básicos o por su posición  combatiente respecto al euskera.

 

La obligación de un aspirante es la de ganarse  apoyos donde pueda. 

Pedro Sánchez ha reiterado su voluntad de “buscar votos hasta debajo de las piedras” para su nominación. Feijóo  también o intentó, a través de sus colaboradores, y personalmente, forzando un encuentro personal y discreto con Ortuzar quien , sin sorpresas, le reiteró la negativa del PNV a avalar su pretensión.  No satisfechos con la negativa obtenida, los populares buscaron otra vía; alimentar una posible corriente contestaría en el PNV que provocara  el giro de sus dirigentes. Así, exploraron  la complicidad de ambientes económicos  vascos para que  éstos trasladaran  hasta Sabin Etxea  la necesidad de una reflexión sobre sus alianzas en el Estado, llegando incluso a proponer –según medios periodísticos madrileños- a algún ex alto cargo nacionalista  la labor de “reorientar” a la cúpula jeltzale  hacia  posiciones  “populares” , poniendo como excusa  el presunto “divorcio” de las bases nacionalistas con las políticas izquierdistas  aprobadas por el gobierno “social-comunista” de Sánchez . Política de “izquierdas”  que durante la pasada legislatura  había respaldado, no sin matices, ese “conjunto de aldeanos”  en palabras de Jose Antonio Zarzalejos que compone el Euzkadi Buru Batzar.

 

Esa presunta “intermediación” coincidió en el tiempo con un artículo  de opinión  y una entrevista con el “interlocutor” señalado mediáticamente. En ambos casos se abonaba la tesis de que el PNV debía reconducir su errática política de alianzas para no seguir perdiendo fuelle electoral, efecto que se achacaba al abandono del carácter “democristiano” y “moderado” que históricamente había caracterizado  a los herederos de Sabino Arana.

 

Tal opinión fue respaldada por los medios de comunicación afines al partido postulante. Y así, el diario “el Mundo” se hacía eco de una encuesta –“Sigma 2”-  que ponía de relieve el supuesto desencanto  de la base electoral nacionalista  y su desapego a la línea política mantenida por este partido en los últimos años. Un análisis sociológico que vaticinaba  el “sorpasso” de Bildu en Euskadi . Lo que este tipo de informaciones pretendía era presionar al PNV para que cambiara el rumbo  de sus votos en el Congreso y posibilitara la nominación de Núñez Feijóo.

 

Pero los jeltzales no dieron su brazo a torcer. Aitor Esteban  fue claro una vez más  y puso en evidencia la desnudez del candidato, su arrope por parte de VOX y su falta de propuestas  para afrontar  el “encaje” territorial, más allá de las recetas habituales  de “más palo” y nada de “zanahoria”.

 

Perdida la esperanza de que el PNV diera marcha atrás a su negativa, Núñez Feijóo  dedicó su turno de réplica a Aitor Esteban  a una encendida crítica a los nacionalistas vascos  a quienes acusó de haberse rendido a los planteamientos  económicos de “Podemos”  y de perder la centralidad  vaticinando su sustitución en el liderazgo de Euskadi por EH Bildu.  Curiosa tesis, votar al PP para que no  le superara Bildu en las urnas.

 

La rotunda intervención del gallego, el intento indisimulado por deslegitimar  la acción política del PNV, pretendiendo  enfrentarla  con su base social  en un intento vano de Pressing Catch, no hizo sino  reafirmar aún más  la posición de los jeltzales para con  el candidato popular.

 

La puesta en escena del Partido Popular en este episodio parlamentario  merecía más la denominación de “desvestidura” que  la pretendida “investidura” protagonizada por Núñez Feijóo.  Sus antecedentes, con el acto mayoritario de protesta en las calles de Madrid  ante una supuesta ley de amnistía, su discurso en las Cortes,  pronunciado como un mitin electoral y la provocación disfrazada de  “sorna”  en su respuestas al resto de las formaciones  políticas –a excepción de VOX a quien agradeció su apoyo- no hizo sino  acrecentar la soledad del Partido Popular, el “ganador” ciertamente de las elecciones pero la alternativa opositora a la que no le han quedado amigos  con los que alcanzar  mayoría de gobierno.

 

Su falta de propuestas, más allá de la vacua defensa constitucional , propia de un patrioterismo de consigna  y de populismo  rancio, le condujeron  a esta calle sin salida  en el horizonte institucional del Estado. Plantearse, además, la investidura como una disyuntiva entre la amnistía o el PP –o yo o el caos- permitió una respuesta fácil  ; la amnistía, sin lugar a dudas.

 

Resulta insólito  que los herederos  de Manuel Fraga, el hombre que  solicitó  la libertad para Rudolf Hess , el lugarteniente de Hitler  preso en la cárcel de Spandau, que los beneficiarios de aquella amnistía del 77 que exoneró de su pasado delictivo a miles de funcionarios  y dirigentes del pasado régimen,  se rasguen hoy las vestiduras  por el intento de  desjudicializar  el conflicto político catalán, que no lo olvidemos, fue perseguido y penalizado por  intentar poner urnas y que la gente votara.

 

Resulta chocante  que quienes promovieron una amnistía fiscal en el año 2012  salgan ahora pidiendo  reacción popular porque “España se rompe”. Es sorprendente  que un partido como el Popular  cuyo presidente Aznar llegó a conceder 5.948 indultos  entre los años 1996 y 2004, siendo  el dirigente que más indultos firmó en sus años de mandato, con más de 700 al año , sea ahora quien llame a la resistencia  por una situación que, además,  no se ha producido.

 

Ha habido muchas razones para fundamentar un “No”, al candidato del PP, un pretendiente  cuyo fracaso estaba anunciado. Él lo sabía. Y su naufragio parlamentario fue certificado  el viernes. Ahora comienza  una segunda parte de la historia. Y que quede claro:  el “No” del PNV a Feijóo, no significa  el “Sí” a Pedro Sánchez.  Si Sánchez quiere gobernar  deberá explicar para qué y qué compromisos está dispuesto a asumir para ganarse la confianza de una mayoría parlamentaria que le dé estabilidad.

 

Comienza otro capítulo. Esperemos que con más respeto, menos injerencias  y más compromisos. Y con la premisa  básica de cumplir  lo ya  prometido y asumido. Porque sólo si se cumple con lo que se debe se puede  reclamar nuevas alianzas.  

 

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