La película “el sexto sentido” puso en boga la afirmación “en ocasiones, veo muertos”. El joven protagonista del film, narraba a Bruce Willis, su secreto más íntimo, un don sobrenatural que le conectaba con el más allá.
En el más acá, algunos no experimentamos tales delirios, pero protagonizamos episodios, cuando menos, pintorescos. Yo, sin ir más lejos, tengo sueños de proximidad que recuerdo perfectamente una vez despierto.
Muchas veces he tratado de de encontrar una razón lógica a este fenómeno y por mucho que haya acudido a citas freudianas o a las explicaciones médicas en relación al “hipocampo cerebral” no he hallado respuesta a mis recurrentes fantasías.
Mis sueños no son como los de Luther King. Son de andar por casa.
El más repetido me lleva a un maravilloso pozo de aguas verdes turquesas. Allí, como en un remanso de paz, despliego mi caña y, en pocos instantes, zas, pica un salmón de considerables dimensiones. Trabajo la captura. Gozo de un momento irrepetible. El pez comienza a ser vencido. Asoma ya su cuerpo por la superficie. Bate el espumero. Se resiste. Yo tenso una vez más el aparejo. Ya casi está…Paraje idílico, momento de alta satisfacción. Emoción a flor de piel… hasta que por la ribera, como salido de un armario, se me acerca un conocido personaje – cuyo nombre no revelaré para no descubrir mis demonios particulares- y comienza a increparme. Me habla, me interpela, me reprende…Yo pierdo los estribos y la concentración. Entro al trapo. Y el salmón se descuelga… y se zafa del lance. Hasta luego lucas.
El sueño se ha repetido en varias ocasiones. Cada vez el bicho es más grande y tiene más kilos. Más emoción, más épica…e igual desastre final. ¡Que no me dejen pescar ni en sueños!. Siempre el mismo cafre y la misma historia.
Mi segunda experiencia onírica es reciente. De esta misma semana. Está pegada a la actualidad y la claridad con la que la recuerdo me tiene intrigado.
Soñé el otro día que accedía a una sala oscura desde una gran estancia. Era Loiola, la “Casa Grande”. Una larga mesa de madera concitaba una amplia reunión. En un tablón de anuncios de corcho colgaba un cartel que decía; “Conflicto vasco, fase resolutiva”. Y allí estaban todos. O casi todos. Pastor, Ares y Eguiguren por el PSE. Urkullu, Ortuzar y Egibar por el PNV. Rufi, Otegi y Díez Usabiaga por los emancipados.
.-¿Falta alguien?. Preguntó un fraile semi cubierto con capucha.
¿Quíen es éste?. Murmuré yo.
.-Una voz cuchicheante me respondió. “Es el mediador. Pertenece a la comunidad de Sant Egidio”.
.- Jodé, pues se parece a Munilla. (lo cierto es que era él).
¿Falta alguien? – repitió-. Desde el fondo de la mesa replicó Egibar; sí, Patxi Zabaleta pero llegará más tarde.
¿Yo qué pinto aquí? –interpelé sorprendido-. El clérigo golpeó dos veces con su bastón en el suelo. “Verificans-verificandis”. Amén.
El ambiente era tenso. Nadie decía nada. Los de Batasuna deconstruían sus teléfonos móviles como quien desmonta una pistola. La pila por aquí, la tarjeta por allí…
El encuentro se alargaba sin resultados prácticos. Por el contrario, cada intervención era un paso atrás. Las palabras levantaban un muro infranqueable. Tensión, recelo, distancia. “Unilateral” –decía uno-. “Insuficiente”-contestaba otro-. “Irreversible”, “condena”, “legalización”, “reagrupamiento”, “envido más”, “órdago”. Empate infinito nuevamente.
Tras horas de frontón dialéctico, el mediador afrailado se puso en pie. Alzó su cayado y habló. “El éxito en un diálogo sincero pasa por el reconocimiento mutuo. Dice un proverbio indio, que antes de juzgar a una persona, debes caminar tres lunas con sus mocasines. También la Torá hebrea nos indica que para alcanzar un acuerdo es más provechoso pensar desde el “tu” en lugar del “yo” “Tu” y “Yo” son formas singulares que deben ceder ante el “nosotros”. Necesitamos conocernos mejor, sentirnos en igualdad de condiciones, eliminar prejuicios….” El discurso era impecable hasta que llegó la sentencia.
“…Así que vamos a hacer un ejercicio práctico. Vamos a seguir la sesión en ropa interior. ¡Fuera pantalones!.”
¡Ay la ostia qué era aquello!. Primero risas. Luego, carcajadas y afirmaciones sin sentido. Hasta que alguien comenzó a desabrocharse el cinturón y se inició el destape. La búsqueda de la paz en paños menores. Urkullu blanco impoluto tradicional. Pastor slip oscuro a juego con el traje. Otegi, de algodón de media pata conjuntado con la camiseta. Abanderados, Kalvin Clein, Kevingston, Boxer…Ajustados, amplios, de colores, bombachos..
Ni Fellini hubiera ideado una escena tan evocadora. La paz en calzoncillos y calcetines.
Pasado el primer momento del pudor, o del ridículo, el experimento funcionó.
Cuando alguien se rascaba sus partes es porque algo le escocía. Cuando uno emulaba en el gesto a Nadal era porque una goma apretaba más de la cuenta. Todo era evidente. Sin aspavientos ni artificios. Y en ese ambiente de realismo práctico, el diálogo se encarriló. Entonces, yo me desperté. En calzoncillos.
Desde esa madrugada no dejo de pensar en el significado de mi sueño. Quizá algún ávido lector/a de este perdido blog me ayude a interpretarlo.
Koldo, tienes que dejar el alcohol y los alucinógenos que lo que has escrito no es muy normal. Olvídate de los potes y a llevar una vida más tranquila lejos del nacionalismo que te está perjudicando mucho. Mírate eso de que sueñes con hombres en calzoncillos que un amigo mio que es psicólogo me dice que igual estás perdiendo aceite. Lo dicho, deja el nacionalismo que nos tienes asustados a todos.
ResponderEliminarNi el alcohol ni los alucinógenos. Es la "normalidad" del "cambio" lo que me marea. Pero no sólo a mí. También a quienes desprecian la pluralidad, en lo político y en lo genérico. los homófobos machos ibéricos que se creen con patente de corso para decir a los demás qué les conviene o que no. Así que , amigo anónimo, preocúpate de tu esclerosis mental, que de lo mío ya me guardo yo
ResponderEliminarKoldo, a lo que tú denominas lo tuyo, es una empanada mental del quince que deberías intentar arreglar. Sí tienes problemas, intenta pedir ayuda. Sé que no estás preparado para el cambio y que te gustaría volver al pasado. A los franquistas les pasó lo mismo en el 77 con la democracia, pero tú al igual que ellos tienes que acostumbrarte al presente. Los cambios para las mentes cerradas entiendo que son difíciles y que cuesta acostumbrarse, pero Koldo debes de hacer un esfuerzo. El cambio es precisamente la consecuencia de que hay pluralidad, si no la hubiera, estaríamos igual que hace 30 años. Sí siempre están los mismos, es señal de que no hay diversidad ni pluralidad. Koldo un saludo y espero que te acostumbres al cambio y dejes de pensar en el pasado. Sonríe más y reflexiona todavía más sobre las cosas que escribes, estoy seguro de que eres una buena persona.
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