viernes, 10 de junio de 2011

JOXEMARI "MANKUE"

En todos los pueblos de nuestro país existen personajes singulares. Son los que dejan su impronta. Para bien o para todo lo contrario.

Joxemari es uno de ellos. Nacido en una de esas localidades costeras en las que la “kresala” marca perfil, su vida bien puede alimentar un guión cinematográfico.


Apenas ha superado la cincuentena de años pero su apariencia demuestra que en tal tiempo ha gastado tres vidas. Es de esos a los que, si tuvieras confianza, pudieras decirle que “ni cumpliendo veinte años más reflejarías la edad que aparentas”. Vamos que está un tanto estropeado.

Siempre fue rebelde. Especial. Vasco “químicamente puro”. De joven decía que quien leía un libro “se convertía en español”. Una “perla” con el intelecto de una ostra. Su expectativa vital fue navegar. Y navegó.

Embarcó en un mercante para eludir el servicio militar. Conoció puertos y continentes. Su carácter encontró, en la soledad del barco, un refugio impenetrable que se desfogaba radicalmente cada vez que pisaba tierra. Trabajador y vividor. Imperceptible y escandaloso. Silencioso y vociferante. Todo en uno.

Tras seis años a la deriva, encontró en tierras caribeñas a quien le sujetara las riendas como a un caballo desbocado. No fue una mujer. A ellas las encontraba él en los arrabales y burdeles. Fue un empresario, vasco también, que tenía asentado un negocio de importación-exportación en el puerto. Era el hijo de un antiguo “indiano” que mantenía la prosperidad heredada.

Joxemari templó su genio. Pero solo por un tiempo. Le llegaron a llamar “don Jose María” y le apodaron “el temerario”. Así lo hicieron porque, en su desbordante genio indómito se permitía exhibiciones de alto riesgo. Como “rompecascos”, destrozaba botellas de vidrio en su dura cabeza. Y en un alarde de “valentía”, montaba espectáculos callejeros tumultuosos dando de comer a los caimanes en el parque marino. El “temerario” se acercaba al reptil con un trozo de pollo en una mano y una botella de ron en la otra. Le maldecía hasta que la pieza de carne entraba en sus fauces. Y luego, riéndose, se bebía el ron. Era “el amargo ron del exilio”, solía decir.

Arruinado, desvencijado, hecho una piltrafa humana, volvió a Euskadi hace cinco años sin un euro en el bolsillo. Según decía, todo el dinero que tenía guardado en una maleta se le cayó por la borda del barco en el que regresaba. Una historia que siempre cuentan los que vuelven arruinados de las Américas.

Ya no era “don Jose María”. Ni tan siquiera “el temerario”. Ahora es Joxemari “mankue”. Sí, “mankue. Un caimán le había arrancado una parte del brazo derecho, a la altura del codo, en una de sus demostraciones. Le había lisiado para siempre.


Ahora pasea su mal genio por el pueblo. Como antaño. Amenazando a unos e insultando a otros. A la espera que un alma caritativa le pague un trago en la taberna.

Joxemari sigue siendo “vasco químicamente puro”. Aunque su carácter haya evolucionado y la gente le crea inofensivo, él sigue levantando el brazo como cuando empuñaba una botella, sin percibir que lo único que airea es un muñón.

Cuando el lector alcance estas líneas, se habrán constituido ya los municipios vascos. Por norma general, las candidaturas más votadas habrán conseguido las alcaldías. Es la naturalidad de la democracia.

Pero habrá excepciones en las que varias formaciones políticas habrán sumados sus votos para formalizar una mayoría diferente a la mayoría minoritaria surgida en las urnas. Y estos casos, excepcionales, son también –en cualquiera de sus formas- legítimos democráticamente. Gustarán más o menos. Enfadarán a uno u a otros. Pero su legitimidad democrática es incuestionable.

Cada partido –ganador y perdedor- deberán asumir el resultado. Lo que no es de recibo son las presiones, las amenazas, las advertencias que auguran revancha o violencia.

La Izquierda abertzale agrupada en Bildu arrebatará alcaldías al PNV. Y el PNV lo tendrá que asimilar. Y en reciprocidad, el PNV recogerá los votos de otros para desbancar a Bildu.

Tres de sus candidatas a alcaldesas –Sopelana, Elorrio y Lemoa- comparecieron los pasados días para “advertir” al PNV que sus movimientos en los mencionados municipios "van a tener consecuencias”. Como Joxemari “mankue”, quienes han vivido permanentemente en la amenaza y en la extorsión, afloran hoy su carácter rancio y totalitario. Bidu podrá quitar al PNV alcaldías (Markina, Muxika, Gatika…) y será legítimo, pero a la inversa será un “atropello” que “tendrá consecuencias”. ¿Será verdad su evolución en las vías políticas y democráticas que tanto han pregonado?. ¿Estaremos de nuevo ante un ejercicio “táctico” y por tanto incierto?.
Todos confiamos en un nuevo tiempo. Algunos estamos convencidos de que debe llegar. La hora de las palabras ha pasado. Necesitamos hechos comprobables. Necesitamos que entierren, de una vez por todas, la violencia que nos ha lastrado el presente y el futuro. No necesitamos más “temerarios”. Ni tampoco “mancos” sin porvenir ni ilusión. Aunque sean “químicamente puros”.

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