viernes, 1 de julio de 2011

EL CAMBIO Y SUS DISFUNCIONES

Los cambios siempre generan incertidumbre. Ya lo decía Ignacio de Loiola, en tiempos de tribulación, no hacer mudanza. Una cita que alguno quiso versionar transformándola en “no cambiar de caballo en medio del río”.
 Lo cierto es que si por “río” entendemos “época convulsa”, vivimos en una torrentera permanente. Además, yo creo que en aquella cita, vinculada a un proceso de cambio de liderazgo en el PNV, lo que se pretendía cambiar era al jinete y no tanto a la cabalgadura.


Pero, bueno, eso es lo de menos. Cualquier transformación implica novedad, y eso, en la conducta humana genera desajustes. Sí, es como cuando en el calendario de un reloj no se corrige la finalización de un mes de 30 días. Para mí, ayer –viernes- fue día 31 hasta que al anochecer escuché la radio y fecharon el informativo al primer día de julio. Me perdí todo un día. ¿Dónde?. Pues ni en el limbo ni en el purgatorio, que, de un plumazo la Iglesia los ha borrado. Y yo me pregunto, ¿dónde están ahora los que allí estaban?. Misterios de la Santa Madre Iglesia.



Al hilo del “cambio de tiempo” he de decir que, personalmente, me tiene trastornado. Mi cambio laboral –he pasado de la Diputación a las Juntas Generales- me tiene como alma en pena (seguro que la mía estaba en el Limbo o en purgatorio). Mi nuevo despacho está en la cuarta planta de la sede de la Cámara vizcaina. La representación del grupo nacionalista – mi grupo-, en el quinto piso. Y pese a haber sigo seguidor habitual de “barrio sésamo” perece que no termino de distinguir la diferencia entre “arriba” y “abajo”. ¿Por qué?. Porque me paso el día diciendo; “bajo al grupo” o “subo a la oficina” cuando en realidad hago lo contrario.


Esta disfunción temporal y de conducta tuvo su cénit –de momento- el pasado jueves (que yo creía que era miércoles). Ese día, por la tarde, tenía cita con el médico. Era un encuentro casi protocolario pues había cambiado de galeno y quería, además de presentar mis respetos y mi historial, recoger las recetas que habitualmente me dispensan.

Dicho y hecho. Encuentro cordial. Discurso previsible y auscultación superficial por una leve dolencia de garganta.

Salí del ambulatorio contento, con las recetas en la mano y dispuesto a canjearlas de manera inmediata por los medicamentos oportunos. Como era de esperar, en las inmediaciones del dispensario observé una señal luminosa verde –una cruz- que identificaba una farmacia. Y hacia allí me dirigí. Con paso firme y decidido. Vi una puerta abierta y sin vacilar un instante me dirigí al mostrador donde deposité las consabidas recetas. La dependienta, con bata blanca, me miró asombrada. ¿Qué le pasará a esta tía?, pensé yo. Me miró de arriba abajo sin decir palabra y se encogió de hombros. (¿le afectará el cambio también a la farmacéutica? –pensé-).

.- Hola buenas tardes. Venía a por estas recetas…
La respuesta me descompuso. .- Lo siento, señor, aquí no extendemos medicamentos.


Abrí los ojos y percibí que me había colado en una droguería. Botes de colonia, potingues para la piel, mejunjes para el sol, bisutería…Menos mal que no había nadie más. Me disculpé y atropelladamente salí a la calle. A tres metros de distancia estaba la puerta de la farmacia.


Finalizada la transacción receta-medicamento, recordé que necesitaba dinero y enseguida reconocí una sucursal bancaria. Me aseguré de que el cajero fuera compatible –lo era- y allí fui dispuesto a “asaltar la banca”. Saqué mi tarjeta de crédito y la introduje en la rendija. Pero, ¿en qué rendija?. Evidentemente, en la que era no. Entró y la máquina la engulló. “Clonc”, sonó. Tras permanecer atónito durante tres minutos, sin saber qué había hecho, me di cuenta de que había metido el plástico por una grieta inverosímil. Sí. Inverosímil. Ni a propósito sería capaz de encontrar la ranura en cuestión. Total, que me quedo el fin de semana sin metálico. Bien visto, me permitirá ahorrar, que en los tiempos que corren no viene mal.


El 22 de mayo empezó en Euskadi un nuevo tiempo. Y la mudanza ha cambiado el paso a todos. El PSE, la principal víctima en las urnas, se mueve de un lado a otro como un pollo sin cabeza. Necesita reposar y, con sosiego, planificar su catarsis particular. El PP, que no ha rentabilizado ni uno solo de los votos perdidos por los socialistas (salvo en Vitoria-Gasteiz), se mantiene en sus trece. Leña a Zapatero, a Bildu y a todo lo que se menea. Pobre y exigua estrategia para una opción que se dice de gobierno.


La Izquierda Abertzale por su parte comienza a experimentar la resaca de tanta celebración. Sus errores de Andoain –caso de los escoltas- y otros municipios que han recobrado la retórica “alegre y combativa”, le devuelven a una realidad en la que no todo son vino y rosas. Sobre todo para ellos, que tienen todo por demostrar.


Y el PNV…El PNV que había conseguido salir vivo del combate (malherido en Gipuzkoa), que se había mostrado como la formación que mejor se había adaptado a ese cambio, puede sufrir una auténtica depresión si el próximo día San Fermín Xabier Agirre no es designado Diputado general de Araba. Nadie en Sabin Etxea desea contemplar esa hipótesis. Sólo de pensarlo surgen los mareos. No es de extrañar, con Madrazo de subasta todo es posible. La solución para el mareo se llama “biodramina”. De venta en farmacias. (Cerciórese antes de entrar)

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