lunes, 20 de junio de 2011

EL PRINCIPIO DEL FIN DEL 15-M

Hoy hemos celebrado el segundo pleno de la IX legislatura de las Juntas Generales de Bizkaia. Su duración ha sido mínima, cinco minutos, el tiempo necesario para leerse el orden del día, el dictamen de la Comisión de incompatibilidades y votarse, a mano alzada, dicho informe.

La próxima sesión plenaria, sin fecha aún, acogerá la elección del nuevo Diputado general de Bizkaia.

Gernika, como el conjunto de Bizkaia, estaba radiante, augurándonos, una esplendorosa entrada del verano. Será verdad que ha comenzado un nuevo tiempo?.


Esperemos que no venga alguien y lo joda.

El fin de semana ha estado protagonizado, nuevamente por el movimiento 15-M y los “indignados”. Manifestaciones pacíficas en todo el Estado. En Bilbao también. Dicen que se movilizan para demostrar que el movimiento no se desinfla, pero no sé yo si las concentraciones de los últimos días tienen ya mucho que ver con las protagonizadas hace un mes.

En Euskadi, “los indignados” no han tenido tanto peso como en el Estado. Aquí, la indignación va por barrios y salvo elementos no sistémicos de carácter asambleario, la radicalidad siempre ha encontrado cauces de participación.

Las imágenes del “campamento del Arriaga” el pasado domingo lo decían todo. Una docena de tiendas de campaña a modo de campamento okupa y nada más.
No quiero con esto cuestionar ni la legitimidad ni la dignidad de quienes se han echado a la calle para protestar. Por cierto, en todo este tiempo de “movida” en pro de la “democracia real”, he escuchado muchas voces, muchas peticiones, muchas protestas.

He oído cómo se alzaba la voz contra los políticos corruptos, contra la falta de participación de la sociedad en la política. Hemos escuchado voces contra los ajustes laborales, contra la ley electoral, contra los banqueros, contra el gobierno, contra el Fondo Monetario Internacional, contra el euro.



En una situación de acusada crisis como la que vivimos, exteriorizar reivindicaciones es habitual y justo. El paro, la incertidumbre laboral, la inseguridad familiar o personal, son claves que hacen movilizarse a las personas. Por eso me resulta verdaderamente extraño que no haya escuchado a ni uno sólo de los “indignados” que han alzado la voz en los medios de comunicación pedir trabajo. Sí, trabajo para él o para ella. No he escuchado a nadie pedir empleo. Seguro que este hecho sí se ha producido, pero yo no lo he visto. Y eso me da que pensar.

Debajo de las motivaciones que han generado este fenómeno social hay múltiples factores. Y uno de ellos, por lo menos en los primeros días de protesta, hacía referencia a la libertad de participación en la red; el recorte de la ley “Sinde” y a la libre posibilidad de descargas en la red.

No pretendo con esto devaluar el fenómeno 15-M. Lo único que creo necesario matizar es que detrás de aquella toma de la calle había muchas razones, diferentes, imprecisas y desconcertantes.

Todo eran reivindicaciones, peticiones, exigencias. Hay quien ha dicho que lo que surgió el 15-M fue la flor de una sociedad demandantes de derechos; no de obligaciones. Quizá sea una apreciación un tanto radical pero algo de eso puede existir.

El mundo, la sociedad, los pueblos, necesitan cambios. Pero cualquier cambio tiene un precio a pagar. Es muy fácil ser solidario con los saharauis, solidarizándonos aquí de la injusticia que padecen. Es muy sencillo apuntarse a una ONG y pagar una cuota que nos alivie la conciencia.
Es muy sencillo ser progresista y pedir que capitalismo sea superado por un sistema de justicia social pero sin que ello afecte a mi bolsillo o a mi bienestar. Es muy fácil pedir que las playas, que los ríos estén limpios, que la basura se trate, que se elimine la contaminación, pero cuando nos toca pagar la tasa correspondiente, el “ecologismo” es menos simpático.
Hay motivos y muchos para estar indignados pero hay muchas más razones para no quedarse de brazos cruzados a la espera de que maná llegue del cielo. O para que, al albur de buenas intenciones, alguien aproveche el desconcierto para transformar la asamblea en el germen de una opción totalitaria y violenta.


Los “sans-culottes” fueron un grupo diverso de personas (trabajadores independientes, pequeños comerciantes, artesanos, etc – no clases bajas-), que durante generaciones se hallaron expuestas a numerosas injusticias y continuas vejaciones por parte de los estamentos privilegiados del antiguo régimen francés. Los “Sans-culottes” (“sin calzones”), unidos bajo la ideología de la “igualdad” extrema y la eliminación del dinero de curso legal, terminaron protagonizando algunos de los capítulos más sangrientos de la revolución francesa. Su odio acumulado provocó que dieran rienda suelta a su venganza particular, siendo la fuerza de choque que asaltó la Bastilla y el palacio de las Tullerías.


No creo que los “revolucionarios” de hoy terminen como los “sans-culottes” de entonces. Los sucesos de la plaza de Catalunya en Barcelona, han puesto en preaviso a todo el mundo, también a ellos, sobre los riesgos de un movimiento incontrolable. Creo que fue el principio del final del 15-M. Así lo espero, por el bien de todos.

1 comentario:

  1. Hombre! A tanto, tanto tampoco creo yo, pero lo que sí creo es que algunos no van a poder seguir haciendo lo que les de la gana. Si el pueblo está demandando mayor representatividad (aunque luego no voten) no creo que sea de sentido común hacer lo contrario, es decir, quitarla suprimiendo ayuntamientos, dipus... En ese sentido y en función del hambre que vaya acumulando el pueblo (posición de quien no tiene nada que perder) sí que podría resultar peligroso. No es que lo desee es que en mi humilde opinión es una situación cíclica en la historia. Las formas se pierden cuando el hambre aprieta.

    Por lo demás, totalmente de acuerdo.

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